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El dirigente opositor y actual alcalde de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, sorprendió en las elecciones presidenciales argentinas al obtener un 34,66 de los votos, mientras que el oficialista y gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, 36,52% con el 94,07% de las mesas escrutadas.
De esta forma el nombre de quien relevará a la Cristina Fernández de Kirchner al frente de la Casa Rosada será conocido sólo el 22 de noviembre, cuando deberá realizarse una histórica segunda vuelta presidencial por primera vez en Argentina.
La publicación de los resultados oficiales tardó seis horas después del cierre de la mayoría de las mesas, lo que causó preocupación entre los analistas.
Ya antes Scioli, sin reconocer que habría segunda vuelta, llamó a los indecisos e independientes a sumarse a “esta agenda del gran futuro del desarrollo argentino”. Se trató de un discurso, ante sus seguidores congregados en el estadio Luna Park, más bien de un candidato en campaña que de un Presidente electo.
“Con mucha responsabilidad les pido que nos sigan acompañando y a quienes antes eligieron otra propuesta los convoco porque llegó el día que para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”, afirmó Scioli en un discurso donde mencionó a Juan Domingo Perón, a Raúl Alfonsín, a Néstor Kirchner, al Papa Francisco y a la Presidenta Cristina Fernández. Según el peronista en las elecciones están en juego “dos visiones muy diferentes, del presente y del futuro de argentina” y su espacio representa a los que tienen como prioridad a los humildes.
Después fue el turno de Macri y habló de un nuevo ciclo en Argentina. “Lo que ya ha sucedido hoy cambia la política de este país”, destacó desde su búnker y aseguró que se tiene “mucha fe” en la segunda vuelta. “Quiero agradecerles a los que me votaron sin pensar que yo era la mejor opción. Voy a trabajar para ganarme su confianza, y demostrarles que tomaron la decisión correcta”, dijo.
Por su parte, el peronista disidente Sergio Massa (21,27%) reconoció que quedó tercero pero evitó pronunciarse si apoyará a Scioli o Macri en el balotaje. “Quiero felicitar a Daniel y Mauricio por la elección que hicieron”, dijo. “En tres semanas los argentinos tendrán que elegir un camino, nosotros sabemos cuál es nuestro rol y nuestra responsabilidad de cara al futuro de Argentina”, agregó.
Para ganar en primera ronda un candidato presidencial en Argentina debe obtener al menos 45% de los votos o por los menos 40% y una ventaja de al menos 10 puntos sobre su rival más cercano.
Unos 32 millones de argentinos estaban habilitados para elegir al sucesor de Cristina Fernández. Los analistas consideraban que el resultado de estos comicios, se estaba convirtiendo en una muy mala noticia para la mandataria saliente que anhela regresar a la jefatura de Estado en 2019.
Uno de los resultados más negativos para el kirchnerismo era el que se registraba en la provincia de Buenos Aires, ya que el jefe de gabinete Aníbal Fernández estaba siendo derrotado por María Eugenia Vidal, de la alianza que respalda a Macri, en la carrera por la gobernación.
De cualquier forma, estos comicios marcan el comienzo del fin de los 12 años de kirchnerismo, iniciado por Néstor Kirchner en 2003, ya que incluso Scioli representa un giro frente a sus predecesores, un peronista a la manera más tradicional y con un estilo más dialogante. Los argentinos también elegían a la mitad de los diputados, un tercio de los senadores y legisladores del Mercosur.
Tal vez es fácil caer en la tentación de pensar que este es un movimiento hacia la derecha. Pero en mi opinión, lo que ocurre es algo diferente. Es un movimiento hacia lo nuevo. El hastío con la corrupción en la política es global. Quien sea el partido o tendencia que detente el poder en este momento, lo más probable es que no lo haga en las próximas elecciones, en cualquier parte del mundo.
En el caso de Argentina, muy parecido a lo que sucede en Francia, por ejemplo, en términos de sindicatos y su poder, sería un vuelco hacia una vía rápida de alto desarrollo el quitar el auspicio del estado y la barreras al comercio internacional y a la inversión interna vía leyes laborales extremadamente rígidas. Un estado con la riquezas con las que cuenta, y con la base de población educada es casi imposible que no se convierta en una potencia mundial con el modelo correcto de funcionamiento social y económico.
Siempre ha sido para mi una duda abierta el porqué un país como Argentina no es una súper potencia económica mundial. Los políticos por supuesto son la respuesta a esa interrogante.
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