@latercera
El 11 de septiembre de 1973 era su primer día de clases en Harvard. Hoy el Mandatario asegura que -a 45 años del Golpe- todos los sectores han aprendido lecciones y que si se repitiera la historia, la mayoría de los chilenos actuaría con "más prudencia y grandeza".
Había dejado Chile pocas semanas antes del 11 de septiembre del 73 para ir a estudiar un doctorado en el Departamento de Economía de la Universidad de Harvard. El 11 de septiembre era mi primer día de clases. Llegué muy temprano y el profesor Kenneth Arrow -premio Nobel de Economía- me miró y me dijo: ‘Tú eres el chileno -porque yo era el único chileno en mi clase-; hubo un Golpe de Estado en tu país, así que lo eximo de clases para que pueda tomar conocimiento y contacto con su familia en Chile. Volví a mi departamento, puse la televisión y empecé a llamar por teléfono a mi familia y a mi entonces polola, Cecilia Morel.
Lo que vi en televisión me mostró como un presagio lo que iba a venir en Chile, porque lo que vi fue los aviones de nuestra Fuerza Aérea bombardeando el Palacio de La Moneda. Vi también y, nunca se me olvidó, un tanque que avanzaba frente a La Moneda y había mucha gente de guata en el suelo y nunca quedó claro hasta dónde llegó el tanque. Vi también los primeros bandos y, en consecuencia, mi primera reflexión fue que el Golpe de Estado y el quiebre de la democracia iban a ser largos e iban a generar más divisiones, más odiosidades, más enfrentamientos entre los chilenos.
FOTO: MARIO TÉLLEZ
No logré hablar con mi familia hasta muy tarde esa noche, a la 1 AM, y logré hablar con mi polola, Cecilia Morel, y recuerdo que mi primera reacción fue decirle casémonos y ella aceptó. Así que ese 11 de septiembre para mí tiene una doble significación y, de hecho, tres meses después vine a Chile, nos casamos y volvimos a Cambridge, Massachusetts.
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Cuando dejé Chile la situación era absolutamente caótica, era una crisis total, política, económica, social, de unidad, de amistad cívica. Lo más grave era la profunda división que existía entre los chilenos, que en lugar de mirarnos como compatriotas con ideas distintas, nos mirábamos como enemigos.
Quiero dejar muy en claro, sin que esto signifique justificar bajo ninguna circunstancia los atropellos a los derechos humanos, que no se justifican nunca, en ningún tiempo, en ningún lugar, bajo ningún contexto, pero evidentemente que nuestra democracia estaba profundamente enferma antes del 11 de septiembre de 1973, producto de muchos factores. Primero, que la izquierda, y particularmente el Partido Socialista, declaraba que la democracia era una democracia burguesa sin ningún valor, que había que destruirla con los votos o con las balas; que legitimaba el uso de la violencia como un instrumento legítimo en la lucha política. La democracia estaba muy enferma, no fue una muerte súbita el 11 de septiembre. El debilitamiento de las bases de nuestra democracia se empezó a gestar en la década de los 60 y se acentúo en la década de los 70 y, por supuesto, se profundizó en la década de los 80.
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Tenía plena conciencia de que la situación era absolutamente insostenible y, por tanto, que algo iba a pasar; los más optimistas todavía creíamos que podría haber una salida democrática a la crisis y se hablaba en esos tiempos de un posible plebiscito o de la renuncia de todos los parlamentarios para una nueva elección, pero ese camino no prosperó. Esto lo conversé en varias ocasiones con el Presidente Aylwin, porque él tuvo un rol muy protagónico en esas conversaciones como presidente de la DC en la época. Los más pesimistas pensaban que ese camino ya estaba cerrado hace mucho tiempo. Que el grado de crisis moral, política, económica, social, el odio, la división eran de tal magnitud, de tal profundidad, que la democracia ya había fallado. Y pensaban que la solución iba a ser más violenta: una guerra civil, un autogolpe o un Golpe de Estado. Pero la verdad de las cosas es que nadie sabía lo que iba a pasar, pero todos sabíamos que algo iba a pasar.
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Es bueno aprender lecciones de los errores del pasado. Estoy absolutamente seguro y convencido de que la década de los 60, 70 y de los 80, lo que pasó en Chile fue que ciertos grupos quisieron refundar nuestro país a partir de cero, excluyendo a todos los que pensaban distinto. Partió con la revolución en libertad del Presidente Frei, la reforma agraria, siguió con la revolución marxista del Presidente Allende y continúo naturalmente con el periodo militar.
FOTO: MARIO TÉLLEZ
Hay una cosa curiosa, porque algunos son muy majaderos, que no se puede hablar nada de la historia de Chile, porque significa que indirecta o implícitamente estaría justificando atropellos a los derechos humanos. Yo no justifico ningún atropello a los derechos humanos, bajo ninguna circunstancia, pero todos tenemos derecho a recordar nuestra historia, no para escarbar y seguir profundizando una herida hasta transformarla en una gangrena, sino que para aprender de los errores del pasado. Porque las sociedades que no aprenden de sus errores del pasado están condenadas a repetirlos. Sin duda que hubo muchas cosas que empezaron a debilitar y terminaron enfermando gravemente nuestra convivencia, nuestra amistad cívica, nuestra unidad nacional y nuestra democracia, antes del 11 de septiembre del 73.
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Estoy absolutamente convencido de que si tuviésemos la oportunidad de repetir la historia, la inmensa mayoría de los chilenos actuaríamos con mucha mayor sabiduría, grandeza, generosidad y prudencia. Estoy seguro de que la izquierda aprendió la lección respecto de lo importante que es cuidar la unidad, la amistad cívica, la democracia, las instituciones. Estoy seguro de que la centroderecha también aprendió la lección de lo importante que es el compromiso total y absoluto con el respeto a los derechos humanos. También estoy seguro de que muchas instituciones chilenas también aprendieron la lección. Por ejemplo, la Corte Suprema, que sin duda no estuvo a la altura de los desafíos que exigían los tiempos, porque la Corte Suprema estaba llamada a defender los derechos básicos de las personas y no cumplió con esa obligación, cosa que fue reconocida por su pleno en un autoacordado en que reconoce los errores que se cometieron durante el periodo militar, cuando se rechazaban los amparos sin siquiera analizarlos, cuando no se apersonaban en los lugares de detención clandestina, donde se presumía que había todo tipo de torturas y muertes.
FOTO: MARIO TÉLLEZ
También creo que todos hemos aprendido la importancia de encontrar un mejor equilibrio entre el necesario sentido de unidad nacional con la necesaria divergencia y pluralismo de ideas que se confrontan para enriquecerse. Igual como hemos aprendido del necesario equilibrio que debe haber entre crecimiento económico y justicia social. Todas esas son lecciones que hemos aprendido de las últimas cuatro o cinco décadas en nuestro país.
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Nunca he dicho que la derecha sea esto o esto otro. Lo que he dicho es que todos tenemos responsabilidades en lo que pasó. En el debilitamiento de la democracia, en el quiebre de la democracia y en los atropellos a los derechos humanos. No de la misma naturaleza ni de la misma magnitud, pero todos. Estoy convencido de que muchos civiles que tenían poder e influencia tampoco la ejercieron en plenitud para haber evitado los atropellos a los derechos humanos. Y, por tanto, esta (cómplices pasivos) es una reflexión muy profunda que hice cuando se cumplían 40 años del Golpe Militar, no para apuntar con el dedo a los culpables y a los responsables, sino todo lo contrario, para sacar y extraer lecciones. E incluso yo me autoincluí en ese mea culpa, porque dije “todos, incluyéndome a mí, pudimos haber hecho más”.
-¿Conoció al expresidente Salvador Allende?
-Bueno, yo estuve en algunas ceremonias con el Presidente Allende, pero nunca tuve una conversación con él.
-¿Conoció al exgeneral Augusto Pinochet en estos mismos años?
-Tampoco.
-¿Cuál fue el hecho que más lo marcó durante este período?
-En primer lugar, la magnitud de la crisis múltiple política, económica y social que significó la Unidad Popular en Chile. Cuando una minoría intentó establecer en Chile, contra la voluntad de la mayoría, un modelo marxista que tenía como ejemplo o guía el modelo cubano. Segundo, nunca se me va a olvidar el 11 de septiembre y especialmente esas imágenes que se me quedaron grabadas en la retina del bombardeo a La Moneda por aviones de la Fuerza Aérea. Los tanques que se paseaban frente a La Moneda. El suicidio del Presidente Allende. Los bandos militares, con esas capas y esos anteojos oscuros. Tampoco se me va a olvidar nunca en ese periodo las graves y sistemáticas e inaceptables violaciones a los derechos humanos que ocurrieron durante el periodo militar. También quiero rescatar las modernizaciones de la economía chilena que ocurrieron durante el gobierno militar, en materia de establecer una economía social de mercado.
Pero tal vez lo que más se me va a quedar grabado en la memoria es lo positiva que fue la manera ejemplar, sabia, generosa, con grandeza, en que supimos recuperar nuestra democracia. Porque normalmente el tránsito de gobiernos militares a gobiernos democráticos ocurre en medio de crisis políticas, caos, violencia social. Y aquí eso no fue así. Gracias a un acuerdo.
En una semana de aniversarios, con Lehman, las torres y nuestro golpe, es imposible no escribir algo al respecto, que ya debería ser historia antigua y sujeto de estudio imparcial, pero por algún motivo todavía es un tema contingente.
Me parece que 1973, como todas las crisis, marca hitos que configuran el camino hasta la siguiente crisis. Con algo de suerte, en la historia humana, estas crisis se presentan como eventos de destrucción “creativa”, esto es, que se derrumba hasta las bases, pero estas bases son más altas que la anterior crisis y por lo tanto llegas a un lugar más alto a partir de aquí.
Que es el caso de Chile en esta última crisis. Sin duda estamos en un lugar más alto que en el más alto anterior del país, que podría ser pre primera guerra mundial, con el boom del salitre. Y que se produjo posterior a la guerra civil de 1891.
Que fue la primera crisis republicana desde la muerte de Portales previo a la guerra contra la confederación Perú-Boliviana de 1839. Que fue la crisis que marcó el término de un periodo caótico post independencia y también fue el inicio de una época de crecimiento económico y social hasta 1874, con las crisis de las bolsas Europeas que derrumbaron las economías de los emergentes y generó el escenario para la guerra de 1879. Todas estas crisis estuvieron marcadas por hechos violentos que afectaron a gente inocente y costó la vida de muchas, muchas personas, entre ellas Portales, que fue asesinado y desmembrado por militares rebeldes, supuestamente pagados por intereses extranjeros para desestabilizar al país y poder invadirlo.
1973 no es la primera crisis que tenemos, ni va a ser la última. Eso es un hecho de la causa. Y tampoco vamos a aprender de ella. La historia se repite por algo. En las últimas elecciones estuvo a punto de entrar a la lucha electoral final BEA, que básicamente tiene la agenda (o idea) marxista de lucha de clases de Allende junto con su FA. Que fue precisamente lo que provocó el último quiebre institucional y social chileno, dado que nuestro país no tiene esas raíces, al menos hasta ahora, como podría ser Francia, que si es profundamente marxista en sus cimientos, al menos desde la revolución.
Para quienes han leído Asimov, y la saga de las fundaciones, esto me recuerda mucho a las crisis de Seldon. Las solución de la crisis actual forma las bases de la próxima crisis.
Las crisis son inevitables. Solo se puede reducir el periodo de caos y sufrimiento entre ellas, si se tiene la suerte de contar con los actores (y circunstancias favorables) adecuados para ello.
Allende y Pinochet solo fueron unos actores de reparto. El guion lo escribe la historia y las emociones humanas, y el casting es cortesía del azar.
Hitler no creo al Nazismo. Lo crearon los aliados al generar las condiciones para que un sociópata extremadamente hábil tuviera la posibilidad de ascender en un país destruido socialmente por las sanciones económicas post primera guerra mundial.
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