@latercera
Para Juan Andrés Fontaine, ex ministro de Economía de Sebastián PIñera y hoy uno de los coordinadores de su equipo programático, la crisis ministerial acontecida en la última semana no tiene dos lecturas: “Definitivamente sella el fracaso económico y politico del gobierno de la Nueva Mayoría”. Aunque valora la renuncia de Rodrigo Valdés y del resto del equipo económico, considera que quedaron al debe. Con todo, sigue optimista de que si su sector vuelve a La Moneda, el crecimiento de Chile puede estar entre 3% y 3,5% en 2018.
¿Qué constituye la salida del equipo económico del gobierno, aparte de ser algo inédito en el país? ¿Qué dice de fondo?
Es la crisis económica más seria que ha habido desde la vuelta a la democracia y, definitivamente, sella el fracaso económico y político del gobierno de la Nueva Mayoría. Este fracaso nace de un diagnóstico errado y eso es lo que ya les ha pasado la cuenta a dos ministros de Hacienda, y que tampoco creo que va a poder ser resuelto por su tercer ministro de Hacienda.
¿Con este episodio la Presidenta terminó de inclinar la balanza hacia sus convicciones de fondo?
Yo lo pondría en términos del corazón de la coalición. Ella encabeza un gobierno que fue diseñado y aprobado por la Nueva Mayoría, y que se ha mantenido intacto pese a todo lo que ha ocurrido y que también representa las tendencias de sus candidatos a la Presidencia y al Parlamento hoy en 2017, cuando ya se han podido palpar los efectos de su programa. Ese programa nació de un diagnóstico de que en Chile había un descontento masivo con el modelo económico, lo cual ha sido desmentido. No hay una voluntad de abrazar otro modelo, sino más bien de mejorar el actual. Además, este programa se elaboró con un diagnóstico técnico de que los cambios podían hacerse sin un costo para el bienestar de la gente, es decir, sin afectar la marcha de la economía, lo que hizo que la oferta electoral de Bachelet en 2013 fuera imbatible. Ella ofrecía mantener los buenos resultados económicos y agregarle redistribución, educación gratis, etc., pero eso es lo que se ha demostrado que no resultó.
Precisamente, los ex ministros Rodrigo Valdés y Jorge Burgos llegaron en su minuto para intentar ponerle “realismo” al proceso de reformas del gobierno.
Efectivamente, con la entrada al gabinete de Burgos y Valdés se inicia un viraje que se llamó “realismo sin renuncia”. En verdad, ese viraje significaba alguna renuncia, por ejemplo, postergar la gratuidad universal. Pero lo que se les hizo pensar, tanto a la ciudadanía como a la Nueva Mayoría, es que esas renuncias eran bastante modestas y que el ánimo refundacional de la Nueva Mayoría podía seguir adelante. Lo que han demostrado los hechos es que no es así. Hay una contradicción esencial en ese “realismo sin renuncia”, porque el realismo que requiere la situación económica, tanto desde el punto de vista de la situación fiscal como del crecimiento, implica un grado de renuncia a los objetivos de la Nueva Mayoría muy superior al que la Presidenta y la coalición están dispuestos a tolerar.
¿La ida de Valdés significa entonces que ganó el “sin renuncia”?
El triunfo del “sin renuncia” por sobre el “realismo” es lo que explica la salida de Valdés. Su partida no es por el desacuerdo sobre Dominga, es porque Valdés y su equipo económico terminaron convenciéndose de que la racionalidad económica era incompatible con los objetivos de la Presidenta y de la Nueva Mayoría. Es un camino que no se comparece, como dice el propio Valdés en sus declaraciones al salir, con abrirle espacios al sector privado en la economía y, en consecuencia, que no funciona.
¿Cómo será recordado Valdés: como un buen ministro de Hacienda o más bien mediocre?
Validó la imagen que había de él como un profesional serio y conocedor de su materia, pero el gobierno ha fracasado en su gestión económica y política, y Valdés de alguna manera es corresponsable de ese fracaso. Rescato su gestión personal en cuanto a que intentó imponer algún tipo de racionalidad en las decisiones, pero fue insuficiente, insatisfactorio. De todos modos valoro su renuncia, porque es en base a lo correcto. El hecho de renunciar en estas condiciones habla bien de su compromiso y el del resto del equipo económico con el servicio al país. Creyeron poder reencauzar al gobierno, no lo lograron, y entonces se retiran.
Pero Luis Felipe Céspedes y Alejandro Micco están desde el comienzo en el gobierno y han avalado todo lo que se ha hecho. ¿No fue un poco tardía su reacción?
Uno puede argumentar que es tarde y que hubiera preferido que esto se hiciera antes, pero es parte de la confusión que ha habido desde la confección del programa y que involucra también al ministro Nicolás Eyzaguirre, que ha tenido en sus ministerios anteriores, en Educación y la Segpres, una línea muy contradictoria con su gestión anterior como ministro de Hacienda. Ahora no sabemos cuál de las dos va a primar, pero al decir que su norte es crecimiento, crecimiento y crecimiento, uno se pregunta entonces por qué salieron Valdés, Céspedes y Micco.
¿Qué espera de la labor de Eyzaguirre, dadas esas dos líneas que ha mostrado?
Tiene poco tiempo, pero decisiones bien cruciales que enfrentar: el Presupuesto 2018, el reajuste salarial, la reforma previsional, la reforma a la educación superior, el futuro del Transantiago. Espero que apele a su profesionalismo y pueda hacer que el gobierno entregue un país que marche bien.
¿Confía en que tenga el mismo empeño de Valdés en contener el gasto fiscal?
Todos hemos visto la mutación sorprendente que mostró cuando se transformó en ministro político, pero las pocas horas que lleva en Hacienda me llevan a pensar que se ha sacado ese traje y se ha puesto el ropaje que tenía cuando era ministro de esa cartera. Ha vuelto a hablar de crecimiento, de austeridad, está volviendo a hablar como un economista, eso lo celebro. Pero mantengo una duda y es que en una reciente entrevista, todavía en la Segpres, dijo que las reformas de la Nueva Mayoría se justificaban aun cuando tuvieran costo económico y fueran impopulares. Fueron dichos muy desafortunados.
¿Y puede chocar también con la Presidenta y la coalición como Valdés?
Es que eso va a tener que pasar de todas maneras, y vamos a ver cómo lo maneja, pero la contradicción esencial que detectó Valdés y que dijo en su discurso de salida no veo por qué va a esfumarse.
¿Esa contradicción se refleja en un Valdés que dice que se va porque no consiguió convencer a la coalición de la importancia del crecimiento y un Eyzaguirre que llega diciendo que su prioridad es, precisamente, el crecimiento?
Es positivo que Eyzaguirre se imponga ese propósito, pero me parece perturbador que se insista en que tal opción es viable dentro de esta coalición, que ha demostrado que no valora dicho objetivo.
La Presidenta dice que lo valora, pero que lo que no concibe es el “desarrollo a espaldas de las personas”. ¿Existen dos tipos de crecimiento?
Esa es una falacia demagógica. Cuando hablamos de crecimiento en Chile, estamos hablando de lo que se entiende en el mundo como crecimiento económico. No hay versiones distintas. La discusión es: o se aplican políticas públicas que se basen en una racionalidad económica y medioambiental, o se utilizan las políticas públicas con fines ideológicos y electoralistas. Y a mi juicio esto último es lo que ha primado en buena parte del sentir de la Nueva Mayoría y también en las decisiones recientes de la Presidenta.
¿Cuál es la diferencia fundamental entre Valdés y Eyzaguirre?
Eyzaguirre hoy es una incógnita. El Eyzaguirre ministro de Lagos me parece totalmente comparable con Valdés. Hay diferencias de personalidad, de estilo, pero ambos se inscriben dentro del trabajo de un economista profesional que le toca desempeñarse en esa cartera. En cambio, el Eyzaguirre ministro político es una especie diferente.
¿Qué cree que pasará con la reforma de pensiones estando Eyzaguirre en Hacienda?
De los tres proyectos va a quedar postergado el de reforma a las AFP, porque no tiene urgencia. Los otros dos tienen urgencia y la intención original del gobierno era meterles presión para sacarlos adelante, pero es una mala idea. Son malos proyectos que requieren ser analizados con mucho cuidado. El informe que los acompaña plantea interrogantes muy serias y el impacto en salarios y empleos debe ser analizado con lupa. En consecuencia, creo que Eyzaguirre haría muy bien en quitarles la urgencia a esos proyectos y verlos con calma.
Sumada esta nueva crisis, ¿sigue pensando que el daño que, a su juicio, este gobierno le ha infligido al país se puede recuperar más o menos rápido en un próximo gobierno o se requerirá más de una administración?
El daño es profundo y se manifiesta en que es una causa importante, no la única, del deterioro del PIB potencial. Ese crecimiento ha caído desde cerca de 5% de finales del gobierno de Piñera, a 2,6% en la última medición de expertos. Pero de acuerdo a mi experiencia, las expectativas pueden componerse rápido en Chile si el nuevo gobierno da señales apropiadas. Y una vez que eso ocurra, la inversión puede dispararse con admirable celeridad y por esa vía vayamos gradualmente reacelerando el crecimiento potencial. Por otro lado, los ajustes necesarios en las reformas están bastante identificados y no debería haber un problema técnico en aplicarlos. La pregunta es si las condiciones sociales y politicas lo van a permitir o no. No me parece que los cuatro años se hagan pocos para realizar una parte sustancial del trabajo.
La ideología de todos los sectores de izquierda es que hay mucho dinero en la clase rica o empresaria del cual echar mano vía impuestos (que sería la diferencia con el comunismo que simplemente elimina la propiedad privada), para pagar por sus sueldos y cubrir sus promesas electorales de redistribución hacia la base votante que los mantendrá en los cargos.
No existe ideológicamente ninguna preocupación por el crecimiento económico sino de la repartición de lo que existe. Si existiera la preocupación sincera por el crecimiento económico, se harían cosas que lo promovieran y no lo que se sabe jamás ha resultado para esos efectos, que son mayores impuestos, mayores beneficios sociales sin ningún chequeo y balance de viabilidad y mayor participación del gobierno en la economía.
Eso es especialmente cierto en el caso de la extrema izquierda.
Si naciste con el talento y pusiste esfuerzo y trabajo en el para generar un gran valor a la sociedad o a la economía y por ello ganar mucho dinero, según esta gente eso no es justo con aquellos que no tienen esos talentos, o no han puesto el esfuerzo necesario o una combinación. Eso básicamente es romper uno de los 10 mandamientos que regularon la vida humana por miles de años. No codiciarás los bienes de tu prójimo. Eso es básicamente lo que son los impuestos a la renta, es decir los impuestos directos que son proporcionalmente mayores a medida que sube el ingreso. No entiendo porqué nadie ha cuestionado el que una persona de mayores ingresos pague proporcionalmente más que una con menos. Claramente eso es discriminatorio. Diferente son los impuestos indirectos, que solo se aplican si se consume algo.
Si ganas más dinero y consumes por ende más, evidentemente pagas más impuestos. Pero depositas el excedente del ingreso en manos de los consumidores y por lo tanto mueven la economía de manera directa y eficiente.
Tan simple y tan poderoso que los mayores intelectuales de la época clásica del pensamiento moderno lo colocaron en algo conocido como la constitución de USA. Imprimir artículo
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