El caso de la Clínica Sierra Bella es digno de análisis. Y si bien no es el único, y siempre podrá sostenerse que la alcaldesa obró de buena fe, no puede negarse que el asunto tiene aspecto de fraude, de malgasto, de sablazo deliberado, de sinvergüenzura.
No es un caso tan flagrante como el de Raúl Torrealba, a quien, a decir verdad, se le ha tratado con inexplicable delicadeza a pesar de la fea apariencia que posee lo que se le imputa. Si la alcaldesa comunista estuvo a punto de malgastar los recursos municipales, al exalcalde de derecha se le imputa habérselos apropiado.
De acuerdo; pero eso no debe impedir hacer el escrutinio de lo que ha ocurrido en Santiago.
Y en todo ello, no vale la pena negarlo, la alcaldesa tiene responsabilidad política, es decir, no puede lavarse las manos.
Ella puede argüir, y lo más probable es que sea cierto, que no supo que los tasadores de la clínica fabularon el precio; que sus asesores, y no ella, fueron negligentes a la hora de verificar si el precio estaba en los niveles del mercado; que los integrantes del Concejo no sirven para nada porque mostraron ser capaces de comulgar con ruedas de carreta; que sus funcionarios no hicieron lo más mínimo para cerciorarse de que no se tramaba un fraude, o que mal interpretaron sus instrucciones y creyeron que consultar el mercado era un despreciable acto neoliberal.
Todo eso es posible y por hipótesis podría aceptarse.
Lo que no puede admitirse, ni siquiera por hipótesis, es que ella carezca de responsabilidad.
Y sin embargo, ella parece creerlo al extremo que su actitud denota una cierta negación de los hechos.
Con inconmovible sonrisa o algo que parecía serlo, explicó que “no se ha gastado ningún peso del municipio”. Y es cierto. Pero eso solo prueba que el sablazo o el timo —fuere quien fuere el que quiso cometerlo— se frustró. Su argumento, guardando las inconmensurables distancias, es tan absurdo como el de quien no logra matar a su vecino porque, a pesar de apuntarle, un pájaro se interpuso en la trayectoria de la bala. Y que luego, llevado al juicio, declarara: ¡no se observa la razón de tanto escándalo, aquí no ha muerto nadie! ¡He cuidado con esmero la vida de mi vecino y la prueba está en que sigue vivo! La alcaldesa está haciendo un argumento tan absurdo como ese. La verdad es que el municipio bajo su conducción ideó el contrato, luego lo celebró y más tarde, incluso a pesar de las críticas y la incredulidad por el precio, se esforzó por demostrar que era correcto, que no había nada excesivo en él, que no existía ni siquiera la apariencia de una trampa, y trató de pagarlo hasta el extremo que se emitió un vale vista que si no se cobró es porque fue incautado por la Fiscalía.
No se gastó hasta ahora ningún peso; pero no por voluntad de la alcaldesa, sino a pesar de ella, directa o indirectamente, como lo prueba que bajo su dirección se hicieron denodados esfuerzos por pagarlo.
Es explicable que ahora la alcaldesa esté haciendo de la necesidad virtud y la misma porfía que mostró para mantener un negocio a todas luces ruinoso para el municipio, la muestre ahora para distribuir querellas, instruir sumarios, despedir asesores, culpar a los tasadores y negar lo feo de todo este asunto que la desprestigia a ella y a quienes la asesoran. Todo eso es explicable. Pero es demasiado obvio que se trata de una actitud apenas encubridora de una increíble falta de cuidado, de una ceguera frente a un negocio que se objetó por semanas, una y otra vez, sin que ella hiciera nada por detenerlo hasta que la Contraloría la obligó a no pagar ni un peso, lo mismo que ahora ella exhibe, de manera absurda, como prueba de virtud funcionaria.
Ya era suficientemente grave lo que está ocurriendo en Santiago con la basura en las calles, la fritanga por doquier, los rucos apenas disimulados, las incivilidades flagrantes y el despoblamiento del centro, donde, de seguir así, solo quedará La Moneda y poco más, como para ahora descubrir que quienes están a cargo de la municipalidad son proclives a trampas, timos y sablazos o ingenuos que incurren fácilmente en ellos. Es cierto que la alcaldesa no tiene toda la responsabilidad en eso que ocurre en la comuna; pero hoy tiene la responsabilidad de hacerle frente, sobre todo si se recuerda que ella alentó con sus palabras que las veredas se convirtieran en un mercadillo, un persa o un ferial, cuando, con ese buenismo de joven burguesa devenida en revolucionaria, llamó a democratizar las calles. Con el negocio de Sierra Bella puede decirse lo mismo. Acéptese que no tuvo responsabilidad en su diseño, pero la tuvo al cerrar los ojos, desechar las objeciones, no detenerlo y porfiar para pagarlo.
Lo que ha ocurrido ahora no se apaga ni con una declaración, ni una mera negación ni una indignación tardía. Requiere una explicación, la respuesta a una simple pregunta: ¿Cómo fue posible que hiciera oídos sordos a quienes la alertaron acerca del negocio que ahora la Contraloría ordenó detener?
En términos generales, el alcalde es lo más cercano a la gestión directa sobre las necesidades diarias y de piso de la gente que se va a poder ver. Y es un zoom directo a lo que puedes esperar de lo que representan en su tendencia política.
Torrealba, con muchos recursos disponibles, gestión de ellos adecuada para las necesidades de la comuna, y pegando manotazos o la suposición muy fundada.
Hassler, horrenda gestión, y pegando manotazos o la suposición muy fundada de que lo hace. Jadue igual. Y Sharpo.
A cual prefieres?…
Porque pensar que no va a existir corrupción, o manotazos, de una u otra forma es casi tan ingenuo como pensar que los narcisos lo iban a hacer bien y tenían buenas intenciones.
Yo prefiero alguien que cubra con eficacia y eficiencia medida en uso de recursos las necesidades de la comuna. Si se pega un manotazo por aquí o por allá, o coloca un pariente en algún lado, le da el negocio a uno sin que sea mula, o financia un viaje a Tailandia o whatever, meh. Es parte de llegar al poder, incluso sin la intención de la corrupción, simplemente por el hecho de llevar gente de confianza o considerar que una comida o un viaje no es nada.
Pasa lo mismo en las empresas. Si rindes algún almuerzo personal o un viaje o lo que sea que no tenga que ver con un gasto de empresas, que es corrupción en estricto rigor, pero consideran los dueños que le generas valor, hasta se enojan porque no lo hagas. Porqué diablos no rendiste esas comidas o salidas?…
Lo imperdonable es ser charcha y corrupto, o barza, en los gastos.
Que es justo el pecado de Hassler. Si tuviera todas las calles limpias sin delincuencia, los colegios emblemáticos funcionando a 12 cilindros sin protestas ni nada, esto habría pasado absolutamente colado, como fue el caso de Torrealba hasta su salida.
Para pasar gastos mulas o personales y no relacionados a la gestión directa, primero tienes que generarle valor distintivo a quienes los pagan. Si es así, no les va a importar. Es más, se van a enojar si no lo haces porque supondrán que te vas a ir a un lugar donde te lo permitan y hasta te lo ofrezcan. El costo de mantenerte contento con esas pequeñas “escapadas” es mínimo en comparación a perderte y buscar otro en el que poder generar confianza de nuevo.
Esta pasada de cuenta a Hassler en particular y a los narcisos en general es porque son podridos de pencas en la gestión y ejecución. Y les caen como patada en la guata a todos ahora por haber pontificado que eran extraordinarios en ello.
SIMPLE AS THAT…
Con tantas discrepancias de criterio, de este pseudo intelectual de derecha, ya debiera cambiarse de bando
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