01 febrero, 2015

Chilenos más pobres captan el 41% de sus ingresos del Estado, y la pobreza total subiría a 18,4% si no existieran subsidios

 

@EyN

¿El mercado, el Estado o los dos? Esa es la pregunta que políticos y académicos tratan de responder cuando aún no se afinan los primeros cruces de datos para entender qué es lo que están revelando las cifras que arrojó la Encuesta de Caracterización Socioeconómica (Casen), entregados hace ocho días.

Para unos, la disminución de la pobreza de 29,1% a 14,4% de la población entre 2006 y 2013 -datos que se observan considerando la nueva metodología de mediación- responde fundamentalmente a la extraordinaria capacidad que mostró el mercado laboral para generar empleos y mejorar las remuneraciones durante los últimos años. Prueba de ello, señalan, es que entre 2006 y 2013, los ingresos provenientes del trabajo aumentaron 16,2% en términos reales a nivel país.

Para otros, el rol crucial lo jugó el Estado y sus políticas redistributivas focalizadas en los segmentos más pobres de la población, los que, según las cifras, no vieron mejorar sustantivamente sus condiciones salariales.

En este período, las transferencias estatales crecieron 141,94%, salto que se evidenció de manera más clara durante 2009, cuando el primer gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet impulsó un agresivo plan para paliar los efectos de la crisis financiera internacional.

Ese año, el desempleo se empinó por sobre el 11% y el Gobierno decidió echar mano al Fondo de Estabilización Económica y Social (FEES). Ese fondo contaba con US$ 20.210 millones en enero de 2009 y, debido a los giros para financiar el plan fiscal, se redujo a US$ 13.709 millones en menos de un año.

Ingresos propios versus subsidios

Más allá de dónde se quieran poner los énfasis -en el rol del mercado o del Estado- si los subsidios no estuvieran presentes, las cifras de pobreza en Chile serían otras. Según el economista del PNUD, Osvaldo Larrañaga, si no se consideraran las transferencias fiscales -programa de Ingreso Ético Familiar y Pensión Básica Solidaria, entre otros planes-, el porcentaje de personas pobres pasaría del 14,4% que mostró la Encuesta 2013 a 18,4%, mientras que el porcentaje de personas en situación de extrema pobreza crecería de 3,9% a 7,5%, es decir, casi el doble.

Esto, siempre y cuando se tratara de una situación estática, puesto que ante la ausencia de subsidios, un grupo indeterminado de familias aumentaría su capacidad para generar sus propios ingresos: "La vida real es más complicada y, en caso de ausencia de transferencias estatales, hay mucha gente que estaría generando más ingresos de alguna u otra manera, por lo que la tasa de pobreza no subiría en la misma magnitud", afirma Larrañaga, quien explica que este ejercicio asume que, ante la falta de subsidios, los demás ingresos de los hogares serían los mismos que ahora.

En los segmentos más pobres de la sociedad, cuatro de cada diez pesos que recibe una familia provienen del Estado, equivalentes a $64.404 mensuales. El promedio nacional, en cambio, es de solo $22.327 mensuales.

Además, los ingresos generados por el trabajo propio suelen crecer menos que la media. En el 10% más pobre de la población, las remuneraciones crecieron 8,12% entre 2011 y 2013, cifra que contrasta con el promedio nacional, que es de 15,54%.

Esta mirada, en todo caso, no es compartida en el Gobierno. "Que el pobre prefiere vivir de subsidios estatales en lugar de trabajar para generar ingresos es una concepción que no se ajusta a la realidad", afirma categóricamente la ministra de Desarrollo Social, María Fernanda Villegas.

Entre 2006 y 2009 los salarios casi no crecen, los subsidios sí

La Casen revela que durante el primer gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet los ingresos provenientes del trabajo propio casi no crecieron, mientras que los subsidios sí. Una situación inversa se dio durante la administración del Presidente Sebastián Piñera.

Entre la encuesta Casen de 2006 y la de 2011, los ingresos provenientes del trabajo crecieron 0,55%, mientras que los subsidios se expandieron 96%. Entre 2011 y 2013, en cambio, el orden de los factores fue otro: los ingresos provenientes del trabajo crecieron 15,5% y los subsidios directos, 23%.

Según la investigadora de Libertad y Desarrollo Alejandra Candia, esta situación no es trivial: "Claramente, hay que generar una salida de la situación de pobreza que radique en la capacidad de las personas para generar ingresos y no en la capacidad del Estado para ayudarlas. Para eso, hay que atacar las barreras que enfrentan las personas más vulnerables para generar ingresos: falta de capital humano y de capacitación", señala Candia.

Refuerza, además, la idea de que el crecimiento económico tiene efectos en todos los segmentos de la sociedad, con algunas distinciones: "Los ingresos del trabajo aumentan menos en algunos deciles, pero no nos perdamos: los ingresos del trabajo aumentan para todos".

En la misma línea, el ex ministro de Desarrollo Social de la administración Piñera, Felipe Kast, considera que las cifras están dando cuenta de las ventajas del crecimiento y la focalización del gasto por encima del asistencialismo: "Tuvimos un gran acierto al implementar un esquema de transferencias condicionadas, principalmente con el subsidio al empleo de la mujer, que era parte del Ingreso Ético Familiar. Eso no es asistencialismo", señala.

El Ingreso Ético Familiar, promulgado en mayo de 2012, consiste en una batería de beneficios condicionados, que cubren a 170 mil familias pobres. Entre sus principales transferencias, contempla un premio a la inserción laboral femenina, equivalente al 20% de su sueldo. Este beneficio cubre a las mujeres pertenecientes al 30% más pobre.

María Fernanda Villegas:"Difícilmente se puede asegurar que alguien prefiera dejar de trabajar"

El peso del trabajo propio como fuente de ingresos disminuyó entre 2006 y 2013, pasando de 85,2% a 83,1%. Incluso en el decil más rico, hay transferencias estatales, originadas de la reforma previsional que creó la pensión básica solidaria y que tiene un costo para el Estado de US$ 1.771 millones al año.

Pese a esto, la ministra de Desarrollo Social, María Fernanda Villegas, descarta que la mayor incidencia del Estado en los ingresos de las personas opere como un desincentivo a la generación de ingresos propios o a la inserción laboral de los grupos más vulnerables: "Difícilmente se puede asegurar que alguien prefiera dejar de trabajar para sustentar a toda una familia con esa cantidad de dinero ($64.404 mensuales, el promedio que reciben las familias más pobres). Contra todo prejuicio instalado, una buena parte de las personas en situación de calle, por ejemplo, desarrolla algún tipo de actividad económica y percibe ingresos de ese trabajo", afirma.

Además, señala que, si bien los subsidios aumentan más que los ingresos propios, su participación en el ingreso total todavía es menor que los ingresos autónomos: "Muchos hogares dependen del Estado para alcanzar un mínimo nivel de vida aceptable, pero decir que les resulta indiferente lo que sucede en el mercado laboral, no es así", indica.

Discrepo. Si los subsidios son superiores a los ingresos equivalentes por trabajar, entonces no existe ningún incentivo para buscar empleo. El trabajo es un medio para un fin. Que es obtener ingresos para vivir.

La única forma en que se produzca un incentivo positivo es que el mercado ofrezca sustancialmente mejores ingresos por trabajo de lo que se obtendría por subsidios.

Y para eso debe suceder que la demanda por trabajadores sea superior a la oferta. Es decir pleno empleo. En esas condiciones, aún gente sin ninguna educación recibe ingresos sustancialmente mejores que lo que lo haría en épocas sin restricción de mano de obra., como por ejemplo los temporeros.

Esa es la forma en que el gobierno debe ayudar a la gente de menores recursos. Ofreciendo la posibilidad de que pueda encontrar trabajos dignos y con ingresos que permitan vivir sin subvenciones, al menos no directas. Nadie en la industria minera estaba preocupado por una mejor educación de los trabajadores en los años de boom. Se los educaba y formaba internamente en las empresas, particularmente las internacionales.

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