Un llamativo mensaje envió el empresario Nicolás Ibáñez. En carta a un diario pidió a sus hijos y nietos que lo “eliminen” simbólicamente, así como los jóvenes del Frente Amplio hicieron con sus “padres” de centroizquierda. “¡Confío en que mis hijos y nietos, todos, todas y todes, desde sus respectivos “colectivos”, tengan la ambición de “darme muerte” a la brevedad!”, escribió.
Dado el gran éxito del FA, Ibáñez piensa que se debe estimular a su sector (los partidos de Chile Vamos y centros de pensamiento afines) a un reciclaje total, lo que sucedería si los jóvenes se operan de sus mayores, freudianamente hablando.
Siguiendo su raciocinio, la renovación del empresariado, de los partidos y de quienes se definieron como centro derecha (pero votaron entusiasmados por un candidato de ultraderecha: a la derecha de la derecha) descansa en la insubordinación de su juventud. Es cierto que las problemáticas de este primer cuarto del siglo XXI hacen imprescindible que accedan al poder quienes habitarán y protagonizarán este siglo. La revolución digital y el cambio climático son parteaguas que requieren sus miradas, tanto para la necesaria adaptación, como para liderar los enormes cambios de esta nueva era. Los y las jóvenes criados en este siglo tienen en sí una mayor capacidad de comprensión de aquello, así como las habilidades para navegar -instintivamente- estas aguas. Son nativos no solo digitales, sino que tienden a ser más cercanos a las temáticas sociales, ambientales, feministas, por citar algunas de las agendas clave de hoy.
Pero dicho eso, ¿dónde queda la necesidad de evolución y renovación de ideas de la clase empresarial actual, mayoritariamente compuesta en Chile por hombres caucásicos y mayores de 65? Los desafíos de Chile y del mundo no los va a resolver una sola generación; deberá ser una labor y una misión compartida del modo más transversal posible dentro del espectro político, y de las generaciones. Aunque suene cliché, no sobra nadie. Nadie se puede restar de este momento de transformación histórico, en que a menudo se camina sobre hielo.
Y en la misiva mencionada no hay invitación para quienes tienen hoy el poder y el mando, a que reflexionen sobre su identidad, sus decisiones, sus luces y sus sombras. Sobre la necesidad de que sean parte de los cambios y no meros arqueros; que elaboren su papel en el nuevo pacto social, una narrativa que se haga cargo de los últimos dos años, del estallido y la pandemia. Y que, poniéndose a tono con empresas globales, incorpore en el centro de su misión los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU (un imperativo para las empresas mundiales). Asimismo, el siglo XXI en Chile y en el mundo implica actualizar y repensar las políticas internas empresariales para dar más voz y diversidad a su fuerza de trabajo, así como misiones corporativas que no se reduzcan a satisfacer a los accionistas, sino a todas las partes involucradas, incluidos empleados, consumidores y comunidades.
También debieran pensar en cuán poco espacio algunos liderazgos corporativos tradicionales les han dado no solo a los de menos edad, sino a otros grupos subrepresentados y, por cierto, a quienes tienen una mirada más renovada y más acorde a los tiempos, que pagan costos por ese disenso con la mirada tradicional.
Emprender lo propio, entonces, es más fácil que sumarse a lo que había. Es cosa de ver de dónde han salido los únicos “unicornios” chilenos, Cornershop y NotCo han sido liderados por personas que no pertenecen a ese mundo.
Uno de los mayores errores de la Concertación fue, justamente, no darle espacio, no correrse para el lado para que los que venían más atrás tuvieran un lugar para cambiar y transformar el sector con sus ideas y sus prácticas. No solo se complicó así la posibilidad de la renovación, sino que se perdió la posibilidad de generar un diálogo intergeneracional para que mayores y jóvenes se influyeran mutuamente.
Eso es justo lo que “su” sector debería entender y atender: la importancia de abrir espacios reales de poder. Para dárselos no a sus hijos (e hijas), sino que a sus colaboradores y colaboradoras que estén más en sintonía con el país y el mundo en el que vivimos. Personas que sean capaces de dialogar usando el mismo lenguaje y códigos de quienes hoy han tomado las riendas de los poderes del Estado. Pero no “matando” a las generaciones anteriores, sino haciendo síntesis. Adultos que cambian permiten una mejor pasada de la posta.
Cada cual a su papel. Pero no hacer autocrítica después de un estallido social y en medio del proceso constitucional, y traspasar la responsabilidad del cambio a otros podría catalogarse dentro de otra figura freudiana: la negación.
Una ilusión que me parece llamativa entre muchas personas es que las cosas cambian. Que las cosas ahora son diferentes. Que los jóvenes deben tomar el mando para “refrescar” y cambiar la política o el emprendimiento o whatever…
Nada cambia. Desde hace 100.000 años. O al menos desde hace 10.000 años con la historia en registro.
Lo único que ha cambiado es la tecnología. No las emociones humanas. Es decir, cambiaron las herramientas. No el artesano.
No hay transformaciones históricas de nada. Es simplemente el recambio generacional obvio dado el límite temporal que todos tenemos y el desgaste físico y mental que igualmente todos vamos teniendo, y a medida que la nueva generación va creciendo en fuerza y experiencia y por ende tomando relevancia y control.
Los que tomen el mando ahora en sus respectivos grupos serán aquellos que tengan las mismas motivaciones y cualidades para pertenecer a esos grupos, naturalmente. Los socialistas nuevos serán socialistas, igual para comunistas, conservadores, liberales, etc, etc.
No puedes ser representante conservador si eres progresista (valóricamente). No encajas simplemente. No puedes ser socialista siendo liberal.
No hay evolución. Simplemente paso de mando a una generación más joven que va a llegar a las mismas conclusiones que la generación anterior a la que están reemplazando.
No puede ser de otra manera.
Ese fue el gran problema de la derecha en estas elecciones. No había gente que realmente representara al grupo al mando. No puedes ser progresista (económica y valóricamente) y representar a la derecha. La izquierda no tuvo (ni tiene casi nunca) ese problema. Son muy consistentes. A pesar de que tengan que esconder o camuflar esas motivaciones en periodos de escasez o crecimiento. Así como la derecha tiene que hacerlo en momentos de riqueza y extrema desigualdad provocada por ese crecimiento hasta esos niveles.
Desbordes, Briones, Sichel o Lavín no son de derecha. No ahora al menos. El único es Kast y tenía (y tiene) la asociación, bastante indirecta pero muy útil a la izquierda, con una dictadura que no se pudo sacar, además de una agenda valórica que en los tiempos actuales es demasiado conservadora.
Quienes vienen en camino?
Ni idea.
Pero los que sean van a ir convergiendo cada vez más a lo que se supone tiene que ser derecha.
Tal como de a poco la izquierda fue convergiendo hacia lo que tiene que ser izquierda durante 30 años.
Nos conviene como sociedad ir más hacia el centro en ambos casos, obviamente. Pero la corrupción política hace que comiencen a prometer puras huevadas para ganar y retener poder y por ende los beneficios de este cada vez más, lo que resulta en el ataque a la economía privada con impuestos y con ello la llegada de gente más radical al mando. En ambos casos. Izquierda y derecha. Unos por la redistribución y otros por la austeridad. Llegan a las mismas conclusiones. No podemos seguir prometiendo huevadas ni pagando (o endeudándonos) por ellas sin reventar a todos y sobrevivir un día más. A los ricos, o a todos, al final del ciclo son los mismos.
Es el destino manifiesto.
No le encuentro nada de malo a la austeridad.
ResponderEliminarAusteridad se refiere, en el caso de gobiernos, a reventar a todos a impuestos para pagar los gastos de gobierno crecientes, no bajar los gastos del estado, que sería lo que uno debería entender por austeridad. O traducido, austeridad para los otros, no para mi, estado.
Eliminar"Nos conviene como sociedad ir más hacia el centro..." mmmmmmh no lo creo
ResponderEliminarY a que extremo crees que nos conviene ir?
EliminarLa derecha amigo, sin miedo, sin atenuaciones, sin complejos. Saludos.
EliminarYo creo que lo que se necesita son personas con pensamiento económico neoclásico, ni tan keynesianos, ni tan laissez fare, porque los dos extremos son malos, hay que buscar el equilibrio, eso junto a valores más modernos para atraer a la gente más joven, es decir, se requiere un nuevo partido de centro que sea como la UDI en lo económico y en los programas sociales, pero como el PPD en la agenda valórica, que deje los tabúes en el pasado, no he visto ningún partido político de ese calibre, si se crea y junta muchas firmas podríamos ver una gran mejora en la economía, pero respetando los derechos humanos y dando más libertades a la gente, yo en lo único que estoy en contra son en al menos dos cosas, contra la legalización de cualquier dr0ga ilegal, y contra la ex.perimentaci0n g.en.ética en human0s, pero no estoy de acuerdo con que las "pócimas" para el braz0 modifiquen el A.DN, porque no tienen plásmidos o son de v.ect0r.es v.ira.les NO re.plic.antes, y es mentira eso del gra.fen0, lo que si estoy de acuerdo es que tienen ef.ect0s se.cunda.ri0s gr.aves en algunas personas, afectand0 principalmente a dep0rtistas de alt0 rendimient0, al final depende de la suerte y de las decisiones de uno nomás, yo me puse las tres d0.sis porque no me puedo quedar sin ir al banco, ni al mall, ni mucho menos arriesgarme a alguna m.ulta por salir de mi hogar sin el d0cument0 para m0verse, solo por eso me las puse, vi todos los pro y los contra de hacerlo, con tal soy adulto.
ResponderEliminarBueno, me despido.
Muchas gracias.