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SANTIAGO.- Rafael Garay rompió el silencio tras dos años. El ingeniero comercial -imputado por estafa y recluido en el anexo Capitán Yáber de la cárcel Santiago Uno-, repasó en detalle a dos periodistas de Revista Sábado de El Mercurio su polémico ascenso y la caótica caída que terminó con él fingiendo un cáncer y detenido en una cárcel de Rumania. "Me voy a definir así: soy adicto. Independiente que lleve ahora 18, 19 meses sin tomar. Pero el adicto aprende a mentir, aprende a ocultar, a proteger sus instancias de consumo. Había muchas veces, por ejemplo, que yo daba una entrevista en vivo, súper exitosa en televisión a media noche, pero yo no me iba para la casa", dice Rafael Garay, fumando al interior del Anexo Penitenciario Capitán Yáber. "Yo me iba a tomar, y llamaba a mis amigos, y uno dice, ¿cómo gastaba tanto? Bueno, muy sencillo: si tú eres el tipo que pone las lucas, sales con diez amigos, y cuesta 50 lucas un trago, y haces una ronda con diez amigos, son 500 lucas". -En ese período tenías ideas suicidas. -Desde la adolescencia las tuve, pero se concretó fuertemente cuando murió mi mejor amigo, Maximiliano Paul, el 2011. Eso me liquidó. En abril de ese año me intenté quitar la vida con gas más clonazepam. Una vecina se dio cuenta. Sellé con tape los bordes de la puerta de la cocina. Después tuve otro episodio, el día que se me ocurrió la estupidez, la mentira asquerosa de decir que estaba enfermo (tumor cerebral). Puse en mi Facebook que estaba enfermo y me puse una sobredosis de insulina, que debería haber sido mortal. Me puse quince ampollas. Con eso supuestamente estaba listo, pero desperté en mi departamento en La Dehesa. Yo estaba muerto ese día, o eso es lo que creía. O eso es lo que quería. -¿Aceptaste plata sabiendo que no la ibas a devolver? -No. Siempre pensé que iba a ser capaz de devolverla. Y una salvedad: yo salí de Chile con 50 mil euros, 40 millones de los cuales 15 millones reintegré vendiendo activos. Pero con el paso de los meses he ido construyendo un plan que les voy a proponer cuando pueda hablar con los querellantes, que ahora es imposible, un plan bastante decente donde yo creo que va a mejorar todo. Ojo, yo voy a ser condenado porque yo cometí un error. Eso se llama estafa por el código penal. -¿Te sientes un estafador? -No. Lo que pasa es que estafador es el que vive haciendo estafas. Yo me mandé una cagada, que se llama estafa, por lo tanto estafé. Pero no he tenido esa conducta antes ni la voy a tener después. Lo que tengo es un buen plan que debería funcionar bastante bien de cómo voy a devolver un gran porcentaje del dinero que queda por devolver. -Por los mensajes que se vieron, tu cercanía con el periodista Iván Núñez -una de tus víctimas-, parecía muy estrecha. ¿Lo consideras un amigo? -¿Hoy o antes? -Hoy y antes. -Iván Núñez es uno de los mejores tipos que conozco. Además es un gran profesional. Fuimos muy amigos. Y está bien: 34 millones de pesos, lo que tu querai, pero ahí mi pecado es mucho más grande: porque llegó un momento, que fue mucho antes, cuando debí decirle lo que me pasaba. Incluso cuando él había recuperado su dinero, porque en un momento liquidé las inversiones y le devolví. Ahí yo debí decirle: "estoy hecho mierda". La plata, trabajando, yo la podría conseguir, pero lo que no voy a reparar nunca es haber perdido probablemente a uno de los mejores amigos que tenía y a un gran tipo. (Esta conversación será publicada de forma íntegra en la edición de Revista Sábado de El Mercurio, el próximo sábado 16 de junio).
Es interesante este caso, así como los de Chang y el resto de estafadores financieros.
Yo creo que todos, o la mayoría, comienzan con la real convicción de que pueden vencer a los mercados con estos esquemas piramidales, similar a lo que piensa un apostador en casinos con las martingalas.
Debe haber algunos que se inician como estafadores derechamente, pero supongo que no tienen la credibilidad de la convicción de lo que dicen y creen.
Y lo que relata de las adicciones es cierto. Los adictos no tienen absolutamente ningún remordimiento en mentir para conseguir lo que quieren, que es satisfacer su adicción, y cuando lo logran, refuerzan el hecho de que mintiendo obtienen lo que quieren y por lo tanto continúan incluso de peor manera. Es muy difícil salir de eso, y es muy difícil saber si efectivamente está o no mintiendo.
Un caso emblemático, y una lección de la razón por la cual uno no debería confiar ciegamente en nadie a la hora de delegar el manejo del dinero o de nada que implique algo de importancia personal. Particularmente relevante el chequear las credenciales de alguien con buena presencia, despliegue de estilo de vida de alto estatus y excelente dicción. Son una de las características de los estafadores carismáticos de hecho. Por lo del efecto “halo” aprovechado torcidamente.
Escuchar a todos, pero tomar tus propias decisiones informadas. Un consejo milenario que es atemporal.
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