Bajo el sol abrasante de Los Ángeles, la vida de Bret Easton Ellis parece la de cualquier joven acomodado de 1981. Tiene un grupo de amigos y una novia con quienes se junta a comer pizza, tomar cerveza, aspirar cocaína, escuchar música y nadar en las piscinas de sus casas. Y por supuesto, hay sexo, mucho sexo (hetero y homosexual). Un verano eterno de optimismo, que parece estirarse como los chicles que mascan, durante el último año de la secundaria. En ese tiempo, al menos en L.A., un adolescente de 17 años ya podía tener licencia de conducir, lo que significa que los chicos ricos tienen sus propios autos. Es lo que llamamos la American way of life.
Hollywood forma parte de ello, claro. Bret va al cine a ver las películas taquilleras. No se pierde el estreno de El resplandor, de Stanley Kubrick, porque es la adaptación de uno de sus escritores favoritos, Stephen King. Por ello, tiene una pulsión literaria importante, se encuentra escribiendo una novela que publicará en 1985: Menos que cero.
Autor y narrador se funden como un solo personaje. O eso es lo que se cree, pero como todo en la literatura, es un artificio. Esos locos ochentas son solo el punto de partida para la historia que cuenta Bret. Resulta que el terror llega sin avisar a los habitantes de Los Ángeles en la forma de un asesino en serie: El arrastrero.
Bret ve el peligro que acecha, pero los demás están muy ocupados en las fiestas y en integrar al nuevo chico de la clase: Robert Mallory. A todos parece caerles bien, pero a Bret no tanto. “Tiene algo extraño”, repite.
Esa es la trama de la nueva novela del autor californiano y que acaba de llegar a Chile: Los destrozos. Publicada por Random House, es el regreso de Bret Easton Ellis al formato novela luego de 13 años. Las críticas han sido bastante favorables para el hombre de American psycho. Es una trama que combina, de manera acertada, la novela iniciática y el terror. Algo así como un Euphoria ochentero, pero con más sangre.
Considerado el “niño terrible” de las letras de Estados Unidos, y el “nuevo Hemingway”, suele ser asociado a una bullante generación de autores que despuntó en la década de los 90. Junto con David Foster Wallace, Jonathan Franzen o Chuck Palahniuk. Ya con 59 años, es normal que esta nueva novela esté anclada en un ejercicio de nostalgia. Así lo reconoció en una entrevista reciente con el sitio literario Zenda, aunque sin dejar de lado su sentido más crítico con nuestra era de smartphones, selfies y likes.
“Creo que todos conservamos cierta nostalgia de la época en que éramos jóvenes. Cuando era joven yo hablaba con mi madre de la década de los 50 y los 60, que para ella era una década gloriosa. Yo en cambio no la entendía así, porque yo crecí en los 80 y en los 90, que fue un periodo donde existía mucha ilusión, muchos movimientos y del que tengo muy buenos recuerdos, y también algunos malos, por supuesto, pero, en el fondo, esa es la época en la que yo era joven. El tiempo en que eres joven, lo recuerdas con más pasión, pero aparte de eso soy realista y sé que la vida sigue y que hay que adaptarse al instante en que vives. Tienes que adaptarte a estos espantosos últimos diez años que acabamos de dejar atrás”.
En la presentación de libro, junto a la escritora argentina Lucía Lijtmaer, comentó sobre el narrador: “Soy yo, no es un ejercicio intelectual. Todos los libros que he escrito son una reflexión de dónde estaba yo en el momento de escribirlos. Menos que cero cuando estaba en la universidad. Las reglas de la atracción y American psycho cuando estaba en Nueva York. Glamourama cuando intentaba llevar mi vida de famoso. Mi narrador ha ido envejeciendo conmigo. Siempre escribo sobre mí, y yo voy cambiando. Cuando trabajaba en Los destrozos me sentía muy vulnerable. Y mucho más viejo. No me importaban tanto las decisiones estilísticas. Cuando hice Glamourama estuve ocho años haciéndolo y me encontraba muy feliz. Era muy consciente de que cada línea, cada diálogo, eran muy importantes y me lo pasé bien escribiéndolo”.
“Pero nunca volveré a escribir un libro de la misma manera, del mismo modo que nunca volvería a escribir un libro como American psycho. Yo no tengo tiempo para escuchar ahora a Whitney Houston, a Genesis, durante un mes. Era más duro escribir estas partes que las de los asesinatos”.
En algo que ha marcado su narrativa, hay mucho guiño a lo pop. No solo por el cine, porque Bret va comentando lo que suena en el estéreo de su auto o en el equipo con casetera de su casa. Parte por Elvis Costello -de quien tiene un afiche en su pieza- pero cada dos páginas nos encontramos con una banda sonora de la época: Devo, The Clash, Stray Cats, Blondie, Fleetwood Mac, Stevie Nicks, U2, Ultravox, Foreigner, Peter Gabriel y podríamos seguir.
“El libro más sexy de Ellis”
Como decíamos, en general, el recibimiento a la novela ha sido positivo. El matutino español El País comenta: “Los destrozos es un nuevo ejercicio de autobiografía ficcional y una novela negra proveída de la procacidad, la sátira y esa querencia hacia la profusión de detalles que son marca de la casa, y, si se quiere, es también un mapa detallado de Los Ángeles. Por encima de todo, sin embargo, es un Bildungsroman extraordinario, una novela de aprendizaje que injerta la biografía del autor en la historia del obsesivo Bret, narrador en ciernes que está escribiendo Menos que cero, y de los otros adolescentes ricos abducidos por el vicio pendoneando por fiestas y por piscinas de Hockney e inmuebles de Los Ángeles hasta que sus vidas de figurantes de El gran Gatsby se tensan y su inocencia se pierde cuando un aterrador asesino en serie entra en escena”.
El señero The New York Times señala: “Hay una nueva y emocionante vulnerabilidad en el último libro de Ellis, que invita al lector a adentrarse más profundamente en el reino emocional del protagonista que con sus personajes anteriores (muchos de los cuales no revelan signos de vulnerabilidad emocional). Mientras que Menos que cero, su debut de 1985 ambientado en un entorno similar de Los Ángeles, es ambivalente, y Lunar Park, de 2005 es tímido en su coqueteo autoficticio, Los destrozos se siente serio, al menos emocionalmente. Este es también el libro más sexy de Ellis, y uno siente en el escritor una nueva libertad en las dimensiones del amor, el eros y la sensibilidad”.
Desde Reino Unido, The Guardian agrega: “Ellis, un autor agradablemente resbaladizo y travieso, utiliza todas las técnicas de autoficción actualizadas con un efecto mucho más emocionante que, digamos, la novela superficialmente elegante y objetablemente aburrida de Ben Lerner, The Topeka School . Devoto del género shlock, característicamente teje una trama espeluznante de asesino en serie en su Künstlerroman de la escuela secundaria . Los destrozos se lee como una novela de Karl Ove Knausgård fusionada con una película de Dario Argento”.
“Una novela que se maratonea”
Por supuesto, en nuestro país la huella de Easton Ellis ha calado hondo en quienes comparten generación e intereses con él. El escritor Alberto Fuguet es uno. Y consultado por Culto si este es el mejor libro del californiano nos responde: “Puede ser, pero sería un poco violar en concepto de Bret Easton Ellis, es decir, no creo que sea ese tipo de autor que vea divida su obra en volúmenes o libros. Es más bien una conclusión, un puerto de llegada o una puerta de partida. Para los que lo hemos leído, está todo. Y para lo que no lo conocen, es una gran manera de entrar. Está todo el universo suyo. Dicho eso: es notable, es desbocada, es un río (o una autopista) y funciona por todos lados”.
Por su lado, el escritor y guionista Pablo Illanes no esconde su admiración por el autor de Suites imperiales. “No soy objetivo con esto porque soy fan absoluto del autor. Todo lo que haga lo voy a encontrar genial, pero esto superó por completo mis expectativas. Es la definición del page turner, yo diría que es la primera novela que no se lee, se maratonea como una serie. No se puede soltar. No se lee, se consume como crack”.
“Coincido plenamente con las primeras críticas. Me parece una novela monumental, completa, para tener en el velador y releer una vez al año. Una suerte de manual de instrucciones para viajar por el universo de Easton Ellis y, tal vez, justificar cada una de sus obras, incluso aquellas que no te gustaron tanto (Los confidentes, por ejemplo). No sé si es la mejor obra de su autor, pero si no lo es, definitivamente pelea ese lugar con American psycho”.
Fuguet e Illanes, buenos conocedores de la literatura estadounidense, también reparan en el vínculo que une a Easton Ellis con Stephen King, a quien el narrador alaba repetidamente en la novela. El hombre de Sobredosis comenta: “El narrador/personaje llamado Bret Easton Ellis de hecho va al primer día del estreno de El resplandor de Kubrick y algo importante sucede. El narrador es un fan de King y se mencionan sus libros. La novela puede leerse como Easton Ellis haciendo terror. Supera a Lunar Park. Y expande y lleva a Stephen King donde King no ha ido. Es terror urbano que fusiona la novela de aprendizaje y la novela de la salida del closet y mucho más. Hay un asesino en serie que va cercando el colegio privado. Hay mucho nexo, pero va más allá. Es terror, sí, pero es más que eso. Muchísimo más”.
Desde su verja, el autor de No la mires a los ojos dice: “Bret y Stephen son escritores que han mamado del cine, la tele y el rock. Bret y Stephen han sido guionistas, ambos con resultados no tan exitosos como sus carreras novelísticas. Bret y Stephen consiguieron éxitos fulminantes antes de los 30, éxitos que los llevaron a la cocaína. Bret y Stephen han sido denostados por ser autores comerciales. Diferencia: Bret es un niño rico de California, Stephen no”.
Ambos escritores también reflexionan sobre aquellas cosas que les gustaron de la novela y las que no tanto. “Quizás lo que menos me gusta es que BEE es el protagonista, pero esto no es autoficción o sí lo es, es autoficción con anfetaminas -señala Fuguet-. Y lo cierto es que funciona mejor a que se llamara de otro modo. La verdad que es de ese tipo de libros que obliga a todos los que lo han insultado/descartado a que lo tomen en serio. Al menos eso sucede en Europa, en todos los idiomas. Los destrozos son las esquirlas que arman el todo de BEE. De hecho, esto ocurre antes de Menos que cero mientras BEE está escribiendo Menos que cero”.
“Me parece un novelaza y es emocionante, contiene de todo -añade el autor de Sudor-. Es excesiva pero nunca te deja. Hay mucho sexo, mucho gore y mucho pop, pero mucho corazón. Es una novela de aprendizaje escrita por alguien que ya ha aprendido. Es una novela de jóvenes escrita por alguien que ya no lo es. Es triste y melancólica. Es desoladora y es gore y es experimental y es pop y es porno y se lee de una. Pocos hacen eso y menos en una novela tan grande”.
El autor de Adrenalina añade: “Lo que me ha gustado sirve para otra novela, pero en resumen, me fascina la voz del narrador porque no tiene miedo a la autorreferencia. Como siempre, las referencias pop alimentan el espíritu y de nuevo está presente la ciudad (Los Angeles) como el infierno. Aplaudo de pie el cruce de géneros, la idea de cóctel-pastiche-performance de romance, iniciación, gore, sensibilidad queer. Y cualquier novela que cite la banda sonora de Xanadú merece un lugar especial en mi corazón”.
California ocupa un lugar especial en la vida de Alberto Fuguet. No solo porque vivió ahí durante su infancia, sino que una de sus novelas (quizás la mejor de su trayectoria), Missing (2009), en parte transcurre ahí. Por ello, se permite hacer un vínculo entre Easton Ellis y la tradición literaria de Los Ángeles. “La prosa de BEE viene de la (Joan) Didion. Y hay una mirada desolada desde otro punto de vista de la ciudad que la tuvo Fante y Bukoswski. Hay algo de King que no es de L.A., pero hay mucho de cine y de pintores como David Hockney. Es muy homoerótica y sensual. Y todo la novela negra de Chandler y sus amigos acá está iluminado de neón. Hay suspenso, pistas, cuerpos y, por sobre todo, paranoia, duda, miedo”.
“Lo cierto es que Los destrozos la escuché primero antes de leerla. Durante la pandemia. Semana a semana, a cada dos semanas, no recuerdo, como novela en progress, en formato audio, leída por él, el borrador, en su podcast. Y todo me pareció en efecto muy noir o, por decirlo de otro modo, como tiene que ser un noir (sin detectives) ambientado en los 80s y escrito desde el hoy”.
No puedo creer que escribiera less than zero a los 19 años…
Guau…
Recuerdo que Palanhiuk, el autor del club de la pelea, fue influenciado, MUCHO, por Ellis.
Casi nada…
Es casi como decir Spielberg influenciado por Kubrick…
Era una corriente de literatura y cine posterior a ello. Como las de Guy Ritchie tipo Rockanrola. O Fight Club, que llegó antes obviamente.
O Fuget, que tiene mucho el estilo de Ellis y Palaniuhk. Al menos en Mala Onda que es el único que leí de él. Ah…Simonetti, Cerro Santa Lucía…
Creo que fueron los últimos autores chilenos que leí, en orden cronológico. Tal vez evolucionaron después hacia otras formas o temáticas. I dont give a fuck though…
No recuerdo ninguno después. Todos tenían las mismas temáticas. Pinoshé, o la depresión de la caña del neoliberalismo post Pinoshé y por supuesto la salida del closet…
El arte chileno no ha sido muy creativo que digamos post dictadura.
Ah…de veras. Isabel Allende y su realismo mágico. Igual a García Márquez.
Increíble como se pueden ver claras las influencias en ciertas corrientes literarias.
Había leído mucho antes autores con la misma temática. Joaquín Edwards Bello de hecho. Escribía sobre el underworld santiaguino muy al estilo Ellis, con todos los excesos. Y mucho antes. José Donoso igual si mal no recuerdo. Los de Edwards eran muy duros…y con temáticas LGBTQ MUCHO antes. Pero eran funcionales a las historias. No eran forzadas.
Hasta diría que las influencias de los chilenos post dictadura van por ahí más que Ellis. O no. no soy un crítico de libros o de arte en general.
Porqué no salen autores con las influencias de Coloane, Lillo o Inostroza?…
Todos tienen que ser depresivos alternativos y auto indulgentes?…
Se lo que me gustó en algún momento y Ellis fue uno de ellos en una etapa más rehelde pendeja de mi vida..
Creo que tiene mucho que ver las experiencias que cuentan los autores y como se relacionan con tus propias vivencia o percepciones.
No los he vuelto a leer. Probablemente los evaluaría diferente. Es mejor quedarse con el buen recuerdo. Son novelas de personajes y situaciones que te dieron satisfacción porque coincidían con tu visión del mundo del momento.
Es diferente la dinámica con las novelas de ciencia ficción o épicas como El Señor de los Anillos. Son historias atemporales porque son arquetípicas.
En fin.
Ñoñería literaria de FDS.
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