03 noviembre, 2019

¿Qué hacer?

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@blogelmercurio

Carlos Peña

Qué hacer frente a la protesta y el descontento?
Responder esta pregunta es de las cosas más urgentes de la hora. Y para hacerlo es imprescindible tomar distancia antes de tomar partido. Sumarse al fulgor de la hora presente no ayuda al indispensable sosiego intelectual que se necesita para salir de él.
Ante todo, se hace indispensable no sacrificar el procedimiento democrático.
El procedimiento democrático tiene un valor intrínseco que debe ser cuidado con esmero: en él se realiza una forma básica de la igualdad. Se trata de una igualdad formal es cierto (una persona, un voto) y en él existe una participación mediada (a través de representantes), pero gracias a ese procedimiento se ha logrado espantar de la vida colectiva la solución violenta de los conflictos (la democracia no es más que la competencia pacífica con miras a hacerse del poder). Y quizá el principal peligro de estos días lo constituya la tentación de salir del paso sacrificando las instituciones de la democracia representativa por alguna forma, inevitablemente improvisada, de democracia directa. Si la participación desborda a la institucionalización, si la población se politiza sin reconocer intermediario legítimo que permita moderar el conflicto, la cultura democrática, que tanto ha costado construir, estará en peligro.
Es verdad que las instituciones políticas viven hoy una crisis de legitimidad y también es cierto que los representantes no están a la altura, pero lo peor que podría ocurrir es que busquen remediar su pobre desempeño pasado ensayando una apurada improvisación en la hora presente.
Enseguida es imprescindible arribar (mediante el diálogo y el debate intelectual, que para eso existe, y tener que recordarlo es uno de los síntomas de cuán grave es la situación presente) a un diagnóstico más o menos compartido de la situación, de los factores o causas que han conducido a esta gigantesca manifestación de malestar. Para hacerlo hay que evitar el camino fácil (al que desgraciadamente tantos intelectuales se sienten hoy tentados de tomar) de confundir las demandas que hoy se efectúan, con las causas que condujeron a que ellas se manifestaran de la forma en que lo han hecho. Marx recordaba que así como no se juzga a una persona por la idea que ella tiene acerca de sí misma, tampoco se ha de juzgar a una época por la conciencia explícita que ella tiene de sí. Es verdad que Chile tiene una herida de desigualdad y es verdad que la Constitución tiene defectos de origen (¿cuál no?), pero ello no explica por sí solo lo que ha ocurrido. Si la injusticia fuera la causa del estallido de las calles, jamás habría existido una sociedad que durmiera siquiera un día tranquila. Hay que pensar cómo pudo generarse una anomia generalizada y por qué la vivencia de la desigualdad, la forma en que esta se experimenta, ha llegado a ser tan profunda.
¿Basta eso?
Por supuesto que no. Todavía es necesario que el Gobierno adopte una estrategia clara y, desde luego, que se adopten medidas para atender a los reclamos que el diagnóstico que se habrá efectuado juzgue imprescindibles.
El Gobierno cuenta, desde el punto de vista teórico, con tres alternativas posibles: fortalecer su poder (este fue el camino del estado de emergencia), tratar de cooptar a las fuerzas opositoras (haciendo ofertas de reformas) o dejar que la solución llegue por sí misma (esperando que el cansancio lo resuelva el miedo o que el hastío legitime medidas de más fuerza). De estas tres alternativas, la peor es la tercera. Dejar que los hechos decidan, que la violencia hastíe a los ciudadanos hasta que comiencen a anhelar que el orden se imponga por cualquier medio (como hicieron De Gaulle y Pompidou el 68) solo aumentará las posibilidades de la derecha de más a la derecha, la derecha de José Antonio Kast.
¿Y cuáles serán las medidas imprescindibles?
La respuesta a esa pregunta obliga a volver nuevamente sobre el procedimiento democrático. Todas las sociedades tienen delante suyo un dilema que resolver: la decisión de obtener algún bien sacrificando otro. La deliberación democrática tiene, justamente, ese sentido. El de ayudar a construir una escala de preferencias para adoptar decisiones colectivas. Y el peligro de estos días es que esa imprescindible deliberación se confunda con la manifestación o la suma de demandas que con toda razón se vivencian como justas, pero que no se pueden satisfacer sin antes discernir qué bienes habrá que sacrificar para satisfacerlas. La política no solo consiste en elegir lo que se quiere, también es decidir lo que se sacrificará para tenerlo.
Mantener el respeto por el procedimiento democrático; diagnosticar el malestar sin confundir las demandas que en él se efectúan con las causas que lo desatan; evitar la tentación de que la solución llegará por sí misma, y, echando a mano al procedimiento democrático que se habrá cuidado con esmero, decidir qué preferencias habrán de guiar los problemas de decisión colectiva.
Esas pueden ser algunas de las máximas de la hora presente.
Nada de eso apagará, desde luego, el malestar, pero es la única forma a la altura de la democracia para comenzar a hacerlo sin echar por la borda siquiera un ápice de ella.


Lo dicho hace algunos posts con lo de Kast y lo que creo quiere hacer Piñera probablemente, y con lo que la izquierda más extrema debe estar asustada y hasta aterrada. Dejar que las cosas sigan como están y responsabilizar a la izquierda y con esto movilizar una base de votación gigante para alguien que prometa recuperar el orden y el crecimiento. Por eso los cabros chicos gritones han estado reculando y dejando que los “adultos” negocien.

Peña ha demostrado ser probablemente de las voces más razonables de la izquierda. Ahora es cuando se ve la consecuencia y madurez. No como el tarado de Vidal que pontifica a cada rato con la desigualdad y corrupción y debe ser de los que más rapiñaron por lejos. Puedes pensar todo lo distinto que quieras, pero tus teorías y propuestas debes someterlas al proceso democrático que está imperando. Una asamblea constituyente no es un proceso democrático bajo el marco legal y constitucional chileno. Y forzar la mano, con tus propuestas perdedoras, de un gobierno que ganó democráticamente con una agenda diferente utilizando las protestas es de lo más asqueroso y ventajista dadas las circunstancias, lo que habla de las mierdas de representantes que tenemos por ambos lados. Ventajistas e irresponsables unos, cobardes y cagones los otros.

Como reflexión. Todos somos en parte de izquierda y de derecha. O conservadores y liberales. Todos queremos mantener lo que hemos conseguido, y también todos queremos obtener más, lo que implica dejar la seguridad del orden en el que estamos, al menos en parte, para obtenerlo. Esto es en todo orden de cosas y no solo en lo económico. Por supuesto en el ámbito económico quienes han llegado al punto de tener mucho, no quieren que cambie nada porque no quieren arriesgar ni un ápice lo que tienen. De ahí lo de momios. Y compran a los políticos para asegurarse de que exactamente eso sea lo que pase, lo que incluye a nuevos competidores y regulaciones. Y quienes no tienen nada no les importa que todo se revolucione y reviente por los aires, porque no tienen nada que perder. Pero la enorme mayoría en Chile hoy está en un punto intermedio.

Y la ilusión que le han vendido a esta gente del medio los socialistas y marxistas, que es increíble como la venden una y otra vez, es que la gente puede obtener más sin sacrificar algo, o todo, lo que ya ha obtenido.

Quieres salud gratis, educación gratis, casa gratis, tag gratis, pensiones del 100% de tu último sueldo y un largo etc, etc, etc???

NO PROBLEM¡¡¡ SIGAN NUESTRA RECETA Y LO TENDRÁN CON CERO RIESGO¡¡¡

La pregunta lógica de esto debería ser…

Que estás dispuesto arriesgar por ello???

ESA ES LA PREGUNTA.

Tal como la pregunta a las élites. Quieres mantener todo como está?? que estás dispuesto a arriesgar con esto que implica probablemente que existe mucha corrupción para mantener tu status quo de poder???

Todo lo que has obtenido??? Quieren ir ALL IN en una apuesta que sido realizada una y otra vez y en cada una de ellas has perdido casi todo, una y otra vez???…por ambos lados???

Entonces deberían ser transparente con esto. Todos.

Orden y caos, o derecha e izquierda deben ir equilibradas. Provocas un cambio, los sistematizas y lo vuelves parte del nuevo orden. Cuando revolucionas todo al punto en que el orden no es posible salvo por la fuerza, tienes las tiranías, de izquierdas o derechas, depende de que lo comenzó. Y cuando no quieres cambiar nada, todo explota por los aires cuando la corrupción implícita de querer mantener todo igual produce las revoluciones. Como la francesa.

La democracia es una construcción muy, muy, muy frágil y requiere confianza en las instituciones del país, desde gobierno a empresas, pasando por políticos y la misma gente con la que interactúas.

No han ayudado mucho a mantener esas confianzas nuestras élites políticas y empresariales. Cuando comienzas a ofrecer cosas que antes no, sin condiciones, por la amenaza inminente de la fuerza le queda a todo el mundo la sensación de que efectivamente los estuvieron cag…o todo este tiempo. No son muy hábiles nuestros políticos y empresarios a la hora de enfrentar crisis. O muy empáticos. Cuando ocurren estas cosas, se da la opción. Quieren esto?? implica estos sacrificios. Ahí suena más razonable.

Nos dan lo que queremos sin ninguna condición a cambio…

Festín Celestial¡¡¡¡

1 comentario:

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