@latercera
"DESPUÉS DE escucharlos a ustedes da la impresión de que no hay problemas”, reclamó el presidente del PS, Osvaldo Andrade, encendiendo los ánimos de la cita que el lunes 1 reunió al comité político de La Moneda con los principales líderes de la Nueva Mayoría.
Hasta entonces, la reunión extraordinaria -solicitada por los líderes de los partidos para evaluar el rumbo del gobierno- se había desarrollado con un tono neutro: los cuatro miembros del comité político, algunos, como la titular de la Segpres, Ximena Rincón, acompañados de un power point, además del titular del Mineduc, Nicolás Eyzaguirre, habían abierto el cónclave con un diagnóstico enfocado en el escenario económico, en el que sólo se reprochaban algunos “autogoles” de la coalición gobernante para explicar el creciente rechazo frente a las reformas.
La intervención del timonel PS, el primero de los jefes de partidos que habló en la cita, terminó por dar un giro a la jornada que se extendió por casi cinco horas. A partir de allí, el tenor de la reunión pasó a ser mucho más directo -“sincero”, en palabras de varios participantes-, dando espacio para fuertes recriminaciones entre ministros y líderes partidarios.
Pese a que prevaleció un diagnóstico compartido que en líneas generales redefinió la agenda legislativa de 2015 y que busca concentrar los esfuerzos oficialistas en revertir la baja en el respaldo a la reforma educacional, las conclusiones quedaron claras para ambos bandos: ni los representantes de los partidos están conformes con la gestión del gabinete, ni los ministros tienen una buena evaluación del desempeño de la Nueva Mayoría.
Esas mismas convicciones fueron reforzadas 48 horas después, cuando la encuesta CEP -el miércoles 3- cristalizó el peor porcentaje de aprobación del que Bachelet y sus gobiernos tengan registro. “Hay que hacerse cargo del sentido común ciudadano, ahí está nuestro peor déficit”, fue la advertencia levantada por el presidente de la DC, Ignacio Walker.
El sondeo reveló que, a menos de nueve meses de iniciado su segundo mandato, sólo un 38% aprueba la forma en que la Mandataria está conduciendo su gobierno. En su primer mandato, en noviembre de 2007, la aprobación a la gestión de Bachelet cayó a un 39%, en medio de las protestas contra el entonces debutante Transantiago.
Las cifras desataron una errática reacción en Palacio, luego que en el entorno presidencial se decidiera el regreso anticipado de la Presidenta desde la Región del Biobío, donde la sorprendió la encuesta en medio de actividades. Ante la mirada incrédula de los jefes de partidos -que comenzaron a telefonearse para compartir antecedentes, mientras se amplificaban los rumores de un cambio de gabinete-, los primeros trascendidos daban cuenta de una supuesta reunión de emergencia de Bachelet con los ministros del Interior, Rodrigo Peñailillo, y la Segegob, Alvaro Elizalde.
La inquietud era tal, que varios ministros tomaron contacto con sus líderes partidarios para tratar de recabar algo de información sobre eventuales ajustes.
Lo cierto, en todo caso, es que la Mandataria estuvo cerca de dos horas y media a solas con su jefe de gabinete, que Elizalde esperó con paciencia afuera del despacho presidencial y que sólo ingresó en los últimos minutos para escuchar instrucciones y dar una versión oficial de la cita.
“Los presidentes no cambian a los ministros sobre la base de encuestas, sino sobre la base de evaluaciones más profundas”, comentó pasadas las 20.30 horas. Poco antes, el presidente del PRSD, Ernesto Velasco, pidió públicamente acciones concretas: “Hay que reforzar la conducción política, y hay que aplicar un rediseño comunicacional”.
A esa altura, el despliegue de La Moneda había reactivado la incomodidad en los partidos del oficialismo, donde se consideró un error no forzado la sobrerreacción de Palacio frente al sondeo.
“Nosotros no podemos seguir girando a costa del capital político de la Presidenta. ¿Hasta cuándo la vamos a seguir exponiendo?”, preguntó Andrade a los ministros. A esa altura, en lo que se consideró un gesto a los partidos que no tienen representantes en el comité político, se habían sumado al cónclave los titulares de Justicia, José Antonio Gómez (PR); del Sernam, Claudia Pascual (PC), y de Deportes, Natalia Riffo (MAS).
El rostro de los ministros comenzaba a tensionarse a medida que el timonel socialista explicitaba que esperaba un diagnóstico algo más autocrítico del gabinete y generaba gestos de asentimiento entre sus pares de los partidos de la Nueva Mayoría.
La demanda fue secundada por el líder de la DC, Ignacio Walker, quien -según los presentes- fue el segundo timonel en tomar la palabra y optó por un tono más conciliador.
El acento, en todo caso, fue la única diferencia, porque Walker enfatizó en lo que denominó “déficit político y comunicacional” del gobierno, al tiempo que reclamó mayor protagonismo a temas que considera “olvidados” por el gabinete, como seguridad ciudadana y economía.
Con mayor o menor énfasis, los presidentes del PPD, Jaime Quintana, y del PR, Ernesto Velasco, también se sumaron al pesimista diagnóstico del rumbo del gobierno.
El líder PPD fue, incluso, un paso más allá, al sostener que parte de la debilidad del conglomerado opositor radicaba en que algunos sectores aún mantienen la convicción de que la Nueva Mayoría es acuerdo político con fecha de término, lo que ha limitado el accionar de la coalición.
La única excepción al crudo análisis de los jefes partidarios al rumbo del gobierno estuvo en la intervención del líder de la Izquierda Ciudadana (IC), Cristián Méndez. Varios de los presentes señalaron que el dirigente generó muecas de incredulidad entre sus pares cuando optó por minimizar algunos de los cuestionamientos y prefirió elogiar la trayectoria que ha seguido el gobierno en estos primeros nueve meses. En especial, en el avance de las reformas estructurales.
“¿En qué mundo vive éste?”, se escuchó entre los asistentes al término de la participación de Méndez, frase que algunos atribuyeron al senador y jefe de comité DC, Jorge Pizarro. Casi al unísono otra pregunta, cuyo autor quedó en el anonimato, desató las risas: “¡¿Y a éste qué ministro lo contrató?!”.
La arremetida de los partidos fue registrada por los dos únicos asesores de Palacio que fueron incluidos en el cónclave: el cientista político Robinson Pérez y la jefa de gabinete de Bachelet, Ana Lya Uriarte. Ambos mantuvieron silencio durante toda la reunión, incluso al ser directamente aludidos durante la cita. Uno de esos momentos se produjo casi al final, a la hora de fijar las conclusiones del encuentro, cuando Peñailillo preguntó: “¿Estamos todos de acuerdo?”. Y la réplica de los jefes de partidos no se hizo esperar: “Hay que preguntarle a Robinson, ¿estamos de acuerdo, Robinson?”, aludiendo a la influencia del asesor en el rumbo del gobierno. Pérez -según varios consultados- sólo sonrió.
Aunque existía una suerte de acuerdo entre los ministros para evitar generar un cuadro complicado con los timoneles, los integrantes del comité político no se reservaron su diagnóstico sobre los dirigentes de la Nueva Mayoría
Peñailillo fue más bien sutil al aludir a los “autogoles” de la coalición y quejarse del poco cuidado en el “lenguaje” de los dirigentes. La situación -en todo caso- amenazó con desbordarse cuando el vocero Alvaro Elizalde enrostró a los dirigentes que en el gobierno estaban “hartos” de las peleas públicas y los conminó a “ordenarse”.
La réplica no tardó. El ministro debió escuchar fuertes críticas a su rol de vocero y hubo coincidencia en que el manejo comunicacional de La Moneda es uno de los puntos más débiles del gobierno.
Otro que fue aludido constantemente fue el titular de Educación, Nicolás Eyzaguirre. “Ministro, si esto falla nos vamos todos al hoyo, no sólo usted”, le señaló en un momento el radical Ernesto Velasco.
Lejos de incomodarse, Eyzaguirre rehuyó los enfrentamientos y aportó insumos cada vez que lo estimó necesario, lo que fue bien recibido por los líderes del oficialismo.
El titular de Hacienda, Alberto Arenas, tampoco estuvo exento de cuestionamientos. Aunque uno de los más duros con el jefe del equipo económico fue Walker -quien solicitó un plan de reactivación en el corto plazo-, el DC no fue el único en apuntar al clima de desconfianza que marca la relación con el empresariado como un elemento clave de los problemas oficialistas.
Aunque se toma nota de que la desaceleración ha influido en la popularidad de la Mandataria y el gobierno, la convicción generalizada en la Nueva Mayoría es que el cuadro se ha agudizado por un mal diagnóstico del escenario económico y por falta de expertise del ministro en su interlocución con el empresariado.
Más allá de esas consideraciones, durante la tarde del miércoles, la arremetida para responsabilizar a un contexto económico general de la caída del gobierno en los sondeos volvió a intentar ser instalada tras los resultados de la encuesta CEP. Varios parlamentarios que fueron contactados desde La Moneda para explicar la baja en la medición pusieron reparos en atribuir el mal momento a factores externos, sin hacerse cargo de una autocrítica.
El cónclave, pese a haber definido una agenda legislativa general para los próximos meses, estuvo lejos de solucionar los problemas en el oficialismo, coinciden varios líderes de la Nueva Mayoría. Prueba de ello es que apenas conocidos los resultados de la encuesta CEP no son pocos los que señalan que se inició un compás de espera que sólo terminará una vez que la Presidenta Bachelet se decida a reestructurar a su equipo.
Un jefe de partido lo señala así: “Nadie cree que este gabinete dure mucho más y esa convicción paraliza cualquier acción, hasta que se produzcan cambios”. Otros participantes recuerdan que en el cónclave primaron las críticas que en la Nueva Mayoría terminaron siendo atizadas por los magros resultados del sondeo.
En el oficialismo se recordaba, a modo de corolario de una accidentada semana, la broma que selló la tensa reunión del lunes 1: “¡Y agradezcan que no alcanzó a intervenir Marcelo Schilling!”, aludiendo a que el jefe de bancada socialista -reconocido por su tono ácido- no pudo exponer, por falta de tiempo, ante los ministros.
Los ciclos políticos son bastante similares desde que existe historia escrita que los registre.
Estamos en la parte en el cual los políticos de carrera intentan aferrarse a sus prebendas y garantías a como de lugar, por supuesto prometiendo tonterías primero, y culpando a los ricos, o cualquier cosa de no poder cumplirlas después.
Está sucediendo en todo el mundo occidental, particularmente en Europa.
Como termina esto??. Dependerá de los ciudadanos. O siguen creyendo en tonterías y eligiendo a demagogos y vendedores de pomadas o volvemos a lo que nos había resultado bastante bien hasta ahora, que es tener reglas claras y estables de juego y facilitar las cosas para emprendedores e inversionistas, que finalmente son quienes generan empleos.
Probablemente seguirán cayendo en las encuestas, uniendo un deterioro de la economía internacional con el turbo interno que le estamos colocando voluntariamente a la caída de la economía chilena.
Veremos si el cambio es hacia más promesas, demagogia y culpar a los capitales de las tonterías que se hacen, o volver hacia reglas estables y beneficiando las inversiones e ingresos de capitales.
Hasta Hollande lo entendió, claro que después de caer a un 15% de aprobación y llevar a Francia a una crisis económica de proporciones no vistas post guerra mundial.
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