La derecha despliega su proyecto sin grandes contrapesos. La oposición –tanto la centroizquierda como la izquierda– atraviesa una crisis profunda como no sucedía hace décadas luego de la derrota del 17 de diciembre. La ex Nueva Mayoría está desintegrada y, al menos en el corto y mediano plazo, no se vislumbra una capacidad de recomposición entre sus dos columnas: el PS y la DC. El Frente Amplio, en tanto, tiene ideas y figuras, pero sus riesgos van quedando de manifiesto con el pasar de las semanas.
En ambos mundos se vive una lucha por la hegemonía y las tensiones pasan por la forma en que se pretende constituir un proyecto político de izquierda. No existe ni una ni dos oposiciones, sino varias, lo que es parte de las dificultades del escenario. Ni los partidos tienen una sola línea. Pero uno de los conflictos protagonistas es la lucha por constituir la verdadera izquierda.
Para el Frente Amplio, por ejemplo, el PS parece querer convencerlos de que la verdadera izquierda son los socialistas, por lo que los frenteamplistas deberían plegarse. No están dispuestos. El bloque –que, por supuesto, tampoco es uno solo– advierte que el PS fracasó en su proyecto y que sus invitaciones son tan poco atractivas como la convocatoria a un funeral. Para el PS, el FA parece concentrado en superar a las fuerzas de izquierda tradicional para instalar con fuerza las emergentes, lo que representa un error parecido al que cometió el Podemos español frente al PSOE. Buscan alianzas y hallan portazos.
Carlos Ominami hablaba hace unos meses de la larga y oscura noche del sector y, justo en el inicio de esa noche, esta semana estuvo en Chile la profesora belga de teoría política Chantal Mouffe. Esposa y colaboradora del argentino Ernesto Laclau, profesor de teoría política fallecido en 2014, es una referente intelectual del Frente Amplio y otros sectores opositores, aunque no tanto de los socialdemócratas (a los que ella asigna una responsabilidad clave en la crisis de la democracia representativa). La escucharon con interés destacados dirigentes de la oposición –socialistas, exsocialistas, comunistas, frenteamplistas–, porque con su discurso aportó nuevos elementos al debate intestino de las fuerzas progresistas en medio de la crisis profunda.
La culpa socialdemócrata
En su charla organizada por el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) en la Facultad de Economía y Negocios de la U. de Chile, la ideóloga de Podemos explicó en qué consiste la salida populista para la izquierda, luego del fracaso del comunismo de matriz soviética y, según plantea, de la socialdemocracia clásica. De qué se trata aquello de hacer política estableciendo una frontera que divide la sociedad en dos campos: los de abajo y los de arriba. Resulta interesante conocer la propuesta Laclau-Mouffe –el llamado post marxismo– de querer comprender algunas de las salidas que vislumbra parte del progresismo local para superar la crisis y convertirse en una alternativa.
Habló bastante de la coyuntura europea y, aunque se cuidó de no entregar recetas locales, indicó que los procesos de países como Francia o el Reino Unido se asemejan a la situación latinoamericana y a la de naciones como Chile.
Para la intelectual belga, nos hallamos en una post democracia. Las democracias modernas –manteniendo la fachada de los principios democráticos formales– se encuentran controladas por elites privilegiadas. Lo que es una novedad en Europa, no tanto en Latinoamérica, dice, es un proceso de oligarquización. Por lo tanto, indica Mouffe, finalmente no vivimos en sociedades democráticas.
¿Cuál es el origen de esta post democracia? La autora señala que la aplicación de políticas neoliberales ha llevado a la colonización del Estado por parte de intereses corporativos. En consecuencia, las decisiones se toman fuera de los canales democráticos tradicionales, lo que explica la pérdida de legitimidad de las instituciones, la despolitización de la ciudadanía y los altos niveles de abstención. En esa desafección con la política democrática y en el neoliberalismo hegemónico, dice Mouffe, la propia izquierda tiene una responsabilidad. La politóloga habla, entonces, de una post política, vinculada estrechamente al giro al centro de los partidos socialdemócratas en Europa en las últimas décadas.
Con la tercera vía del sociólogo inglés Anthony Giddens, puesta en práctica por Tony Blair, la socialdemocracia se convirtió al neoliberalismo, de acuerdo a Mouffe. Bajo la pretensión de modernizar el proyecto socialdemócrata para adaptarlo al mundo globalizado, los partidos se doblegaron frente al neoliberalismo y comenzaron a identificarse menos con la izquierda que con la centroizquierda. Se convencieron –relata la belga– de que no había opción a la actual forma globalizada del capitalismo financiero y aceptaron el marco establecido por la hegemonía neoliberal. Con un discurso que recuerda a los llamados autoflagelantes de la Concertación y al propio Frente Amplio, Mouffe señala que la socialdemocracia se conformó con llegar al poder para humanizar y redistribuir, sin desafiar las relaciones de poder existente.
Populismo de izquierda
La post política, dice Mouffe, está marcada por la nula posibilidad de los ciudadanos de poder votar por una alternativa distinta a la centroderecha y la centroizquierda. Y ese consenso en el centro, afirma, tiene consecuencias muy negativas para la política democrática porque, por ejemplo, pavimenta el terreno para los movimientos populistas de derecha. El surgimiento de estas fuerzas, dice, se explica en parte por el abandono de la izquierda de las clases obreras y populares. Los afectados por la globalización neoliberal, los perdedores, son presa fácil para los movimientos populistas de derecha que articulan las demandas de estos grupos.
Por ende, señala Mouffe, se debe poner en cuestión la idea de que no existen alternativas al consenso en el centro, como instaló la tercera vía socialdemócrata. En tiempos en que las principales consignas de la política son imparcialidad, equidad e inclusión, pero menos igualdad, Mouffe destaca la aparición de los movimientos de protesta de izquierda en los últimos 10 años. Como los Indignados en España, por ejemplo (¿el movimiento estudiantil de 2011?). Fue una respuesta al neoliberalismo, expone la pensadora post marxista, desde el lado progresista. Y a diferencia de otros teóricos de izquierda, la autora de “La paradoja democrática” indica que estas nuevas fuerzas no deben ejercer la política al margen de las instituciones tradicionales: Mouffe está a favor de un involucramiento con el Estado para, desde dentro, transformar profundamente las instituciones.
El populismo de izquierda –explica– busca radicalizar la democracia, no limitarla, y tiene en su centro los valores de igualdad y participación popular. Como explicó Laclau en “La razón populista”, con populismo se refieren a una estrategia de construcción del sujeto político. No es una ideología, no es un régimen, sino una manera de establecer una nueva frontera política: no entre el proletariado y la burguesía, como propugnaba el marxismo, sino entre los de abajo y los de arriba. Entre el pueblo y la oligarquía. Es la forma de articular las demandas que cuestionan el orden post democrático y, según la politóloga, el camino para recuperar y radicalizar la democracia.
En Chile, hoy, la llamada socialdemocracia está fuera de las pistas. Los defensores de la Concertación de centroizquierda –el laguismo, si se quiere– fueron los grandes derrotados en las últimas elecciones. Fuera del escenario, probablemente observan que el arranque de esta administración de derecha es positivo, que Piñera actúa menos como jefe de gobierno que como jefe de Estado y, salvo excepciones, se restan del debate al interior de una oposición que no los representa en absoluto. Con un Frente Amplio que parece tener claros sus objetivos y ambiciones, aunque con grandes riesgos de por medio, las grandes disyuntivas parecen tenerlas aquellos grupos políticos –como el PS– que han dado por cerrado su propio ciclo histórico de 20 años de gobiernos y no parecen tener claro el camino a seguir. Buscan la mantención de poder parlamentario para configurarse desde ese espacio como líderes de la centroizquierda, pero tienen un primer gran desafío: partir definiendo lo que hoy queda de centroizquierda. Ni en Chile ni en el mundo se tiene nada de claro.
Es increíble como tratan los ideólogos de todos las tendencias de complicar algo sencillo.
La gente busca las mejores condiciones posibles para si mismas, con la menor cantidad de esfuerzo posible. Se llama eficiencia. Estamos desarrollados por la naturaleza y la evolución de esa forma.
El socialismo europeo prometió durante mucho tiempo eso. Una mezcla de los beneficios materiales del libre mercado con condiciones de bienestar social inéditos, vía impuestos y deuda. Es decir, recibir una enorme cantidad de servicios e infraestructura por los que no estoy pagando (o sintiendo que lo hago) y poder disfrutar de los propios ingresos en lo que si quiero.
Por eso es tan terrible la deuda. Permite pensar que puedes tener más por menos hoy. Es un alucinógeno potentísimo.
Cuando ese opio del pueblo (el verdadero) se termina…
Oh boy…
Eso es lo que está enfrentando la izquierda socialdemócrata hoy en todo el mundo. No puede cumplir con esa promesa de más por menos porque se acabó el dinero. No se pueden endeudar más, y no pueden colocar más impuestos sin colapsar la economía de mercado que ha servido a sus propósitos y a la que la gente está acostumbrada.
Indudablemente el socialismo nace por una razón noble. Nos juntamos en comunidad para protegernos y ayudarnos, caso contrario nos quedamos como antes cazando y recolectando. Y es un chequeo y balance al régimen de libre mercado que no puede quedar tan libre porque si no pasamos al régimen natural de los más fuertes depredan a los más pequeños sin ningún límite.
Es un delicado balance social entre la libertad de poder llegar hasta donde quiera sin límites o barreras artificiales, y las regulaciones para que se respete los derechos y libertades de otros de hacer lo mismo, con un componente colaborativo entre todos de mejorar las condiciones comunes que compartimos.
Cual es el mejor régimen para esto??
Dada la sociedad con la que contamos, creo que una democracia directa con un fuerte tribunal constitucional, de justicia, de economía y defensoría del pueblo elegido democráticamente también y con periodo limitado. Y prohibición absoluta para los gobiernos de endeudarse. Si necesitan recursos, lo imprimen con la autorización democrática de todos para eventos puntuales.
En cuanto a la izquierda chilena, relativamente todos entienden que lo que se quiere es lo que en Europa se tenía. De hecho es el modelo de social democracia. El frente amplio o el comunismo no representan en realidad muy adecuadamente esa imagen de prosperidad y es por eso que no deberían progresar mucho en un escenario relativamente tranquilo hoy. En una crisis estos movimientos tienen muchas más oportunidades.
Esa es la crisis de identidad actual de la izquierda. No saben como prometer y convencer de una economía y sociedad con los beneficios del libre mercado (a la que nos acostumbramos y no vamos a renunciar) y de una infraestructura y servicios comunes de buena calidad. Y la derecha lo está haciendo bastante bien. De hecho, podría decirse que la derecha chilena se está transformando en casi social demócratas pero con responsabilidad fiscal, quitando ese rol a la centroizquierda chilena que se quedó sin base ideológica que defender o con la cual diferenciarse.
El problema no es la izquierda. Esa la misma derecha con personajes como la Ximena Ossandon (hermana de Ossadon) la cual ayer salio a defender a todos los rojelios cuando les dijeron la verdad en el congreso.
ResponderEliminarTipos populistas como Lavin, OSSANDON, incluso Piñera son los que hacen daño al pais.
Por otra parte Kast haciendo lo que se debe hacer: crear un referente politico que venda el capitalismo como debe ser.