10 julio, 2023

Columna de Daniel Matamala: Marcas bautismales

@latercera

El 11 de septiembre de 1973, quienes habían acompañado al Presidente Allende en sus últimas horas en La Moneda se entregaron a los militares que bombardeaban el edificio símbolo de la moribunda democracia chilena.

Veinticuatro de ellos fueron torturados por dos días antes de ser ejecutados, y sus cuerpos, desaparecidos.

Los médicos Enrique Paris, Georges Klein y Héctor Pincheira, el sociólogo Claudio Jimeno, el ex gerente del Banco Central Jaime Barrios y el intendente de Palacio Enrique Huerta fueron algunos de los asesinados.

Ese mismo 11 de septiembre, en distintos puntos del país, desaparecieron, entre otros, el contador Guillermo Arenas y el dirigente sindical Iván Miranda. En las 24 horas siguientes fueron asesinados el instalador sanitario Benito Torres, el dirigente sindical Tito Kunze, el chofer de la embajada de la RDA Drago Gojanovic, la funcionaria de la Universidad Técnica Marta Vallejo y el reportero gráfico Hugo Araya.

El estudiante de 14 años de edad Luis Retamal fue ultimado por agentes del Estado dentro de su propia casa. Los exiliados uruguayos Alberto Fontela y Juan Cendán, el ingeniero brasileño Tulio Quintiniano, el suplementero Luis Marchant, y el relacionador público Ernesto Traubmann fueron secuestrados y desaparecidos.

Mientras los escombros de La Moneda aún humeaban, el músico Víctor Jara, el director de Prisiones Littré Quiroga y muchos otros fueron torturados y ejecutados. Sus muertes fueron disfrazadas con mentiras. De Quiroga, la dictadura dijo que “fue muerto por delincuentes habituales”. De Jara, que “murió por acciones de francotiradores”.

Podríamos seguir por páginas y páginas listando las historias del horror. Pero el punto está hecho: desde el primer minuto de su toma del poder, la dictadura estableció la muerte, la sangre y la crueldad como sus marcas bautismales.

El golpe fue un acto de brutalidad extrema. El Palacio de La Moneda y la residencia presidencial de Tomás Moro fueron bombardeados múltiples veces, en misiones de exterminio contra el Presidente Allende y su familia. “Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país. Pero el avión se cae, viejo, cuando vaya volando”, dictaba Pinochet al general Carvajal, refiriéndose a Allende, el superior jerárquico a quien tan obsequiosamente había tratado hasta unas horas antes.

El horror se desató de inmediato.

Así lo reconoció días después del golpe Jaime Guzmán. En una carta a los líderes golpistas definió el bombardeo de La Moneda, las ejecuciones sumarias y otros actos de violencia como “la quema de las naves de Cortés”. Guzmán les advirtió que esos crímenes serían juzgados “relativamente pronto de acuerdo a criterios democráticos (… y) no serían fáciles de defender si la Junta solo representara un paréntesis histórico”.

A la luz de estos hechos, ¿puede separarse el golpe del 11 de septiembre de las violaciones a los Derechos Humanos, como si fueran hechos independientes?

Evidentemente no.

Por eso, las declaraciones de Patricio Fernández fueron un error. “Lo que podríamos intentar acordar es que sucesos posteriores a ese golpe son inaceptables en cualquier pacto civilizatorio”, señaló el entonces coordinador de la conmemoración de los 50 años, distinguiendo entre el hecho mismo del golpe y los “sucesos posteriores”.

Pero en un pacto civilizatorio, destruir la democracia a sangre y fuego es en sí inaceptable. No existe un golpe sin violación de derechos humanos, y menos uno tan brutal como el del 11 de septiembre.

Eso no borra, por cierto, la necesidad de un debate crítico sobre los hechos previos al golpe, incluyendo la responsabilidad en ellos de la izquierda, la UP y el propio Allende. Pero entender no es avalar. Explicar no es justificar. Dar contexto no es incluir al golpe dentro de ese “pacto civilizatorio” de quienes nos consideramos demócratas.

En estos días han resurgido discursos que buscan justificar el 11. Se cita una resolución de la Cámara de Diputados, siendo que la única manera legal de destituir al Presidente era mediante un juicio político que no se realizó. Se recuerdan las palabras de Frei y otros líderes de la DC, como si el error histórico de quienes confiaban en una pronta restauración democrática fuera aún argumento medio siglo después.

Se repite que el golpe tuvo apoyo popular. Ello es imposible de verificar: fue una masacre, no un plebiscito. Pero aun si hubiera sido así, ello no quita que, 50 años después, el Estado de Chile deba tener una postura inequívoca al respecto.

La esclavitud en los estados confederados y el ascenso de Hitler fueron populares en su momento, y no por ello hoy Estados Unidos y Alemania relativizan su horror. Las causas de la esclavitud y el nazismo se explican, por cierto, pero partiendo desde una inequívoca condena ética.

Los diarios de estos días vienen repletos de columnas, entrevistas y editoriales acusando “cancelación” y censura por las críticas a Fernández. Las quejas de los supuestamente “silenciados” se despliegan en portadas y a página completa, contradiciendo desde su propia presentación su contenido.

El derecho a opinar es sagrado, como también lo es el derecho de otras personas a discrepar públicamente de esas opiniones. Y los cargos en el Estado están unidos a la responsabilidad: cuando se opina desde un puesto político de relevancia, esas declaraciones pueden tener consecuencias.

El Estado chileno no puede ser neutral sobre el golpe. La destrucción de la democracia es inaceptable, tanto hace medio siglo como hoy. Ese consenso es la única manera de construir un futuro compartido, en democracia y en paz.

Y es el respeto que merecen las memorias de Jara y Quiroga, de Paris y Jimeno, y de tantos otros para quienes el horror con que nacía la dictadura llegó de inmediato, sin tiempo para disquisiciones falaces entre el golpe y los hechos “posteriores”.


SIGH…

USA

“Yo juro o afirmo solemnemente que apoyaré y defenderé la Constitución de los EE.UU. contra todos sus enemigos, extranjeros y nacionales; que expresaré auténtica lealtad a la misma; y que obedeceré las órdenes del Presidente del país, así como los dictámenes de mis superiores, de acuerdo a las normativas y al Código de Justicia Militar. Así que, ayúdame, Dios” (US Code, 2011).

CHILE

“Yo (nombre y grado), juro por Dios y por esta bandera, servir fielmente a mi patria, ya sea en mar, en tierra o en cualquier lugar, hasta rendir la vida si fuese necesario; cumplir con mis deberes y obligaciones militares, conforme a las leyes y reglamentos vigentes; obedecer con prontitud y puntualidad las órdenes de mis superiores; y poner todo empeño en ser un soldado valiente, honrado y amante de mi patria”.

Servir a la constitución y a la patria no es servir al gobierno.

Es servir a la gente, a la que se supone deben proteger, de enemigos externos e internos.

Hay una falacia original en toda la argumentación de la izquierda e izquierda radical en el último tiempo. Eso es el PC y sus tontos útiles por supuesto.

Esa falacia es:

Es ilegitimo derrocar a un gobierno democrático.

Because…

Es tramposo Matamala en esta con lo de Hitler…

El verdadero argumento atingente a este caso sería que todos los intentos de derrocar y asesinar a Hitler por parte de disidencias alemanas fueron ilegítimos e injustificados según el argumento de la izquierda Chilena.

Porque…

Los nazis eran un gobierno democrático en su origen…que hizo lo que hizo…pero de todas maneras no eran justificables los intentos de golpes de estados y asesinatos, de nuevo, según la lógica matamalesca…

WHAT ABOUT THAT?…

so…

NUFF SAID…

En hablar huevadas. Y torcerlas a conveniencia…

WE THE PEOPLE tenemos el derecho de sacar a patadas en la raja a un gobierno, en cualquier forma que se presente, si deja de velar por los intereses comunes y se transforma en enemigo de WE THE PEOPLE.

Y el gobierno de Allende se transformó en eso para la ENORME mayoría. Es cosa de leer historia. El puto peor gobierno de la historia de Chile bajo absolutamente todas las métricas objetivas con el que se quieran medir. Si no, no habría existido el golpe. Tampoco habría sacado un 45% el SI para prolongar una dictadura por 6 años después de 15. En ese escenario, fácil debe haber tenido un 70% de apoyo el golpe o al menos sacar a Allende y terminar con la UP.

Si llegamos a ese punto, que llegamos, no iba a ser bonito. Y los responsables de llegar a ese punto son los políticos. TODOS.

Una democracia no está exenta de eso, porque no está exenta de la corrupción del poder. Y por ende caer en categoría de enemigo interno del pueblo.

SIMPLE AS THAT…

Lo comentado antes, la falacia original de este argumento es que, porque un gobierno es democrático en origen, no puede ser terminado, especialmente de una manera violenta, si no existe otra alternativa.

Si eso fuese cierto no habrían revoluciones sobre gobiernos democráticos, o serían excepciones

https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_coups_and_coup_attempts#:~:text=Brazilian%20Revolution%20of%201930%3A%20An,Augusto%20B.%20Legu%C3%ADa%20y%20Salcedo.

Acá la lista…

La excepción es que una democracia dure mucho tiempo y termine constitucionalmente, viendo esa lista.

El golpe de estado en Chile no tiene nada de excepcional. Para ningún lado. Es igual, puntos más o menos, a todos los golpes de la historia. Y muy igual a los de Latinoamérica de esa época al contrario de los que expresa Matamala y la mitología que han impuesto los de la izquierda, y en buena parte la derecha también. Tal vez lo único novedoso sea el bombardeo a la moneda con aviones en vez de tanques.

Lo único excepcional del golpe y el periodo posterior es que Pinochet entregó el poder voluntariamente. Y eso hace TODA la diferencia.

Sería.

Es lamentable llegar a ese punto?

Obvio.

Era evitable?… quien sabe. En hacer teorías huevonas sobre cosas que no pasaron.

Lo más probable es suponer que no.

Además…

No entiendo la complicación de la gente de derecha con esto.

Condenan el golpe?

ehhh…eehhh…ehhh…

Retards…

Nop. Condenamos los abusos y violaciones de los derechos humanos a raíz de él, y que fueron directo resultado de los que se provocaron en el gobierno de Allende y que generó las condiciones para una revuelta constitucional y finalmente un golpe de estado. Un gobierno no tiene el derecho de horadar todas las instituciones del país solo por haber sido electo democráticamente y pensar que por ello tiene completa inmunidad, tanto como una dictadura no tiene el derecho a abusar tiránicamente del poder.

Hasta cuando van a caer en esa trampa?

Llevan 40 años y siguen cayendo.

Suckers.

A nadie le importa ya.

Repeat after me…

Condenan el golpe…

NO…

SIMPLE AS THAT…

Son derecha. Y sus votantes DONT GIVE A SHIT. Los votantes de centro y centro izquierda…DONT GIVE A SHIT…

Y los de izquierda…WHO GIVES A SHIT?…

Hasta cuando van a estar preocupados de lo que piensan en la izquierda de esto?…especialmente después del 4S y del 7M?

3 comentarios:

  1. Ojalá a este oportunista Matamala se le acabe pronto su teta. Es increíble que te paguen por hablar huevadas.

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  2. La diputada Neivilan lo entendio hace rato y a dejado dando vuelta en circulos a todos los de izquierda….

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  3. grande adyanerchet!
    nn

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