No sólo tengo enfrente una hoja en blanco, sino también un departamento vacío donde retumba cualquier sonido. El 2022 fue un año de alto impacto.
En febrero, mi pololo (37) español, recibió una oferta laboral que significaba dejar su cargo en Chile para uno mucho más senior, pero en España. Y entonces, había que tomar una decisión: seguíamos juntos y me iba a España con él, o se terminaba todo. Luego de una semana la conclusión fue: nos vamos a España. Él partió ese mismo mes, yo me quedaría desarmando todo para irme unos meses después.
Yo venía saliendo de un 2021 complejo, que pienso fue sólo el párrafo introductorio para el 2022. Tras ocho años trabajando en una multinacional me enfermé, física y mentalmente, comencé a tomar licencias psiquiátricas y a mi regreso no tardaron en despedirme. Eso agravó todo y me pasé el resto del 2021 con el objetivo de recuperarme y aclarar qué quería hacer. Tenía más ideas inconclusas que certezas, pero una cosa sí sabía; quería un cambio radical. Es inevitable pensar en el dicho “cuidado con lo que deseas porque se puede cumplir”, pues en mi caso se cumplió con un poco más de drama del que hubiese querido.
Volvemos a marzo del 2022. La única alternativa para obtener residencia es vía matrimonio o siendo pareja de hecho, tipo unión civil. Decidimos hacerlo, pensamos que se trataría de un mero trámite, que nosotros seguiríamos igual que los tres años que llevábamos juntos, de los cuales el último conviviendo.
Así comenzaron a pasar las semanas y a avanzar en los preparativos. Limpié mi closet, vendí prácticamente todo lo que tenía en el departamento, me pasé haciendo trámites y pensando en cómo sería mi vida allá. Todo lo hice sola, porque luego de venir diez días en marzo, el hombre no vino más salvo otros diez días en junio. Desocupé todo y me fui a un Airbnb para terminar viviendo los últimos días donde mi mamá.
Llegó agosto y viajé sola. Nos encontramos al día siguiente que aterricé en Madrid, en la T4 para volar a una playa del sur a unas mini vacaciones; una pequeña escapada romántica que me planteó porque, según dijo, habíamos tenido un año difícil.
Al regreso nos fuimos al pueblo donde viviríamos, a un Airbnb porque nuestro departamento no estaba listo, así que recorrí, me familiaricé con el lugar y luego me fui a Suecia a visitar a mi familia. Partí a inicios de septiembre sin fecha de retorno porque él tenía un viaje a Chile por trabajo en esas semanas. Pasé todo el mes de septiembre en Suecia, y él en Chile.
Finalmente, ya siendo 4 de octubre nos reencontramos y partimos rumbo a la ciudad donde haríamos el primer trámite, el primer paso de mi mudanza ya era real, íbamos a firmar el empadronamiento. Tomamos cita para el viernes de esa semana y aproveché de conocer su ciudad mientras nos alojábamos en otro Airbnb pues me había dicho que no podíamos ir donde sus papás por temas de espacio.
“No quiero ir, no puedo”, fueron sus palabras literalmente cinco minutos antes de la hora prevista para salir. La primera hora estuve en shock, pensando que esto no estaba pasando. Le dije que por favor me dijera que no había hecho dejar todo, vender todas mis cosas y dejar de buscar trabajo en Chile por nada. Le había preguntado muchas veces si estaba seguro de la decisión que estábamos tomando, incluso el mismo día que iba a viajar.
Luego de llantos y reproches terminé en un taxi, sola por supuesto, rumbo a un hotel que me reservó para “comprar tiempo” para pensar. Le di el tiempo. Comenzó la pesadilla. La angustia y yo éramos una sola cosa; pasé todo el día y noche pensando en qué había ocurrido entre ese jueves y viernes que lo cambió todo.
¿Debería irme? ¿Qué haré si tengo que volver? ¿Tendrá alguien más? ¿Los ‘te amo’ y ‘te quiero cuidar toda la vida’ eran mentira? Me pregunté cientos de veces.
Me pidió que lo esperara hasta el domingo, llegó ese día y me pidió más tiempo. Me juró que quería encontrar una solución porque quería estar conmigo. Recién el martes me dijo que sí, que no imagina su vida sin mí, que me amaba y que fuéramos a hacer el trámite. Pedimos hora para el lunes siguiente.
Ese fin de semana le pedí ir a conocer a sus papás. Sí, en tres años y medio de relación no crucé palabra ni videollamada con ellos. Me dijo que lo dejáramos para después del trámite, cuando estuviésemos “oficialmente” juntos. Le insistí y quedamos de ir al día siguiente, ese domingo. Pero en la mañana salió temprano del hotel donde me estaba alojando diciendo que iba a entrenar y que nos viéramos más tarde. Ya presentía que no era normal, la misma sensación que me daba cada vez que se iba así, de un momento a otro, en Chile. Pasaron las horas y nunca llegó, hablamos y le pregunté si se había arrepentido, me respondió que no, que nos encontráramos al día siguiente, el lunes a las 10:30 en la puerta del hotel para ir a firmar el empadronamiento.
Sentada en la orilla de la cama, cuidadosamente peinada, maquillada y vestida con lo mejor que tenía en mi maleta esperé a las 10:30. Y otra vez nada. Pasaron cinco minutos y sonó mi celular; un whatsapp de él decía, “no quiero, no puedo ir”.
Por mucho tiempo creí que cuando la gente describe un dolor como éste como una puñalada en el corazón, lo hacen como una exageración, pero aunque no sé cómo es una puñalada real, sí es el modo en el que lo puedo explicar, pues mi dolor físico era real. Eso sentí en el pecho.
Obviamente esta vez supe que no había más que hacer, debía volver.
Les escribí a algunas amigas. Una de ellas “me ayudó” a terminar con cualquier mínima duda sobre si debía irme, cuando me compartió un pantallazo de este hombre en Tinder. Lo encontró ahí esas semanas que él había estado en Chile. Como estaban cerca, la aplicación se lo mostró a mi amiga como un posible candidato; un hombre soltero en busca del amor. Mientras yo lo esperaba en Europa.
El viernes 20 de octubre llegué a Santiago con seis maletas a los brazos del único hombre que no me ha fallado: mi papá. Ahí con 36 años estaba colgada llorando a moco tendido en pleno aeropuerto y camino a casa, la de mi mamá.
No tenía casa, cama, ni una silla, nada más que unas copas y recuerdos que guardé para eventualmente llevarme a mi nueva casa en España. Luego de unos días, mi papá y mi tío me ayudaron a arrendar un lugar para comenzar nuevamente desde cero.
Hoy escribo esto sentada en el sofá que compré para este nuevo departamento. Estas primeras noches me he sentido más sola que nunca, no es una soledad física, sino que la soledad que se siente al imaginar que había comenzado el año con el sueño de un nuevo proyecto, con la idea de que a estas alturas estaría en mi casa en España, con mi marido. Pero no, aquí estaba, sola, partiendo de cero.
Pero también escribo con la ilusión de que alguna persona lo lea y levante alertas. Yo me conformé. Cedí. Desde el primer beso que no me encantó, pasando por el día que descubrí que me mintió sobre donde vivía porque “no era digna de su confianza”. También cuando transgredí mis límites y acepté vivir la relación a su manera y no a la mía, cuando por ejemplo, me decía que las fechas como navidad u otras son para la familia y que nosotros apenas éramos pololos; o cuando se iba de improviso y me hacía sentir mal por enojarme diciendo que era una exagerada producto de mi personalidad pasional con sello de latina. ¡Fueron tantas cosas las que dejé pasar!
Por eso quisiera decir que el instinto no falla, sin embargo, yo –conscientemente– decidí ignorarlo desde las primeras semanas que empezamos, hasta el último día que me quedé esperando ir a firmar. Ese es uno de mis grandes aprendizajes.
También aprendí que el amor es recíproco en múltiples maneras, que está bien si quieres un beso en la calle, o conocer a su entorno, que no es pedir demasiado, es simplemente lo que quiero y no tengo porqué aceptar menos, ni tampoco mucho menos de lo que yo doy”.
Que interesante relato.
Obviamente desde el punto de vista feminista como son todos los artículos de Paula, victimizando a las mujeres que son tratadas impropiamente por los cerdos de los hombres. Siempre.
Pero en términos generales, es muy interesante este artículo, para ambos lados.
Cuando sales con alguien, al principio es obvio que no quieres revelar mucho de ti mismo, porque finalmente es diversión, hasta que se transforme en otra cosa. Pero pasado algún tiempo en el que ya accedes a exclusividad y una relación, y que te esconda de la vista pública…
COME ON GIRL…¡¡¡
Es tal vez aceptable que no se junten tus padres con los de ellos. Tal vez no se dan las circunstancias. Pero que no te juntes tu con sus padres después de tres años y que ni siquiera te presente por video?…Que evite cualquier contacto que refleje cariño en lugares públicos?…
Como diablos dejas todo botado por alguien que te trata así?…
Como siquiera sigues comprometida en una relación exclusiva con alguien así en primer lugar?
Quieres estar con alguien que se siente orgulloso, u orgullosa, de mostrarte en público, que quiera pasearte por todos lados, presentarte a todo el mundo, y que básicamente tengas que frenarla en ello.
Técnicamente, era la mina tercermundista pa´ la cama.
Es un cerdo narcisista. Sin duda. Y por eso es tan importante que las mujeres aprendan a reconocerlos. Lo solían hacer bien, pero con las pendejadas actuales feministas le bajan la guardia y los sentidos arácnidos a las mujeres que lo tienen naturalmente para detectar psychos.
El problema que tienen las mujeres es en detectar pasteles. Confunden pastelismo en la forma de chicos malos, o estar ni ahí con ellas, con carácter y confianza.
Por eso es importante igualmente que el padre le haya dado su opinión.
Doble contra sencillo, si el padre no es un pussy, le advirtió que el gil era un cerdo y ella no pescó. Que va a saber este viejo, son otros tiempos…
Nosotros sabemos mejor como se comportan los hombres y sus motivaciones que las mujeres, obviamente.
Para el lado opuesto funciona exactamente igual, aunque, los hombres normales se entiende, no los soyanos patéticos actuales, no quieren una relación nunca, o somos muy reticentes al compromiso, te casi obligan o hacen tomar una decisión las mujeres al respecto cuando ellas sienten que están enamoradas y quieren algo exclusivo. Si te haces el huevón, te patean, que es obvio, si ella quiere una relación y tu no, no están para perder el tiempo. Lo ultra desleal es hacer como que aceptas la relación sin que efectivamente lo estés. Le haces perder tiempo a ella, y también lo pierdes tu. Como el pastel español.
Lección aprendida.
Si tu pareja no está orgullosa de mostrarte en público a TODOS, hay que abortar de esa relación. Puede quedar como amigos con ventaja. Para todos los efectos tu ya lo eres para el otro.
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Es una mujer adulta que inició una relación seria a sus 33 años, etapa de proveedor. Convivieron un año. Tuvo una crisis existencial y comenzó a tirar licencias psiquiátricas y la echaron del trabajo. Espero el resto del año para pensar qué sería de su vida. Al año siguiente en marzo, aún cesante ella, el conviviente probablemente un beta español, recibe la oferta laboral. Ella le da un ultimátum para irse, él acepta, ella llega en agosto. El tiene que viajar en septiembre de regreso a Chile y ¿ella se va a recorrer Suecia en vez de venir dónde su familia directa o acompañarlo? Al regreso le dan la PLR porque probablemente él se dió cuenta de su nuevo status y posibilidades, además del año que se pasó conviviendo con una mujer con licencias psiquiátricas.
ResponderEliminarEstá bien lo que hizo él no, y ella tampoco.
Por eso es tan importante noviazgo para conocer a las personas en profundidad, amistades, familias, hábitos, etc. Hoy se usa para pasarlo bien, irse de escapadas, vacaciones, etc hasta que llega la vida real. El matrimonio indisoluble es una garantía para ambos y para los hijos de estabilidad, de no perder tiempo, dinero, emociones, etc. Pero quién se lo tomará en serio si es tan fácil desechar, es más hasta puede ser conveniente económicamente en algunos casos.
El matrimonio, matriz en griego, buscaba proteger a la mujer y las han hecho a ellas mismas atentar contra esa institución pensando que siempre tendrían muchas posibilidades porque los 40s son los nuevos 20s. Ya ahora con 36 años y daños emocionales será casi irreversible. Y una fertilidad muy baja.
Pero su gran aprendizaje fue que la culpa fue de él.
Me parece que entendió que es responsabilidad de ella por no hacer caso de su instinto.
EliminarNo, está justificando su quiebre porque él era malo y no de su actuar.
EliminarAhora ese instinto o "sexto sentido femenino" está desorientado porque no somos animales o bestias que se mueven por instintos, que es la visión inmanente imperante. Antiguamente las mujeres eran más espirituales, devotas, de sacramentos continuos. Al ser la última creatura de la creación, eran las más espirituales, por tanto entendían muy bien las señales y movimientos del espíritu. Hoy confunden esos movimientos con sus instintos en una carne caída y se dejan llevar por pasiones ya sea a los hombres más atractivos o a su mayor conveniencia económica, pasando por alto toda razón. Además de antiguamente ser obedientes a sus padres, quiénes con su experiencia, visión crítica y cero emocionalidad examinaban y ponían a prueba a sus candidatos con largos tiempos de espera y renuncia para poder llegar a tener la mano. Es cosa de escuchar historias de noviazgos de cualquier hombre sobre los 60 años. Hoy en el olvido.
La historia de Caszely de novio con su señora
https://www.youtube.com/watch?v=P-kuQZvl6WU
Mi punto de vista como mujer, es que una cuando está enamorada hasta las patas, se le nubla mucho la mente, y a pesar que las señales están allí, no las percibe o se niega a aceptarlas. Además, mi percepción es que una mujer está más dispuesta a hacer una "locura de amor" que un hombre, por eso creo que fue capaz de vender todo sin pensar en qué pasaría si no funcionaba las cosas.
ResponderEliminarInteresante el punto de vista de una mujer. Pueden estar hasta las patas por 3 años a pesar de todas las señales obvias?... entendería algunos meses, pero si pasan tres años sin que te muestre públicamente...
Eliminarlas mujeres somos persistentes, y tiene que pasar algo para que te des cuenta o un momento de lucidez. Si no por que crees que en caos de violencia intrafamiliar muchas llevan tiempo aguantando tanto, no solo es por dependencia económica, o por los hijos, sino porque en un inicio piensas que en algún momento puede cambiar, y te haces ilusión de aquellos y te ciegas, después entras en una espiral donde no puedes salir; eso me contaron algunas amigas que soportaron parejas maltratadoras. En fin, el tema es que no sé por qué, pero nos nublamos mucho.
EliminarConozco de ambos casos, las que aguantan más de la cuenta toxicidades y las que no. Creo que es inherente a la personalidad individual y no al hecho de que sean mujeres. Pero es mi percepción muy personal.
EliminarEs difícil a veces tomar esa determinación ya sea por diferentes factores entre sicológicos y personales.
EliminarEn el caso del articulo, Es bastante sencillo imaginar todo lo que debió haber pasado durante los 9 meses que no se vieron y sobre todo en una relación de ese tipo (El no presentarte a sus padres es una muy mala señal y sobre todo en tres años).
Para tener un panorama general lo ideal es siempre tener el relato de los dos lados ya que si no se crea un lado imparcial.
Todos pecamos por pollos en una relación ya que nadie nace sabiendo o mucho menos puede leer la mente de la otra persona, lo que si podemos hacer es saber leer las actitudes ya que el cuerpo siempre dice la verdad pero lamentablemente eso se gana con experiencia lo cual hace que se cree un ciclo de aprendizaje, dolor y desconfianza.
Obviamente existen señales muy claras y visibles que todos podemos leer para no en desgracia.
Como diría mi abuela, tonta weona jaja, como no busco un hombre sigma, como uno jajaj. Le falta mundo a esta mujer, como no pensó desde la otra vereda.
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