29 julio, 2015

El ideal socialista

 

@blogselmercurio

Ninguna persona sensata podría negar que hay algo en el ideal socialista que apela a parte de los impulsos más nobles que es capaz de exhibir nuestra especie. Incluso, un demoledor de Marx como el filósofo liberal Karl Popper diría que el alemán estaba fundamentalmente preocupado por el bienestar moral y material de la humanidad. Y es que la ideología socialista moderna surge como respuesta a una de las más grandes angustias que pueda experimentar el ser humano: la pobreza material.
La Revolución francesa, la primera revolución socialista de los tiempos modernos, en un principio tuvo por objeto la defensa de los derechos del hombre, pero al poco andar derivó en un esfuerzo desquiciado por asegurar la igualdad material en una Francia en que parte de la población literalmente moría de hambre. Fue esa obsesión por resolver la cuestión social -explicó Hannah Arendt- lo que hizo que la Revolución fracasara en su intento por establecer libertades y degenerara en un cruento régimen del terror, cuestión que ocurrió luego con todas las revoluciones socialistas, sin excepción. Los americanos, en cambio, solo lucharon por preservar sus libertades en cuanto ingleses, y jamás hicieron de la igualdad material un motivo para su rebelión frente a Inglaterra. Por eso, la revolución americana fue un éxito en términos de libertad.
Marx, para gran pesar del mundo, extrajo la conclusión totalmente opuesta de su observación de la revolución francesa. Para él y para todos los socialistas que le siguieron, la libertad no tenía que ver primeramente con limitar el poder del gobernante como pensaban los americanos, sino con eliminar las necesidades materiales. El objetivo revolucionario socialista ha sido así, desde siempre: la liberación del hombre en un sentido material. Riqueza y libertad son para el socialista la misma cosa. En la fase superior de la sociedad comunista -prometió Marx en su Crítica al programa de Gotha- "correrán llenos los manantiales de la riqueza colectiva". De este modo, el marxismo como doctrina revolucionaria prometió no la igualdad a secas, sino la igualdad en la riqueza infinita.
¿Hay alguien que pueda sensiblemente oponerse a ese ideal tan cercano al paraíso? El problema es que toda la teoría económica marxista que explicaba el camino al paraíso estaba simplemente equivocada, al igual que su visión del hombre y de la historia, que no pasaban de ser fantasías. Por lo mismo, el socialismo, como predijeron los liberales, estaba condenado a producir miseria y tiranías. Pero en la fundamental no hay duda de que la discusión entre liberales y socialistas no habría existido ni existiría si la riqueza fuera ilimitada, objetivo compartido por ambos.
Los famosos derechos sociales que exigen los socialistas hoy prometiendo nuevamente el paraíso sobre la Tierra no tendrían sentido en un mundo de recursos infinitos, así como no tiene sentido consagrar un derecho a la cantidad de aire que respiramos. El aire -dejemos a un lado el tema de la calidad- no está sometido al principio de escasez, pero todo lo que se encuentra en el centro del debate actual sí. Y mientras el liberal se pregunta cómo multiplicarlo para todos, el socialista vulgar, como lo llamaría Marx, prefiere la igualdad distributiva nivelando hacia abajo, porque cree injusto que unos tengan más que otros. Esto es algo que Marx no habría aceptado. De hecho, su propuesta se basaba en la premisa de que el capitalismo era un sistema explotador donde unos ganaban lo que otros perdían, y era, por tanto, incapaz de mejorar a todos sostenidamente.
Si Marx hubiera pensado que el capitalismo, como ha ocurrido y reconoce cualquier persona razonable de izquierda, era el sistema que más nos permitiría acercarnos al ideal socialista de la abundancia para todos y hubiera dejado a un lado el odio que, en parte, también lo inspiró, sin duda se habría convertido al liberalismo, sumándose a legiones enteras de socialistas que abrazaron el realismo liberal. Lamentablemente, la mayoría de los socialistas olvidaron el ideal que Marx propuso. En su lugar se dejaron llevar por un igualitarismo primitivo -que el mismo Marx denunció- anclado en la rabia, el resentimiento y las ansias de concentrar el poder en sus manos. A ellos no les interesa mejorar la condición de todos, sino igualarlos mediante el control estatal. Por eso creen que es mejor que todos tengan una pensión baja, pero igualitaria, a que todos tengan mejores pensiones desiguales; una educación uniforme mediocre, a una diversa de calidad, etcétera. Los costos en términos humanos -y eso sí lo comparten con Marx, para quien no había crimen lo suficientemente grave si se trataba de construir la utopía- no les importan, pues de lo que se trata es de llevar a cabo una ideología, cualquiera sea el precio a pagar. Realismo sin renuncia no es el lema de estos socialistas. Ellos, en su dogmatismo irresponsable y su afán de poder, traicionan el ideal socialista original, que consistía en liberar al hombre de necesidades materiales y desprecian la lección histórica de que ese ideal, o paradoja, se logra de la mejor manera liberándolo primero de la opresión estatal que le impide crear riqueza.
Axel Kaiser
Director ejecutivo Fundación para el Progreso

Hmmm…

No creo que la motivación socialista docta sea la abundancia por igual, es cosa de leer a Marx. Así como tampoco la del capitalismo entendido como el control de los capitales, no como libre mercado.

Cada grupo de pensamiento trata de controlar y regular de acuerdo a su conveniencia una vez está en el poder. No existe algo como una visión de la sociedad desde estos grupos, solo el como modelan el funcionamiento social y económico para su beneficio.

Y no es algo que se me haya ocurrido. Es algo que se sabe desde que la humanidad es humanidad…

Trasímaco sostiene, entre otras ideas, que lo “justo” (el cumplimiento de las leyes) es en realidad una imposición de los gobernantes en vistas de su propia conveniencia. Negando una concepción trascendente de justicia, considera que ésta es el medio del que se vale el que manda para obtener provecho del que obedece. En la concepción antropológica de Trasímaco, el hombre es interpretado como un ser esencialmente egoísta, poseído por una sed de poder. Admite que hay personas justas que se someten pasivamente a intereses ajenos, pero los considera los eternos perdedores de todas las interacciones humanas.

Según Nicolás Zavadivker, la famosa definición de la justicia dada por Trasímaco (“lo justo no es otra cosa que lo que conviene al más fuerte”) tiene en realidad un carácter metaético. Trasímaco no estaría diciendo que lo que beneficia al más fuerte es justo, sino que lo que suele considerarse “justo” no es otra cosa que lo que la autoridad instituida —es decir, el fuerte— declaró como tal, y en vistas de sus propios intereses. Esto ya no sería una definición de un valor, sino una afirmación fáctica sobre lo que socialmente suele considerarse ‘justo’.

Esto es, cuando quienes controlan el capital tienen el poder, regulan a su conveniencia. Cuando quienes controlan a las masas (el trabajo) tienen el poder, regulan a su conveniencia. Ambos ven como justo lo que hacen. Simple y sencillo.

Vivimos en estos ciclos y por lo tanto pasamos de uno a otro con breves periodos de verdadero libre mercado en cada una de las transiciones desde el socialismo al capitalismo. Así es la humanidad y la sociedad. Hay que acostumbrarse. Como dice Trasímaco, los que se consideran justos son los eternos perdedores.

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1 comentario:

  1. Muy buena acotación. Siempre es bueno volver al debate filosófico para comprender mejor las cosas.
    Para ilustrar lo mismo en otro orden de cosa, la ley en Francia bajo la ocupación alemana calificaba a los resistentes de terroristas. Mañana no sería raro que los lectores de este blog aparezcan en un listado de potenciales subversivos. Y finalmente, no olvidemos que grandes democracias niegan por ley el derecho a revisar científicamente (hablo de la historia como disciplina de las ciencias humanas) una capitulo de la Segunda Guerra mundial, cuando todo el resto de la historia humana ha sido y sigue siendo objeto de revisión y refutación fundadas en las evidencias.

    Efectivamente, si los justos son los perdedores, Jesús dijo también que los últimos serían los primeros...que volverían entonces a ser los últimos...y de nuevo los primeros...en fin...

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