A pesar de las marcadas diferencias entre las propuestas de Hillary Clinton y Donald Trump en su carrera por la presidencia de Estados Unidos, hay un tema en el que sus programas se asemejan: el gasto fiscal.
A punto de ser nominada oficialmente esta semana, la candidata demócrata ha defendido un aumento de la inversión en infraestructura para impulsar el crecimiento del país. Su rival, Donald Trump no se queda atrás. La semana pasada, en la Convención del Partido Republicano en Cleveland, –la misma instancia en la que hace sólo cuatro años, en la convención de Florida, el partido sonaba las alarmas porque la deuda soberana de EEUU ya supera el 80% del PIB– Trump habló de incrementar el gasto en infraestructura y rebajar los impuestos, propuestas que, si se llevan a cabo, podrían aumentar el endeudamiento del país. Ni él ni su candidato a vicepresidente, Mike Pence, abogaron la semana pasada por una mayor austeridad.
Esto apunta hacia un giro político cada vez más transversal y que dejaría atrás el apretón de cinturón cuya defensa encabeza la canciller alemana, Angela Merkel. Países como el Reino Unido y Canadá, antes aliados de Berlín en el discurso de mayor austeridad, ya dan señales de un giro hacia políticas de mayor gasto.
Economías líderes
En EEUU la tendencia es clara. Días después de que el Reino Unido decidiera abandonar la Unión Europea en un referendo, la administración de Barack Obama hizo un llamado a los gobiernos de Europa a “relajar las medidas de austeridad” para impulsar el crecimiento económico.
“La conversación sobre cómo estimular el crecimiento económico, cómo impulsar mayores esfuerzos hacia la flexibilidad fiscal es importante” dijo al diario británico Financial Times un personero del gobierno estadounidense, días después de que el Reino Unido votara por el Brexit. “Seguimos creyendo que sería sabio desde la perspectiva de crecimiento de los empleos y la economía relajar la política de austeridad”.
Obama no está solo en ese impulso. En Canadá, el primer ministro, Justin Trudeau, ha impulsado una propuesta de déficit generosos y alta inversión: tras su llegada al poder en noviembre, anunció un plan de estímulo fiscal de US$ 45.650 millones.
En el Reino Unido, la nueva primera ministra, Theresa May, dijo que podría descartar las metas fiscales de su antecesor David Cameron. Su ministro de Hacienda, Philip Hammond, habló el viernes de “resetear la política fiscal” y dijo que se evaluaría la velocidad con la que se pretende aminorar el déficit, distanciándose de la estrategia de su predecesor, George Osborne.
Las medidas defendidas por Merkel, en contraparte, apuntan a reformas estructurales para relajar las restricciones del mercado laboral y aumentar la competitividad. Éstas aún son, en parte, seguidas por el presidente francés, François Hollande.
Política monetaria al límite
En medio de la crisis financiera que afectó a Occidente en 2008 y 2009, los bancos centrales de todo el mundo fueron vitales en los intentos por recuperar las alicaídas economías globales. Su preponderancia generó el escenario actual: tasas de interés históricamente bajas, algunas negativas, y amplios programas de alivio cuantitativo que podrían generar escasez de bonos gubernamentales. Actualmente, cerca de US$ 12 billones (millones de millones) en bonos tienen un rendimiento menor a cero.
Frente a todo ello, los líderes mundiales comienzan a aceptar que los movimientos en la política monetaria pueden estar perdiendo su efectividad y se requiere mayor acción de parte de los gobiernos.
La semana pasada, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, dijo al FT que “la política monetaria debe continuar. Tiene que apoyar a la política fiscal y las reformas estructurales, pero creemos que las tres políticas deben operar juntas”.
Sus declaraciones se sumaron a las que el jueves había dado el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, quien llamó a los gobiernos del continente a profundizar las reformas para respaldar los estímulos monetarios. “Otras áreas políticas deben contribuir con mucha mayor decisión”, señaló.
“Había un debate cuando entré a la administración entre crecimiento y austeridad”, dijo el secretario del Tesoro de EEUU, Jack Lew, al Financial Times. “El debate está prácticamente terminado. Ha habido una fuerte dependencia de la política monetaria, pero creo que la política fiscal está ganando terreno y eso es un paso significativo hacia adelante”.
Las políticas de Merkel están destruyendo Europa. Eso no tiene que ver con la opción de cada país de endeudarse como quiera, sino que en que moneda y como maneja esa moneda cada país de acuerdo a sus intereses. El euro ha actuado como un destructor de economías. Las deudas aumentaron casi en un 60% en el peor momento dada la valorización del euro, lo que quebró a los países del sur de Europa. Que no pueden hacer nada salvo contemplar como la carga de la deuda aumenta en una moneda más fuerte. Hoy es una especie de verano de San Juan con la baja del euro y de las tasas. Pero es una trampa a la espera del más mínimo quiebre en la confianza y por ende el aumento en las tasas soberanas que hoy son ridículas.
Ya pasamos el periodo de responsabilidad fiscal solucionando las cosas. Básicamente da lo mismo lo que hagan los gobiernos. La carga de deuda es demasiado grande, y los compromisos sociales particularmente en los países desarrollados demasiado inminentes.
O se re estructura la deuda a nivel global de manera coherente y previo a estos estallidos, o vamos derecho a una crisis de deuda soberana no vista en la historia económica moderna.
Y esto es inminente en Europa. Ya España no podrá cubrir la seguridad social para el año 2018. Francia es un desastre en ciernes y Alemania tiene ad portas crisis de pensiones a niveles municipales. Ni hablar de Italia y su banca.
Y si lo combinamos con el tema inmigrantes…
Un cóctel explosivo social y económico en Europa a punto de estallar ante el chispazo adecuado. Que bien podría ser la banca italiana, o ahora también la portuguesa.
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