03 enero, 2022

Columna de Daniel Matamala: El año de las vacunas

@latercera

Para Chile, 2021 fue el segundo año de la pandemia; fue el año del arranque, tironeado y complejo, de un proceso constituyente democrático y paritario único en nuestra historia; de la demagogia y el desgobierno de poderes públicos desbordados por su pérdida de legitimidad; del gasto público desenfrenado, los retiros y la inflación; de un maratón electoral en que elegimos convencionales, alcaldes, concejales, gobernadores, consejeros regionales, diputados y senadores; y finalmente, de una elección presidencial que barrió a las coaliciones tradicionales para entregar La Moneda a una nueva alianza política, encabezada por el presidente de la República más joven de nuestra historia.

Pero si hubiera que rescatar un solo hecho de este año de constante montaña rusa, creo que este sería la campaña de vacunación. La épica lenta de millones de chilenos yendo a consultorios, estadios o sedes comunitarias, una, dos y tres veces, para poner el hombro (y el brazo) en la lucha contra la pandemia.

Ahí se condensan las razones de por qué, pese al fatalismo de algunos, podemos tener esperanza en Chile. Y también ahí asoman los caminos para convertir esa esperanza en realidad.

Partamos por los resultados, que son notables. El plan de vacunación comenzó como un regalo de Nochebuena, el 24 de diciembre de 2020, y desde entonces acumula más de 43 millones de dosis, con una cobertura del 87% de la población, incluyendo el 92% de los mayores de 18 años. Dos de cada tres chilenos ya tienen incluso su dosis de refuerzo.

Cualquier comparación internacional revela lo extraordinario de este esfuerzo. Chile está en el top ten mundial del porcentaje de ciudadanos inmunizados, compartiendo los primeros lugares con países más ricos, como Emiratos Árabes Unidos, Singapur, Portugal o Brunei. Mientras la estupidez antivacunas y las burradas conspiranoides campean por el mundo, más de 16 millones de chilenos han confiado en la ciencia y han decidido vacunarse.

Su confianza ha permitido reabrir colegios, retomar vidas cotidianas y recuperar empleos. Además, han salvado su salud y, en miles de casos, sus vidas. De 100 mil personas que tienen su esquema de vacunación completo, incluida la dosis de refuerzo, apenas 0,34 están en la UCI por coronavirus. Entre quienes no tienen el refuerzo, son 0,95. Y para los no vacunados, la cifra sube a 3,46. En palabras simples, vacunarse baja en diez veces la probabilidad de terminar batallando contra la muerte en una unidad de cuidados intensivos.

Así pasamos de un otoño horrendo, con 316 muertos en un solo día de marzo, a un esperanzador inicio de 2022. Bloomberg eligió a Chile como el mejor lugar del mundo para estar en este fin de año, en su ranking mundial de resiliencia al Covid. Al menos en un aspecto, somos un ejemplo internacional, envidiado por países con más recursos.

¿Es posible extrapolar este éxito a otros desafíos que enfrentamos en un momento tan crucial de nuestra historia?

Creo que .

La primera lección es que los méritos son compartidos. La Universidad Católica fue la primera que se la jugó por la vacuna de Sinovac. La Universidad de Chile condujo experimentos clínicos que ampliaron nuestro acceso a los laboratorios internacionales. El gobierno apostó decididamente por las vacunas, cerrando acuerdos tempranos con distintos proveedores. El sistema público de salud aportó su musculatura para llegar con la logística requerida a todos los rincones de Chile. Nuestra cultura de vacunación, creada a lo largo del siglo 20, nos permitió avanzar sobre un camino ya conocido. Científicos, gremios y medios de comunicación ayudaron a crear conciencia pública.

No fue ni un gobierno, ni un partido político, ni una empresa, ni un segmento de ciudadanos los que lograron el éxito. Fue una tarea compartida entre todos, entre el Estado y la sociedad civil. En un país donde las alternativas de más Estado o más mercado parecen siempre excluyentes, la vacunación nos muestra que el camino está en la colaboración, con un Estado ágil y musculoso que sea facilitador y organizador, rompiendo las inercias para poner a los mejores talentos de la academia, la ciencia, la empresa privada y el mundo del emprendimiento a trabajar juntos.

Esa es la colaboración que necesitamos en desafíos como diversificar nuestra matriz productiva, crecer en investigación y desarrollo, aprovechar la oportunidad del hidrógeno verde, del litio y de la explotación sustentable de recursos naturales.

Y es el tipo de acuerdos que requerimos para concordar una Constitución legítima este 2022, y desde esa base avanzar hacia pactos sociales duraderos en temas como previsión, impuestos o solidaridad.

La segunda lección es que hay bienes públicos a los que debemos acceder en igualdad de condiciones, de acuerdo a nuestras necesidades y no a nuestro bolsillo. El calendario de vacunación priorizó a la población más vulnerable y de mayor edad, no a los vecinos de ciertas comunas, ni a los afiliados a isapres. Tampoco se pusieron las vacunas en el mercado para que los más ricos pudieran comprar antes su inmunidad. Y, salvo a contados sujetos como el señor Gil de la Clínica Las Condes, a todos nos parece que eso es lo justo y lo lógico.

Sin embargo, ese sentido común escasea cada día en Chile. Es el dinero, y no los criterios de justicia, el que decide quiénes están adelante y quiénes muy atrás en la fila para acceder a tratamientos de salud, consultas de especialistas, cirugías, educación de calidad, áreas verdes, seguridad para sus barrios o la jubilación para tener una vejez digna.

¿Por qué lo que es justo, evidente e indiscutible en una pandemia, resulta en cambio tan difícil de aplicar en tantos otros aspectos que definen la vida y la muerte en nuestra sociedad?

Cuando trabajamos juntos, y cuando nos miramos los unos a los otros como semejantes, depositarios de los mismos derechos y deberes, construimos una sociedad mejor.

Tal vez sea esa la gran lección que nos deja el 2021. Una que permite entrar al 2022 con esperanza.

Porqué lo justo y evidente en una pandemia es tan difícil de aplicar??

Porque hay una amenaza de muerte sobre TODOS. Eso lo hace muy personal y estás con ello dispuesto a rendir libertades y recursos en aras a salvar el pellejo propio. Cuando la amenaza de muerte es sobre otros y me quieren pasar la cuenta a mi, ya no existe tanta motivación. De hecho ninguna. Esa es la diferencia. El ser humano siempre actúa en base a su beneficio personal. Esto no es diferente. No nos volvimos solidarios y eficientes de repente.

Además, en el cuerpo del artículo…

HUH?

Funciona para ambos lados…

Vi tendencia en Twitter este artículo y me llamo la atención.

Si las cosas buenas en el país como el esquema de vacunación fue un mérito de todos, las cosas malas son igualmente un defecto de todos bajo esta lógica, no?

Si vacunar a todos que es un mérito país es un motivo de esperanza, el destruir la mitad del país por un grupo de flaites es un ENORME motivo de preocupación en esta línea de pensamiento en el que no hay responsables individuales de nada y todo es mérito de las estructuras sociales en curso?.

Mal acá Matamala. Al menos en la forma de presentarlo.

Me parece que lo que quiere dar a entender, como lo he comentado varias veces, es que las estructuras complejas de una jerarquía social y económica funcionan solas, con el impulso adecuado. Bien o mal, depende de esa estructura. En nuestro caso, la estructura general de salud funciona muy bien en estas campañas masivas y en emergencias en general. En tratamientos de enfermedades crónicas o tratamientos de alta complejidad, not so much.

Eso es así. Hay otras estructuras que funcionan igualmente bien hasta ahora. La gente se acostumbra a ciertos desempeños que antes eran impensables y hoy son completamente estandarizados. Está bien. Así es como se crece.

Siempre pensé que la gestión de la ejecución de la vacunación como tal era el mérito de estructuras ya en función por décadas.

Pero la gestión de la compra de las vacunas que permitieron esa campaña es mérito completo del gobierno y de Piñera específicamente.

Si no fuese de esa manera, no necesitaríamos presidentes o representantes o ningún gestor en realidad. Incluidas las empresas privadas. Para qué contratar a un ejecutivo. Las estructuras en curso hacen todo solas.

Bastante marxista ese pensamiento por cierto. Los trabajadores hacen todo. El capital y sus representantes ejecutivos no tienen ningún mérito en la construcción de valor. Marxismo duro de hecho esa forma de pensar.

Parece bastante razonable en una primera leída a nivel país. El mérito es de estructuras que existen por años. TRUE. Pero quitar el mérito individual a partes críticas de esta gestión parece muy poco objetivo y sesgado. Ni hablar de quitar el mérito a quienes construyeron esas infraestructuras.

Socializar el éxito e individualizar las fallas es extremadamente arbitrario y muy conchudo.

Porque eso se puede dar vuelta cuando quieras.

Socializar las fallas e individualizar el éxito cuando el supremo líder es de tu agrado es la estrategia de propaganda más usada.

Que pasemos hambre es culpa de todos. Que tengamos paz es gracias a nuestro supremo líder.

Nunca falla.

Probablemente el nuevo culto del arbolito comience a usar esa estrategia inmemorial de propaganda muy sutil al principio.

Que no funcione el socialismo no es culpa del líder o de una teoría del siglos XIX del asco resentida y demodé en todos los sentidos posibles.

Nop.

Es de la sociedad poco sofisticada y bastante tonta que no comprende el plan del supremo líder. O de sanciones económicas, embargos, y demás huevadas. O de los cochinos ricos que no quieren pagar su parte justa. O de los contribuyentes que tampoco quieren pagar su parte justa de sus depósitos y consumos. Que se creen?. El socialismo murió en 1989. Ahora está en sus últimos estertores post mórtem en la forma de “socialdemocracia” Europea y occidental que se ha endeudado hasta el cuello para intentar cumplir promesas huevonas desde la segunda guerra mundial.

Ojalá Matamala se mantenga objetivo dentro de lo obvio que es su inclinación política e ideológica. Igual que todos los periodistas muy sesgados de los medios masivos.

Aunque da un poco lo mismo. La realidad siempre dispara en la cara independiente de lo que quieras decir por la TV.

El problema de que la realidad le dispare en la cara a la población general es que la rabia con quienes están diciendo otras cosas en la TV y medios se eleva al infinito. Igual que con los políticos.

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4 comentarios:

  1. Anda a ponerte la 4ta dosis matamala antes de marzo; antes de que pierdas el pase de movilidad

    🤝🤝🤝

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  2. Matamala surfea la ola del 63 % que tiene una imagen positiva del presidente electo y del 56 % que piensa que su gobierno será exitoso. So far so good. En la misma encuesta CADEM, aparece que las preocupaciones de la gente son las pensiones en un 49%, la delincuencia en un 48 % y la economía va de último con un magro 7 % al final de la interminable wishlist de la ciudadanía.

    O sea...literalmente inventaron un mundo en el cual no existe el combustible, todo es pura energía mental woke progre vegana. La economía es el movimiento perpetuo, el árbol del dinero que crece de la nada para todas y todos. El problema es que ese 20 % que paga impuesto a la renta y que no votó por Boric maneja la economía y simplemente es ignorado. Exactamente como Matamala reescribe la narrativa de las vacunas en Chile. La visión de Piñera y de Mañalich fue la que hizo toda la diferencia, luego, se pudo contar sobre un sistema de salud primaria muy bueno para la región tal como lo describes.

    Rescaté una muy buena cita en la serie española de HBO, 30 monedas: "Tener fe, es querer tener fe", no puedo encontrar un mejor resumen del fenómeno que guía las creencias. El ser humano quiere tener fe, por eso es tan fácil manipularlo y usarlo para fines propios.

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  3. La narrativa de la alabanza, que patético!, no tiene ningún mérito el procedimiento de chilito con el tema sanitario, es una simple ejecución de un manual redactado y producidos por entes extranjeros supranacionales, la supuesta investigación de instituciones nacionales es un tremendo fraude, les dieron acceso al saqueo de recursos públicos bajo la excusa de la plandemia, es la más grande Colusión de todos los tiempos, donde los gobiernos son meros títeres de intereses de la élite globalista

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    1. Efectivamente, se puede analizar siempre en planos más profundos como lo hace Subzero. Como dice un joven autor francés Juan Branco (de ascendencia española) en su libro Crepúsculo : "Ellos (la élite del gobierno) no son corruptos, son la corrupción".

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