02 diciembre, 2019

Los dolores de la clase media precrisis


@pulso

Es el 43% de la población en Chile. Viven en 2,8 millones de hogares. Y ganan en promedio entre $899 mil y $1,9 millón por familia. La llamada clase media supuestamente despertó. Así al menos se ha deslizado en múltiples eslóganes tras el estallido social del pasado 18 de octubre. La clase media ha sido el foco de las demandas sociales, y también el centro de los discursos. Y si bien articularla y definirla parece ser una materia ya resuelta, sus preocupaciones se han ido deslizando de manera soterrada.

Bastante antes del 18 de octubre, MetLife le encargó a Criteria Research un informe que buscaba entender las principales motivaciones, temores y realidad que vive la clase media actual en el país. El estudio “¿En qué está la clase media? Vulnerabilidad, movilidad y crisis de identidad”, fue el resultado. Se partió con un análisis cualitativo -en base a focus group- y se continuó con una encuesta que empezó el 7 de octubre y terminó coincidentemente el 14 de octubre, apenas cuatro días antes de aquel 18 en que explotó la crisis social. Una muestra de 1.901 casos, hombres y mujeres mayores de 25 años, de los grupos C1b, C2 y C3 le detallaron a la consultora sus miedos, frustraciones y aspiraciones, una mezcla que al final del día pareciera haber estado en la base de un estallido nacional sin precedentes.

“El estudio no se puede desconectar de lo que está pasando ahora, se inserta en el escenario donde el estallido social se estaba incubando, por lo que nos permite hacer una mirada en retrospectiva y entender qué estaba pasando con una clase media agobiada, muy vulnerable y en un proceso creciente de ebullición”, señala el director de Criteria Research, Cristián Valdivieso. “Los resultados de este estudio reafirman que las compañías aseguradoras tenemos un rol social del que debemos hacernos cargo, que es cada vez más relevante para el desarrollo del país, pues permite disminuir la sensación de incertidumbre y, con ello, mejorar la calidad de vida de las personas”, añade el gerente general de MetLife, Andrés Merino.

La clase media de hace diez años no es la misma que ahora. Aquel sector -explica Valdivieso- pujante, orientado por la movilidad social y que se miraba como la más meritocrática de todas, moralmente superior, entre un estrato de menos recursos que veían como dependientes del Estado -“más flojos”, dice- y un sector alto con todo dado, cambió. Hoy, gran parte de tales activos se han perdido. “La clase media percibe que ha entrado en una nueva fase”, se lee en el reporte. Y es ahí donde está el epicentro del malestar.

Según el estudio, si años atrás los estratos C1b, C2 y C3 veían que su esfuerzo tenía una retribución económica, actualmente tal conexión no se percibe. El costo de la vida les ha subido bastante en línea con el nivel de endeudamiento, lo que no ha tenido un correlato con alzas de sueldo o mejores oportunidades. De hecho, a la hora de preguntarles respecto de las tres mayores frustraciones que tiene la clase media, las opiniones apuntan a la falta de oportunidades y poca ayuda -con un 38%-; el endeudamiento, con un 31%, y luego los bajos sueldos (22%). Aun más, un 85% plantea que el dinero no les alcanza o les alcanza justo; y un 87% da cuenta de algún nivel de endeudamiento.

“Hay un tema económico que viene a hacer explotar algo que se encontraba en la base estructural de una movilidad que ya no estaba”, señala Cristián Valdivieso. “El crecimiento económico no estaba llegando a las personas; los tiempos mejores no se veían”, subraya. De hecho, un 44% consideraba que el país retrocedía, y un 46%, que se mantenía. Un escaso 10% percibía un avance.

De manera paradojal, la desigualdad aparece apenas en el lugar 17 de las frustraciones, en la penúltima posición. Solo un 4% la destacaba como un aspecto relevante, mientras que hoy se ha instalado como un emblema de las manifestaciones. De acuerdo al sondeo, el cambio a la Constitución no existía antes del 18 de octubre. Para Valdivieso, la respuesta -a la luz de los nuevos acontecimientos- es sencilla: “Hay dos conceptos que emergen tras la crisis y que de alguna manera vienen a sintetizar el malestar: la desigualdad que es como el concepto tras todo el agobio, y la injusticia e iniquidad que se conceptualiza como una nueva Constitución”. Explica que “la desigualdad se transforma en un malestar más evidente frente a la falta de movilidad social y de crecimiento económico”.

El estudio también destaca que hoy el concepto que se ha vuelto inherente a la clase media es el de vulnerabilidad. “La inestabilidad para sobrellevar sucesos inesperados y desestabilizadores, como una enfermedad, una situación de cesantía, una crisis económica global, o incluso la llegada de un hijo, puede ser un factor muy estresante para el segmento”, revela el reporte. Frases como “Yo creo que somos clase media y al momento de que tengamos hijos, ya… para abajo” o “Cuando jubilemos, pobreza pura y dura”, son parte de las respuestas obtenidas. El indicador promedio de vulnerabilidad llegaba, antes del estallido social, al 72%.

La migración, diluyente de identidad

Previo a la encuesta propiamente tal, Criteria Research realizó varios focus group y un concepto saltó. Si bien no había un rechazo de base al migrante, sí apareció como un factor disociador. La clase media -considerada por años como la de mayor meritocracia y esfuerzo- era desplazada en sus valores básicos por los extranjeros. “Se percibe que vienen con ambición, representando el esfuerzo que la clase media tuvo cuando comenzó a surgir”, explica el informe. “El migrante vino a cuestionar todo el esfuerzo de la clase media o todo el foco que ellos ponían en el trabajo y en esta capacidad de ser los únicos articuladores y esforzados en una sociedad que se dividía entre los pobres y los ricos”, explican en Criteria. Ahora, los migrantes venían a ser los que trabajan 24/7, los que no cuestionan el mundo laboral. “Vienen a confrontarlos con un espejo”, subraya el informe.

Tal es así, que en un estudio realizado también por la consultora hace cuatro años la clase media se veía a sí misma como esforzada, que busca progresar con mérito propio, y que comparte valores como la honradez, dignidad. Hoy, a la hora de abordar sus definiciones, salieron aspectos contrarios, que dicen relación con ser gastador, dejar todo para última hora, quejarse por todo… incluso, en menor medida estuvo el ser flojo o mentiroso. “En el sentido amplio, la clase media se vio espoleada por todos lados: materialmente, subjetivamente por la movilidad social, y también en su propia identidad”, destacan en Criteria. “El migrante puso en cuestión esta supremacía moral de la clase media respecto a otros segmentos”.

Además, el sentido de pertenencia con un Chile al que recriminan se ve distante. A la hora de evaluar cuán satisfecho está con su vida, versus su satisfacción con el país, el promedio de la muestra le otorgó una nota 7,1 -de 1 a 10- a la primera aseveración, y solo un 4,4% a la segunda. “Un 44% está satisfecho con la vida personal versus un 9% satisfecho con Chile”, señala el reporte. Es que en el exterior están los principales responsables de su malestar: las instituciones públicas -que no los protegen-; los políticos y empresarios -a quienes no les importa-; y las empresas -que son vistas como que ganan a costa de ellos.

Y a la hora de abordar el estado de ánimo actual de ese segmento, lo anterior queda de manifiesto. Una elección entre antónimos revela que en aquellos aspectos que responden al mundo exterior, la evaluación es sumamente negativa. Por ejemplo, en el comparativo entre tranquilidad económica y viviendo con lo justo, esta última se llevó un 73% de las preferencias; e solvencia versus endeudamiento, la segunda lideró con un 64%, o entre vitalidad y preocupación, esta última se llevó el 57%.

El panorama fue inverso cuando se compararon aspectos relacionados con el mundo interno, dice la encuesta. La felicidad le ganó al malestar con un 67%; la alegría a la depresión con un 66%; y la esperanza a la incertidumbre, con un 65%. La sensación de seguridad también -hasta antes del 18 de octubre- era mayor que el miedo.

Respecto de los temores, coincidentemente aquellos elementos que podían incidir más directamente en la vida personal o familiar llevaron la delantera, con la vejez ganando protagonismo. “Al análisis hay que agregarle una clase media que empezó a mirar más cerca la llegada de la vejez y empezó a entender que las pensiones iban a ser muy malas”, sostiene el estudio. Tal es así que el porcentaje más relevante -un 79% de la muestra- aseguró que le generaba bastante temor tener una mala vejez; seguido de un 72% que apuntó a la enfermedad o accidente de un familiar o cercano, seguido de sufrir él mismo una enfermedad. La pérdida de trabajo aparece recién en la octava posición. “Lo que vemos es que los principales temores son los que te ponen en jaque toda tu condición de vida, en instancias donde te ves solo, sin protección del Estado, vulnerable”, detalla Criteria. En ese sentido, un 26% calificó al trabajar duro como principal medida de protección; seguida por tener seguros, con un 16%, sobrepasando con creces al ahorro, con un 9%. “La encuesta nos mostró que las personas tienen una buena percepción de los seguros como una herramienta eficaz de protección ante lo inesperado”, dicen en MetLife. “Este hallazgo -añade- nos presenta un enorme desafío como compañía si tomamos en cuenta que el 71% de nuestros clientes pertenecen a este segmento y tenemos el 25% del sector salud entre las compañías de seguros”.

La arremetida de los millennials

Hace diez años, las metáforas de la clase media eran más epifánicas, indican en Criteria. Había una bicicleta que si bien se podía trancar, uno podía pedalear; había una mochila cargada de deudas, pero también de viajes y expectativas, y había un camino que era, por ejemplo, la consecución de la casa propia. Todos querían ser de clase media; todos se decían de clase media. Y, además, no estaban los migrantes. Hoy -aseguran en la consultora- las nuevas generaciones están frustradas. No solo no se comparan con sus antepasados -sino con sus pares-, sino que a pesar de tener un piso más alto, su techo es más bajo. “Existe menos movilidad social, están muy endeudados con el CAE, la sensación de ser potencialmente cesantes ilustrados es latente; una incertidumbre cierta respecto al futuro”, dice Valdivieso. Agrega así que han venido a confrontar a sus padres: “El estilo de vida que ustedes tienen no nos gusta, la forma de sacarse la mugre no nos va a llevar a ninguna parte, tenemos otras expectativas no materiales”, plantean. De hecho, en la encuesta dentro de la frustración destaca -con un 12%- la falta de tiempo libre, demanda que supera al crecimiento y a las pensiones. Frente al éxito personal, el 81% cataloga como altamente importante el tener tiempo libre para hacer lo que te gusta, superando incluso el tener una buena situación económica.

Son esos jóvenes los que cuestionan. Para ellos la consecución de bienes materiales -símbolo de estatus de la clase media, dice la encuesta- pierde valor. La lógica de vivir para trabajar se pone en duda. Y el futuro se hace incierto. “Vivir el día suele ser la opción frente a un futuro incierto”. “Se vive en un negacionismo y una suerte de anestesia sobre el temor al futuro que convive con una sensación de desprotección por partes de las instituciones”, señalan en Criteria. Con esa premisa, solo el 38% considera que para progresar en la vida es necesario esforzarse por emprender, capacitarse y trabajar; y ya un mayoritario 62% estima que para salir adelante se requieren garantías del Estado que apuntan a una buena educación y trabajo.


Este reportaje es muy bueno.

Retrata básicamente el ciclo de negocios de una familia y por transición a la economía. Y el como van cambiando las perspectivas económicas en la medida en que el crecimiento va variando a través del ciclo de negocios.

Básicamente, cuando comienzas a trabajar con tus primeros sueldos estás feliz. Tus competencias aumentan y vas aumentando tus ingresos, con ellos vas aumentando tu nivel de vida, y junto con ello vas accediendo a crédito. Este ascenso es explosivo. En 10 a 15 años aumentas tus ingresos y nivel de vida en varias veces probablemente. Y llega el punto del estancamiento. Ya no puedes progresar tan rápido ni en cargos ni en ingresos porque básicamente estás llegando al límite de tus posibilidades, de las empresas y economía. Pero quieres seguir creciendo y tienes confianza en el futuro, así es que comienzas a expandir tus ingresos con crédito. Compras autos, pagas vacaciones, educación y hasta salud con él. Lo que haces con esto es expandir tus posibilidades actuales de poder de compra, y contraes las del futuro. Eventualmente ese futuro llega, y tus ingresos, que no han aumentado sino siguiendo la inflación, ahora deben lidiar con los gastos normales más los de intereses. Y llega el punto en que estás viviendo mes a mes. Cualquier accidente o imprevisto te envía a la quiebra o default. Es en este punto donde nos encontrábamos el 18O como país. Y cuando finalmente caes en default, pierdes la mayoría de los activos suplementarios que compraste pero mantienes los básicos, como la educación de los niños, probablemente la casa y tu profesión igualmente. Pierdes autos, segundas viviendas, ahorros. Pero partes de cero con la infraestructura básica intacta.

Es igual con los países. En esta iteración estábamos construyendo la infraestructura y servicios básicos de nivel superior junto con una clase media educada universitariamente (después se puede discutir la calidad de esa educación). También Malls, Restaurantes de lujo, y segundas viviendas. Lo dicho, todo lo superfluo se derrumba, pero quedamos con la infraestructura básica de mucho mejor calidad que en la iteración anterior.

Y desde ahí se vuelve a construir un nuevo ciclo desde un mínimo superior al mínimo anterior, y con suerte superior al máximo anterior.

El riesgo que corremos ahora obviamente es que el mínimo que tengamos ahora sea muy bajo y tengamos que construir desde ahí casi todo el avance de los últimos 30 años. Eso pasa con revoluciones, guerras civiles o invasiones. Cualquiera de los 3 da la señal de que los bienes de capital no están seguros en ese país y por ende las inversiones directas o indirectas en el.

Me parece que eso ya es un hecho.

Esperemos que la destrucción, de infraestructura, instituciones, identidad y cohesión social se detenga luego. Cada vez que pasa más tiempo, especialmente con las últimas dos, más tiempo nos vamos a demorar en reconstruir. Lo más importante en un país es el estado de derecho. Sin eso, somos una tribu de chimpancés sujetos a la ley del más fuerte. Nadie quiere estar en una tribu de mono, menos una de monos con navaja.

1 comentario:

  1. No desconociendo lo que el estudio dice, Hay que tener cuidado al leer los resultados, siempre se acomodan para que transmitan las ideas del que solicitó el estudio, se ajustan las variables, se analizan desde un punto de vista menos malo y en el peor de los casos se omiten las respuestas que no le gustan al mandante

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