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Axel Kaiser Director ejecutivo Fundación para el Progreso
No tener mayoría en las cámaras no impide promover una agenda de centroderecha que permita marcar los puntos de fondo. De hecho, la oposición como obstructora de reformas imprescindibles es lo que se requiere para justificar la imposibilidad del gobierno de arreglar la delincuencia o la economía, entre otros, y es también la forma de acumular capital político para dar una buena pelea en la próxima elección.
Un segundo error ha sido la destitución del ministro de Educación, quien más allá de los percances comunicacionales venía impulsando una agenda relevante. La decisión fue sin duda motivada por una discusión pública histérica, dominada por la hipocresía, el efectismo y el sesgo ideológico de izquierda de la mayoría de los periodistas. Este miedo del gobierno a las redes sociales ha llegado a tal punto, que incluso se rumoreó la salida del ministro de Economía sólo por formular un comentario polémico.
Por último, el gobierno jugó un mal papel en el caso del ministro de Cultura al no haber asumido inmediatamente una postura de rechazo a la censura autoritaria de la izquierda que lo atacó. En cambio, prefirió validar una postura de inconsecuencia en las propias convicciones, que sólo debilita al propio gobierno y alimenta a las fuerzas intolerantes responsables del escándalo, las que, aprovechando la debilidad exhibida, poco se demoraron en ir a la caza del canciller.
Recién ahora, cuando el costo ya parece demasiado alto, el gobierno decidió recordar a la izquierda que no tenía credibilidad moral en materia de derechos humanos, pues valida sistemáticamente a dictaduras de su lado. Pero resulta que si estuviera dispuesto a defender principios y a su gente, es lo primero que habría dicho. Nadie en la derecha hoy justifica las violaciones a los DDHH cometidas en el régimen de Pinochet, pero eso no significa cederles su bandera a una izquierda que —partiendo por Bachelet, constructora del museo en cuestión—, adora abiertamente a dictadores socialistas. Tampoco hay por qué negar la responsabilidad de la izquierda en el quiebre institucional, ni su proyecto totalitario marxista, que también violó los DDHH si creemos a los documentos de la época y a protagonistas como Frei Montalva y Aylwin.
Nada de eso cruzó por la mente del gobierno, cuyo primer instinto fue escapar (como si eso fuera siquiera posible). Ni hablar del oportunismo de Evópoli que, jugando a ser la DC de la derecha, no dudó en sacar provecho bajo la falsa creencia de que tiene algún futuro político relevante adoptando posturas políticamente correctas. Así como la defensa de los DDHH debe ser transversal, condenando los atropellos de regímenes de izquierda y de derecha hoy y en el pasado, la libertad de expresión para discutir sobre la forma en que se tematizan en un museo también debe serlo. Lamentablemente, varios en la misma derecha parecieron olvidar este principio de fondo, demostrando una vez más por qué, aunque ella esté en el gobierno, la agenda la pone la izquierda.
Me gusta el romanticismo y candor de Kaiser. Particularmente con los políticos de derecha.
Pero ciertamente no ha tenido experiencias con corporaciones. Particularmente con el departamento de RRHH de estas.
Piñera está haciendo lo que hacen las corporaciones, de donde el proviene sin duda.
Eliminan el problema que les puede causar un gerente o director, que sería el equivalente de los ministros, porque les sale más barato pagar el paquete de compensaciones que enfrentar las consecuencias de demandas o el impacto de imagen.
Todos los supuestos ejecutivos implicados en el tema CMPC recibieron enormes indemnizaciones bajo los estándares chilenos. Y pagaron una fortuna en compensaciones. Para cuidar la imagen de sus empresas y patrimonios generales.
Esto no es cobardía política, o inconsecuencia.
Al revés.
Así exactamente se manejan las corporaciones.
Y Piñera adapta el modelo de problemas que puedas tener en estas, con el que tiene en política.
Está manejándolo exactamente como una corporación.
Y en eso, probablemente es el mejor del país.
Corporaciones y gobiernos son bastante similares en términos de los manejos políticos y burocráticos que se deben hacer.
Piñera está en su ambiente. Está en control. Ahora lo está entendiendo y dominando, a diferencia de su primer periodo, donde pensaba que la política pública era diferente, y es increíble que los analistas políticos y especialistas no lo vean así. O la gente de la izquierda, que probablemente piensan hoy, como lo cree Kaiser, que dominan la agenda.
LOL…
Piñera los está paseando, y aún no se dan cuenta.
Piñera ya se dio cuenta que hacer las cosas bien no paga...el pueblo es medio tonto y aunque haga las cosas muy bien nunca se lo valoraran. Lo otro que aprendio es que no sirve hecharse a la izquierda encima..total el mandato es de 4 años no mas que eso.
ResponderEliminarY la edad ya tambien juega en contra. Piñera no tiene la vitalidad de antes.
El problema es que le esta dejando en bandeja el proximo gobierno a alguien de extrema izquierda.