19 marzo, 2012

La próxima Gran Crisis, deudas soberanas.

 

En el mercado de deuda, existen básicamente dos clases, las deudas soberanas, representadas generalmente como bonos, y las deudas privadas, representadas generalmente como acciones (u otros derivados que implican cierto grado de propiedad sobre las empresas privadas).

La dinámica económica en términos generales, siempre se produce entre estos dos elementos, privados y públicos. En libre competencia, las tasas de interés (o yields) de los bonos de gobierno, suben cuando existe confianza en al economía, y por lo tanto el ciclo económico indica que existe una expansión privada, y por lo tanto es más atractivo una acción que un bono de gobierno. Al revés, cuando la confianza disminuye, se busca un instrumento seguro, que se asume son los de gobierno, por lo tanto estos suben de valor (o sus yields bajan). Si esto se produce bajo el intercambio de libre mercado, cada una de estas etapas representaría la expansión de deuda pública orientada a suavizar los impactos de una recesión, y la contracción de la deuda pública cuando la actividad económica es bullente y por lo tanto no hay sectores a los cuales apoyar o subvencionar de manera importante y las recaudaciones suben por lo tanto cubren la deuda anterior. Al menos ese es el espíritu de las medidas “contracíclicas”.

Cual es el problema que tenemos ahora entonces?

desde hace un par de décadas, y especialmente la última, las tasas de interés han sido artificialmente manipuladas, permitiendo a los gobiernos realizar enormes gastos no cubiertos (deudas) casi sin notarlo, y por otro lado, la actividad económica no ha repuntado justamente porque los intereses necesarios para la formación de capital (ahorro) son muy bajas. Por lo tanto tenemos la situación de una deuda subvencionada donde los goboernos pueden acceder casi gratuitamente a dinero, particularmente por parte de los bancos, lo que ha generado una horrenda acumulación de deuda que sólo es posible de mantener con las ridículas tasas que pagan los gobiernos desarrollados por aquel. Cuado la confianza retorne al sector privado, o escape del sector público, tenemos el problema siguiente:

La única forma en que los gobiernos no caigan en default, incluso balanceando sus presupuestos desde ahora, es que las tasas se mantengan extraordinariamente bajas (que es lo que reconoce la FED manteniéndolas hasta el 2014), ya que cualquier aumento en los intereses genera de nuevo déficit presupuestario y generación de deuda tan sólo por el pago de intereses de deuda ya adquirida, sólo que ahora más cara. Pero, si las tasas se mantienen como hasta ahora, la economía no repuntará, por que los bienes de capital necesarios para la formación de empresas complejas proviene del ahorro y la colocación de créditos comerciales que no se están produciendo, por estas tasas bajas que permiten especular a la banca con el diferencial de tasas de manera segura. Entonces como salimos de este circuito?

En algún momento, los inversionistas entenderán que las masivas deudas del mundo desarrollado son impagables, tal como Grecia ahora y muchos otros después, y comenzarán a migrar sus capitales a activos reales, entre ellos empresas (al menos en la percepción común). En ese momento, las tasas de interés de las deudas soberanas comenzarán a subir, detonando una crisis de deuda no vista en generaciones. Por supuesto eso no impide que existan eventos en el camino, como un aumento del crudo que quiebre la economía occidental, o el estallido de una guerra regional e incluso mundial (lamentablemente cada vez más probable), una súbita caída en la confianza privada que detone el complejo de derivados, o la torpeza suicida, que sería la monetización sin tapujos de la deuda por parte de los bancos centrales, pero el final del camino es la deuda soberana, si logramos sortear todas las minas en el camino, lo que nos espera es la más desastrosa de las catástrofes que es la desintegración de la deuda soberana o default, que implica el reconocimiento de la insolvencia de múltiples compromisos sociales y la quiebra de quienes cuenten con estos instrumentos, es decir, ahora, todos. No hay marcha atrás y evidentemente arrojar más deuda sólo agrava el problema final. Esperemos que en el camino encontremos una combinación de liderazgo desinteresado y patriótico, y conocimiento específico de la economía real que nos permita enfrentar ese escenario final sin provocar un cataclismo, por ahora, lamentablemente, sólo tenemos políticos (y sus asesores que son economistas de pizarra y que nunca en su abrumadora mayoría han ejercido en la economía real), nada más, nada menos…

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