De líneas y ciclos

Para el ojo humano, la Tierra es evidentemente plana y los relieves del terreno impiden generalmente ver muy lejos, salvo frente a un mar calmo con cielo despejado. Tenemos, sin embargo, múltiples pruebas científicas y fotográficas de que nuestro planeta, al igual que otros, es una esfera que gira sobre si misma y alrededor de su estrella.  A corta distancia, importa poco saberlo, pero si se quiere volar desde Chile a Australia por la vía más corta, habrá que poner rumbo al Sur primero y no al Oeste.

Algo similar ocurre con los ciclos en la vida, salvo que haya una disrupción, es probable que lo más parecido al día de hoy sea el día de ayer y, sin embargo, las estaciones pasan, las fechas del calendario se repiten y envejecemos en nuestro propio ciclo vital hasta que concluya.  A medida que estiramos la línea del tiempo hacia atrás, empezamos a ver que lo que parecía plano se vuelve cíclico, no siempre de manera perfecta, pero hay un movimiento ondular que sube y baja en la gran mayoría de las observaciones.  Sabemos que ocurre así, está medido y documentado, y nos cuesta verlo y también aceptarlo en la corta duración.

Los mayas y los incas podían prever fenómenos astronómicos con gran exactitud hasta el final de los tiempos y no hay duda de que los sacerdotes instruidos usaban ese conocimiento para ganarse el respeto y la obediencia del pueblo.  Era importante transmitir el saber ya que la vida era corta para la mayoría. Hoy la información disponible y la capacidad de procesarla superan por factores inimaginables nuestra dotación humana de modo que intentamos simplificar todo para tener la ilusión de seguir entendiendo. Los ciclos, sin embargo, nos molestan sobre manera : queremos crecer eternamente, queremos vivir eternamente, queremos líneas ascendientes y no curvas en nuestras proyecciones futuras y estamos dispuestos a pagar y a endeudarnos al infinito para lograrlo.  O así lo piensan muchos de nuestros líderes, dispuestos a todo para no tener que enfrentar la bajada en un ciclo.

Luchar contra la naturaleza es propio del ser humano desde que se asentó, los otros seres vivos se adaptan o mueren si hacerse ninguna pregunta.  Nuestra especie ha hecho cosas impensables que generan admiración y optimismo en cuanto a vencer las fuerzas que se nos oponen.  Y, a pesar de toda la energía gastada, los ciclos nos vencen una y otra vez.  Quizá no sea exagerado decir que la mayor sabiduría que uno pueda alcanzar en la vida es precisamente aceptar y hacer propios los ciclos, buscar y surfear las olas con una sonrisa aunque estés muerto de miedo.

Lo que hace decir a los viejos que la vida es corta no es tanto que se acerca el final biológico sino que, luego del peak de la madurez, entran en la parte bajista del ciclo.  Es algo fundamental y característico del ciclo : cuando sube, se cree que será linear y eterno, y luego empieza a bajar y uno colisiona con la realidad y los estados emocionales secuenciales de negación, rabia, depresión y aceptación.  Nuestra sociedad occidental moderna o posmoderna, su economía, sus valores ya alcanzó su peak hace tiempo y va en bajada a pesar de todos los esfuerzos para apuntalarla. No es ningún drama o injusticia.  La ola llegará inevitablemente a la orilla, algunos se quedarán allí, muchos otros empezarán a remar de nuevo hacia el mar para buscar otra ola y el ciclo empezará otra vez. 

Aunque suene muy cursi, la vida suele encontrar un camino y es una buena apuesta confiar en que hay otros ciclos en fase ascendente que podemos agarrar en medio del desplome de otros.  La espiritualidad es probablemente uno de ellos, luego del dominio de lo material.  Volver a lo local puede ser otro, luego de una globalización a ultranza y las ganas de recorrer el mundo.   Encontrar satisfacción en la belleza de lo mínimo y de la optimización en reacción al despilfarro de una abundancia mal gestionada.  Conocer y apreciar realmente a la gente que te gusta en vez de darse en producto a las plataformas gratuitas para desconocidos.  Lo viejo muere para dar vida a lo nuevo, pero ojalá lo verdaderamente nuevo, no a un muerto sacado de la tumba de la historia.  Los ciclos en bajada son para innovar, replantearse y sobre todo, soltar, dejar ir.  Nunca será fácil la vida en esta roca redonda, pero la vida consciente  es el mejor estado energético que existe en el universo.

Chile terminó abruptamente un ciclo de desarrollo en octubre del 2019.  América Latina está desencantada con la idea de salir de la pobreza mediante un modelo internacional de generación de excedentes que replica un mundo desigual.  El mundo occidental, algo cansado y esclerótico, quiso mantener su dinamismo y nivel de vida mediante la hipoteca del futuro de las generaciones venideras y el acaparamiento de los recursos.  Pasamos el peak hace rato y todos sentimos que vamos en bajada.  Chile, América Latina y el mundo occidental guiado por el World Economic Forum pretenden basar el futuro ciclo alcista sobre una vieja receta del siglo XIX, fallida en todos los países donde se ha implementado.   Sin hacer ningún análisis político, se sabe que esa doctrina se basa absolutamente sobre el control de los ciclos y de la naturaleza humana y, por ende, está destinada a fracasar una y otra vez.  Es tiempo de innovar y la innovación nace de la libertad, de poder primero pensar y luego hacer cosas diferentes, no las mismas de siempre. Innovar significa también aceptar el peligro, en lugar de dogmas e ilusiones de seguridad, pero el peligro de la libertad y de la confianza en los demás, no del control total.  Es tiempo de buscar nuevas olas para surfear, igual llegarán a la orilla en su tiempo, en su ciclo, pero la sonrisa, nadie nos la quitará.