23 junio, 2023

Qué camino elegir

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Para ellos dialogar es llegar a acuerdo: para mí, no”, dijo Luis Silva en una entrevista cuando aún era el consejero estelar del Partido Republicano. “Ellos” no era la izquierda, sino Chile Vamos. Para que no quedaran dudas, llevó la diferencia al plano filosófico. “En democracia la regla de la mayoría está para resolver el desacuerdo”. Si hay una discrepancia “respondo ‘votemos'”; y si quien pierde porfía, bueno, “llamamos a la fuerza pública porque para eso está, para hacer efectivo el derecho”. Dando una aparente señal de concordia concluyó: “Yo no quiero pasar máquina, pero aquí la apertura al acuerdo es de quien está en minoría”.
Sus palabras desataron una polvareda. Beatriz Hevia, elegida finalmente por los republicanos para presidir el Consejo Constitucional, se desmarcó diciendo que “acá no se trata de que la mayoría pase máquina”, sino que todos “podamos ponernos de acuerdo desde nuestros distintos puntos de vista y veredas”. Karen Araya, representante del Partido Comunista, la secundó: “aquí no estamos para pasar cuentas o pasar máquinas, sino por el contrario, estamos para lograr acuerdos”.
¿Qué revelan estos dos caminos, el de Silva por un lado y el de Hevia y Araya por el otro?
En una columna reciente, Carlos Peña hizo ver una distinción relevante. Respecto a la democracia, señaló, conviven dos concepciones: la “asociativa o deliberativa” y la “mayoritaria”. Para la primera, ella es “una forma de concebir la vida colectiva como una empresa común”, a la cual se llega a través de la deliberación, en un pie de igualdad, acerca de lo que es bueno para todos. Hevia y Araya se parecen inclinar por esta visión. Para la segunda, ella es un “método para agregar preferencias” preexistentes, las cuales, una vez esclarecidas, se resuelven mediante el voto. Silva se inscribe en esta concepción; cosa curiosa, pues choca con las enseñanzas de filósofos contemporáneos altamente influyentes en el mundo judeocristiano contemporáneo, y que Silva seguro estudió durante su formación.
Pienso, por ejemplo, en Paul Ricoeur. En la medida en que la sociedad se vuelve más compleja , indica, sus conflictos enfrentan no solo intereses divergentes, sino también convicciones divergentes; controversias donde chocan nociones de grandeza o bien común frente a las cuales no siempre es posible alcanzar un acuerdo, menos un consenso. Ante este tipo de diferencias, que envuelven cuestiones morales, no es cosa de elegir entre el Bien y el Mal, el blanco y el negro, sino entre un gris y otro gris. De aquí surge un concepto clave en su obra: el de compromiso, al que define como “una barrera entre el acuerdo y la violencia”. Así, concluye, en una sociedad compleja y pluralista no hay otra alternativa que encontrar “la intersección de diversos órdenes de grandeza”, aunque ella sea “siempre débil y revocable”, lo cual es imposible si reina la intransigencia o se opta —como propone Silva— simplemente por el voto, la regla de la mayoría y la fuerza pública.
Se me viene a la cabeza también el filósofo judío Emmanuel Levinas. Pienso en lo que él denomina la “asimetría fundamental”, esto es, que “soy responsable del otro sin esperar la reciprocidad, aunque me costara la vida. La reciprocidad es asunto suyo. El Yo tiene siempre una responsabilidad de más que todos los demás”. En este sentido, “yo no soy igual a otro”, sino que “me veo obligado respecto del otro”, sin mediar motivo: ni transformación, ni imitación, ni reconocimiento. “La apertura al acuerdo es de quien está en minoría”, afirma Silva; para Levinas, esa apertura es mi responsabilidad.
Chile necesita con urgencia decidir sobre cuestiones fundamentales, desde la Constitución al pacto fiscal, desde las pensiones a la delincuencia y el terrorismo. Está por definir qué camino elegimos: si el de Silva, fundado en la oposición amigo-enemigo de Carl Schmitt, o el de Hevia y Araya, más próximo a las enseñanzas de Ricoeur y Levinas.


El cara de rajismo de esta gente.

Si mal no recuerdo era un ferviente proponente del apruebo Tironi. Que era pasar máquina básicamente a todas las instituciones republicanas.

A cuál filosofía adscribía en esa época cuando pensaban que tenían la mano ganadora?. A cuál adscriben ahora que tienen la mano perdedora?…

Justicia aplanadora de las mayorías cuando la tienen, clemencia a las minorías cuando no.

Unos putos travestis filosóficos y morales acomodaticios estos giles. Como los siguen tomando en serio?

Peor aún, como les siguen pagando por análisis progres sesegados que son mejores y más rápidos por una AI progre y sesgada?…y gratis?

Cuando hay dos forma de ver la sociedad tan radicales como el marxismo o colectivismo versus el libre mercado capitalista, no hay puntos en común.

Cuando tienes a esos dos extremos, no hay forma en que conversen.

Republicanos no es un extremo del tipo anarco capitalista. Pero ciertamente está en el opuesto ideológico del FA y todo el gobierno marxista actual.

No hay posiciones comunes. Ese es el problema cuando radicalizas las cosas.

Y los marxistas tienden a radicalizarlas.

Por eso necesitamos centro. Y mayoritario. Regulado Y LIMITADO por bordes constitucionales duros y con términos de representatividad muy acotados y limitados en cuanto a su duración y re elegibilidad.

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