04 febrero, 2018

Las prioridades de las empresas en buenas prácticas


@latercera

Si hace unas décadas la frase que representaba la mayor motivación de las empresas grandes era el famoso “crecer o morir”, en el presente el sector empresarial se ha visto en la obligación de replantearse en términos de identidad y de cómo es visto por el resto de la sociedad. Y es que la proliferación, en los últimos años, de casos de empresas que han incurrido en diversos tipos de llamadas “malas prácticas” (colusión, fraudes, temas tributarios, etc.), sumado a una ciudadanía más empoderada, han ido deteriorando la imagen que, en general, se tiene del sector privado y, por ende, la de un tema sensible para la economía, como lo es la inversión.

A juicio de Paula Valenzuela, gerente general de la Fundación Generación Empresarial, “la caída de algunas organizaciones -producto de malas prácticas- ha generado un efecto dominó en el sector empresarial en su conjunto”. El diagnóstico de Valenzuela es concreto: estos actos irregulares han provocado que otras entidades que se esfuerzan por hacer lo correcto hayan terminado siendo invisibilizadas, provocando que la confianza ciudadana en el sector privado esté en sus niveles más bajos.

El nuevo rol de la ética

“Ante lo correcto o lo conveniente, hay que optar siempre por lo primero”, parece ser el nuevo lema para las empresas. La frase es del gerente general de Siemens, Juan Ignacio Díaz, quien reconoce que “ya no hay duda de que la ética debe ser el argumento central de todas las decisiones que se tomen en una empresa”.


Y es que a la ciudadanía ya no le importa tanto el ver “cuántas” ganancias tiene una empresa, sino el “cómo” las consigue.

Producto de estos diagnósticos es que Generación Empresarial desarrolló un estudio sobre cómo las empresas aplican las llamadas “buenas prácticas”, buscando explorar de qué manera las buenas intenciones se transforman en hechos a la hora de actuar en concreto.

El estudio, que consistió en una encuesta anónima a 32 empresas, hizo que éstas tuvieran que autoevaluarse respondiendo a preguntas sobre qué hacían en la práctica para elevar sus estándares éticos, y que al conocer los resultados pudieran comparar sus conductas con las demás compañías.

La buena noticia, destaca el informe, es que empresas de diferentes sectores y rubros no sólo aceptaron autoevaluarse y mirar sus fortalezas y debilidades, sino también se mostraron dispuestas a trabajar en conjunto por avanzar en aquellos flancos donde tienen menos conocimiento y práctica.

Al respecto, el gerente general de Transelec, una de las entidades participantes, Andrés Kuhlmann, indica que “en una sociedad cada vez más exigente con el mundo empresarial y más consciente de su empoderamiento, el desafío de mantener un buen relacionamiento con nuestros grupos de interés implica una tarea cada vez mayor”. Es por ello que Kuhlmann considera que iniciativas como ésta son fundamentales “para activar el trabajo colaborativo y nos ayudan a poner el foco en aquellos puntos que probadamente dan resultado, así como evitar errores que otros han cometido antes”.

Los puntos fuertes y débiles

El estudio de Generación Empresarial presentó a las compañías un listado de 16 categorías de “buenas prácticas”, pidiendo que señalaran en cuáles de ellas habían mostrado mejorías en el tiempo.

Casi la totalidad (96,88%) de las empresas declaró tener como prioridad la mejoría de sus gobiernos corporativos, ítem que específicamente se refiere a si éstos han impulsado una cultura ética y de mejores prácticas en las entidades.

En tanto, el ítem “código de ética” se refiere a si la compañía ha elaborado un código “que detalla claramente los comportamientos esperados, situaciones de cuidado y situaciones a evitar en temas de relación con la comunidad, cuidado del medioambiente, relación con colaboradores, clientes y proveedores, entre otros”. Un 90,63% de las entidades encuestadas declaró haber hecho mejoras en este aspecto.

Mismo porcentaje de compañías declaró haber realizado avances en la categoría “línea de denuncias”, que consulta a las empresas sobre la existencia de un canal para que se efectúen reportes anónimos y confidenciales que permitan detectar en forma temprana posibles transgresiones a las normativas, principios y buenas prácticas.

En tanto, el área en el que las compañías consultadas se mostraron más débiles fue “derechos humanos”, en la que sólo la mitad (50%) de las entidades declaró haber hecho mejoras en ese ámbito, que se relaciona con la aplicación y el conocimiento de los “Principios Rectores sobre las Empresas y los Derechos Humanos” de las Naciones Unidas.

Le sigue el ítem “libre competencia”, categoría en la que se preguntó a las compañías si poseen un programa o normativa de mejores prácticas en torno al tema. En este ámbito, sólo un 53,13% de las compañías respondió que sí.

Finalmente, en la categoría “relación con la comunidad”, se les consultó a las empresas si contaban con un programa de involucramiento con la comunidad, y si éste responde a un plan de desarrollo que tiene como foco la calidad de vida de ésta. Ante la pregunta, un 59,38% de las empresas contestó positivamente, siendo el tercer menor porcentaje.

En este ámbito, el presidente de Aguas Andinas, Guillermo Pickering, manifiesta la importancia de mejorar la relación con la sociedad civil, “tendiendo puentes hacia el gran desafío que tenemos de transparentar al máximo las mejores prácticas”.

En el resto de las categorías, un 87,5% declaró haber hecho avances en “capacitación”, un 84,38%, en “mejores prácticas respecto a sus colaboradores” y a posibles “conflictos de interés”. En tanto, un 81,25% dijo haber avanzado en “relación con proveedores” y en “determinación de responsables claros en la implementación de buenas prácticas”.

Consultadas por las “relaciones con sus clientes” y “con el sector público”, un 75% de las compañías manifestó haber tenido algún grado de avance; en tanto que un 65,63% declaró haber progresado en “la elaboración de un programa de autorregulación basado en las mejores prácticas empresariales” y un “sistema de control de impacto en el medioambiente”.

Por último, un 62,50% de los consultados señaló progresos en el ámbito de “manejo con grupos de interés”.

Grado de avance

En la segunda parte del estudio de Generación Empresarial, se pidió que, en cada categoría, las empresas que declararon tener mejores prácticas profundizaran en el grado de avance que habían tenido en concreto, consultando por una serie de políticas sugeridas por los encuestadores. Así, por ejemplo, a una empresa que afirmó que había experimentado avances en el ítem “gobiernos corporativos”, se le preguntó por medida más específicas, como si tenían programas de defensa de accionistas minoritarios o para evitar el uso de información privilegiada.

La categoría con mayor número de compañías que alcanzaron el “máximo nivel de cumplimiento” en las medidas que se les sugirieron fue “responsabilidad en la autorregulación” (se les consultó, por ejemplo, si quienes eran responsables de la supervisión reportan sus resultados a sus superiores), con 15 empresas. Le siguieron “código de ética” (se les consultó por los detalles que incorporan los códigos) y “línea de denuncia” (se preguntó si esta consideraba temáticas de derechos humanos, dignidad de las personas, riesgos relevantes para la actividad y normativas vigentes), ambas con 12 empresas.

En tanto, las dimensiones con menor número de empresas que alcanzaron el máximo cumplimiento en prácticas sugeridas fueron “programa de mejores prácticas corporativas”, “gobierno corporativo”, “derechos humanos” y “medioambiente”, todas, con tres empresas cada una.

Herramienta para mejoras

El informe tiene el objetivo de ser un mecanismo de autoevaluación, diseñado para guiar a las empresas en el proceso de implementación de prácticas que eleven sus estándares éticos, no sólo en la teoría.

El estudio concluye que “todas las empresas participantes tienen mucho que aprender del ejemplo de otras”.

Y es en esto en lo que coinciden todas las partes involucradas: mejorar a partir de la autocrítica. Así lo expresa el gerente general de VTR, Guillermo Ponce, que recalca la importancia y la necesidad de “avanzar hacia altos estándares empresariales, a partir de la colaboración y el aprendizaje de otras experiencias corporativas”.

Claramente este artículo hace alusión a las empresas grandes o corporaciones.

Y como en cada organización en la cual prolifera la burocracia, abundan dos cosas.

Corrupción y falta de creatividad.

En una empresa que recién nace o que es pequeña o mediana, las consideraciones éticas sobre el tratamiento de los clientes o el rol social no tiene mayor relevancia. Si jodes a un cliente, pierdes el negocio, así de simple. Porque en estos negocios la relación es más personalizada. Por lo tanto cumplir con la ética y las buenas prácticas es parte de la sobrevivencia.

En el caso de una corporación, la supervivencia es percibida de otra manera en las líneas de mando. Mantener el trabajo y los bonos es la consigna. Por lo tanto cuidar de la relación con el cliente básicamente pasa a segundo plano, a pesar de todos los eslóganes de lo contrario.

Y conociendo ejecutivos de alto rango de estas corporaciones de manera cercana, puedo decir que las consideraciones éticas valen cero si ellas se colocan en el camino de los beneficios personales (la papelera se viene a la mente). Y no es culpa de ellos. La escalada en estas organizaciones no está basada en el talento, al menos no el técnico, está basado en quien pasa por sobre quien hacia la cúspide quedando bien con los jefes hasta llegar a los dueños, lo que no selecciona a los más éticos precisamente. Muy parecido al caso de la política.

Siempre hago la diferencia entre los empresarios o emprendedores y empleados. Por alto que sea el cargo de un ejecutivo, sigue siendo empleado, por lo tanto no tiene ni siente esa motivación primaria del emprendedor de entregar lo que el cliente requiere en la mejor de las condiciones posibles. La motivación es el sueldo, y si se quedan sin ellos, por muy altas que sean las indemnizaciones, no saben que hacer.

Tal vez sería una buena prueba para los altos ejecutivos de corporaciones.

Sobrevivir por sus medios como emprendedor durante un par de años antes de asumir las responsabilidades directivas de representación legal.

Tal vez así se sensibilizarían de lo que influyen sus decisiones sobre la sociedad.

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