@latercera
LA REVISTA Newsweek dijo en 2009 que Marc Morano, fundador del blog Climate Depot, se estaba convirtiendo en el “rey de los escépticos” y que su sitio web era uno de los principales mecanismos para sembrar dudas sobre el trabajo de los científicos del clima. Pero ser calificado como una celebridad del escepticismo del calentamiento global es lo menos que le han dicho a Morano.
El mismo destaca el lugar que ocupa en la lista de “los principales enemigos del planeta” que elaboró la revista Rolling Stone en 2010, donde aparece junto a personajes como el senador John McCain, el magnate de medios Rupert Murdoch y el empresario y millonario Warren Buffett. Según Erik Conway, historiador de la Nasa y coautor del libro Mercaderes de la Duda, Morano es uno de los principales líderes de la nueva camada de escépticos del clima, quienes ponen en duda la tesis del calentamiento global y la atribuyen a una supuesta manipulación de los datos para provocar alarma.
Hoy Morano está más acompañado en sus ideas que hace cinco años, porque tal como él dice, el escepticismo pasa por un buen momento.
Lo confirma una encuesta de las universidades George Mason y Yale, que muestra que mientras en 2008 el 10% de la población en Estados Unidos no creía en el calentamiento global, en noviembre de 2013 el porcentaje se había más que duplicado, llegando al 23%. “El aumento del escepticismo restaura mi fe en la inteligencia de los pueblos y su pensamiento crítico. El escepticismo es ganar, porque los temores climáticos artificiales se han convertido en un absurdo”, dice Morano y cita además un sondeo que Gallup dio a conocer esta semana, en el que de una lista de 15 asuntos de interés, el calentamiento global aparece en el penúltimo lugar entre las preocupaciones de los estadounidenses, muy por detrás de la economía o el gasto federal. Mientras un 24% de ellos considera que el cambio climático es un “gran tema” de preocupación, al 51% le importa poco o sencillamente nada.
Este nuevo perÍodo de desconfianza tiene un gatillante: la pausa o hiato, como se ha denominado a la desaceleración en el aumento de las temperaturas del planeta en la última década, que se ha convertido en el misterio más grande en la ciencia del clima por estos días y en un argumento para, otra vez, sembrar las dudas. Esto, porque los datos dicen que las emisiones de dióxido de carbono han aumentado de manera ininterrumpida en los últimos años. Esto significa que la temperatura debió haber seguido aumentando al ritmo en que venía haciéndolo. Pero no fue así. Entre 1998 y 2013, la temperatura de la superficie de la Tierra subió a una tasa de 0,05 °C, un ritmo bastante más lento que la media de 0,12 grados del perÍodo entre 1951 y 2012.
Según Maisa Rojas, investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia de la Universidad de Chile, que trabajó en la elaboración del informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) entregado en septiembre pasado, el hiato es el argumento perfecto para los escépticos del cambio climático, pero no es necesariamente válido. “Científicamente es muy interesante, pero no hay que darle tanta importancia porque, por definición, clima es el estado promedio del tiempo en 30 años. Si tomamos un período de 10 o 15 años, estamos hablando de variabilidad interna”, dice. La investigadora agrega que la desaceleración en el calentamiento, medido a través de la temperatura global promedio anual, no se observa al tomar en cuenta otros indicadores, como las temperaturas extremas (olas de calor), la disminución de hielo marino en el Ártico o el aumento del nivel del mar. “Aunque relevante, la temperatura promedio global anual es solamente uno de los muchos indicadores que nos muestran que el planeta está cambiando”.
Eso no convence a los escépticos. “La pausa revela que los temores de que la temperatura está fuera de control no tienen sustento”, dice Morano. De hecho, el fenómeno es una de las razones con las que Edward Maibach, director del Centro para la Difusión del Cambio Climático de la Universidad George Mason, explica que se haya duplicado el número de escépticos en Estados Unidos, sobre todo porque la pausa en el calentamiento global ha sido ampliamente cubierta por los medios. “Algunos prominentes medios de prensa conservadores informaron erróneamente la historia como evidencia de que el calentamiento global no está ocurriendo”, dice.
Otra explicación para el aumento de los escépticos, dice Maibach, tiene relación con el informe del IPCC del año pasado, que concluye que el calentamiento global es un fenómeno causado por los hombres: “Es muy probable que la influencia humana haya sido la causa dominante del calentamiento observado desde mediados del siglo XX”, dice el informe. Eso es algo que pocos quieren escuchar. “Algunas personas no quieren reconocer la realidad del cambio climático porque no quieren sentirse responsables o porque sienten que las ‘soluciones’ serán peores que el problema”, agrega Maibach.
El factor regulación
Según Naomi Oreskes, académica de Historia de la Ciencia de la Universidad de Harvard y coautora del libro Mercaderes de la Duda, sembrar la incertidumbre es “una estrategia horrible pero altamente efectiva”. En su libro indaga cómo un grupo de científicos de alto nivel y con amplias conexiones políticas ha desarrollado campañas poniendo en duda verdades científicas, como los efectos nocivos del tabaquismo o el mismo calentamiento global. Detrás de ellos, dice, hay personas que temen que la búsqueda de soluciones a los problemas ambientales conduzca a gobiernos más empoderados, a la interferencia en el sector privado y a mayores regulaciones. “Se oponen por motivos ideológicos”, explica.
En su libro, Oreskes plantea que en Estados Unidos existe una campaña concertada de grupos de interés que financian la desinformación y la duda. Según Anthony Leiserowitz, director del proyecto de Comunicación del Cambio Climático de la Universidad de Yale, detrás de ella están, por una parte, las compañías de combustibles fósiles, que obtienen enormes ganancias con el sistema energético actual y quieren mantener el statu quo y, por otro lado, los líderes de opinión que están en contra de cualquier tipo de regulación gubernamental. Algunos de ellos, eso sí, han buscado salir de la línea de fuego: un estudio realizado por el sociólogo ambiental Robert J. Brulle, de la Universidad de Drexel, dice que los hermanos Charles y David Koch -empresarios que, según la revista Forbes, suministrarían hasta el 5% de la demanda diaria de combustible de Estados Unidos- y ExxonMobil le retiraron el financiamiento al menos visible, que les entregaban a organizaciones que niegan el cambio climático.
Las caras visibles del escepticismo no escapan a estas acusaciones. Por ejemplo, la revista Rolling Stone dice que Climate Depot, el blog de Morano, es financiado por el petrolero Richard Mellon Scaife. ¿Otro? Patrick Michaels, otro crítico al tema del calentamiento global y director del Centro para Estudio de la Ciencia del Cato Institute es apuntado en el libro de Oreskes y Conway como uno de los mercaderes de la duda, y ha sido asociado a los hermanos Koch. “Hace años, como profesor de universidad, proporcioné servicios de consultoría como muchos profesores exitosos lo hacen”, responde, pero agrega que sus argumentos son científicos y que la mayor campaña concertada es la que busca catapultar el calentamiento global, financiada por grandes cantidades de fondos públicos.
Desde el mundo académico, Richard Lindzen, científico del clima de MIT, también se ha mostrado crítico a los informes que alertan sobre las consecuencias del calentamiento global. Fue, de hecho, muy crítico del último informe del IPCC. “Nadie duda de los cambios climáticos: lo que está en cuestión es la alarma”, apunta. Según Lindzen, una de las cosas que promueve el escepticismo es, por otra parte, la campaña amplificada de alarma pública que se ha hecho en torno al tema, que tiene su mejor exponente en lo que él denomina “la presentación de ciencia ficción de Al Gore”.
El ex vicepresidente de Estados Unidos viajó por el mundo publicitando el documental Una verdad incómoda sobre los efectos del calentamiento global generado por la actividad humana, lo que incluyó una visita a Chile en 2007. Si bien se reconoce su aporte en poner sobre la mesa el tema -lo que le valió el Premio Óscar al mejor documental en 2006 y el Premio Nobel de la Paz el siguiente-, defensores y escépticos del clima lo apuntan con el dedo por la falta de rigor científico. “Desde una perspectiva académica me pareció ridícula esta serie de charlas y documentales con proyecciones apocalípticas que decían que el planeta prácticamente se iba a quemar en 50 años. Eso es bastante poco sustentable y creíble y, me parece, contribuyó a la aparición de voces disidentes”, comenta Pablo Osses, geógrafo y miembro del Centro de Cambio Global de la Universidad Católica.
La culpa es del Pacífico
En el mundo científico se esperaba que la pausa o hiato generase dudas sobre el calentamiento global. “Es obvio. Sabemos que si hay más CO2 en la atmósfera el planeta se tendría que calentar. Hay algo que no calza”, dice René Garreaud, subdirector del Centro de Investigación del Clima y la Resiliencia (CR2) de la Universidad de Chile.
Sin embargo, las dudas científicas se están disipando. Según un estudio publicado en el apartado sobre clima de la revista Nature en febrero, en los últimos años hubo un aumento sin precedentes de los vientos alisios en el Pacífico que provocó la absorción del calor por el océano. “Cuando estamos en períodos de más viento sobre el Pacífico hay más movimiento y corrientes marinas más fuertes, entonces ingresa más calor al océano”, dice Garreaud y ejemplifica con una taza de té: “cuando quieres enfriar el té lo soplas. Pero si tuvieras aire caliente podrías calentar el agua. Acá ocurre algo similar”. Este proceso, denominado Interdecadal Pacific Oscillation (IPO), es una dinámica interna del Pacífico que ocurre cada cierto tiempo y es la respuesta que se ha encontrado a la desaceleración: el calor se fue al Pacífico profundo y eso explica que el promedio de las temperaturas no haya subido de acuerdo a las predicciones.
Los escépticos como Morano argumentan que ha habido demasiadas explicaciones para este fenómeno -además de la de los vientos sobre el Pacífico, se barajaban las hipótesis de que había mayor cantidad de partículas en la atmósfera que impedían que llegaran los rayos del Sol y la posibilidad de rayos solares más débiles- y que la duda es muestra de que algo anda mal. Pero según Garreaud, “una cosa es que uno tenga una pregunta: ¿qué pasó con el calor que falta?, y lo otro es decir que el fenómeno no existe”. (SAY WHAT?????)
Si la explicación del IPO fue un golpe al mentón de los escépticos, la Nasa aportó con el golpe casi definitivo: esta semana dio a conocer un estudio que concluye que el clima de la Tierra probablemente seguirá calentándose durante este siglo de acuerdo a las estimaciones previas, a pesar de la reciente desaceleración.
Según la Nasa, el calentamiento global, tal y como lo conocíamos antes de la pausa, estará de vuelta.
Entonces, la temperatura de hecho ha disminuido los últimos 20 años en vez de subir por efecto del océano. A pesar de las crecientes emisiones de CO2.
Claro, como vamos a considerar el océano pacífico como parte integrante del clima mundial, obviamente es un factor externo que explica porqué no han subido las temperaturas, absorbiendo con vientos que tampoco forman parte del clima mundial…
Y por supuesto, si antes no consideraron estas variables, si podemos confiar que el estudio de NASA, o de quien sea, está considerando, ahora si, todas las variables climáticas en el futuro.
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