@fkarachon
Extractos del libro De Cero A Uno de Peter Thiel
¿Por qué gran parte de la sociedad tiende a pensar que no quedan «misterios» sin resolver? Puede que todo tenga su origen en la geografía. Ya no quedan espacios en blanco en el mapa. Si hubieras crecido en el siglo XVIII, todavía te quedarían sitios a los
que ir. Tras escuchar los relatos de otros viajeros, cualquiera podía convertirse en explorador. Esto posiblemente sucedió hasta finales del siglo XIX y comienzos del XX; a partir de entonces, la fotografía de National Geographic mostraba a los occidentales cómo eran los lugares más exóticos e inexplorados de la tierra. Hoy, los exploradores se encuentran en su mayor parte en los libros de historia y en cuentos para niños. Los padres ya no esperan que sus hijos se conviertan en exploradores más de lo que pueden esperar que sean piratas o sultanes. Tal vez queden unas pocas decenas de tribus en algún lugar recóndito de la Amazonia, y todos sabemos que existe una última frontera en las
profundidades de los océanos. Pero lo desconocido parece menos accesible que nunca antes en la historia.
Junto con el hecho natural de que las fronteras físicas se han desvanecido, cuatro tendencias sociales han conspirado para conformar nuestra idea de los secretos. La primera es el «incrementalismo». Desde la infancia se nos enseña que la manera correcta de hacer las cosas pasa por dar un pequeño paso cada vez, día a día, curso a curso. Si consigues más de lo esperado y terminas aprendiendo algo que no estará en el examen, no recibirás ningún rédito por ello. No obstante, si haces exactamente lo que se espera de ti (y lo haces tan sólo un poquito mejor que tus compañeros), te pondrán un sobresaliente. Este proceso es extrapolable a toda la vida laboral, por eso los académicos generalmente persiguen un gran número de publicaciones triviales en lugar de nuevas fronteras. La segunda es la aversión al riesgo. La gente tiene miedo a los secretos porque teme estar equivocada. Por definición, un secreto no ha sido examinado por la sociedad convencional. Si tu meta es no cometer nunca jamás un error, no deberías buscar secretos. La perspectiva de estar solo pero en lo cierto —dedicando tu vida a algo en lo que nadie más cree— ya es dura de por sí. La perspectiva de estar solo y equivocado puede resultar insoportable. La tercera es la complacencia. Las élites sociales tienen más libertad y capacidad para explorar nuevas ideas, pero parecen ser los menos proclives a creer en ellas. ¿Por qué buscar un nuevo reto si puedes recaudar cómodamente los réditos de todo aquello que se ha hecho antes? Cada otoño, los decanos de las mejores escuelas de derecho y económicas dan la bienvenida a los nuevos alumnos con el mismo mensaje implícito:
«Habéis entrado en esta institución de élite. Vuestras preocupaciones se han acabado. Ya tenéis la vida resuelta». Pero eso es probablemente el tipo de cosa que sólo es verdad si no
crees en ella. La cuarta es la «lisura». A medida que avanza la globalización, la gente percibe el mundo como un mercado de carácter homogéneo y altamente competitivo: el mundo es «plano». Partiendo de ese supuesto, cualquiera que haya podido tener la inquietud de buscar un secreto antes se preguntará a sí mismo: si fuera posible descubrir algo nuevo, ¿no lo habría descubierto ya alguien proveniente de la cantera del talento global sin rostro que conforman las personas más inteligentes y creativas? Esta voz de duda puede disuadir de empezar a buscar secretos en un mundo que parece demasiado grande para que un individuo pueda aportar algo único. Hay un modo optimista de describir el resultado de estas tendencias: hoy, nadie puede iniciar un culto. Cuarenta años atrás, la gente estaba más abierta a la idea de que no todo el conocimiento era ampliamente conocido. Desde el Partido Comunista a los Hare Krishna, un gran número de personas pensaron que se podían unir a alguna vanguardia iluminada que les enseñaría «el camino». Muy pocos son los que se toman en serio las ideas poco ortodoxas, y la gran mayoría lo ve como un signo de progreso. Podemos alegrarnos de que en la actualidad haya menos fanatismos, sin embargo, esto ha tenido un alto coste: hemos renunciado a nuestra capacidad de asombro ante los secretos que quedan por descubrir.
El mundo según la convención
¿Hasta qué punto «ves» el mundo si no crees en los secretos? El sentido común dice que debes creer que ya hemos resuelto todas las grandes cuestiones. Si las convenciones actuales son correctas, podemos permitirnos ser petulantes y complacientes. «Dios está en su cielo. Todo está bien en el mundo.»
Por ejemplo, un mundo sin secretos disfrutaría de una perfecta comprensión de la justicia. Toda injusticia necesariamente implica una verdad moral que muy poca gente reconoce desde el principio: en una sociedad democrática, una práctica equivocada sólo persiste cuando la mayor parte de la gente no la percibe como injusta. Al principio, sólo una pequeña minoría de abolicionistas sabía que la esclavitud era mala: ese punto de vista se ha convertido acertadamente en algo convencional, pero seguía siendo un secreto a comienzos del siglo XIX. Decir que no quedan secretos en la actualidad es lo mismo que decir que vivimos en una sociedad sin injusticias ocultas.
En economía, la incredulidad en los secretos conduce a la fe en mercados eficientes. Pero la existencia de burbujas financieras demuestra que los mercados pueden tener extraordinarias ineficiencias. (Y cuanta más gente cree en la eficiencia, más grandes se hacen las burbujas.) En 1999, nadie quería creer que internet estaba irracionalmente sobrevalorado. Lo mismo ocurrió con la vivienda en 2005: el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, tuvo que reconocer algunos «signos de espuma en los mercados locales», pero afirmó que «una burbuja en los precios inmobiliarios en el conjunto de la nación no parecía probable». El mercado reflejaba toda la información cognoscible y no podía ser cuestionado. Los precios de las viviendas cayeron en todo el país, y en la crisis financiera de 2008 se perdieron billones de dólares. El futuro resultó guardar muchos secretos que los economistas no podían obviar por el mero hecho de ignorarlos.
En un mundo indefinido, según Thiel...
El proceso triunfa sobre la distancia: cuando la gente carece de planes concretos que llevar a cabo, utiliza reglas formales para ensamblar una cartera de varias opciones. Esto describe a los estadounidenses de la actualidad. En la escuela media, se nos anima a empezar a acaparar «actividades extracurriculares». En la escuela secundaria, los estudiantes ambiciosos compiten todavía más duramente para parecer omnicompetentes. Cuando un estudiante llega a la universidad ha pasado una década preparando un currículum de una diversidad desconcertante que lo prepara para un futuro completamente desconocido. Pase lo que pase, él está preparado para ... nada en particular. Por el contrario, una visión definida favorece convicciones firmes. En lugar de perseguir la mediocridad polifacética y llamarla «completa», una persona definida determina aquello que puede hacer mejor y luego lo hace. En lugar de trabajar incansablemente para convertirse en una persona indistinguible, se esfuerza por ser grande en algo sustantivo, para ser un monopolio de uno. Esto no es lo que los jóvenes hacen hoy, pues todo el mundo a su alrededor ha perdido la fe en un mundo definido.
En lugar de trabajar durante años para construir un nuevo producto, los optimistas indefinidos reorganizan los ya inventados. Los banqueros hacen dinero reorganizando las estructuras de capital de compañías ya existentes. Los abogados resuelven disputas sobre viejos asuntos o ayudan a otra gente a estructurar sus asuntos. Y los inversores de capital privado y consultores empresariales no crean nuevas empresas; exprimen las viejas para conseguir grados adicionales de eficacia a través de incesantes optimizaciones procedimentales. No sorprende que estos campos atraigan a una cifra desproporcionada de estudiantes de alto rendimiento en busca de opciones. ¿Qué mejor premio después de dos décadas de construcción de currículum que una supuesta carrera de élite orientada a procesos que promete «mantener las opciones abiertas»?
Finanzas indefinidas
Mientras que un futuro definidamente optimista necesitaría ingenieros para diseñar ciudades bajo el agua y asentamientos en el espacio, un futuro indefinidamente optimista necesita más de banqueros y abogados. Las finanzas personifican el pensamiento indefinido porque constituyen el único modo de hacer dinero cuando no tienes ni idea de cómo crear riqueza.
Si no se matriculan en derecho, los brillantes graduados universitarios van directos a Wall Street precisamente porque carecen de un plan real para sus carreras. Y una vez llegan a Goldman descubren que incluso dentro de las propias finanzas, todo es indefinido. Sigue siendo optimista —nadie jugaría en los mercados si esperara perder—, pero el principio fundamental es que el mercado es aleatorio; no se puede saber nada específico o real; la diversificación deviene sumamente importante.
La indefinición de las finanzas puede resultar extraña. Pensemos en lo que ocurre cuando emprendedores de éxito venden su compañía. ¿Qué hacen con su dinero? En un mundo dominado por las finanzas, los hechos se desarrollan del siguiente modo:
• Los fundadores no saben qué hacer con él, de modo que se lo dan a un gran banco.
• Los banqueros no saben qué hacer con él, de modo que diversifican distribuyéndolo en
una
cartera de inversores institucionales.
• Los inversores institucionales no saben qué hacer con su capital gestionado, de modo que
diversifican acumulando una cartera de acciones.
• Las compañías tratan de incrementar el precio de sus acciones generando flujos libres de efectivo. Si lo hacen, reparten dividendos o recompran acciones, y el ciclo se repite. En ningún punto sabe ninguno de los integrantes de la cadena qué hacer con el dinero en la economía real. Pero en el mundo indefinido, la gente en verdad prefiere la opcionalidad ilimitada; el dinero es más valioso que cualquier cosa que puedas hacer con él. Sólo en un futuro definido el dinero constituye un medio para un fin, no el fin en sí mismo. Según la visión de Thiel, las personas no creen en secretos, pero sí creen en misterios o cosas que no podemos resolver hoy, aunque podríamos conocerlas en algún momento en el futuro indefinido. El optimismo indefinido que critica no asume que somos omniscientes, pero asume que hay relativamente pocos códigos o trucos que un individuo pueda descubrir, especialmente en el ámbito de "alterar y predecir el futuro a largo plazo". Nuevos descubrimientos brotan espontáneamente de una máquina tragamonedas y luego van directamente al libro de texto o al basurero; y solo los ingenuos favorecerán ideas impopulares sobre las populares.
Si tuvieras tu futuro asegurado en términos de ingresos para cubrir tu estilo de vida, emprenderías en nuevas cosas, investigarías, o tan siquiera te esforzarías en el trabajo o actividad que ahora realizas?…
Si supieras o encontraras la fórmula para hacer que los mercados de capitales se transformen en un cajero automático, básicamente, gastarías dinero a dos manos o simplemente te sentarías a contemplar la naturaleza con frugalidad consumiendo alta calidad en lo que realmente te importa?…
En la naturaleza no existe la motivación de provisionar capital para el futuro. Se vive el momento. Solo al humano le preocupa el futuro. Es el pecado original y con ello la expulsión del paraíso.
Si ya no nos preocupara el futuro, nos volveríamos básicamente ganado. Solo porque nos preocupa el futuro es que producimos más de lo que consumimos en el momento.
O Capitalismo.
Uniendo la preocupación por el futuro con la libertad de emprender y la escasez, nace la creatividad. Y con ello las innovaciones motivadas en producir más. Si eso es en la forma de dinero o tecnología o bienes raíces o whatever, dependerá del momento específico en el cual se perciba que forma de capital es la más sostenible, escalable o preservable
En fin.
Buen tema para filosofar cuando ya estás viejo o crees que tienes tu futuro asegurado, como Thiel probablemente. Los jóvenes deben actuar y buscar su camino activamente. Cuando los jóvenes se echan en los huevos, we are fucked…
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Jajajaj. Como siempre categórico mr adyaner. Like that.
ResponderEliminarPero había que variar de tema un poco.
Las pajas mentales son necesarias a veces. Recomiendo el libro btw.
Si la supracapacidad del sapiens de ser a atemporal es su mayor virtud y defecto, los animales de 2 cerebros viven el aquí y ahora, los sapiens de tres tienen la habilidad de viajar al pasado y al futuro.
ResponderEliminarAhora bien porque el 99% elije sufrir con esa habilidad y no emplear bien el hardware y el software para disfrutar de ella, es la verdadera pregunta, generalmente buscan saber cómo funciona la maquinaria cuando hay que desecharla y vuelta a la escuela y vuelta y vuelta hasta que la ocupemos bien y salgamos graduados.