La encuesta realizada recientemente por Criteria para “El Mercurio” pone en números muchas de las conversaciones que se dan hoy en día entre las personas respecto de la vivencia objetiva y subjetiva de la violencia. Personas de diversas realidades socioeconómicas y geográficas en el país hoy conversan sobre cómo generar estrategias adaptativas para cuidarnos en un ambiente que se ha tornado particularmente atemorizante.
Conversaciones que hablan de salir a la calle con poco dinero en efectivo, vigilando el entorno, de cambiar ciertas rutas habituales y horarios de desplazamiento e incluso de dejar de concurrir a zonas que generan temor o que son vistas como conflictivas. Un contexto que se ha vuelto cotidiano y que permite entender por qué el sondeo muestra que más de 2/3 de los encuestados considera más importante la seguridad (68%) que la libertad (32%). De hecho, solo las personas identificadas con la izquierda optan en mayor medida por la libertad antes que por la seguridad.
Desde esa perspectiva, también se entiende la validación expresada por los encuestados en la investigación hacia medidas típicamente autoritarias. Un 56% está de acuerdo con que “el Gobierno interfiera profundamente en los tribunales a cambio de mayor control de la delincuencia”; o que frente a un contexto en que “el país se enfrenta a una situación de violencia y delincuencia generalizada”, un 38% señale que sí apoyaría el “que se arrestara a personas sin necesidad de una orden judicial”, porcentaje que crece al 48% entre las personas identificadas con la derecha. En este mismo sentido, vemos que un 35% expresa que sí “apoyaría intervenir conversaciones telefónicas” en un escenario de violencia generalizada. Porcentaje que también se incrementa significativamente entre personas identificadas con la derecha (49%).
Por otro lado, los datos de la encuesta muestran que para las personas el temor por la afectación potencial de acciones violentas va bastante más allá de la inseguridad frente a robos, asaltos, lanzazos o portonazos, que por cierto es señalado por 59% de la población consultada. A este recelo frente a diversos tipos de manifestaciones violentas le siguen el temor a la violencia de alta complejidad asociada al narcotráfico y al crimen organizado/sicariato, ambos con un 45% de personas que lo consideran entre las acciones violentas más atemorizantes que vive el país.
Datos sobre miedos frente a la violencia que son consistentes con los indicadores de temor publicados este año por la Fundación Paz Ciudadana. Desde 2018 a este año hay una variación significativa en la cantidad de personas que sienten un alto nivel de temor, pasando de 10% a 28% este 2022.
Otra arista interesante del estudio es la menor tolerancia que la ciudadanía expresa frente a distinto tipo de manifestaciones y protestas que pueden derivar en violencia. Si en noviembre de 2019 un 85% de la ciudadanía justificaba las manifestaciones en plazas públicas, en la reciente medición realizada para “El Mercurio” ese porcentaje baja a menos de la mitad (40%).
De igual modo, si tras el estallido un 48% justificaba las evasiones en el pago del metro, hoy quienes las justifican son una minoría (19%). Entre los identificados con la izquierda la justificación actual de las evasiones en el metro es claramente superior al promedio de la población (50%), pero significativamente inferior a la justificación que ese mismo segmento daba a las evasiones en los días de la revuelta social de 2019.
Con todo, el estudio sintetiza bien un contexto país dominado por un creciente temor frente a la violencia y sus diversas expresiones. Un escenario en que la ciudadanía tiende a concordar en transar libertades por mayor seguridad y donde expresa altos niveles de acuerdo con la aplicación de medidas de corte autoritario.
Lo comentado desde hace mucho rato.
El ambiente actual y la tendencia que se ve es hacia gente que prometa mano dura a costa de libertades y estado de derecho.
O a pesar de ellas.
No es una buena tendencia. Pero es lo que pasa cuando se pierde el sentido del estado de derecho y la percepción de él. La gente quiere volver a tenerlo, a costa de medidas duras si es necesario.
También lo comentado latamente. El octubrismo corrió su curso. Ya nadie lo soporta.
Ni siquiera los de más izquierda, que no sean antisociales o talibanes ideológicos.
Si este gobierno sigue con la tendencia actual de básicamente no hacer nada para detener la inseguridad, o la percepción de ella, especialmente en los espacios icónicos como Valparaíso y Santiago Centro, corremos el riesgo de terminar a cargo de gente no equilibrada entre los derechos civiles y la fuerza a utilizar para re establecer el orden y el estado de derecho.
Nos fuimos con estos pendejos al extremo de no respetar el orden y permitir todo en aras de los derechos civiles, constitucionales o humanos.
Arruinaron con ello la percepción de seguridad que es el principal factor civilizatorio. Nos juntamos en sociedad para beneficiarnos de ello, y cuando la percepción de estar juntos pasa a ser de pérdida o de no compensación de los beneficios en relación a los riesgos de las pérdidas, se derrumba todo.
Ahora vamos a ir al otro lado del péndulo.
Orden y seguridad con crecimiento económico a costa de las libertades que de hecho proveen las condiciones para aquellas.
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Quien elige la seguridad por libertad, no tendrá ni seguridad ni libertad.
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