Ahora que nos acercamos a un nuevo año de matrículas en las universidades, centros de formación técnica e institutos profesionales, la gratuidad y la reforma de educación superior aprobada a mediados de este año han traído nuevamente cuestionamientos y escepticismo por parte de varios planteles que han decidido -legítimamente- no adscribir al denominado sistema de “financiamiento institucional para la gratuidad”.
Si bien aun no se pueden advertir de manera clara y evidente varios de los aspectos relacionados con la implementación de la reforma, ya es posible plantear algunos que sin duda traerán aparejados una serie de consecuencias negativas, especialmente para aquellas instituciones denominadas “complejas”. Lo anterior, teniendo en cuenta que dichos establecimientos tienen vocación de investigación, por lo que la restricción en la entrega de recursos es un tema muy relevante para ellas.
Teniendo en cuenta este contexto, cabe preguntarse, ¿qué temas son complejos desde la perspectiva de las instituciones de educación superior?
En relación con las instituciones que quieran acceder al financiamiento institucional para la gratuidad, deberán dar cumplimiento a dos obligaciones especialmente preocupantes. Primero, deberán regirse por la regulación de aranceles, cuyos valores serán establecidos por el Ministerio de Educación y visados por el Ministerio de Hacienda, es decir, será la autoridad de turno la que decidirá lo que cada institución debe cobrar por alumno. Segundo, la autoridad gubernamental del momento deberá establecer el número máximo de vacantes que puede ofrecer cada institución de educación superior. Específicamente, la ley establece que la Subsecretaría de Educación Superior, mediante resolución que deberá llevar la firma del Ministro de Hacienda, determinará las vacantes máximas de estudiantes de primer año para instituciones que reciban financiamiento institucional para la gratuidad.
Es decir, será la autoridad gubernamental de turno la que determinará tanto los valores que cada institución deberá cobrar y el número máximo de vacantes que podrá recibir. Pero entonces, ¿qué ocurre con la autonomía de las instituciones de educación superior? Tal como ya ha señalado el Tribunal Constitucional en diversos fallos, la autonomía que singulariza a las universidades -ampliable a las demás casas de estudios-, ya sean públicas o privadas, se explica por el trascendental rol que estas cumplen en la sociedad. Si cumplen tan importante función, ¿no será acaso razonable que puedan determinar su propio número de vacantes o evaluar sus propios costos?
En síntesis, si bien nos encontramos aun en un proceso de transición hacia la entrada en vigencia total de la ley que reforma la educación superior, ya es posible advertir una serie de complejidades y retrocesos que implicará este nuevo sistema. Aún estamos a tiempo para hacer cambios con el objeto de evitar males mayores.
Cada vez más creo que la crisis que va a quebrar la espalda de Chile es la estudiantil.
Casi toda la nueva generación que ha salido de la universidad en los últimos años sale endeudada con entre 20 a 30 millones de pesos.
Y en la ENORME mayoría de los casos, el dinero marginal que reciben como sueldo, cuando están trabajando, es ínfimo si existe, en comparación al esfuerzo realizado en la carrera.
Y no están dispuestos a ejercer ningún trabajo de “bajo” nivel como operarios de plantas, porque son universitarios y merecen un trabajo de oficina de 9 a 5.
Esto está fuera de control, como en casi todo el mundo occidental.
Porque se ha olvidado la razón fundamental de la educación universitaria. Proveer de las herramientas intelectuales y de pensamiento crítico a los jóvenes de mayor talento intelectual y académico en el país para que lo lideren en el futuro.
En lo que se han transformado hoy es en centros de negocios y de marketing para capturar matrículas, y en ese afán, se han vuelto vulnerables a las tendencias políticas e ideológicas del momento.
No hay ningún valor en estudiar en la Universidad hoy en día. Al menos no carreras humanistas o sociales que están dominadas por las ideologías de género y de izquierda en casi todo el mundo occidental. Y que están absolutamente sobre saturadas.
Y también hay que ser selectivo en las carreras técnicas.
Aún tiene valor estudiar ingenierías civiles, áreas médicas específicas y tecnologías de información, y es porque entregan el lenguaje técnico para aprender continuamente.
Hoy las universidades son una acreditación. Y la acreditación de la UC o la Chile es infinitamente superior a cualquier otra universidad en el país. Si no sales de las primeras hoy en día, no vale la pena el costo de la deuda y los años que se invirtieron (perdieron) en el estudio.
Ese es el estado de cosas.
No creas. Igual puedes pillar gente de la PUC y muchos de la UCHILE cesantes. El mercado esta muy competitivo y al final lo que reina es el pituto.
ResponderEliminarY las carreras del futuro seran las que enseñen a generar negocios y trabajos pues en un escenario de menos empleos y mas precarizacion los "emprendedores" faltaran....
Claro. Si incluso saliendo de la PUC, la Chile o la FSM no te garantiza trabajo estable, solo hay que imaginar como es para el resto de universitarios que más encima tienen que pagar el CAE. No creo que vaya a existir nunca carreras que te enseñen a hacer negocios. Eso se aprende en la marcha a porrazos y los académicos de las Ues no tienen esa experiencia práctica. Por algo el dicho. El que sabe hace, el que no enseña.
EliminarY lo otro que no se ha mencionado pero que de forma rapida y silenciosa esta ocurriendo es la digitalizacion de servicios..alli van a morir muchas pegas. Se viene muy heavy la cosa.
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