En 2016 se inició la política de la gratuidad en la educación superior, con la meta de financiar completamente los estudios de los jóvenes pertenecientes al 60% más vulnerable de la población.
Desde entonces, la norma generó dudas sobre su viabilidad financiera, con varias voces de rectores que hace siete años advertían sobre la forma en que se empezaba a aplicar.
Lo anterior, considerando el mecanismo que determina un promedio de arancel por carrera para retribuir a las instituciones: con los años los valores reales han aumentado junto con la matrícula, lo que produjo un desajuste, dejando un déficit y a rectores pidiendo más recursos.
Eso es lo que discuten el Consejo de Rectores (CRUCh) y la Subsecretaría de Educación Superior, luego de que la cartera presentara una propuesta de financiamiento con nuevos aranceles regulados, la que, según algunos planteles, significaría menos fondos, no cumpliendo así el compromiso de “no detrimento”.
El subsecretario Víctor Orellana reconoce que “el aumento en el gasto público, producto del proceso de expansión de la matrícula, no ha tenido el resultado esperado en la productividad e integración social”, pero considera que la política “ha democratizado el acceso a la educación superior y expresa el consenso social de avanzar hacia una educación superior como derecho social”.
“Como era esperable y como varios rectores lo anunciamos en su momento, la política de gratuidad ha traído un sinfín de problemas al sistema de la educación superior”, sostiene el rector Federico Valdés, de la U. del Desarrollo, que no está en gratuidad.
Y enfatiza: “Como lo advertimos en su momento, es una política que ha traído serios problemas a las que se adscribieron y es un riesgo permanente para la autonomía de las universidades”, pues, entre otras cosas, dice, limita el crecimiento de matrícula que pueden tener.
Por su parte, el rector de la U. Católica, Ignacio Sánchez, precisa que en la institución el 25% de los alumnos posee gratuidad, pero que “el problema es que la política no ha tenido la inyección de recursos que tendría que haber tenido, y eso se refleja en el hecho de que entran más instituciones y estudiantes, pero los fondos no van a la par”.
Harald Beyer, exministro de Educación y rector de la U. Adolfo Ibáñez, plantel que está en gratuidad, afirma que “el modelo teórico utilizado para definir el financiamiento para la gratuidad no se hace cargo de las diferencias en los proyectos universitarios, cree que hay una sola forma de hacer universidad y, además, no considera que hay universidades que tienen apoyos basales y otras no”.
Para el académico de Clapes UC y exrector de la U. San Sebastián, Carlos Williamson, “el reciente anuncio de los aranceles regulados es una crónica de un problema metodológico que será permanente”, considerando que los costos de las matrículas “deben recoger la estructura de costos directos e indirectos y pese a los esfuerzos por ponderar por los años de acreditación institucional y de investigación, número de sedes, presencia regional y jornada en que se imparte, es inevitable que la fijación de aranceles de la autoridad no dé cuenta de las singularidades propias de cada carrera e institución”.
Quienes en su momento plantearon reparos a la medida, ahora señalan que se cumplió lo que advirtieron. La U. Central fue una de ellas, al punto que no se quiso sumar a la política en ese momento y creó una beca que era muy similar a la gratuidad.
La exautoridad de ese plantel y actual rector de la U. del Alba, Rafael Rosell, dice que “tal como algunos rectores le señalamos en esa época al ministro de Educación de entonces, el señor (Nicolás) Eyzaguirre, la política de gratuidad fue mal diseñada y mal implementada. Es necesario reconocer que ha permitido que jóvenes pertenecientes a familias de bajos ingresos estudien sin tener que preocuparse por los costos de matrícula y aranceles, pero esa sola circunstancia no es suficiente para evaluar la política, por cuanto existen otras vías”.
En ese sentido, enumera que “falla en la equidad, porque la mayor parte de las familias de bajos ingresos estudia en colegios municipales y estos tienen pocas posibilidades” de ingresar a las universidades, que “tampoco ha logrado uno de los objetivos más importantes, la movilidad social”, y que “produce un impacto negativo en la investigación debido a los aranceles regulados y lo que le cuesta realmente la carrera a la universidad”.
Focalizar recursos
La rectora de la U. Aysén, Natacha Pino, quien defiende el fin de la gratuidad, admite ser “bastante crítica respecto a cómo se ha implementado la política”, dado que “tienes de la mano al mercado junto con la gratuidad, y tal vez sería distinto si la gratuidad hubiera sido diseñada solo para universidades estatales o que no lucran, porque finalmente se traduce en un voucher”.
El exrector de la U. Mayor Rubén Covarrubias señala que “ya no hay vuelta atrás”, y añade que “siempre advertimos que era una mala política. La U. Mayor tuvo que sumarse a la gratuidad producto de una realidad que estaba aconteciendo en el país, como fue la pandemia y la crisis económica, pero seguimos considerando que es una mala política”.
Añade que “los recursos tienen que ser puestos bien focalizados, y la buena focalización es hacia la educación primaria, no hacia la terciaria, donde no cabe duda que los jóvenes que estudian luego se reciben y adquieren otro estatus e incrementan sus recursos”.
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Bastante similar a la salud, pero en reversa. Los que estudian puras mierdas baratas sin ningún futuro financian bajo este sistema a los que estudian ingenierías y medicinas. Porque lo obvio ahora es abrir mierdas de carreras o expandirlas al infinito y más allá, con poco o cero costo en sus procesos administrativos, de manera que eso genere los ingresos para financiar las carreras más caras.
Se las están dando en bandeja a las universidades, especialmente a las chantas. Bajo este modelo, no existe ninguna movilidad social, porque lo que hacemos es simplemente pagarle a pendejos sin ningún mérito académico para entrar a la universidad unas vacaciones pagadas de 4 años en la mayoría de los casos sin adquirir ninguna habilidad relevante, o peor aún una acreditación relevante.
Fue tema de conversación más de alguna vez con el CEO de una de las mayores corporaciones en el país y con el que solía hablar de estos temas. La universidad, y carrera, define que puedes ejecutar tareas de una cierta complejidad, y terminarlas. Eso es la acreditación que obtienes para un empleador. Tienes el potencial de ejecutar cosas complejas, y terminarlas, con mayor probabilidad en la medida en que el título o la carrera sea más compleja, y la universidad de mejor prestigio.
Hay distintos modelos de universidades. Pero creo que el mejor es el de Suiza. Entran los mejores a las mejores escuelas. GRATIS. No importa de donde vengan. Es como un 5%. El resto que no califica, puede hacer lo que quiera. Entrar a universidades privadas, institutos o entrar al mercado laboral directamente. La universidad es solo un camino hacia el mercado laboral. Solía ser el que daba más garantías de inserción y subida en la escala social. NOT ANYMORE...
La gratuidad funciona en la medida en que sea para pocos. Gratis para muchos es la receta para el fracaso, en cualquier cosa.
TODOS los sistemas solidarios, que significa que para alguien es gratis o bajo el costo del resto, solo funcionan si son pocos los que lo usan.
Parecería bastante obvio. Pero por algún motivo, cuando alguien promete huevadas gratis, todos se suben al carro, sin importar lo evidentemente insostenible que eso pueda ser.
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Pero si hasta los extranjeros estudian con gratuidad...así no hay plata que aguante.
ResponderEliminarLa clásica visión de envidia, ven al de al lado que estudia y luego gana mucho, pero no les cabe en su cerebro de maní que en el camino hay que hacer esfuerzos y mucho trabajo, pero eso nooooo .. eso es ser sometido al sistema explotador.
ResponderEliminarMañana queremos que todos sean fisicos atomicos, asi es que gratuidad para todos, y si le ponemos todes asi la mayoría se titula, cuec.
Si puenso se debe apoyar a aquellos que tienen pasta, ya sea por el lado de un cerebro potente, o por el lado de otras capacidades que los distingan y se proyecte un gran aporte al pais, el resto y me incluyo, solo somos masa instruida para ejercer funciones basicas para que la maquinaria siga rodando.
Resumen, y como en todo orden de cosas, se debe discriminar en las políticas publicas, para que los recursos se utilicen de manera más eficiente, oero volvemos a lo mismo, no podemos ni por asomo usar esa palabra, discriminar, por que el cerebro de cristal les explota y no soportan que les digan que su existencia no sirve par ciertas funciones, ejemplo, presidente.
En Perú por ejemplo la gratuidad en las universidades públicas tiene límites para evitar los eternos estudiantes. Si te echas un ramo, para llevarlo una siguiente vez debes pagarlo. Tienes un año de gracia más de lo que dura tu carrera de gratuidad, es decir, si tu carrera dura 5 años, pero por x razón tienes que seguir un 6to año, ese año no pagas los ramos que llevas por primera vez, pero si ya te pasas a un 7mo, debes pagar todos ramos que inscribas, aunque sea la primera vez que los hagas. Pero además normalmente existe una brecha grande entre lo que te enseñan en la secundaria y los exámenes de admisión (que son particulares para cada U), por ende los que ingresan a las universidades públicas sí son gente que algo o mucho se han preparado. Pero en las universidades privadas es donde está la escoba, prácticamente es un mero trámite para tener un título.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con tu propuesta de educación.
ResponderEliminarA medida que más suben los aranceles las universidades, mi impresión es que peor es la calidad.
El resultado es que las universidades hoy en día no buscan formar profesionales de excelencia. Ven a los estudiantes como puramente una relación transaccional.