04 abril, 2022

Columna de Daniel Matamala: Todo vale

@latercera

Este jueves me enteré de varias cosas. ¿Sabían que la Convención Constitucional nos va a robar los ahorros previsionales? ¿Y que los convencionales ningunearon las iniciativas populares más votadas? Por algo el 98% de los chilenos va por el Rechazo a la nueva Constitución.

¿Cómo que no es verdad? ¡Si lo leí en el diario, lo escuché en la radio y lo vi en WhatsApp!

Este jueves, LUN llevó esta frase en su portada: “Los trabajadores ya no serán dueños de sus ahorros previsionales”, en boca del convencional Bernardo Fontaine, histórico director de grandes grupos económicos y defensor de las AFP. Por cierto, la frase es falsa. Eso no se ha aprobado en la Convención. De hecho las propuestas que buscaban traspasar esos dineros a un ente estatal fueron votadas en contra.

Lo que sí ocurrió es que la Convención rechazó una propuesta (“Con mi plata no”) que prohibía que tanto los ahorros previsionales como las futuras cotizaciones, dejen de ser exclusiva propiedad del trabajador. Como es obvio para cualquier persona con medio dedo de frente, que la Constitución no prohíba algo, no es equivalente a que lo ordene. De hecho, la actual Constitución no tiene una cláusula como esa.

Pero para la campaña del terror, esas sutilezas dan lo mismo. En paralelo a la portada del diario, muchos chilenos recibían mensajes en sus teléfonos “informándoles” que “tus ahorros dejarán de ser tuyos y pasarán a un fondo común en manos del Estado”.

Ese mismo jueves, La Segunda titulaba: “La Convención ningunea a las iniciativas populares”. Bajo ese título se presentaban “Con mi plata no” y otras cinco propuestas que habían conseguido el piso de 15 mil firmas que obligaba a discutirlas en la Convención. Las seis habían sido presentadas por organizaciones conservadoras, antiaborto o empresariales, apoyadas por convencionales de derecha, y rechazadas en la Convención.

Otras de las 78 iniciativas que también superaron las 15 mil firmas son “Cannabis a la Constitución ahora”, “nacionalización de la gran minería”, “libertad a los presos de la rebelión” o “cárcel para Piñera”. ¿Se “ningunea” también a los ciudadanos que firmaron por ellas si son rechazadas?

Por supuesto que no. La regla es que las iniciativas serán discutidas, no que serán aprobadas. Y eso es de toda lógica. La más respaldada de las propuestas tiene 60.852 firmas, o sea, el 0,98% de los votantes que eligieron la Convención. Es absurdo pensar que toda norma que tenga ese respaldo pase automáticamente a la Constitución (de hecho, muchas son contradictorias entre sí).

¿Priorizan los convencionales las normas que más se acercan a sus ideas? ¡Por supuesto! ¡Si para eso fueron elegidos como sus representantes por más de 6 millones de chilenos!

Este mismo jueves, Radio Agricultura publicó una “encuesta” (“Agricultura Track”), según la cual el 98% de los consultados votará Rechazo en el plebiscito de salida, contra 1% que votará Apruebo y 1% que no sabe. Con toda seriedad, la “encuesta”, atribuida a “MORE Innovación”, se publicaba con un “margen de error máximo” de +-4 puntos. O sea, el Rechazo ganará con entre 94% y 102% de los votos.

La “encuesta” tenía historia. Versiones de meses anteriores habían mostrado, con un poder predictivo asombroso, un 97% de preferencias para José Antonio Kast contra un 3% para Gabriel Boric. O, aplicando el “margen de error”, entre 93% y 101% para Kast.

Ni Saddam Hussein, con sus reelecciones con el 100% de los votos, se atrevió a tanto.

Todo esto suena ridículo, pero contamina el debate público. Durante la última semana, la discusión se centró en desmentir falsedades, más que en hablar sobre los verdaderos problemas del trabajo constituyente.

Y estos no son menores. Con apenas tres meses de plazo, muchos convencionales siguen enfrascados en lógicas identitarias, de reinvindicación de agendas particulares, más que en diseñar un sistema constitucional que funcione. Es cierto que se están logrando consensos de 2/3 (algo que muchos creían imposible), pero la Constitución sigue pareciendo una serie de piezas dispersas, no un rompecabezas coherente.

Y en vez de discutir eso, aquí estamos desmintiendo falsedades y encuestas ridículas.

Y hay más. El 19 de marzo, El Mercurio tituló en portada: “Comisión de Venencia plantea que es posible incluir una tercera opción en el proceso constituyente”. Esta “tercera opción” ya había sido planteada por integrantes de “Amarillos por Chile”.

Uno de los miembros de ese grupo de WhatsApp omnipresente en los medios de comunicación, Mario Waissbluth, fue más allá. Propuso agregar a la Convención “un porcentaje adicional de parlamentarios, que refleje la composición del nuevo Congreso”, o establecer que la Constitución deberá aprobarse en el plebiscito “no por 50% + 1 voto (craso error original) sino por 4/7 o 2/3″.

O sea, si un 65% de los chilenos (menos de 2/3) aprobara la Constitución y un 35% la rechazara, ganaría el Rechazo. Ni Jaime Guzmán se atrevió a proponer una norma tan antidemocrática. Con el sistema binominal, el 65% era igual al 35%. Con la propuesta Waissbluth, el 35% le ganaría al 65%.

Por cierto, lo que dijo la Comisión de Venecia (un grupo de expertos invitados por el Senado chileno) fue muy distinto al titular de El Mercurio. En su punto 109, su informe plantea que “las reglas del plebiscito son claras y se han dado a conocer a la ciudadanía y a los actores políticos. Consecuentemente, cambiar las reglas podría arriesgar la violación a los principios de certidumbre legal”. Recién después del plebicito, dice la Comisión, podrían plantearse alternativas.

Estos sectores son los mismos que pusieron el grito en el cielo cuando el Partido Comunista intentó modificar la regla de los dos tercios para la Convención. Dijeron, y con toda razón, que eso sería cambiar las reglas del juego que ya habían aprobado los chilenos en el plebicito de 2020.

Pero ahora, el respeto a las reglas del juego importa un carajo. Lo aprobado por los ciudadanos es papel mojado. Y la mentira como método de acción política campea.

Es que para defender ciertos intereses, todo vale.


Bienvenido al mundo real de la política.

Y del payback. Cuando un lado juega sucio mediáticamente, el otro se cansa de ser el tonto. A menos que sea tonto de hecho.

La izquierda extrema jugó con la violencia y la propaganda descarada. Todo el resto ahora se va a sumar al menos con la segunda opción en contra de esa izquierda.

No existe confianza en los medios. Ni en las jerarquías. Ni en los políticos.

Esto es un todo vale porque los medios de izquierda y los políticos así lo decretaron y colocaron en la mesa.

No vas a a basurear a todo un sector y esperar un trato justo o equitativo de ese sector cuando tienes que ser juzgado o evaluado de vuelta en tu trabajo. Especialmente cuando la base de campaña se basó en basurear a ese sector y encontrar todo malo.

NOT GONNA HAPPEN.

Le pasa a Biden en USA igualmente. Las encuestas pronostican una masacre para los demócratas en las elecciones de medio término. Y con casi toda seguridad si se presenta De Santis como candidato contra Biden va a ser un Landslide.

Cuando pasas al lado de la propaganda y el basureo, el payback es igual de duro y violento.

Me recuerda a los arbóreos y sus comentario huevones antes de asumir y en la campaña.

Todas las cuentas están siendo pasadas en tiempo récord.

Llevamos solo tres semanas y ya pinta como un desastre en ciernes. Generalmente uno espera tres meses para hacerse una idea.

Es un péndulo. No puedes joder a toda una parte de la población, que incidentalmente es la que tiene más recursos y por ende se presume inteligencia, sin esperar que te den de vuelta. Es bastante inocente y casi cae en el rol de hacerse la vístima.

No hay ningún contrato que diga que un sector de la sociedad puede usar la desinformación y la coerción pero el otro no. No existe ese contrato. Existía el tácito de que todos actuaban en buena fe de manera civilizada. Cuando se rompe por un lado, o es percibido como tal, no puedes esperar a que el otro mantenga ese acuerdo tácito.

Así funcionan las delicadas normas y convivencias sociales. Hay contratos tácitos o implícitos. Si una parte los rompe, la otra no los va a honrar finalmente, porque ya no existe el contrato.

Y eso es un desmadre.

2 comentarios:

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