14 junio, 2015

Enojo dominguero.

 

A la espera de los partidos, especialmente el de Brasil con Perú, no puedo creer el nivel de debate de uno de los dos programas políticos más vistos, que es Estado Nacional.

El nivel de idiotez es abismal.

Y es el problema de todos los gobiernos del mundo. Ellos no son el problema. Es la gente que no hace lo que las leyes dicen o los programas proyectan.

Según Vidal, los empresarios no invierten porque son taimados. Y según Bárbara Figueroa no quieren cambios porque quieren mantener la defensa de intereses de clases. Lenguaje Marxista del siglo XIX en su máxima expresión.

Estamos liquidados con esta gente.

O hacemos algo realmente rápido o nos van a enviar al séptimo infierno económico del dante en menos tiempo que toma decir Igualdad Justicia e igualdad, y reformas estructurales.

Como le hacemos entender a esta gente que lo que mueve la economía son las inversiones de capital, no el comercio que representa un mínimo del volumen de activos que se transan. Como le hacemos entender a esta gente que para que esos capitales ingresen al país y se mantengan deben ver la posibilidad de una rentabilidad y de la adecuada protección de esas rentabilidades, así como una certeza en los flujos que se generarán. Los grande capitales no invierten para generar ganancia de capital sino por los dividendos o intereses que generan flujo estable.

Si no existe certeza de esa estabilidad, esos capitales se van. Simple y sencillo.

No hay gran secreto. No es por taimados. No es por mantener una lucha de clases. Es por rentabilidades estables sobre la inversión. Si no podemos ofrecer eso como país, no somos sujeto de inversión.

En una época en la cual los grandes capitales no buscan rentabilidades sino protección, sería extremadamente sencillo ofrecer eso como país. Lo hacíamos hasta que nos metimos en todos estos embrollos refundacionales. Estabilidad económica y social. Leyes e impuestos estables. Gran nivel de infraestructura y servicios.

La única forma de reactivar una economía es quitarle carga impositiva. No existe alquimia política que pueda lidiar con esa realidad.

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