Un nuevo individualismo

Leonidas Montes

@emolblogs

Hoy vence el plazo para ingresar las iniciativas populares para la nueva Constitución. Se presentaron más de 50 mil iniciativas. La página web habilitada para este fin destaca que 1.853 fueron aceptadas. De este total, llevan la delantera los derechos fundamentales, con 736 iniciativas. Pero, para pasar a ser discutidas, deben superar la valla de las 15 mil firmas. Mientras escribo esta columna, solo 12 cumplen con este requisito. De estas iniciativas, dos tercios corresponden a derechos fundamentales, tres se relacionan con medio ambiente, y una promueve un Banco Central autónomo. Lo más sorprendente es que las iniciativas que más firmas han logrado son “Con mi plata No. Defiende tus ahorros previsionales” (38.440) y “Cannabis a la Constitución ahora” (36.735). Es la era de los derechos o, mejor dicho, del derecho.
La palabra derecho no solo se refiere a la disciplina que hoy lidera la Convención —no olvidemos que hay solo un economista y 66 abogados—. Un “derecho” también dice relación con lo propio, con el individualismo y con un emergente individualismo identitario.
Hace 60 años, James Buchanan y Gordon Tullock publicaron su clásico e influyente “Calculus of Consent: Logical Foundations of Constitutional Democracy”. Este libro inició lo que hoy se conoce como el “public choice”. Esta disciplina dentro de la economía, que está muy relacionada con la ciencia política, pretende explicar y comprender el comportamiento y la toma de decisiones en la arena política. Para ponerlo en simple, la política puede entenderse a la luz de la racionalidad económica, del individualismo metodológico. Aunque por cierto la realidad es más compleja, somos individuos de carne y hueso. Y el resultado de este proceso finalmente dependerá de 154 convencionales.
Ese individualismo clásico se ha convertido en un individualismo identitario. La irrupción de los independientes, en un esquema electoral que promovió la paridad, los escaños reservados y los nuevos rostros, creó un grupo diverso y distinto. En la Convención no se habla de bancadas, como en el Congreso, sino de colectivos. Algunos tampoco hablan de diversidad, sino de disidencias. Y como ocurre en cualquier grupo humano, se crearon facciones y nuevas facciones dentro de esas facciones. A la luz del “public choice”, todo esto no debe sorprendernos.
Pero a ratos asoma un impulso tribal. Lo propio, lo subjetivo, lo que en mi mundo es bueno y correcto —baste recordar el “buen vivir”— se impone por sobre la razón y la moral. Esta tendencia a imponer las culturas, los deseos y anhelos, a soslayar lo objetivo para proyectar lo subjetivo, a desacreditar al otro sacrificando la tolerancia, es preocupante. Bajo el imperio de lo propio, donde lo particular ignora lo general y lo que yo creo es lo que vale, emerge este nuevo individualismo identitario.
En su último libro, Carlos Peña expone con implacable claridad los eslabones de la política de la identidad. En nuestro proceso “todos quienes comparecen en el debate parecen más bien individuos divididos por género, etnia o clase, más animados por una orgullosa voluntad de autoafirmación que por una de diálogo” (p. 149). Como plantea nuestro más lúcido intelectual público, las identidades deben participar del debate público persuadiendo, pero no imponiendo sus puntos de vista. La amenaza de lo que debe hacerse o decirse atenta contra la libertad. Y la arrogancia intelectual, contra ese necesario patriotismo constitucional.
Los constructores de la nueva Constitución fraguan el cemento de esa sociedad que somos todos. El derecho sobre lo propio no es lo mismo que imponer lo propio como un derecho. Las identidades son una condición de la libertad, pero no una imposición contra ella. En fin, el individualismo, como suponían Buchanan y Tullock, sigue haciendo de las suyas.

A propósito del comentario de Alain sobre sentirse liberado después de la elección, o supongo, aliviado.

Es una sensación extraña. La comparto en gran medida.

Cuando tienes familiares más lejanos (no padres, hijos, hermanos o pareja que tienen otras dinámicas), o amigos, a los que quieres mucho, te relacionas con ellos de manera habitual, participas activamente de su vida y en muchos casos te obligas a ayudar o apoyar cuando sea el caso, porque son un real cacho, siempre hay de esos, y llega el punto en el cual pasa algo que te quita el cariño, como una falta de respeto o que pasaron límites de la confianza, o algo, cualquier cosa que te hizo un ring mental, y de repente ya no sientes ese cariño o preocupación anterior por su bienestar. Siguen siendo amigos o familiares, los sigues queriendo, pero simplemente ya no vas a hacer ningún sacrificio personal, ni siquiera para juntarte en un carrete si ello no va con tu agenda o hasta si tienes sueño, tal vez, mucho menos en una situación de emergencia, como lo habrías hecho antes.

Son amigos, o familiares, pero en realidad ya no quieres relacionarte con ellos salvo lo justo y necesario o cuando ello no involucre ningún esfuerzo o sacrificio personal.

Me pasa lo mismo en este país actual. Me gusta y amo mi país. Me gusta y quiero a su gente. Pero en el ambiente woke progre actual, simplemente perdí algo de ese espíritu tribal, tal vez mucho.

Voy a suspender mi suscripción a la universidad para ayudar a la fundación de alumnos, que había mantenido desde que salí de ella. Ya no me representan sus huevadas progres. Igual con el colegio.

Simplemente la sociedad actual está pasando al lado de la falta de respeto y quebrando los límites saludables de la civilidad con aquellos que han aportado y construido el país durante estos 30 años de democracia, y tal vez desde mucho antes.

Lo puedes entender de niños o adolescentes altos en hormonas y en soberbia. Todos fuimos niños, y soberbios. No de adultos.

Corté mis vínculos emocionales con el “colectivo”. Incluso con aquellos más cercanos como universidad y colegio.

Supongo que hay algo de alivio en ello. Y libertad. Y algo de tristeza.

Se construyó durante 50 años, y tal vez los últimos 30 años, ese espíritu de bienestar común espontáneo, donde estás dispuesto a colaborar con el colectivo no porque estés obligado sino porque te sientes parte y también porque te interesa, estás involucrado emocionalmente. Algunos más, otros menos, pero de manera voluntaria y espontánea. Haciendo clases en colegios vulnerables, participando en programas de ayuda desde empresas, o aportando a tus ex casas de estudio.

Todos los que ahora basurean a la gente que es contraria a su postura extrema rancia y con sus posiciones huevonas hacia el resto como la deresha asesina, los fashos pobres, ladrones, corruptos, huevones, indolentes, misóginos, racistas, homofóbicos, transfóbicos y demás fóbicos, lograron lo que creo siente Alain, y también en buena parte yo y  la mitad del país al menos.

Pasaron los límites del respeto y la civilidad desde un lado del espectro “familiar”. No sientes ya cariño o respeto por el que te basurea, te insulta y degrada, y gratuitamente en el 99,9% de los casos.

No sientes la necesidad de dar ese adicional voluntario por el colectivo. Es familia. Son amigos. Pero ya no sientes la obligación con ellos.

Lo justo y necesario. Y probablemente solo las formalidades.

Es un alivio. Ya no vas a sentir la obligación de ayudar ni cargo de conciencia cuando no puedas o no quieras dedicar tiempo o recursos a alguien que simplemente no te convoca.

Y una pena. Porque se cortan lazos valiosos.

Estos movimientos progres lograron dividir a la sociedad precisamente en esa sutileza, pero MUY relevante. Ya no quieres aportar nada más que lo justo y necesario a la sociedad que te basurea y te falta el respeto, y sin ninguna razón más allá del que te sacas la mugre siguiendo todas las reglas del juego, pero disfrutas tu vida, tus relaciones, tu familia, no le haces daño a nadie, ni te metes con nadie, y ellos al parecer no lo sienten de esa manera y tienen que culpar a alguien de sus vidas que al parecer no disfrutan.

Para qué vas a preocuparte y aportar al colectivo más allá de lo justo y necesario?? Para que te sigan insultando y faltando el respeto?. Lograron desatar lo que dicen querer combatir, el individualismo, entendido como el I DONT GIVE A FUCK…I DONT CARE…

Cuando el regalo que te entregan es uno de resentimiento, irrespeto y malas vibras, no se acepta, se deja ir con los mejores deseos para el que te lo ofreció. Que es justo lo que se va a hacer con los progres rancios y wokes varios.