29 agosto, 2022

Columna de Daniel Matamala: Un avance civilizatorio

La gente dice que es feminista por moda? - Quora

@latercera

Este jueves, en Chilevisión emitimos el último capítulo de El debate de Chile, un programa de conversación entre ciudadanos y políticos sobre el plebiscito. En cada uno de los temas (seguridad, pensiones, pueblos indígenas…) un foso separaba ambas opciones: la nueva Constitución parece capaz de crear futuro esplendor o de hundirnos en una pesadilla.

La conversación nacional ya estaba polarizada por la ponzoña de las redes sociales, el trauma del estallido y la importación de las fake news y la política tribal. A ello se suman el hastío por la delincuencia, la violencia y la inflación, y, como guinda de la torta, un plebiscito polar: Apruebo o Rechazo.

Pero la noche del jueves, cuando planteamos el último tema de discusión (paridad e igualdad de género), los dos representantes del Rechazo coincidieron en cada punto con los del Apruebo. “Yo estoy de acuerdo con este tema en la Constitución”, dijo la senadora DC Ximena Rincón. “Yo estoy de acuerdo con la fórmula que se propone. Hay un avance civilizatorio que hay que mantener”, agregó el exministro UDI Jaime Bellolio.

Se produjo un segundo de silencio. Y la cristalización de una gran noticia: demandas que hace poco parecían radicales, ya se instalaron en el corazón de la sociedad chilena.

Es un enorme éxito del movimiento feminista, capaz de movilizar multitudes y derribar estereotipos sociales, a la vez que influir en espacios de poder.

En la Constitución actual, la paridad no existe. Recién en 1999 se cambió el sujeto de su frase inicial: “Los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos” por “las personas…”.

Sobre las mujeres, la preocupación constitucional más relevante es impedirles la autonomía sobre sus cuerpos, con la frase “La ley protege la vida del que está por nacer”. En 2006, el presidente de la Cámara de Diputados, el PPD Antonio Leal, decretó que un proyecto de aborto terapéutico ni siquiera podía discutirse en el Congreso, debido a esa norma constitucional. Para el representante de un partido supuestamente “progresista”, solo discutir sobre derechos de las mujeres era “inadmisible”.

El mismo año en que la palabra “hombres” fue reemplazada por “personas” ocurrió un hecho que, como el aleteo de una mariposa, terminó provocando un huracán. El entonces candidato Ricardo Lagos se comprometió a tener cinco mujeres en su gabinete. Pese a lo modesto de la meta, le faltaba una, de modo que tuvo que desistir de nombrar en Salud a su amigo y vecino Hernán Sandoval, para designar en cambio a una desconocida doctora socialista, Michelle Bachelet. Sin esa cuota, habría pasado lo de siempre: el cargo habría sido para un hombre del círculo cerrado del poder. El liderazgo político más potente de este siglo en Chile jamás habría ocurrido.

Tener una Presidenta fue un primer impulso. En 2015 se aprobó una ley de cuotas que obligaba a los partidos a presentar candidatas, con un efecto acotado: las mujeres pasaron del 15,8% al 21,2% de los escaños en el Congreso. Como recuerda la cientista política Claudia Heiss, en una crónica escrita por Francisca Skoknic para Revista Anfibia, “llevaron a las mujeres de arroz graneado, mientras el bistec era el candidato hombre. Les ofrecían los cupos así: no te vamos a poner en un distrito competitivo, nadie espera que tú salgas”.

El 8 de marzo de 2019, la marcha femenina más grande la historia inundó cuatro kilómetros de Santiago. Meses después, cuando el estallido gatilló el proceso constituyente, una bancada feminista transversal presionó a los reticentes políticos para incluir la paridad en la elección de convencionales. Compitiendo por primera vez en igualdad de condiciones, las mujeres probaron su poder electoral. Las excusas de siempre (“no hay mujeres”, “son malas candidatas”) demostraron ser patrañas para mantener el poder en los salones masculinos de siempre.

Ahora, en cambio, el proyecto de nueva Constitución define a nuestra democracia, en el Artículo 1, como “inclusiva y paritaria”. Compromete al Estado con la “igualdad sustantiva” entre géneros, y establece una composición paritaria (“al menos 50% de mujeres”) para los órganos de poder del Estado, desde el Congreso hasta el directorio de las empresas públicas, además de reconocer los cuidados (tarea abrumadoramente femenina) y el derecho a la interrupción del embarazo.

Como suele pasar en Chile, el poder reacciona con rezago al cambio cultural. Ya antes de 2019, el 84% de los chilenos estaba a favor de una ley de cuotas obligatoria para las grandes empresas privadas, el 65% para el Congreso y el 79% para el gabinete (PNUD).

El resultado “es innovador a nivel mundial”, dice en Revista Anfibia la investigadora de la Universidad de Columbia María Victoria Murillo. “Me parece que es una novedad internacional que va a generar mucha atención a su implementación y también muchos intentos de veto”.

Esos intentos de veto son constantes. En diciembre de 2019, la directiva de la UDI congeló su participación en Chile Vamos cuando sus socios, RN y Evópoli aceptaron establecer la paridad en la Convención. En su compromiso en caso de ganar el Rechazo, Chile Vamos se limitó a hablar de “igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres”, y la exconvencional Rocío Cantuarias calificó la paridad de “estupidez”.

Pero llegó el contraataque desde la propia derecha. “Nunca más sin nosotras”, es la carta firmada por la alcaldesa Evelyn Matthei, senadoras, diputadas y otras lideresas de ese sector, en que comprometen su respaldo a la paridad. El presidente de la UDI, Javier Macaya, causó polémica al hablar en Tolerancia Cero de la “obsesión” con la paridad, pero luego aclaró que en su partido “estamos de acuerdo en que un nuevo proceso constituyente sea paritario”.

El camino seguirá siendo pedregoso. Pero, en medio del clima crispado de estos días, hace bien que una mayoría política y social celebre la paridad como lo que es: un gran avance civilizatorio.

Tal vez sea el mayor legado que nos dejen estos años convulsos.


   

No es de mis temas favoritos. Esperaba que hablara de Llaitul.

En fin. Hay que explorar regularmente el progrerío…de a poco, para que no haga daño a la salud.

Puede ser por mi naturaleza competitiva, pero jamás he pensado que las mujeres sean inferiores o estén en desventaja en nada, salvo en la fuerza física. En la universidad distribuían, al ojo, igual que los hombres en notas, y es una carrera bastante masculina. No veo ninguna diferenciación en nada que me diga que están en alguna desventaja por ser mujeres salvo en trabajos que requieran esfuerzo físico, y que de todas maneras no tienden a gustarles a las mujeres.

La desventaja que uno puede ver se produce en la maternidad. Cuando deciden ser madres, quedan atrás en años extremadamente competitivos y relevantes para el CV. Pero estamos hablando de mujeres que quieren competir en carreras profesionales tendiendo a cargos ejecutivos, no la población general.

No sé como puedes compensar eso en el ámbito privado. Cuoteando no creo que sea la mejor forma. Se supone que tienen que llegar los mejores para el cargo. Esa es la base de la cultura occidental. Llegan los mejores, o a eso se tiende o se aspira. Si llegas a un cargo solo porque usas faldas, o cualquier otra asociación a un grupo específico, eso es vergonzoso, pero, más críticamente, sub par en rendimiento.

Esta gente solo se fija en la distribución en el 0,01% de las estructuras jerárquicas de poder. No en todo el resto. En el metro o en las micros puedes ver apretados a hombres y mujeres por igual, no veo ningún privilegio o desigualdad ahí. En las plantas de producción trabajan codo a codo operarios de planta, ganándose los mismos sueldos, bonos y HHEE. Al menos yo no conozco a nadie que seleccione con un criterio de hombre o mujer para un cargo. Eso es ridículo. Todos tenemos ciertos sesgos de todo tipo, incluidos los cargos o puestos a los que postulas tu mismo, pero ninguno es tan relevante en mi experiencia, menos ahora. Y si es una asociación privada de personas, no tienes porqué diablos meterte en ello como Estado. Si una empresa es tan estúpida de discriminar talento en base a grupos específicos, y que otras empresas captan, va a ser liquidada.

Esto para mi es un debate completamente artificial. Cuotear, en lo que sea, reduce el pool de talento al que puedes acceder. No hay otra forma de verlo. El porqué cierto grupos están subrepresentados en ciertas áreas es otra discusión, partiendo por si efectivamente están sub representados o es una construcción artificial con un motivo ulterior de ello.

Cuotear en la universidad deja afuera a gente que tenía el talento pero no cumplía con las cuotas, por otra que no tiene el talento y por ende es sub estándar su desempeño posterior y por lo tanto para la sociedad en su conjunto. Cuotear en empresas lo mismo. Tal vez en política es la única parte donde sea aceptable, porque finalmente da lo mismo, los representantes votan las líneas de partido así es que no podría importar menos. Pero esa es otra discusión. O acaso piensan que Cariola o Vallejo votaban en conciencia, y feminista, y no por lo que se ordenaba desde el balcón de Tellier?…

En política pueden hacer lo que quieran. La democracia representativa está muerta de todas maneras. Vamos a ir a otras estructuras de voto más directo.

No es eso completa igualdad de poder político que es lo que les interesa a estos progres justicieros sociales y aliades feministas? Que la población vote en cuanto a su distribución exacta las materias que son de su incumbencia e interés?.

Me apestan los aliades feministas. Los encuentro tóxicos y muy peligrosos para las mujeres. Quieren quedar bien con ellas solo porque esperan algo a cambio. Aprobación?, aceptación? Sexo?…

Quien sabe. Pero no es por altruismo o convicción, eso es seguro.

Un hombre normal trata a la mujer como un par. Ni por sobre ni por debajo. Y cuotearlas es tratarlas por debajo, como si fuesen víctimas y por ende inferiores. Y, en general, a todo el mundo se trata de la misma manera y con el mismo respeto. Los aliades feministas son los típicos lame botas de las mujeres que les gustan porque finalmente quieren algo a cambio, pero a cualquier persona que consideren inferior las tratan con la punta del pie como pequeños tiranos. Es cosa de ver a algunos convencionales para darse cuenta de ello. O al mismísimo presidente, declarado aliade feministe.

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