Hoy día China transita a paso firme por el camino que la llevará a convertirse en la primera economía mundial, superando a Estados Unidos aproximadamente en 2028, según las estimaciones de consenso.
Fue en diciembre de 1978, hace cuatro décadas, que la potencia asiática dio los primeros pasos por esta ruta, de la mano de incesantes reformas que seguimos viendo en la actualidad.
“Emancipar la mente, buscar la verdad de los hechos y unirse como uno para enfrentar el futuro”, es el nombre del discurso que pronunció Deng Xiaping, líder de China entre 1978 y 1989, marcando el punto de partida de la gran transformación del país. Aunque no mencionó la palabra “mercado”, sí llamó a tener una mirada pragmática, planteando que se debía “aprender a gestionar la economía por medios económicos” y que “no hay duda de que a medida que la economía crezca, se abrirán más y más posibilidades”.
Un proceso gradual
Desde entonces se pasó de un PIB de US$150.000 millones a los US$13,4 billones (millón de millones) que anticipa el FMI para 2018. “El cambio ha sido fenomenal, de un país cerrado a una nación y una sociedad conectada al mundo; de una sociedad pobre a una sociedad de ingresos medios”, sostiene a PULSO Jean-Pierre Cabesten, académico de la Hong Kong Baptist University.
El proceso de transformación, que además apuntaló el PIB per cápita desde US$154,4 a US$8.827, ha sido extenso y gradual, concentrado en la economía.
En 1979, al mismo tiempo que se reafirmaba el régimen de un solo partido (vigente hasta hoy), Deng anunciaba una política de “puertas abiertas”, en 1980 se establecían las primeras zonas económicas especiales y en 1984 se adopta una economía social de mercado.
Bert Hofman, director para China del Banco Mundial, asegura que la experiencia del gigante asiático es particularmente interesante, en relación a los cambios vividos en Europa del Este y la antigua Unión Soviética. “Quizá lo más importante fue que, debido a que conservó la continuidad política, el país pudo centrarse en la transición económica y social”, escribe en un artículo a propósito de los 40 años.
En efecto, la línea trazada por Deng logró imponerse a lo largo del tiempo. En la década de los 80 China reformó las empresas estatales, aprobó leyes de quiebra, creó bancos separados del Central.
En los 90 el ímpetu no cesó y bajo el liderazgo de Jiang Zemin se abre la bolsa de Shenzhen, el yuan se transforma en una divisa convertible, se promulgan nuevas leyes pro mercado y se aplican reformas gubernamentales.
“La comercialización en sectores económicos y rurales y la integración con el mercado internacional se convirtieron en tendencias imparables. La economía de China se vitalizó y China se convirtió en parte del mercado capitalista global”, sostiene a PULSO Wang Zhengxu, académico de la Universidad de Nottingham.
La modernización de la ruta
Aunque con el cambio de siglo el ritmo de reformas se desaceleró, fue en ese momento que el poder económico de China se desató. Con su ingreso a la Organización Mundial de Comercio en 2001 la actividad comenzó a expandirse a dos dígitos, potenciando su influencia alrededor del planeta, con consecuencias que bien se conocen en Chile, que tiene a los chinos como sus principales socios comerciales.
“Con la Nueva Era, China parece haber encontrado su propio sistema económico, con los mercados y la propiedad estatal viviendo lado a lado”, indica Hofman a la hora de analizar los lineamientos del nuevo líder.
Xi Jinping tomó la posta de Hu Jintao decidido a rebalancear la economía y evitar la trampa de los ingresos medios. Así, comenzó a implementar las políticas para pasar de una actividad concentrada en las exportaciones a una enfocada en el consumo interno, destacando la importancia del desarrollo tecnológico.
Además, Xi bautizó al modelo que ha tomado forma en estos últimos 40 años. Lo llamó “socialismo con características chinas”, reconociendo el trabajo desempeñado por sus antecesores.
“A principios de la década de 1980, Deng estableció la visión de China hacia mediados del siglo XXI, la cual contemplaba una economía y sociedad próspera y modernizada. El plan de Xi para China hacia mediados de siglo es su versión actualizada”, señala Wang Zhengxu.
Esta es la razón por la cual China será la próxima potencia mundial y por mucho.
Un solo partido político que elige a sus candidatos y miembros de los comités regionales y nacionales internamente en función de pruebas de capacidades y competencias para el cargo asesinas en dificultad.
Un representante en el comité central del partido (que sería el equivalente a nuestro congreso) como Florcita Motuda, Maite Orsini o Pamela Jiles son impensables.
Y con la libertad de la gente para utilizar su dinero, por ahora en activos chinos, que después sin duda serán abiertos para todo el mundo.
La democracia en este caso no importa como valor. Es reemplazada por una administración única y muy competente con el mejor interés de su gente en mente. Y con la ventaja adicional de que la corrupción es limitada (no inexistente) ya que no hay que comprar elecciones.
Creo que sería similar a una gran corporación muy humana en sus valores y que tiene como misión ganar dinero para aumentar el bienestar de su gente, que finalmente son sus empleados, pero igualmente sus accionistas.
Los empleados y accionistas no tienen voz ni voto en la elección de la administración, pero esta pasa por selecciones muy rigurosas que garantizan su idoneidad para el cargo.
Me gusta el modelo Chino de administración política y social. Creo que es la justa combinación entre libertades individuales y administración competente para garantizar esto. Y por supuesto no es para nada marxista comunista en el entendido de Venezuela o Cuba. Lo dicho anteriormente, es más parecido en estructura y funcionamiento a una enorme corporación multinacional.
Me gusta igualmente la democracia, pero cuando es directa e informada, como era el modelo de Grecia, donde los jefes (o jefas) de familia votaban las leyes. Ciertamente tenían claro lo que significaban y las repercusiones de cada una de ellas en sus vidas.
La democracia representativa o republicana ha demostrado ser un desastre en potencia, muy vulnerable y corrompible.
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