El brigadier Hernán Chacón Soto, un anciano de 86 años, en el momento en el que debía iniciar su condena, solicitó a sus captores un minuto para recoger unos medicamentos, entró a lo que debió ser su dormitorio, tomó su revólver y se pegó un tiro. Nadie sabe, ni puede saber, qué pasó por su mente en el instante final, si pensó en él o en los que dejaba, o en lo que hizo o lo que dejó de hacer, si derramó una lágrima o lanzó un improperio, si se sintió víctima o se sabía victimario, si en el segundo final recorrió su vida entera o si estuvo inundado por la decisión de morir.
Nada. Ni lo sabemos, ni lo podemos saber.
La conciencia del brigadier Chacón se nos escapa.
Sin embargo, al comentar ese hecho, acaecido casi a la par con la muerte de Guillermo Teillier, el Presidente Gabriel Boric dijo que este último había muerto como un hombre digno, en tanto el brigadier Chacón (no lo nombró pero fue inequívoco que a él se refería) lo habría hecho como un cobarde.
¿Tiene razón el Presidente?
Por supuesto que no.
Albert Camus observa que el único problema filosófico verdaderamente serio es el suicidio. Juzgar si la vida vale o no la pena vivirla, agrega, es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Basta recordar estas ideas de Camus para advertir lo erróneo, además de lo poco piadoso y lo carente de conmiseración, claro está, de la frase del Presidente (que, dicho sea de paso, presume de haber leído a Camus; aunque de aquí en adelante es razonable dudar de que lo haya hecho). Pero en cualquier caso no se requiere haber leído ni a Camus, ni a Durkheim, ni a Tolstoi, ni a Al Alvarez, todos los cuales han escrito sobre el tema, para saber que tratar de cobarde a un suicida no es un insulto, sino una simple estupidez y una manifestación de ignorancia, además de un acto de impiedad, una afirmación que simplifica una de las cosas más complejas de que es capaz el alma humana, tan compleja que solo ocurre cuando se ensombrece a tal punto la existencia que parece mejor morir. Decir lo que dijo el Presidente —que el acto del brigadier Chacón fue un acto de cobardía— es adoptar un punto de vista cuartelero o de asamblea, o de sobremesa, esas cosas que se dicen en un bar, para referirse a un acto o un fenómeno que por su complejidad requiere o compasión, o el silencio, o al menos mayor delicadeza intelectual.
En una democracia no es razonable que un Presidente, prevaliéndose de las ventajas del cargo, se permita calificar moralmente no solo las situaciones globales o sociales como la pobreza o la desigualdad, sino que vaya más allá y se crea habilitado para calificar moralmente una decisión individual como la de suicidarse llamando cobarde al que la decide. ¿Y si el brigadier Chacón —cuya participación en el crimen no debe discutirse desde que la Corte la dejó a firme— se hubiera sentido víctima de una injusticia y en un gesto de protesta decidido darse un balazo? ¿Y si, otra hipótesis, la perspectiva de pasar el resto de sus días en la cárcel le hubiera resultado insoportable al extremo de ver delante suyo solo un inmenso vacío lleno de sombras y entonces, sumido en una depresión, hubiera apretado el gatillo? ¿Y si para él la verdadera cobardía hubiera consistido en agachar la cabeza camino a la cárcel y la valentía, en cambio, hacer lo que hizo, es decir, privar de la escena a sus captores? Basta ponerse a pensar un poco para descubrir esas y otras decenas de posibilidades para caer en la cuenta de cuán simplista, cuán descuidada, cuán ligera, cuán falta de piedad fue esa frase presidencial, no muy distinta a la de tanta gente que con igual simpleza, descuido, ligereza y falta de piedad se refirió alguna vez, algunos aún lo hacen, al suicidio de Allende o a la determinación de tantos otros que, acosados por esto o por aquello, decidieron poner el punto final.
Son días eléctricos, acaba de decir el Presidente, y luego de oírlo no cabe duda de que la primera víctima de esa descarga que ronda en estos días es él mismo —el Presidente Boric—, cuya compulsión por hacer frases y pronunciar dictámenes se ha acentuado y amenaza el peligro, ojalá no ocurra, de intensificarse aún más con la entrada de septiembre. Pero si la atmósfera cargada puede excusar a los ciudadanos comunes y corrientes, quienes, por eso, acostumbran formular condenas retrospectivas y despiadadas acerca de esto y lo otro, ello no excusa al que hoy o mañana ejerce de Presidente de la República, porque los ciudadanos tienen derecho a esperar de él una conducta más reflexiva, ese tipo de conducta que debe tener alguien que, aunque no lea a Albert Camus, sepa de qué va y en qué consiste la complejidad de un ser humano y por qué en muchas ocasiones la inteligencia, además de la piedad, aconseja detenerse frente al secreto de cada conciencia, incluso si el portador de esta última se creyó autorizado a participar de un crimen.
WOAH…
Hacía rato que no leía una columna tan dura.
Básicamente le dice que es un mentiroso y un desalmado…
Ven que lo de Albert Camus era relevante en múltiples niveles?
Cuando dices que tu principal referente es una de las principales mentes filosóficas de izquierda del siglo XX, tienes que actuar en consonancia. Sino, solo leíste panfletería anarca, que es lo más probable.
No sé que más agregar que lo ya obvio a ésta altura, y que está siendo para cada vez más gente cada vez más obvio.
Estamos en manos de narcisistas que son capaces de mentir sin ningún pudor para cumplir sus objetivos egocéntricos.
Y en el proceso, dañar a muchas personas, tal vez sin la intención de hacerlo, pero tampoco con ningún sentimiento de culpa o responsabilidad por ello.
La lección aprendida de vida con esta gente.
No puedes hacer nada por corregirlos o cambiarlos. Y enfrentarlos es un verdadero infierno, especialmente cuando están en posiciones de poder.
Tienes que apartarte del camino y dejar que sus acciones y palabras vayan mermando la confianza y hasta admiración que sus adherentes hayan podido tener.
Con eso tal vez corrijan. No porque estén convencidos de hacerlo, simplemente para volver a congraciarse con los que estima debe hacerlo para volver a alimentar su ego.
Lo interesante sería saber quienes son esos personajes que Boric & Co. reconocen como autoridad jerárquica y que les harían daño sus palabras críticas de producirse.
Está claro que Tellier era uno. Quien más?
Quien hizo declaraciones en contra de las tonterías que habló esta semana y que le hicieron pedir “disculpas” en la forma narcisa que es decir que otros lo entendieron mal?…
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Parece que frente a las palabaras del presidente, no quedo de otra que decir tal cual, lo que es Burric.
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