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Cómo diseñar la política económica cuando el ingreso, o las variables tradicionales, ya no son suficientes; especialmente si se trata de países en desarrollo. Ése es uno de los focos de investigación que le significaron al economista Angus Deaton, académico de Princeton, ser merecedor del Premio Nobel en Ciencias Económicas de 2015.
El galardonado, ciudadano británico y americano, es reconocido por su idea de que el aprendizaje acerca de las circunstancias económicas específicas y opciones de las personas individuales -en lugar de confiar en la métrica definida por otros-, podría producir una mejor perspectiva sobre el funcionamiento de la economía en su conjunto, tal como señaló en una entrevista de septiembre pasado dada a la televisión suiza (ver recuadro).
“Para diseñar la política que promueva el bienestar y reduzca la pobreza, debemos entender primero las opciones de consumo individuales”, señaló la Real Academia Sueca de Ciencias en el comunicado con el que anunció el premio. “Más que nadie, Angus Deaton ha mejorado este entendimiento”, concluye.
La urgencia moral
En una entrevista realizada ayer, el académico de Princeton dijo que se había centrado en el mundo en desarrollo porque “hay una verdadera urgencia moral para entender cómo se comportan las personas, y lo que deberían o podrían ser capaces de hacer al respecto.”
Otro de los temas centrales de su análisis es el de la felicidad. De hecho, en su última colaboración con la OCDE, el profesor Deaton afirmó que “la revolución de la felicidad” está en pleno apogeo. “Las oficinas de estadística de varios países están comenzando a recopilar datos sobre el bienestar; la OCDE ha elaborado un manual sobre la mejor manera de hacerlo, y los políticos prometen centrarse, no sólo en el crecimiento económico y elevar el nivel de vida material, sino también en una gama mucho más amplia de las cosas que son realmente importantes para la gente. Esta ampliación de la política se debe agradecer, ya que es la comprensión más amplia de las insuficiencias del PIB como objetivo nacional exclusivo. E incluso, si los datos sobre el bienestar tienen sus problemas y sus críticos, una medida imperfecta pero más amplia, como el bienestar, puede conducir a una mejor política que uno imperfecto pero estrecho, tales como ingresos”, señaló.
Un punto que aún no logra dilucidar, reconoció, es si la percepción subjetiva de bienestar es lo único que importa, “lo que simplificaría la formulación de políticas”.
CUANDO LA AYUDA INTERFIERE EN LA RELACIÓN ESTADO-POBLACIÓN
-¿Cómo decidir las variables que determinan la desigualdad?
-Es un error cuando se usa una definición muy estrecha de desigualdad, hablando sólo de ingresos o salud, ya que también se deben considerar educación, participación en sociedades democráticas, etc. Hay que tomar una visión global de bienestar y no dejarse llevar por unas pocas variables, ya que así se pierde gran parte del cuadro.
-¿Cómo ve la relación entre ayuda social y el Estado?
-Muchas veces ocurre, como en algunos países de África, que existe una alta dependencia entre lo que la población tiene y lo que le entrega el Estado. Y lo que sucede en esos casos es que se provoca una interferencia de lo que en realidad debiera ocurrir, que es construir las bases de una relación entre Estado y las personas, una especie de contrato -por ejemplo a través de impuestos-, y lo que en realidad sucede, es que el gobierno deja de preocuparse de lo que las personas necesitan para desarrollarse, y sólo atiende las necesidades más inmediatas.
-Pero es un actor importante en la educación
-Eso no es un problema, el problema está después de eso. Si todo viene desde un solo lado (programas de ayuda internacional), la responsabilidad ya no es de los niños, los padres o el gobierno, sino de quienes entregan los recursos, quienes en verdad no saben qué es lo que están haciendo, porque no pueden verlo ya que no están en los países a los que envían ayuda.
Se parece mucho a la mano invisible de Adam Smith…
Que cada uno tiene una curva de beneficio o bienestar propio y actúa en consecuencia a maximizar ese bienestar es una teoría de hace como 1 billón de años…
No entiendo muy bien el aporte de un premio nobel que recicla teorías de hace 300 años y las envuelve en políticas de gobierno. Así como tampoco el de un escritor francés que copie casi punto por punto un libro que dio a luz a la política pública más fracasada de la historia moderna y que ha provocado cientos de millones de muertes a nivel mundial.
Hay un tema con las ciencias sociales, entre las cuales se encuentra la económica. Simplemente no le apuntan a nada concreto, como si pasa en las ciencias físicas.
Tal vez falta más ciencia dura para establecer mejores teorías económicas. Y más experiencia real y no tantos académicos que nunca han puesto un pie laboral fuera de las salas de clases.
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