02 noviembre, 2022

WELCOME TO THE JUNGLE --- “Ser cancelada es terrible”

@ElMercurio

Un día de diciembre de 2019, en pleno estallido social, Kena Lorenzini, 63 años, fotógrafa histórica de las revistas de oposición en los 80, psicóloga y actual concejala por Ñuñoa, decidió ir a tomar fotos a Plaza Italia. Cuando llegó y sacó su cámara, uno de los manifestantes, quien junto a otros “primera línea” estaba rompiendo la calle para sacar piedras, la acusó de estar “sapeando”. En un segundo, dice Kena, un grupo de hombres se le vino encima y le empezó a gritar y a empujar. Uno de ellos le quitó su cámara (luego se la devolvieron), también su GoPro, que terminó rota en el suelo. Con el corazón a mil, lo único que atinaba era a gritarles: “¡cómo me pueden venir a tratar así, qué saben ustedes quién soy yo, soy reportera gráfica de toda la vida!”. Pensó que la golpearían. De repente, dice, aparecieron varias mujeres con pañuelos verdes a defenderla.

—Ellas me decían que me calmara, que no les gritara más. En esos momentos solo pensaba: por qué me están diciendo esto a mí y no a los que me agreden, por qué me piden a mí, la víctima, que me calme y comprenda a los victimarios.

Kena Lorenzini toma aire y continúa:

—Estaba todo mal, porque era a ellos a quienes tenían que decirles que no pueden maltratar así a una persona que no les ha hecho nada. Fue una situación tremenda y fue la primera vez que pensé en la violencia que se puede dar cuando alguien te indica con el dedo y todos se te vienen encima sin pensarlo.

La segunda vez que lo pensó, dice, fue casi dos años después, cuando tras salir elegida como concejala por la comuna de Ñuñoa, fue acusada por su asistente de maltrato y acoso laboral y sexual, y mucha gente, incluido su partido, Revolución Democrática, y muchas de sus amistades la consideraron culpable. De hecho, su partido emitió una declaración en medio de la investigación que se realizó en la alcaldía, que señala que ella no volvería a tener un cargo de representación bajo su alero.

Las funas en internet fueron terribles. . La Paula, mi expareja, me dijo por esos días, “nunca pensé que eras tan famosa”. Cuando se lanzó esta bomba en los medios de comunicación se murió la Lucía Hiriart, y ese día había 9 mil mierdas contra mí y 100 mil sobre ella. O sea, nunca he visto algo igual, ni con Pancho Malo.

Kena Lorenzini está sentada en un café del Drugstore de Providencia, es su primera entrevista desde que explotó “la bomba”. Dice que no había querido hablar antes porque necesitaba pensar, digerir lo que le pasó y que ha transformado el 2022 en uno de los años más complejos que ha enfrentado en su vida, pero que hoy ya puede hacer una reflexión.

—Fui criada en el patriarcado más profundo que se instaló muy fuerte en mí. Eso, sumado a que vengo de una familia muy católica y yo también lo fui, es que cada día me tengo que deconstruir, tengo que mirarme y ver cuán patriarcal está siendo mi actitud.

—¿Tal vez por eso no se dio cuenta de que maltrató a su asistente?

—O sea, no haber pensado que a alguien le podía ofender lo que le estaba diciendo, claro que es una falta de visión mía. No entender que somos de generaciones distintas, uno no le puede decir algo que no conocen, aunque sea sin mala intención. Una amiga escritora y joven me dijo que si yo le hubiera dicho eso no me hablaba nunca más. Esa fue mi no comprensión. Pero habiendo hecho eso, ¿cómo me vas a anular y no mirar porque yo dije “¿dónde está mi esclava blanca?”, aunque la persona se haya sentido mal, ¿por qué quieren que yo desaparezca de todo? El otro día estaba en un grupo y llegó una persona que fue muy mala onda conmigo. Me iba a ir y una amiga me dijo, “tú no te vas, empieza a darte cuenta de que las que se tienen que ir son quienes te han juzgado y te han tirado a los leones, no tú”. Y efectivamente, pasó que la persona se fue. Esa es mi actitud ahora.

Kena Lorenzini nació y vivió en Talca hasta los 17 años, en una familia que describe como muy tradicional y católica. Ella también lo era: iba a misa cada semana, hizo la primera comunión a los ocho años y se confirmó a los 10.

—Yo era una copia feliz del Edén de mi madre. Ella era muy conservadora, pero además era una defensora de las causas perdidas. Trabajaba con un cura con el que rescataban a mujeres de la prostitución y hasta tuvimos trabajadoras de casa particular que mi mamá sacaba de la prostitución directo a nuestra casa. Yo crecí con esta idea de asistencialismo y hoy día veo a un montón de mujeres que saludan a mi mamá, a quienes les cambió la vida, y digo, chuta, asistencialismo, pero funcionó.

A pesar de lo tradicional que era su familia, cuenta que tenían una vida no tan común para la época.

—Era una locura, una vez hicimos un viaje de Talca a Nueva York en auto, nos demoramos un montón. Mi papá tenía esas locuras —recuerda.

Sus padres eran muy políticos, ambos de la Democracia Cristiana, y férreos opositores al gobierno de Salvador Allende.

—Mi mamá era muy protectora con nosotros, pero sí nos daba permiso para ir a las protestas contra Allende. En mi casa había una chimenea que tenía unos tubos que servían para calefaccionar los dormitorios y por ahí escuchábamos todo lo que hablaban en el living. Todos los vecinos hablando ahí, imagínate la ensalada que teníamos en la cabeza. Para mí, los comunistas tenían como cola de chancho, esa era la idea que yo tenía.

Luego del golpe, a su mamá le ofrecieron ser alcaldesa de Talca, pero no aceptó, porque privilegió seguir siendo dueña de casa.

—Una vez con mi mamá y mi hermana fuimos a recibir a Pinochet cuando fue a Talca. Me acuerdo haber gritado: “¡General Pinochet, todo Chile con usted!”. Mis hermanas estaban con unos pañuelos blancos que rodeaban toda la plaza. Mi mamá, por supuesto, había comprado millones.

Al salir del colegio se vino a Santiago, a estudiar Licenciatura en Castellano.

—Fue lo único en que quedé. Mi mamá quería que fuéramos todas profesionales, porque dentro de su conservadurismo igual nos decía que teníamos que ser independientes de los maridos.

Se instaló en Santiago en un departamento con sus hermanas, pero se gastaron rápidamente la plata que les habían entregado sus papás para el mes. Así que a ella la mandaron a una pensión de las monjas teresianas.

—Las monjas eran súper choras, se portaban el descueve conmigo. De hecho, yo tenía pieza sola, para tener mi laboratorio de fotografía, que era mi hobby. Ahí descubrí que lo podía estudiar.

Al salir de Fotografía comenzó a trabajar en el diario La Nación. Era la única mujer y tenía 20 años.

—Me mandaban a conseguir la foto de una niñita que habían matado en no sé qué población. O a Rafaella Carrá en el aeropuerto. Así partí. Yo era súper pava, súper ignorante, estábamos en dictadura y no sabía lo que era el diario La Nación ni de las violaciones a los derechos humanos.

Luego entró a trabajar a la revista Hoy.

—Mis compañeras de la universidad, todas fachas, a quienes quería mucho, me decían: pero esa revista miente. El director era Emilio Filippi, después Abraham Santibáñez y las periodistas eran la Patricia Verdugo y la Marcela Otero, con quienes hice excelentes migas. Una vez fui a trabajar con un collar de perlas que me había regalado mi mamá, y la Marcela me dijo: “sácate ese collar, porque no es justo donde tú vas”. Pero también me dijo: “quédate tranquila, porque ahora eres tontorrona, pero vas a ser más revolucionaria que la Pamela Jiles” —dice y se ríe.

Kena Lorenzini cuenta que ahí fue cuando comenzó a abrir los ojos respecto de lo que sucedía en la dictadura.

—Me demoré unos años en hacer mi proceso. Fue duro emocionalmente porque tuve que asimilar que estaba empezando a pensar distinto hasta de mí misma, aunque siempre fui y he sido una persona conservadora en cierto sentido (…). Yo veía la pobreza, escuchaba los relatos de los familiares de detenidos desaparecidos. Y me iba dando cuenta, y eso me hacía más rebelde todavía.

Su primer encuentro con el feminismo fue en 1983. De revista Hoy, la mandaron a hacer unas fotos a La Morada.

—No sabía nada de feminismo y de repente entro a una de las piezas donde estaban varios grupos, escucho y digo, “pero ¿qué es esto? Lo que están diciendo me hace tanto sentido”. Llamé por teléfono a la revista y pedí permiso para quedarme toda la tarde.

Ese mismo día, cuenta, entró a una célula feminista, en la que en grupos de cinco mujeres se hacía educación feminista.

—Ahí me cambió toda la cabeza. Todo cambió.

Su trabajo de fotógrafa de revistas de actualidad se terminó de un día para otro.

—Un día de 1987 estaba en la Plaza de Armas en una protesta y a un cabro que era médico le sacaron un ojo con un disparo. Todos nos tiramos encima a tomar la foto. Ya entonces pasaba que si no había heridos o muertos, cuando llegabas a la revista y te preguntaban cómo te había ido, decías mal. En ese minuto de la foto a este cabro yo miré la escena y pensé: “Va a venir la democracia y voy a estar hecha un buitre”. Dije, no, me salgo ahora. Y renuncié.

Tras el retorno de la democracia, la llamaron para trabajar como fotógrafa del gobierno de Patricio Aylwin, donde estuvo un tiempo porque se aburrió y también, dice, la echaron. Entonces su vida comenzó a tomar otros rumbos: trabajó para una ONG que se preocupaba de ayudar a los refugiados de Colombia y de Perú, en la época del terrorismo de Sendero Luminoso. Ella se encargaba de que la casa donde los recibían funcionara.

Producto de esas mismas experiencias decidió entrar a estudiar psicología, mientras hacía algunos trabajos en fotografía. El 2002 comenzó a trabajar en La Morada, ayudando a Lorena Fríes. Y juntas después fundaron la ONG Humanas.

En 2016, con un grupo de feministas decidió comenzar a militar en Revolución Democrática.

—Pensamos que nosotras íbamos de salida, entonces por qué no apoyar a la gente joven.

En 2017, su partido le pidió que fuera candidata a concejala y luego como diputada por Talca. Finalmente, se presentó a la elección de senadora. Perdió, pero, dice: “la mía era una candidatura para ayudar a mis compañeros. Igual saqué muchos votos”.

—Una de las cosas que agradecí de RD en su momento es que cuando vino el estallido social, nunca se me cuestionó por cómo hablaba, porque yo decía, “mi partido no está a la altura, no ha sabido resolver esto”. Nunca me llamaron la atención ni nada.

Se sentía cómoda. Por eso cuando se dio la oportunidad de ir a la elección de concejal por Ñuñoa, su comuna, se animó.

—Me gustó el trabajo en terreno que había hecho en la campaña para senadora.

Salió como la tercera mayoría de la comuna. Era un buen momento, dice. Eso, hasta que vino la acusación.

El 16 de diciembre del 2021, en el diario La Tercera apareció la noticia de que enfrentaba dos investigaciones en su contra, por acoso laboral y sexual reiterado. Las denuncias provenían de una asesora y gatillaron la apertura de un sumario municipal, además de una investigación del Tribunal Metropolitano de RD, el partido en el que ambas militaban. Un informe del Comité de Salud Mental de la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS), realizado en el puesto de trabajo de la asesora de Lorenzini —la Municipalidad de Ñuñoa—, concluyó que la asistente se encontraba en “riesgo laboral”. “Evaluaciones realizadas a paciente y relato de testigos son concordantes con la presencia de riesgo laboral. Liderazgo disfuncional: hostilidad de la jefatura”, decía el informe, según ese medio de comunicación. El relato de la víctima detallaba que Lorenzini, en presencia de otras autoridades municipales, se habría dirigido a ella en forma agresiva, con gritos y malos tratos. “¿Dónde está mi esclava blanca? ¡Quiero que venga ahora!”, sería uno de los llamados que, según la asistente, ocurrió en el propio municipio y frente a concejales. También, que le hacía comentarios de connotación sexual y que ella le habría dicho que se sentía incómoda por eso. La investigación realizada por la Municipalidad de Ñuñoa arrojó que la concejala Lorenzini “tiene comportamientos, palabras o gestos generalizados que degradan el clima laboral”, y se logró comprobar la veracidad de los hechos narrados por la denunciante, de 28 años. Además, constató la vulneración de la integridad psíquica de ella y otros colaboradores. “Corresponde considerar los hechos que se tienen por acreditados luego de la etapa indagatoria, y en ese sentido, se lograron acreditar situaciones constitutivas de maltrato laboral”, señala el documento emitido por la fiscal de la municipalidad, Alison Torres. Hoy, Kena Lorenzini niega todas las acusaciones y da su versión:

—El primer encontrón que tuve en la municipalidad fue con la asistente de otra concejal que a, porque previo a que Emilia Ríos asumiera su cargo, ella me faltó el respeto. Tuvimos una discusión por quién tenía que estar a cargo de la comisión de mujer y equidad de género, era bien evidente que yo porque tengo una historia con eso, una trayectoria, y ella fue súper despectiva conmigo; yo le dije, “a mí no me hablas así”. Desde ese día, esa mujer me hinchó, ella y su concejala me acusaron con la alcaldesa de que yo me enojaba, que era difícil trabajar conmigo porque muchas veces cuando esta asistente hablaba en las sesiones yo pedía que hablara la concejala, porque en las sesiones debe hablar la concejala y no la asistente. Ahí partió todo.

Luego, dice, vino el problema con su asistenta, a quien eligió de entre 94 currículums para que trabajara con ella.

—Esta persona hablaba mucho sobre temas personales, y un día empezó a enfermarse de la guata y, en octubre, me dijo, “no doy más, gano muy poca plata acá, no me alcanza para nada y me quiero ir”. Me lo había dicho cientos de veces, y yo ya estaba cansada con eso, pero no la podía echar porque una persona feminista tiene que dar oportunidades y tampoco quería despedir a alguien a la primera. Esto siguió por varias semanas y un día me dijo que se iba no más, le respondí que ok, pero no le resultó el trabajo al que estaba postulando. A esas alturas yo consideraba que no podía trabajar con ella y así se lo dije. Unos días después, se me acercó y me comentó que se había enterado de que yo andaba diciendo que ella era mi esclava blanca. Le dije que sí, que era en tono de talla, le expliqué que ese mote venía de una telenovela de cuando yo era chica, que era una cosa generacional. Le dije: “te ofrezco mis disculpas porque de verdad yo he dicho eso toda mi vida y nunca pensé que era hiriente”. Me las aceptó. Después ella me acusó de maltrato con el administrador municipal por acoso laboral y sexual. No lo podía creer.

Me costó muchísimo caer en cuenta de lo que esto significaba. Dije estoy tan segura de que yo no he hecho nada, que nadie, ni un medio de comunicación, va a creer esto. Yo estaba exponiendo en el GAM y acababa de lanzar un libro precioso, estaba en otra, no podía llegar a pensar que algo así podía pasar. Mujeres por la Vida fue fundamental, ellas me sentaron y me dijeron: “Kena, ojo, esto es una bomba atómica”.

—¿No le veía la gravedad a la situación?

—No, si yo no he hecho nada. Imagínate, he trabajado con tanta gente, tenía 62 años en ese momento, jamás pensé que le podían creer a esa niña. Pero ahí empezó todo. Me hablaron de La Tercera, y empiezan a salir esos reportajes, dando por hecho la cuestión. Ahí caí en cuenta de cómo iba a ser.

—Pero además ella la acusó de haberla acosado sexualmente.

—Yo leí la investigación que hicieron en la municipalidad y dice textual: “otras personas me dijeron que ella me estaba acosando sexualmente”. ¿Otras personas le dijeron? O sea, ella, a los 29, ¿no se daba cuenta de que la acosaban sexualmente? Bueno, por esa razón los investigadores de la municipalidad dicen que no se da cuenta de acoso sexual.

La investigación, efectivamente, no hace alusión a conductas sexuales impropias.

Dice que esa acusación, la de acoso sexual, la complicó mucho emocionalmente.

—Las mujeres de Mujeres por la Vida me ayudaron con psicología de emergencia. Me mandaron al psiquiatra, porque ahí empecé a no dormir. Yo solo pensaba: ¿cómo a mí me está pasando esto? Empezaron a salir más artículos y las feministas empezaron a venirse encima mío. Feminista, lesbiana, más grande, inmediatamente las jóvenes me dieron por culpable, hasta hoy.

A los días de esto apareció una nota de prensa en donde la concejala Alejandra Valle y el concejal Germán Sylvester pedían su renuncia.

—Les pedí en una reunión del Concejo que dejaran de decir esto por los medios, que si querían sacarme me llevaran a tribunales, pero no lo hicieron.

El sábado 12 de marzo fue duro también. Ese día, distintas agrupaciones feministas —nacionales e internacionales— se reunieron para intercambiar puntos de vista en el Liceo 1 Javiera Carrera, de Santiago Centro, y Kena Lorenzini figuraba en la primera fila del evento. Artículos de prensa dieron cuenta de la molestia que eso causó en algunas autoridades, como la alcaldesa de Santiago, Irací Hassler (PC), y la nueva ministra de la Mujer y Equidad de Género, Antonia Orellana. Según decía ahí, varias de las asistentes le pidieron a la concejala de Ñuñoa que se retirara.

—Ahí, incluso la ministra de la Mujer tiene el tupé de decir ¿qué hace ella aquí? Yo había sido invitada en un grupo de WhatsApp, en el que estaba Irina Karamanos, y ella mandó la invitación y, además, había sido invitada por mis propios pares feministas de RD. Yo mostré esos correos en una entrevista, donde decía que yo estaba invitada, y trataron de sacarme, me aguanté hasta que me fui, pero para mí fue demasiado. Mucha gente me apañó, otra no; al final, una cosa como esta tú la vives sola. Además, mi hija, si bien no sabía lo que estaba pasando, sentía mi ausencia. Me decía:” ¿por qué estás todo el rato como con pena? Incluso hasta el día de hoy me pregunta ¿cómo van tus penas?”

Kena Lorenzini se detiene, piensa y dice.

—Una sabe quién es, entonces yo también en un momento tomé la decisión de decir: me quedo aquí pegada o sigo para adelante. Y decidí seguir para adelante.

Asegura que lo que más le dolió no fueron “los 90 mil fachos que dijeron lo que quisieron, porque lo entiendo, soy lesbiana, feminista, mamá, y fui de las primeras lesbianas que apareció públicamente dando la cara, hace muchos años, entonces ese odio parido lo conozco”.

—Para mí, el tema es cómo las feministas, las de los partidos, pueden caer tan rápidamente en una trampa como esta. Como nadie se preguntó, “chuta, ella tiene 62 años, ha trabajado en muchas cosas y nunca nadie ha aparecido diciendo yo trabajé con ella y me acosó laboralmente o me trató mal”. ¿Cómo es que me cancelan de esa manera, sin que hubiera nada?

—¿Qué fue lo más difícil de todo ese período?

—Ser cancelada es terrible. Perdí amigas que por estar en puestos políticos prefirieron alejarse, cancelarme, yo como su amiga ya no existía. Hubo una persona, una política muy famosa, que me alegó porque subí una foto en que salía con ella. Me dijo: “esto a mí me trae puros problemas”. Esas cuestiones te van hiriendo el alma. Además, en los actos donde llegaba, la gente se dispersaba, todas hacían como que no me conocían.

Dice que en su trabajo en la Municipalidad de Ñuñoa no ha sido así.

—Soy la que más voy al municipio y a las comisiones, hago terreno, armé y articulé lo que va a ser la Ruta de la Memoria y los Derechos Humanos de Ñuñoa, que se lo voy a entregar al municipio. He seguido trabajando y sigo siendo bien evaluada. Me encanta mi trabajo, pero no tengo relación con ninguno de los otros concejales, excepto con Julio Martínez, concejal UDI, él se ha portado muy bien.

—¿No hay ni una autocrítica respecto de su comportamiento?

—Soy una persona que habla fuerte y dice lo que piensa, que si encuentro que engordaste puedo decirte por qué estás tan gorda. Eso a mucha gente le cae pésimo, le produce rabia y me ha traído rencillas. Hay gente que me tiene cuentas pendientes desde que tengo 25 años.

—Eso perfectamente puede caer en maltrato.

—Ahora en política eso está mal. Además que hoy la prensa se basa en todas las cosas que aparecen en Twitter, y Twitter se basa en todas las cosas que dice la prensa, es un círculo vicioso, violento. Ahora aprendí que si no compruebo lo que me están diciendo de alguien, no lo creo.

—Muchas veces las denuncias de acoso son verdad, en hombres y mujeres. El movimiento MeToo reivindicó el creer, ya que antes no se creía en estas acusaciones, porque la persona era muy famosa o porque no había historias anteriores conocidas.

—Hay que tener cuidado porque las denuncias pueden ser falsas. Conozco al menos tres casos de hombres conocidos que hablaron conmigo antes de que esto me pasara y que fueron acusados y no era verdad. Se sabe que hay un 5% de las situaciones que pueden ser mentira, y hay que mirar los casos evaluando si pueden ser parte de ese porcentaje. No sabes cuántos jóvenes viven esta situación de que los cancelan en las universidades y en los colegios. Una psicóloga me explicaba hace unas semanas que tiene niños de 11 años a los que les han cantado “el violador eres tú”. Entonces, uno dice, aquí hay algo de lo que el feminismo tiene que hacerse cargo, no se puede vivir del rumor, porque tenemos una responsabilidad con todas las personas.

—Entonces no está de acuerdo con el feminismo que afirma, “amiga, yo te creo”.

—Habiendo vivido esto, hoy lo cambio por el, “amiga, yo te escucho”.

—¿No le parece que eso es retroceder con todo lo que ha logrado en ese sentido el movimiento feminista?

—Es que no se pueden ni deben hacer acusaciones al voleo. Hay un montón de cabros jóvenes que han vivido eso.

—¿Cree que hay una diferencia entre cómo han abordado este tema las feministas jóvenes y las feministas más viejas?

—Las feministas jóvenes son súper activas, pero no han hecho un reconocimiento a las feministas viejas, a nuestra historia, cosa que nosotras sí nos vimos obligadas a hacer, antes cuando te hacías feminista nosotras nos preparábamos. Hace tiempo fuimos con la Margarita Pizarro a un encuentro de feministas jóvenes, y al final terminamos peleando porque no nos logramos entender. Bueno, son cosas que tienen que irse limando.

—Cuando usted apareció en el evento de clausura del Apruebo para el plebiscito, Twitter reventó de nuevo.

—Fue el “Caupolicanazo” y las fotos que se colgaron ahí casi todas eran mías. Cometí el error garrafal de subirme a bailar en el escenario “el violador eres tú”. Pasó que no había gente que se subiera y me dijeron “¡súbete!” y yo no lo pensé, solo lo hice . Yo estaba tan contenta, porque estaban mis fotos, estaba con la Fanny Pollarolo, con la Tere Valdés, con la Estela Ortiz, felices y disfrutando, y quedó la embarrada. Y claro, dijeron, qué hace ahí cantando esa canción. ¿Pero por qué no puedo, si yo no he violado a nadie? Bueno, esa es la cancelación, la búsqueda de anularte en todo. Que dejes de existir.

—¿Realmente cree que nunca trató mal a su asistente?

—No digo que nunca yo haya tratado mal a una persona, porque probablemente he tratado mal a personas producto del apuro o de que alguien que está enferma está sin mascarilla cerca de tu hija que no tiene defensas, pero maltratar como método, para ofender, para menoscabar, no, jamás. Yo cometí un error al decirle esclava blanca a mi asistente, le pedí disculpas y me las aceptó. Nunca tuve la intención de ofender. Lo que ella hizo después con la información, con lo que le dieron, porque aquí hay un complot para hacerme caer. Eso fue evidente: querían que yo renunciara a concejala.

—¿Qué ha sido lo más duro que le ha tocado vivir?

Hoy cuando pones Kena Lorenzini en Google lo que aparece es acosadora laboral y sexual. Y eso no se va a borrar, va a quedar ahí para siempre. Antes ponía mi nombre y salían cosas como feminista histórica o mis fotos. Hoy no. Así son las cosas. Hay gente que dice qué mal por tu hija, pero para mí eso no es problema, porque ella sabe quién soy y la gente que me conoce también. Pero es algo que tengo que aceptar nomás.


 

Bienvenida a las feminazis al mundo masculino “tóxico”, especialmente de los ejecutivos, donde tienes que estar siempre en una reunión con una mujer con otra persona de confianza tuya para que sea testigo de cualquier acusación de acoso, o caminar por huevos cuando de hablar a mujeres o diversidades sexuales o cualquier minoría se trate. Y en secreto andar con una grabadora para tener pruebas concretas contra acusaciones infundadas si se da el caso de una reunión privada.

Porque ahora las palabras constituyen agravio penalizable, y no la intención en ellas que se traduzcan en acción.

Eso es lo que provocaron los progres y su cultura de la cancelación de la que de seguro fue parte integral esta feminista rancia.

Antes podías decir, negro, guatón, chico, pelado, hueco, marica, cagón (pussy en inglés todas las últimas) y cualquier otro adjetivo que se te ocurriera porque las palabras no eran lo que ofendía, tenía que ir acompañado del contexto y la inflexión o agresividad.

O podías tirar una talla como la que dice que le tiró a su empleada, o en el lenguaje corporativo actual de piel de cristal, colaboradora, porque se pueden ofender si les dicen trabajadores o empleados. Y tendería a creerle, porque como son feministas y piensan, o pensaban, que eran inmunes a todo lo que dijeran solo por serlo, probablemente no tenía la costumbre de ser extremadamente cuidadosos con las palabras que tuvieron que adoptar a marchas forzadas todos los cis patriarcales blancos a cargo de gente, y tomaron ventaja de ella por esa falta de visión cis patriarcal…

La única pregunta que a uno le queda, después de este proceso de ahuevonamiento generalizado progre y feminista de cuarta ola, en particular de los últimos años, es si volveremos a cierto grado de normalidad donde puedes expresarte libremente sin que tus palabras, o peor aún la de otros, sean asociadas a intención, y eso a acción, y por ello delito, sin un juicio justo, solo hay que creerle a las víctimas para conformar un caso y ya está, no necesitamos ni pruebas ni testigos, ni motivos, ni nada, que es la marca de las dictaduras, castigar por sospecha, y que es el régimen de facto que trajeron los progres a la sociedad.

Dejemos a Edward Gibbon que explique este fenómeno en la caída del imperio romano a cargo de Cómodus…yep… el de Gladiador… y si, existió.

Las distinciones de todo tipo pronto se convirtieron en criminales. La posesión de riquezas estimuló la diligencia de los delatores; la virtud rígida implicaba una censura tácita de las irregularidades de Cómodo; los servicios importantes implicaban una peligrosa superioridad de mérito; y la amistad del padre aseguraba siempre la aversión del hijo. La sospecha equivalía a la prueba; juicio a la condenación. La ejecución de un senador considerable estuvo acompañada de la muerte de todos los que pudieran lamentar o vengar su destino; y cuando Commodus probó una vez la sangre humana, se volvió incapaz de tener piedad o remordimiento

ALWAYS WAS…

ALWAYS WILL BE…

Creo que estamos volviendo a la normalidad, de a poco, donde discriminación, acoso, violación, racista, fascista, homofóbico, misógino o sexista dejen de ser términos que pierden todo valor porque los progres lo ocupan en cualquier contexto y para todo lo que a ellos no les gusta o les molesta para denostar o destruir reputación, y vuelvan a significar lo que realmente están destinados a significar que es un ACTO real grave.

El Capitán América lo explica mejor.

Trivializaron tanto los términos que ahora no significan nada y como estamos en el proceso inverso al progrerío, se van a pasar por alto tal vez casos reales graves por ese hecho.

Pero no hay nada que hacer. Los ciclos son los ciclos. Ya tuvieron el suyo los progres, ahora se las tienen que comer callados. O gritando y pataleando. NOBODY GIVES A SHIT ABOUT IT…

1 comentario:

  1. Lamentablemente lo que tú dices Adyaner a veces suele pasar cuando por ejemplo una chica de 16 pololea con un chico de 18 y este no es del gusto de los padres de la chica, aún habiendo consentimiento válido por ambos pololos, y esto se hace aún más frecuente en otras edades, pero menos habitual en general cuando una chica de 14 o 15 años pololea con uno de por ejemplo 21 y sin polemizar, si la ley dice que el consentimiento es a los 14 en Chile y los pololos se aman y se consienten dentro de las leyes o la edad legal, eso ya no es problema de que un pololo/a mayor de edad quiera según algunos pasarse de listo, para algo están las leyes, y si un hombre o una mujer recién madura totalmente a los 25 o incluso hasta los 43 en el caso de los hombres, ¿para qué vamos a modificar la edad de consentimiento? si en Chile al menos son muy pocos los adolescentes que alcanzan cierta madurez a los 16, yo diría que recién la alcanzan a los 18, prueba de aquello es que nuestras selecciones Sub-17 y Sub-20 de fútbol, tanto masculino como femenino han Sido fracasos, ya sea por desconcentraciones o errores "infantiles" con el balón, aunque también exacerbado por el amateurismo, por la falta de entrenamiento, de roce, o por culpa de la liga chilena que es muy débil.

    Y después el pobre o la pobre debe pasar hasta 6 meses encerrad0 hasta que se comprueba que fue klumniad0.

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