06 agosto, 2015

Waissbluth sale a cuestionar discurso policial por seguridad ciudadana y apunta “al maltrato” masivo de niños como causa de la delincuencia

 

@elmostrador

El experto en materia educacional y director de Educación 2020, Mario Waissbluth, criticó la línea discursiva que apunta a "encarcelar" a los delincuentes y olvida el proceso de acompañamiento y reinserción social que deben tener cuando estos son niños. "La mayor dotación y coordinación policial de poco servirán. Es como tratar de tapar el sol con un dedo", dijo en una carta al director de El Mercurio.

"Según estadísticas de la Unicef y diversos estudios, el 25% de los niños de Chile es objeto de abuso intrafamiliar severo, maltrato, abandono emocional, o carencia de estimulación y juego adecuados. Coincidentemente, el 28% de los niños de 4 a 11 años manifiesta patologías psiquiátricas, tales como trastornos afectivos, de ansiedad, conducta o drogadicción", escribió el experto.

Waissbluth establece que "el 47% de la población penal inicia su carrera delictual a los 13 años, más del 60% de los reincidentes tiene problemas de alcohol y drogas, y el 86% no contaba con educación escolar completa al ingresar a la cárcel".

"Chile está maltratando, desatendiendo y abusando a sus niños de hoy, con lo cual tenemos garantizada la delincuencia a lo menos hasta 2025. Los cacerolazos y la mayor dotación y coordinación policial de poco servirán. Es como tratar de tapar el sol con un dedo.

"Lo que les ocurre a la mente y a las emociones de un niño, en lo positivo y negativo, a edades tempranas, es difícilmente reversible. La intervención requerida es multisistémica, de excelencia, a nivel preescolar, de salud, de Chile Crece Contigo, del Sename, Gendarmería, y de prevención del embarazo adolescente. Es, además, multimillonaria.

"Nelson Mandela lo dijo con claridad: no puede haber una revelación más intensa del alma de una sociedad que la forma en la que trata a sus niños. Según su definición, el alma de Chile está enferma", agregó.

Finalmente, señaló que es necesario que se pongan "las prioridades y los recursos donde deben estar, de una vez por todas".

Interesante.

Siempre he creído que la disciplina se forma por la combinación adecuada de educación o reglas claras, recompensas y castigos. Cuando la recompensa a una actividad es percibida superior al castigo, a pesar de la educación al respecto que se haya dado, va a existir un porcentaje que va a optar por aquella independiente del riesgo de un castigo. Al revés resulta en que nunca se hace finalmente nada por miedo. El balance es complicado.

Cuando alguien delinque es porque percibe que la recompensa de hacerlo es superior al castigo. Nadie se arriesga porque si. En cualquier ámbito y área, no solamente en las clases sociales marginales. O no circularían porsches carrera a 180 kmh en la costanera.

Siempre va a existir delincuencia. Porque siempre existirá gente que percibe el riesgo menor a la recompensa de ir contra la ley. Y mientras mayores los castigos de hacer algo, probablemente el dinero o la recompensa integral sea mayor, o su percepción.

Lo único que tal vez se pueda hacer es quitar el incentivo de recompensa sobre aquellas actividades lucrativas. Como la droga, o vicios en general.

Y la única forma conocida de hacer eso es que esos vicios sean legales. Regulados por supuesto. Eso resulta en mayor competencia que finalmente baja los márgenes y hace menos atractivo el participar. Y por lo tanto quita el incentivo a entrar a nuevos participantes, entre ellos los niños, muchas veces impulsados por los padres.

Sin duda es un tema complejo. Pero en extremo interesante de debatir.

2 comentarios:

  1. Encontré el articulo muy revelador para enfocar mejor ese debate y para retomar la metáfora tuerca, creo que la naturaleza del problema no está en correr a 180 km/h en una autopista con un auto deportivo (para eso están ¿o no?) sino en tirarle el auto a otro conductor, no señalizar su cambio de pista, bloquear el cruce, no ceder su lugar para que el tránsito fluya, ...todas esas faltas que dicen al otro : No te quiero y no me importas. Me asombra el nivel de odio o de falta de atención que hay en la sociedad chilena, en todos los niveles y no hablo predicando una sociedad de Peace and Love, sino que de mayor respeto y atención a los demás, desenvolverse pensando que mis acciones interactuan con las de otros, pensar en 3, 5, 10, 20 metros a la redonda y no sólo en el suelo bajo mis pies. Hasta eso nos lleva una buena educación en la familia y luego, gente que señalizara su giro y respetará un disco Pare en un cruce del Outback australiano a las 4 de la mañana sin un alma a 500 km a la redonda...
    ¿Y la delincuencia? Existe en todos los países o casi y las causas tienen sin duda algo en común. Endurecer las leyes, la represión y los castigos al final sólo refuerza la idea que el sistema no sirve, que las reglas del juego están torcidas y peor aun, que no queda más opción que aumentar la apuesta.
    Quizá en estos casos debamos pensar en un sistema donde los hijos llegan a educar a sus padres, puede sonar peligroso por quien educa entonces a los niños, pero es una forma de ganar tiempo y no perder más generaciones.

    Me recuerda un cartel chistoso frente a una escuela : "Aquí sólo enseñamos a los niños, por favor mándenlos educados".

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    1. Concuerdo pero es extraño, en el metro, a pesar de lo cavernario de las condiciones en hora punta, se mantiene el orden relativo, respeto y la limpieza, con todo el mix social interactuando y el estrés. Igual en las catástrofes. Sería interesante un estudio del porqué en ciertas circunstancias se logran estas condiciones de respeto y colaboración y en otras no en el caso de los chilenos. Me parece que estamos a medio camino entre un país que salió del estatus casi pueblerino aislado de antaño, donde existía gran respeto y cordialidad por este mismo factor (al menos es lo que cuentan los abuelos) y el de una ciudad y país cosmopolita y de gran actividad. No parecemos aún estar adaptados al nivel de estrés y responsabilidades que conlleva el salto. Por el contrario los países desarrollados llevan más tiempo de adaptación, y mucho más gradual que los 20 años nuestros.

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