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Según un estudio elaborado por la Cátedra Unesco sobre Inclusión en Educación Superior Universitaria de la U. de Santiago, Chile pierde US$ 780 millones ( $ 545 mil millones) al año en financiar las carreras a alumnos que desertan. Y según el académico Francisco Javier Gil, quien lideró el equipo investigativo, dos tercios de esos recursos corresponden a recursos “malgastados” por las familias y el resto son aportes del Estado (ver infografía).
El informe advierte que sin mejoras radicales en los sistemas de acceso a la educación terciaria, la gratuidad no tendrá los efectos de bien común esperados y Chile continuará malgastando del orden de US$ 780 millones anuales en financiar la educación universitaria de postulantes que no concluyen sus carreras.
Esta cifra podría incrementarse, explicó Gil, si se mantiene la política de gratuidad utilizando la Prueba de Selección Universitaria (PSU) como principal mecanismo de predicción del posible éxito académico de los postulantes. La tendencia, dijo, debiera ser considerar otros factores, principalmente en relación a los resultados que los estudiantes tuvieron en su etapa de educación secundaria.
“Si no se hace una mejora radical del sistema de admisión introduciendo la trayectoria escolar de los postulantes, el país va a seguir perdiendo recursos y quizás más con la política de gratuidad”, indicó el académico.
Con el ingreso del proyecto de reforma se confirmó que el actual Sistema Unico de Admisión (SUA), será reemplazado por un Sistema Común de Acceso a las Instituciones de Educación Superior, de acuerdo al artículo 12 del texto que ya está en tramitación.
En Chile, la deserción promedio del sistema de educación superior es del 27,9%, según el último estudio sobre retención elaborado por el Servicio de Información de Educación Superior del Mineduc (Sies). Este problema, según los expertos, se puede resolver aplicando un conjunto de mecanismos que tienen que ver con modificar la forma de selección, establecer programas de apoyo para los alumnos en los primeros años de ingreso a la educación superior y cambiar la estructura de los programas.
Para el académico de la Facultad de Educación de la Universidad Católica, Ernesto Treviño, quien también trabajó en el documento, uno de los problemas es que, debido a la estructura que tiene el actual sistema, en Chile “los estudiantes se ven obligados desde muy jóvenes a elegir una carrera definitiva, a diferencia de otros países donde van a bachilleratos, van probando cursos y definen su camino estando dentro de la universidad”.
Treviño explicó también que la forma cómo se selecciona a los estudiantes es una dificultad, porque todo el peso queda en la PSU y no se priorizan otros factores como el desempeño escolar.
Y un tercer factor que contribuye a la deserción es que el pago de aranceles genera una barrera financiera. “Esto se intenta corregir con la gratuidad, pero si no se resuelven los otros problemas esta política podría implicar que más alumnos se demoren más de lo planificado en sus carreras y terminen endeudados”, indicó Treviño.
La directora de la oficina de Equidad e Inclusión de la Universidad de Chile, Maribel Mora Curriao, señaló que el futuro mecanismo de acceso tiene que ser inclusivo para personas de distintos grupos sociales, de pueblos indígenas, con discapacidad. Y además “contar con instrumentos de apoyo durante la carrera que deberían implementar las universidades”. Esto, dijo, “porque una parte del proceso de inclusión es el acceso, que no garantiza necesariamente que los estudiantes puedan egresar de una carrera y se necesita cubrir las brechas que el sistema escolar no ha cubierto”.
Gratuidad
La propuesta de los nueve investigadores que participaron en este trabajo, también apunta a que “lo responsable sería que Chile opte por una educación superior con gratuidad y universal, para los estudiantes que al egresar de la educación secundaria lo hagan con promedios de notas en el 15% superior del ranking con independencia de los ingresos familiares”.
Además, se debería aplicar que los requisitos académicos para acceder a las ayudas estudiantiles -becas y créditos- destinadas al 85% restante, sean los mismos que utilizan las instituciones para acceder a las vacantes”.
La economista de la Universidad Diego Portales, Claudia Sanhueza, indicó que “actualmente el sistema no se está haciendo cargo del malgasto de los recursos fiscales y de las familias, porque todas las decisiones están en el plano individual y no hay regulaciones para que las instituciones se hagan cargo del problema de la deserción, ahora aparece sólo como un tema del estudiante”.
Sanhueza dijo también que el sistema de acceso “es desordenado, porque hay algunas universidades que tienen un mecanismo de admisión con reglas transparentes, pero otras aceptan a cualquier tipo de alumno sin hacerse cargo de contar con planes de nivelación”.
Otras recomendaciones del estudio apuntan a establecer medidas en relación a que los estudiantes que sean beneficiados con la gratuidad retribuyan al país de alguna forma. Un mecanismo, dice el documento, podría ser trabajando, por un período establecido, en alguna institución pública o sin fines de lucro en localidades rurales, aisladas o carentes, donde se requieran profesionales del área. Una segunda manera sería mediante el pago de un impuesto a los ingresos, durante todo el período laboral.
También se propone al Ministerio de Educación incorporar en los procesos de acreditación de las instituciones, el puntaje ranking de notas promedio de su estudiantado como indicador de la calidad de los alumnos.
En realidad, si el costo de la educación es solventado por la familia, es una pérdida privada. Obviamente esto es lamentable, pero también es una decisión personal, o familiar, respecto del uso del capital, o deuda. Todos conocemos casos de estudiantes perpetuos, que se cambian de una a otra carrera nunca encontrando la verdadera vocación.
En rigor, la calidad de las instituciones superiores debería ser regulada de mejor manera, y el masivo marketing aterrizado a realidades de empleabilidad. Si son capaces de colocar sellos en todos los envases de alimentos ante obviedades como alto contenido en grasas saturadas en la mantequilla, también lo podrían colocar en carreras e instituciones con baja empleabilidad, bajos sueldos, o baja tasa de graduación. Probablemente eso entregaría más beneficios a la salud, sobre todo la mental, que este tema de los sellos en alimentos.
Pero el real problema para la sociedad como un todo, es que estos comportamientos sean financiados por el resto de nosotros vía impuestos.
Cuando uno no siente el peso de las decisiones en términos del costo, continúa tomándolas de manera liviana. Eso sucede a todo nivel.
El beneficio de una educación de alto nivel es, principalmente, individual. El beneficio social es como mucho, difícil de calcular. El personal es simple. Por lo tanto, cada individuo debería pagar por ese beneficio. No el resto.
Eso incluye los préstamos con garantía estatal. Eso es una subvención encubierta. Una subvención a alumnos malos e instituciones y carreras inservibles.
Es un tema complicado, de plantear y discutir. Principalmente cuando el crecimiento académico es visto, o publicitado, por estas mismas universidades, casi como el único camino de escalar socialmente. Por tanto todos, legítimamente, aspiran a seguir ese camino, que lamentablemente no es para todos, pero afortunadamente, tampoco es el único. Aunque esto no sea reconocido o potenciado.
Mientras el costo de las decisiones personales no sea asimilado completamente por quienes las toman, difícilmente podrá haber mejor calidad de educación, o de servicios para todos los efectos prácticos. Casi en todo orden de cosas, obtienes lo que pagas, directa o indirectamente. Si pagas cero, y percibes que tu decisión no tiene costo, eso es básicamente lo que en valor recibes relativo a alternativas de igual producto o servicio con otro precio. Alguien dirá que la educación en los países nórdicos es gratis y es de gran calidad. Para ellos, solo pregúntenle a los ciudadanos de esos países, si tienen la oportunidad, si se sienten pagando cero por esos servicios. Tip. No. Tienen muy claro cuanto pagan cada vez que llenan sus formas de pagos de impuestos a la renta. Y eso es MUCHO.
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