En 1971, Alejandro Foxley fundó el Centro de Estudios de Planificación Nacional (Ceplan), una instancia de reflexión pluralista dedicada a la investigación económica y social. A partir de 1976 se desvinculó de la UC, convirtiéndose en la Corporación de Investigación Económica para América Latina (Cieplan), que comenzó a entregar una visión crítica a las políticas macroeconómicas y reformas que implementaba el gobierno militar.
En los 70, los investigadores de Cieplan escribieron numerosos papers y tenían una revista, pero la institución era prácticamente invisible para los medios de comunicación, si bien organizaba encuentros con periodistas dando a conocer sus análisis.
En la década del 80, la revista sí era muy leída en América Latina. El investigador Patricio Meller Bock —ingeniero industrial de la Universidad de Chile, doctor en economía por la Universidad de California, Berkeley— ha publicado y actualizado sistemáticamente sus investigaciones no solo sobre economía, sino también de minería, comercio internacional y de educación.
“Lo que omite el enfoque de los Chicago Boys fueron las consecuencias de implementar sus reformas y cómo resolver los desequilibrios macroeconómicos que se generaron durante la Unidad Popular, entre los cuales el problema central era una inflación de IPC del orden de 600% en 1973. Para frenar la inflación se aplicaron políticas de ‘represión salarial', ajustes de shock, independiente del efecto que tenían en aumentar la desocupación, un doble problema que afecta la pobreza”, dice Meller, quien se desempeña como académico en la Facultad de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile.
—¿Cómo abordaron esta
situación?
“Uno de los trabajos más interesantes no lo hicieron economistas, sino dos sociólogas: Dagmar Raczynsky y Claudia Serrano. Después de la gran depresión de 1982, el desempleo subió a 30%. La pregunta de ‘¿Cómo se las arreglan los pobres?' fue lo que las llevó a realizar entrevistas, durante seis o nueve meses, a familias en las poblaciones. Ante el desempleo, quienes tenían que preocuparse cómo sobrevivir, eran las dueñas de casa. Entrevistaron varias veces a las mismas familias y mujeres. Cuando se despidieron, muchas les preguntaban: ‘¿Cuándo van a volver?'. Es que ser entrevistadas les indicaba que alguien estaba pendiente del terrible problema que sufrían”.
“Las reformas nunca tuvieron preocupación por la cuestión distributiva. Se crearon dos programas—PEM y el POJH— de empleo mínimo y para jefes de hogar, para cumplir labores de limpieza en calles y plazas. Su efecto era que las cifras oficiales de desempleo se reducían y no aparecían en las tasas oficiales de desempleo, y así era como se enfrentaba la pobreza. En Cieplan nos preocupaba qué hacer para que el país volviera a crecer y, más allá del crecimiento con equidad, ver cuáles eran los instrumentos para generar un país más equitativo. Esto fue crucial para el debate posterior acerca de distinguir entre las políticas dirigidas a reducir la pobreza de aquellas para disminuir la desigualdad”.
—¿En qué se diferencian las políticas para la pobreza y la desigualdad?
“Se puede eliminar la pobreza y mantener el mismo tipo de inequidad. Lo ilustro con un ejemplo: las personas viajan en un tren donde hay tres vagones, uno de primera clase, otro de segunda y el de tercera clase, con pasajes más baratos, donde suelen viajar más personas. Se genera crecimiento económico y el tren va más rápido demorando menos el trayecto, pero ningún pasajero pasa de tercera a segunda clase, ni de segunda a primera clase. La estructura distributiva se mantiene igual”.
“Puede haber gran coincidencia en uno u otro lado en las políticas para reducir la pobreza, pero en el siglo XX surge la idea de la igualdad de oportunidades. Desde el punto de vista conceptual, va acompañado de que los niños no son responsables de la comuna donde nacen. Es un enfoque sobre movilidad social: cómo sacar a un niño del círculo de la pobreza, que pueda moverse desde el vagón de tercera a segunda clase y eventualmente al de primera clase”.
—¿Qué políticas para la igualdad de oportunidades?
“Esto tiene que ver bastante con la teoría económica del capital humano, que surge para explicar las diferencias de salarios entre los trabajadores. El capital humano se traduce en mayor educación; la forma en que se mide, erradamente, es si terminó o no la educación media. Lo mismo si tiene o no educación universitaria y si obtuvo su título. Eso torna la educación como una cuestión ‘credencialista', en lugar de preocuparse de cuánto sabe la gente. El problema es que a los estudiantes no les interesa aprender, sino aprobar el curso y tener el título o diploma. Además, en muchas empresas al postular a un cargo la pregunta del gerente de recursos humanos es en qué colegio estudió el postulante, un enfoque totalmente clasista”.
Inteligencia artificial
—¿Cómo vio el tema de la educación desde Fundación Chile?
“Dedicado a la educación superior por muchos años, al igual que muchos profesores, tenía el sesgo de pensar que nosotros formábamos a los profesionales de este país, que teníamos el saber y el conocimiento. Como presidente del directorio en Fundación Chile, conocí al grupo dedicado a la educación escolar. Constaté su relevancia y, más aún, la importancia mayor que tiene prekínder, de 0 a 5 años de edad, todo se juega en preescolar. Me dediqué a estudiar qué pasaba con los resultados de las pruebas de evaluación Simce y PISA, de educación básica y media, respectivamente”.
“La PISA se aplica a niños de 15 años en alrededor de 80 países y mide comprensión de lectura, matemáticas y ciencia. En varios test PISA consecutivos, el 50% de los estudiantes chilenos no alcanzaba el nivel básico en matemáticas, el 40% en comprensión de lectura, y solo el 2% alcanzaba niveles superiores. En la PISA de 2012, incluso Vietnam, que tenía un cuarto del ingreso per cápita que tiene Chile, logró niveles muy superiores. Con el Simce nos escandalizan las brechas entre colegios de altos y menores ingresos”.
—¿Dónde está el problema en el sistema educacional?
“La secuencia debería ir desde el currículum, donde se define qué se enseña, luego la metodología y al final la evaluación. Acá funciona al revés, lo que interesa de los colegios es la evaluación y la educación se orienta a que a los niños les vaya bien en la prueba Simce o en la PSU (hoy PAES) para el ingreso a la universidad. Muchos establecimientos enseñan los facsímiles de estas pruebas. El mayor problema es la metodología de enseñanza, es la misma en toda América Latina.
“La esencia de la enseñanza y metodología, incluso en la universidad, es memoria, repetición y resolución de problemas conocidos. Eso funcionaba en el siglo XX, no en el siglo XXI, con todas las innovaciones que ha habido. El mundo cambia con los computadores y después de internet. Con la inteligencia artificial (IA), estamos enfrentando un montón de problemas desconocidos que tenemos que resolver. Ahí es donde aparece hoy el enfoque central de cómo enseñar a los niños creatividad y pensamiento crítico, de eso se trata la educación en el mundo que estamos viviendo. Estimular el potencial creativo desde prekínder y no tratar de uniformar su pensamiento crítico en el colegio”.
Pensamiento crítico
—¿Cómo enfocar el pensamiento crítico en escuelas más pobres?
“Este nuevo enfoque es para todos los niños y no hay que mirar a Finlandia para ver las experiencias, aquí hay ejemplos en escuelas públicas del sur. El Colegio Kopernikus, en Frutillar, diseminó su método de enseñanza a una escuela pública de la misma zona. Asistí a una clase donde había una profesora de castellano y una pintora del sector, unos 24 niños de 9 años estaban distribuidos en mesas de a cuatro. El tema era dibujar un caballo y entre ellos interactuaban, la pintora iba por cada mesa ayudándoles y la profesora les preguntaba quién sabía dibujar mejor. Un trabajo en equipo, donde destaca la forma en que los niños son guiados. Otro caso es el de un profesor en Maule. Al ser contratado para 1º básico, le dijeron que durante cuatro años tendría a los mismos niños. Llegó el primer día con un cajón que puso delante de la sala e invitó a los niños a subirse para relatar algo que les ocurrió en la semana. Nadie quería salir hasta que finalmente uno levantó la mano. Eso fue por cuatro años y cuando vino el Simce, por primera vez a los niños les fue espectacular”.
—¿Qué política pública se tendría que aplicar?
“No tengo idea qué políticas públicas. Un gran pedagogo inglés criticaba a los colegios diciendo que funcionaban como fábrica de salchichas, que la gran creatividad que tenían los niños se las mataban en los colegios, donde los trataban de uniformar y a los niños que eran distintos se les consideraba disruptivos”.
“En Fundación Chile invitamos a un experto norteamericano que tiene un libro con una metodología para enseñar creatividad, y hay una variedad de textos publicados. Él nos hizo una clase a 60 profesionales y nos distribuyó en mesas de seis personas. Nos dio una charla sobre el águila norteamericana, con todas sus características, velocidad de vuelo, visión a 2 km de distancia de su presa, etc. Era la forma tradicional de enseñar, el profesor adelante y los estudiantes tomando nota. Pero luego nos dio una pregunta: ¿Cómo sobrevive un águila que inadvertidamente, y dada su velocidad de vuelo, se entierra una rama en un ojo? Antes, el rol del profesor era ser el sol que, con su verdad, iluminaba a los satélites que eran los estudiantes. Con Google la información se difundió. Ahora se trata de que el profesor actúe como director de orquesta; por ejemplo, los estudiantes leen un texto y en clases deben resolver en grupo las preguntas. El profesor dirige y sintetiza la idea central”.
Esa es uno de los mayores errores en torno a la educación curricular para mi gusto.
Pensar que puede incentivar la motivación por algo y desarrollar carácter.
No puede. Solo lo revela. Igual que el dinero.
Muy interesante lo de combatir la pobreza y la desigualdad.
No puedes hacerlo en conjunto. Porque para combatir la pobreza tienes que generar los recursos para ello. Y eso significa desatar a los más talentosos para que concentren capital en la forma de emprendimientos que generan más trabajo y que aporten al sistema lo suficiente para ello.
Si los asfixias con impuestos y sobre regulaciones, no van a aportar lo que potencialmente podrían para subir el nivel base.
Finalmente, lo comentado desde siempre. El concepto de igualdad en el entendido de ingresos o riqueza es un concepto marxista. Nunca antes de Marx se había pretendido eso, porque es ridículo. Los humanos son diferentes en potenciales y habilidades.
La forma de capturar esa diversidad de talentos es promoviéndolos para que se desaten. Y eso genera desigualdad por diseño. Que es diferente de promover la igualdad de oportunidades. Completamente diferente.
En fin.
Lo de que los estudiantes solo quieren el título sin intentar aprender, siempre ha sucedido. Y diría que es la mayoría. Incluso en aquellos que quieren aprender, hay ramos que simplemente los dejan pasar porque no les interesan.
Por eso la universidad debería ser para élites académicas. Si lo liberas a todos, ya no tiene ningún valor diferenciador y por ende los niños y padres que con mucho sacrificio incurren en enormes deudas obtienen por ello algo que no les sirve para nada en la vida.
Como sociedad debemos sincerarnos también. No todos pueden ser ingenieros civiles, médicos o abogados, que son el Big 3 de las carreras. De hecho, solo una pequeña minoría, si colocas los requerimientos correctos.
De hecho, la mayoría de la gente es mediocre, en el entendido de resultados medios por esfuerzos medios. Lo puedes ver en lugares de trabajo. En un ambiente de 100 personas, pueden haber 5 con real motivación e iniciativa. El resto solo espera órdenes y ejecuta procedimientos.
Cest la vie.
Eso es muy relevante para la gestión del cambio y la mejora. El error canónico de ello es suponer que tienes que cambiar a todos.
Nop.
Solo tienes que motivar a esos 2 a 5 al cambio.
Es una verdad incómoda, pero empírica a fin de cuentas.
Si tenemos como sociedad el deber de reconocer el talento donde sea que se produzca.
Es una delgada línea entre libertad y control centralizado.
Estamos desperdiciando el talento que hay en los Colegios porque se pretende que todos sean iguales y en la práctica se nivela hacia abajo, esto desmotiva a los mejores. Cada año aparecen los ránking de la PAES y destacan colegios pequeños que mantienen su método tradicional de exigencia y reciben muchas críticas de personas externas, sin embargo, quienes salen de ahí valoran la formación rigurosa que han recibido porque eso les permite contribuir a la Sociedad.
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