28 noviembre, 2016

La muerte de Fidel Castro marca un clímax en un año de cambios extraordinarios

 

@DF

Fidel Castro sabe cómo robarse el espectáculo. Su muerte el viernes fue el clímax de un año de cambios extraordinarios. Las ideas del líder cubano sobre ideología, imperialismo y socialismo revolucionario hace mucho que parecen antiguas, pero su muerte las hace especialmente desactualizadas hoy. La izquierda política ha cedido a la derecha política en todo el mundo, luego de la tormenta del voto por el Brexit en Reino Unido, el proceso colombiano de paz y la elección de Donald Trump en Estados Unidos. Con la muerte de Castro, la rueda ahora ha dado un giro completo, al menos desde afuera. Mientras la luz se apaga en la revolución castrista, que una vez fue un símbolo de los movimientos populistas nacionalistas en el mundo en desarrollo, los movimientos nacionalistas populares comienzan a ganar terreno en el mundo desarrollado.

¿Qué sigue? En Cuba, esconderse en el búnker es la respuesta típica para los momentos de debilidad e incertidumbre. En el corto plazo, se espera resistencia y no cambio acelerado. El Partido Comunista presionará fuertemente a la disidencia para demostrar fuerza. También podría ocurrir en la economía: ha habido señales recientes de que La Habana ha querido desviar las modestas reformas que comenzó Raúl Castro, hermano menor de Fidel, desde que asumió la presidencia hace ocho años. Los aliados regionales como Venezuela, con sus versiones caricaturescas de la revolución cubana, probablemente harán lo mismo.
En el plazo más largo, la pregunta es si las facciones más leales a Fidel mantendrán una influencia desmedida en la desaceleración de los cambios que desesperadamente necesita Cuba. Incluso desde el retiro, la resistencia de Fidel a estas reformas, entre ellas la reaproximación con EEUU que inició Barack Obama, era conocida. Pero será difícil para Raúl, supuestamente pragmático, deshacer estas medidas, especialmente cuando está determinado que entregue la presidencia en 2018. Los cubanos han podido probar el cambio y quieren más.

El rol de EEUU será clave. El presidente electo Donald Trump ha dado señales conflictivas sobre si mantendrá la reaproximación del presidente Obama. Primero la respaldó. Luego, mientras hacía campaña en Florida ante votantes cubano-estadounidenses, se opuso a ella. Puede ser que Trump ahora envíe una señal a los extremistas en Miami, después de todo, hacia allá parecía estar inclinándose. Pero la muerte de Castro cambia los cálculos. Si Washington busca explotar la partida de Castro "reapretando los tornillos" del embargo a Cuba, eso sólo solidificaría a la facción fidelista y anti reformista del partido. El cambio llegó para quedarse en Cuba y EEUU puede ser parte de él o sentarse a mirar durante los próximos cuatro años.

Lamentablemente Fidel no es el último bastión de la lucha de clases. Al contrario.

El socialismo, y por extensión el comunismo, son ideologías que van a enfrentar la última batalla contra el libre mercado. La madre de todas las batallas.

El socialismos en el mundo está luchando con los dientes apretados. Mayores impuestos, guerra sobre el efectivo, completa información sobre todos los movimientos de dinero a nivel mundial.

Esto solo comienza.

Con algo de suerte, el experimento de la India va a postergar las medidas en el resto del mundo, dado lo desastrosas que están resultando ser.

Y con otro poco de suerte, las reformas de Trump resultan, al menos parcialmente, y por ende en el mundo se produce al menos una duda respecto del mantra actual de aumento de impuestos y sobre regulaciones y persecución de los capitales.

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1 comentario:

  1. Afortunadamente, por ahora, el cuerpo humano tiene una fecha de vencimiento, pero las construcciones mentales que cultivaron el ego del difunto e impactaron en los egos de muchos, pueden perdurar por una largo tiempo, alimentadas por las ilusiones de un pasado glorioso y de un futuro esplandoroso. La objetividad acerca de la figura de Fidel Castro y de su legado parece absolutamente imposible debido a las infinitas capas de tinta propagandísticas que la tiñeron durante cinco decenios. Estamos en la quinta dimensión donde las coordenadas se desvanecen e impera la relatividad absoluta, como en el amor o en el odio. No hay dialogo posible con los fanáticos y cuesta creer que la misma ilusión beata que los ateos encaran a los creyentes, se hace presente con la misma fuerza frente a una figura secular. Realmente avanzamos muy lentamente y ahora nos acercamos finalmente al cambio de siglo, no del calendario sino que de aquel cambio que le dará su sello histórico.

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