Carlos Peña
"Un antiguo texto, escrito en el siglo IV A. C., ayuda a entender algunos de los problemas de estos días y el error que cometen quienes, temiendo el rechazo o la funa, se esfuerzan por condescender con los más jóvenes que protestan".
¿Cuál es el bien que provee la democracia que por estos días se demanda con ahínco?
La democracia permite —sin duda alguna— la máxima expansión de la libertad. Donde ese régimen de gobierno existe, las personas disponen del máximo de autogobierno, de la mayor franquía para imaginar su vida e intentar realizarla.
Eso es exactamente lo que todos apetecen hoy. Los grafitis, las consignas, las interpretaciones de la calle, los discursos de los parlamentarios, etcétera, todas giran en derredor de la democracia y el bien que ella provee: la libertad.
Pero ¿no es ese mismo deseo insaciable de la libertad y el abandono de todo lo demás lo que transforma al régimen democrático —cuando se le comprende mal— en una forma de tiranía?
Un viejo texto puede ayudar a responder esa pregunta.
Cuando una sociedad y sus habitantes —dice ese texto— está sedienta de libertad y cuenta con unos escanciadores que la derraman más allá de lo debido, sin mezclarla con otros bienes, aparece el pretexto para rechazar a los gobernantes y calificarles de malvados, de oligárquicos, si no son enteramente complacientes con la gente y no le procuran la mayor libertad posible, sin atadura alguna. Si no ceden a las presiones y mantienen una evaluación racional de ellas, se los insulta de múltiples maneras. En cambio, si los gobernantes ceden a esas presiones y se esfuerzan por parecerse a los gobernados —el que está a cargo de la ciudad en pensar como sus habitantes, quien está a cargo de la escuela o la universidad en comportarse como los estudiantes— reciben un premio: no se les insulta y, en cambio, se los ensalza y se los honra.
¿Es bueno que algo así ocurra? Aparentemente, sí. Después de todo, algo como eso parece el reino de la libertad y la igualdad. Una vida sin restricciones, sin reglas o autoridad.
Desgraciadamente, la experiencia —continúa este viejo texto— enseña que en tales condiciones la anarquía se adentrará en las familias y se expandirá por todos lados.
Lo explica de la manera siguiente.
Entonces en el padre nace el hábito de considerarse igual a sus hijos y de temerlos, y recíprocamente, el mismo hábito surge en los hijos con respecto al padre, hasta que llega el punto que no respetan a sus progenitores como si esa fuera la prueba de que son libres. Y así se igualan todos, en todas las posiciones. Y lo que es peor, el profesor teme y halaga a sus alumnos o alumnas, estos tratan con displicencia a sus profesores y desprecian a sus ayudantes. Y los jóvenes se comparan con los más viejos, los juzgan, y disputan con ellos de palabra y sobre todo de hecho, mientras los viejos profesores condescienden ante los jóvenes, se sientan con ellos y remedan su buen humor y sus gestos con gran espíritu para no aparecer antipáticos o despóticos.
Como consecuencia de todo lo anterior —cuando los más viejos condescienden, los profesores en vez de orientar halagan y quienes dirigen imitan a los jóvenes—, los ciudadanos empiezan a ponerse alérgicos a los deberes. Finalmente, el proceso concluye en que todos dejan de interesarse por las reglas y las normas, creyendo que de esa forma la libertad alcanza su máxima expresión.
Es el momento —afirma el texto— de la anarquía o la anomia.
Al final, y para evitarla, todos acaban deseando alguna forma de autoritarismo o, lo que es peor, de tiranía.
Eso es —concluye ese texto— lo que, si se le deja a sus anchas, resulta de ese deseo hermoso y juvenil que algunos viejos suelen halagar. La libertad concebida como simple franquía o exceso, el deseo de los alumnos de sustituir la autoridad de los profesores o la de los ciudadanos de espantar la ley, conduce a la peor de las esclavitudes que siempre es fruto del rechazo de las reglas.
(El texto que antecede fue escrito por Platón en el siglo IV a. C., “La República”, 562e-564c).
Uno de los libros básicos que cualquier ciudadano de un país debería leer durante la niñez o adolescencia, o al menos una versión simplificada (no ideologizada por supuesto).
Lo dicho desde siempre. Los ciclos económicos y sociales nunca cambian porque las emociones humanas nunca cambian.
Viendo las imágenes de pendejos retardados gritándoles en la cara a militares con fusiles de asalto y feminazis diciéndole a carabineras que prefieren ser putas y maracas que uniformadas puedes saber que llegamos a ese estado de cosas a nivel generacional en el que nadie quiere deberes y todos quieren derechos.
Lo puedes ver con adolescentes y jóvenes universitarios y una gran parte de adultos que realmente condonan todo lo que está pasando. Y con padres conservadores.
Por algo Platón es uno de los genio de la antigüedad.
Tiempos malos generan gente fuerte, gente fuerte genera tiempos buenos, tiempos buenos generan gente débil, gente débil genera tiempos malos.
WE ARE FUCKED.
Esto es simple. Los ciudadanos respetuosos de la ley deben confiar y sentirse protegidos con sus fuerzas de orden y seguridad, los criminales deben sentir temor de las fuerzas de orden y seguridad (y la justicia), y los antisociales TERROR.
Se llama disuasión. Hoy ni los antisociales ni los criminales tienen ni miedo ni respeto de las fuerzas de orden, ni siquiera de las militares. Menos terror por supuesto.
Aunque no les guste a los progres, lo que mantiene el orden de una sociedad es la amenaza cierta del castigo si rompes las reglas. Somos en esencia animales, y si haces huevadas, el alfa de la tribu que vive en armonía te va a dar una pateadura en público para que todos sepan las consecuencias de hacerlas. Si no existe ese alfa, caos.
Los alfas familiares le han tolerado todas sus huevadas a una generación completa de pendejos mal educados que ahora piensan que la sociedad funciona también de esa manera. Que la mamá y el papá los van a rescatar de todos los problemas en que se meten y si patalean y lloran lo suficiente van a obtener las cosas que quieren.
Por eso tenemos el problema que tenemos ahora entre manos. Una generación completa criada pensando que los padres les van a solucionar todos los problemas y que le van a tolerar todas su huevadas, que ahora extrapolan al estado.
Por supuesto cuando un partido político promete que el rol del estado va a ser justo ese a una generación como esta va a tener un éxito descomunal.
Lo dicho. Tenemos que derrumbarnos completamente para que esta generación entienda lo que significa consecuencias sobre sus acciones, que en el peor de los casos va a ser hambre si seguimos en esta trayectoria.
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"Educa al niño y no tendrás que castigar al hombre".
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