@latercera
Fui informado el lunes 11 de mayo en la mañana que saldría del gabinete. No me lo esperaba, fue una sorpresa. Los presidentes no dan explicaciones cuando nombran y tampoco cuando sacan a sus ministros. Sin embargo, en nuestra corta conversación, la Presidenta me informó de su decisión de cambiar a todo el equipo político, y siendo el ministro de Hacienda parte de éste, también sería incluido en el cambio de gabinete”.
Hace un año y cuatro meses que Alberto Arenas, militante del Partido Socialista (PS), dejó de ser parte de este gobierno. Ese lunes en la mañana, al llegar a su casa -tras la ceremonia del cambio de gabinete- decidió tomarse unos días de vacaciones. Quería sacudirse y digerir el complejo momento y comenzar a planificar sus nuevos proyectos.
Viajó fuera de Chile y en esos días tomó dos decisiones: seguir trabajando en políticas públicas y guardar silencio. Opciones que se vieron refrendadas tras aceptar la propuesta de la secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, de convertirse en asesor macroeconómico para América Latina y el Caribe del organismo multilateral.
Lleva un año y tres meses trabajando en una oficina del emblemático edificio de la Cepal, con una amplia vista al Parque Bicentenario. Es un lugar silencioso, en tonos azules y grises. Tiene dos ayudantes y poco tiempo libre, porque se ha dedicado a viajar por la región, reuniéndose con distintas autoridades para concretar lo que hasta hace poco era sólo un proyecto, pero que ahora ya tiene fecha: el miércoles 28 de septiembre presentará su libro Sostenibilidad Fiscal y Reformas Tributarias en América Latina, que será un lanzamiento conjunto entre la Cepal y el BID.
“Todo está preparado”, confiesa entusiasmado Arenas, mientras va describiendo cómo será la ceremonia donde intervendrán los ex ministros de Hacienda Alejandro Foxley y Fernando Lorenzo, de Uruguay.
Hablar y promocionar su libro lo impulsó a dar esta entrevista a La Tercera, pero también quiso, por primera vez, comentar su salida del gobierno, evaluar los efectos de la reforma tributaria y anticipar cuál es su próximo proyecto.
¿Qué es lo que lo motivó a escribir este libro en Cepal?
Este es un libro que lo he escrito desde mi experiencia de 25 años dedicado a las políticas públicas y casi 20 años trabajando en el Ministerio de Hacienda. Como asesor regional de Cepal he desarrollado una investigación donde puse el acento en la importancia de la sostenibilidad fiscal para llevar adelante políticas públicas que enfrentan la desigualdad, base de la gobernabilidad del crecimiento inclusivo. Y el resultado de este trabajo quise plasmarlo en este libro.
En el área de la política fiscal, ¿por qué se dedicó a profundizar en las reformas tributarias, considerando que es un tema muy controvertido?
El libro desarrolla lo gravitante que es la política fiscal para la sostenibilidad de las políticas públicas en la región y desde esa óptica presenta la evolución de las reformas tributarias en América Latina. Un buen número de decisiones en políticas públicas está relacionado con la tributación, la que, a su vez, está ligada con casi todos los aspectos de la economía y la sociedad. Los tributos están vinculados con los ciudadanos, con los sectores económicos y, por ello, con casi todas las dimensiones de la sociedad. Estudiar la dirección que han tenido las reformas tributarias en la región es clave para entender que ha existido un giro hacia una mayor equidad tributaria, no sólo en Chile, sino que también en las reformas tributarias estructurales que se han implementado en los últimos 10 años en América Latina.
En este período, ¿le ha pesado ser el primer ministro de Hacienda -desde 1990- que ha sido removido de su cargo?
Me siento orgulloso de haber sido ministro de Hacienda de Chile. Fueron 14 meses muy intensos, con grandes desafíos y logros que quedaron reflejados en la cuenta de abril de 2015, lo que me permitió enfrentar de mejor manera mi salida del ministerio.
¿Qué logros rescata que le permitieron ver el vaso más lleno que vacío?
Haber realizado una reforma tributaria que recaudará 3% del PIB en régimen y con un acuerdo transversal de todos los sectores políticos, el mismo acuerdo que ahora se requiere para una reforma al sistema de pensiones, este logro estoy seguro que será colocado en su justa dimensión en el futuro. Haber pasado una ley que permite capitalizar Codelco en US$ 4.000 millones no sólo fue histórico por su monto, sino que una verdadera oportunidad para consolidar uno de los pilares del desarrollo del país. Estoy convencido de que la historia será más equitativa con mi labor en el Ministerio de Hacienda que la contingencia actual, pero así como la vida es bella, también hay que saber que la política es dura y, en mi caso, me tocó más de la segunda parte en mi mandato.
¿Alguna autocrítica?
Por supuesto que tengo autocríticas, me habría encantado en 2013 haber sido más pesimista respecto de las estimaciones de tasas de crecimiento. Los organismos internacionales y la gran mayoría de los economistas que realizan proyecciones económicas sobreestimaron las expectativas de crecimiento económico; recién en 2014 se comenzaron a ajustar las proyecciones. Hay otras autocríticas, pero esas quedarán para mis memorias, que espero vengan bastante más adelante.
En este casi año y medio que ha estado fuera del gobierno, ¿mantiene contacto con miembros del gabinete?
No he tenido mayor contacto con mis ex colegas del equipo político y ex colegas actuales del gabinete. Por cierto, hay excepciones, pero la principal razón por la cual hablamos esporádicamente es porque estoy dedicado a tiempo completo a mi trabajo de investigación en Cepal.
Tanto usted como los ex ministros Rodrigo Peñailillo y Alvaro Elizalde han mantenido silencio desde que salieron del gobierno, ¿hubo algún especie de pacto?
No hubo ningún pacto. En mi caso, me dediqué jornada completa a mi trabajo de asesor regional en la Cepal y una vez terminado mi proyecto de investigación estoy presentándolo, situación que también haré en Washington DC cuando presente el libro en la sede del BID en octubre.
¿Cómo ha sido su relación con la Presidenta?
Me he encontrado con la Presidenta en algunas de sus actividades, en especial cuando ha venido a la Cepal. De hecho, en su última visita a un seminario tuvimos la oportunidad de hablar, fue un encuentro muy cercano.
¿Sintió que fue injusto que le pidiera la renuncia?
Cuando uno es ministro está expuesto a estas situaciones, es parte de la política. Respecto de la forma en cómo se implementó el cambio de gabinete, creo que en mi caso no fue proporcional a la relación de confianza que tenía con la Presidenta.
¿Por qué cree que a usted, teniendo una larga y cercana relación con la Presidenta, ella opta por sacarlo junto a todo el equipo político?
Es una pregunta que sólo la puede contestar la Presidenta. En mi opinión, y con la perspectiva que da el tiempo, me he formado la convicción de que mi presencia era el sello de un programa de gobierno que proponía transformaciones estructurales, y que si bien con el cambio no se buscaba renunciar a lo expresado en él, con mi salida se optó por dar una señal en el sentido de atenuar las reformas comprometidas.
Pero a esa altura ya se había aprobado la reforma tributaria…
Así es, la reforma tributaria fue la principal tarea de la cartera que yo dirigía y ya se había tramitado. Pero hacia el fin del primer año de gobierno se venían incubando una serie de situaciones que se concatenaron para generar un escenario de tensiones e inestabilidad, que empujaron al gobierno cada vez más hacia una posición defensiva. Ciertamente, ese era un buen momento para empeñarse a fondo en contra de la acción reformista y de quienes las encabezaron. En ese contexto, la Presidenta decidió que debía liberar presión y lo hizo efectuando un importante cambio de gabinete, que incluyó a todo el equipo político.
Dado este mismo análisis, ¿nunca tuvo algún indicio interno o externo que le permitiera anticipar que podría salir del gabinete?
Ninguno, le reitero, mi salida fue sorpresiva, y el momento vivido fue muy duro.
Cuando usted salió del gabinete, representantes del sector privado aplaudieron la llegada de Rodrigo Valdés a Hacienda, porque tenían una mala evaluación de su gestión, ¿por qué cree que no logró convencer a los empresarios y también a parte del bloque oficialista de que el camino que tomaba el gobierno era el correcto?
Mi labor como ministro de Hacienda fue buscar un equilibrio con todos los sectores, empresarios y trabajadores, mis tareas eran muy concretas, porque debía afrontar una economía desacelerada conjuntamente con la aprobación de la reforma tributaria para asegurar sostenibilidad financiera de las reformas que el programa proponía para el período, eso era lo responsable fiscal y políticamente.
Entonces, ¿por qué estuvo marcada su relación con el sector privado?
La evaluación que tiene el sector privado de mi gestión está directamente relacionada con mi labor en la reforma tributaria. El 1% de mayores ingresos aumentó su carga efectiva del impuesto a la renta de 12% a 18% y, en la actualidad, este 1% paga el 80% de lo que se está recaudando con la reforma. Si eso no explica mi relación con el sector privado, no sé qué podría explicarla.
¿Influyó que usted no fuera parte de la elite económica?
No influyó en mí ni en mi trabajo. Sí hubo un primer momento en que tuve que desarrollar mis relaciones, especialmente con el mundo empresarial, lo que mejoró cuando se logró el acuerdo transversal político de la reforma tributaria.
Cuando ya ha pasado casi un año y medio, y ha podido mirar con distancia la implementación del programa de este gobierno, ¿sigue pensando que se hizo lo correcto o que se debió ser más pausado para evitar este clima de desconfianza e incertidumbre que aún permanece?
La gestión y la implementación de las políticas públicas siempre pueden ser perfeccionadas y el caso de la gestión del programa de gobierno no es la excepción. En la actualidad, existe un escenario mediático, donde lo que realiza el gobierno está bajo crítica y se ha instalado la desconfianza, en un momento en que, además, el gobierno tiene una baja aprobación ciudadana. Sin embargo, tengo la convicción de que la historia colocará en su lugar lo que se ha realizado en esta administración.
A su juicio, ¿qué ha realizado este gobierno que pasará a la historia?
Terminar con el binominal, que los chilenos en el exterior puedan votar, crear un Ministerio de la Mujer, aprobar una ley de unión civil, liberar a las familias del copago en los colegios, aprobar una reforma tributaria que pagan los sectores de más altos ingresos y avanzar en equidad tributaria; enviar el proyecto de ley de descentralización más importante en los últimos 25 años y que debería permitir la elección directa de los intendentes; y mandar el proyecto de ley de aborto por tres causales, son todas iniciativas que se realizaron en el primer año de gobierno del que fui parte y estoy convencido de que si no se hubieran realizado en el inicio del gobierno, probablemente no se habrían logrado, y todas ellas son necesarias en nuestra convivencia nacional.
¿Por qué, entonces, algunos dirigentes de la Nueva Mayoría, específicamente de la Democracia Cristiana, dicen que la culpa de la mala evaluación de este gobierno pasa por el programa que elaboró usted?
Ese debate no es muy productivo, lo único que puedo agregar es que hubo espacio y oportunidad para que todos opinaran durante la elaboración del programa de gobierno y las materias más delicadas fueron colocadas en el programa con el debido cuidado para interpretar a todos y fueron respaldadas por todos los partidos de la Nueva Mayoría.
¿Quiénes no pueden decir que no participaron?
El programa fue realizado con la participación de más de 25 comisiones, donde hubo más de 1.000 personas de todos los partidos de la Nueva Mayoría e independientes sólo en Santiago, además se realizaron encuentros programáticos multitudinarios en todas las regiones del país. La construcción del programa fue un proceso participativo y hubo todo tipo de consultas, en especial, a los partidos de la NM, que además participaron mediante un representante en una comisión ejecutiva que analizaba todos los informes de las comisiones.
¿A qué cree que responde esta lógica de desmarcarse del programa?
Creo que esta lógica de desmarcarse está más relacionada con los bajos indicadores de aprobación del gobierno que con la construcción o contenidos del programa. En 2014, cuando la Presidenta tenía más de 50% de aprobación, no había muchas críticas, pero ahora, cuando los números de las encuestas son bajos, critican a la Presidenta y al programa de gobierno, el mismo programa que ayudó a consolidar un triunfo en las elecciones presidenciales pasadas. Lo más importante es que el programa de gobierno de 2014-2018 dejó una señal y una enseñanza para las futuras campañas: de aquí en adelante, lo que se coloque en el programa es lo que se le exigirá al gobierno como carta de navegación. El descrédito de la política es muy grande y el programa de este gobierno fue un pacto social que adquirió la Presidenta con la ciudadanía, por tanto, con distintas velocidades, es lo que se sigue desarrollando en esta administración.
A propósito del descrédito de la actividad política, en uno de los casos de financiamiento irregular de ésta, usted fue citado a declarar en calidad de testigo, ¿por qué?
Fui citado como testigo y contesté todas las preguntas que el Ministerio Público me realizó y mi declaración es pública. Entre otras materias, mencioné que no tuve ninguna participación en el financiamiento de la política.
¿Por qué usted afirma que no tuvo ninguna participación?
Porque efectivamente nunca la he tenido. Como ya le mencioné, llevo 25 años trabajando en políticas públicas y mi aproximación a la política es a partir de este trabajo. Por ejemplo, en la última campaña presidencial mi labor fue elaborar un programa de gobierno y buscar un acuerdo político transversal tras éste y nunca estuve relacionado con los temas del financiamiento de la política.
¿Abandonó la actividad política?
Como dice el dicho, uno nace chicharra y muere cantando. Las políticas públicas han estado presentes en toda mi trayectoria profesional y hoy lo siguen siendo, pero el país ahora se llama América Latina y el Caribe.
¿La gente lo reconoce en la calle?
Sí, me reconocen en la calle y es algo nuevo para mí, ya que son muchos años de actividad pública, pero sólo ahora pasé a ser lo que se llama un hombre público.
¿Qué le dicen?
En promedio me entregan más comentarios positivos, y lo más recurrente es que me reconocen por la labor de la reforma tributaria, de haber enfrentado a los poderosos del país. Hay otros que, en general, no me hablan, pero sí me reconocen.
Después de todo este tiempo, ¿todavía cree que estuvo bien diseñada la reforma tributaria?
La reforma tributaria tuvo un diseño técnico de alta calidad que internacionalmente, tanto por la Ocde, FMI, BM, BID y Cepal, fue avalado como lo que Chile tenía que hacer. Ahora, estoy consciente de que esta evaluación internacional positiva no es, precisamente, la que existe en el país, pero no por razones de diseño, sino porque ha estado cruzada por distintos intereses y por el debate político que tiene otros ingredientes. Esto no quiere decir que una reforma no puede ser perfeccionada como se hizo en enero de 2016, que como dice el mensaje de la ley, fueron perfeccionamiento que no modificaron los objetivos de la reforma tributaria: recaudar 3% del PIB y que los impuestos fueran pagados por los sectores de más altos ingresos.
¿No cree que afectó el crecimiento del país?
Los números son que Chile en plena implementación de reformas creció en torno a 2% en 2014 y 2015. Superado el peak del debate de las reformas se espera que Chile crezca en torno a 1,5% en 2016, y en 2017 se estima algo entre 2% y 2,5%. Por tanto, la respuesta es una sola: no son las reformas las que primordialmente explican las condiciones del bajo crecimiento de Chile. Por cierto, que éstas generan un debate acalorado, muchas veces para el olvido y un marco de incertidumbre que no es bueno para el crecimiento económico. Sin embargo, la principal causa de este menor crecimiento tiene que ver con que la productividad está estancada hace más de 10 años. Y debido a que ya no tenemos el impulso minero por la caída del precio del cobre se requiere aumentar la productividad y generar más inversión pública y privada. Para ello hay que seguir insistiendo en la asociación público-privada que es tan necesaria para el crecimiento de Chile y la región. Por ejemplo, proteger la inversión pública en el presupuesto es parte de la clave de estos años y en condiciones de estrechez fiscal aún más importante.
¿Y por qué el ministro Valdés lo primero que hizo fue poner en revisión la reforma tributaria?
El ministro Valdés ha sido categórico en afirmar que otro gallo cantaría en Chile si no se hubiera realizado la reforma tributaria y, efectivamente, es así, ya que la sólida posición fiscal sumada a los recursos de la reforma tributaria están generando un cuadro que aún permite tener una política fiscal contracíclica y estoy seguro de que seguirá siendo contracíclica en 2017.
El gobierno está en plena elaboración de la Ley de Presupuesto 2017, ¿cuáles deberían ser los principales parámetros?
El gobierno, a esta fecha, ya elaboró la Ley de Presupuesto 2017 y, en estos momentos, está en el diseño fino de la presentación y los últimos ajustes. Las señales del Ministerio de Hacienda han sido precisas, focalizar la atención en tres áreas: Educación, Salud y Seguridad, a lo que se suma mantener el compromiso con la regla fiscal, patrimonio de muchos años en Chile. Entonces, dado que la posición fiscal del país es muy sólida, la discusión presupuestaria para el 2017 estará más cargada a lo que ocurra en la dimensión de la economía política y muy cruzada por los procesos electorales.
Cuando recién asumió el ministro Valdés se esperaba que cerrara la puerta a más reformas, pero ya ha surgido una nueva, que es la previsional. ¿Cree que le ha faltado apoyo?
No hay manera de cerrar la demanda de reformas en Chile, el desafío no es cómo cerrarles la puerta, sino cómo estas reformas transformadoras se llevan a cabo, ya que el país, definitivamente, cambió. El país del siglo XXI será un Chile con reformas dentro de un marco de acuerdos entre el gobierno y la oposición, pactos que hagan sostenibles las políticas que permitan enfrentar la desigualdad en Chile.
¿Qué es lo impajaritable que debiera considerarse en la próxima reforma al sistema previsional chileno?
El principal problema del sistema de pensiones es que los afiliados tienen unas expectativas sobre sus beneficios que son muy superiores a los beneficios que efectivamente se están entregando por parte de las AFP. La baja tasa de cotización, en torno a la mitad de lo que tienen los países de la Ocde; la existencia de largos períodos donde los trabajadores no cotizan (baja densidad de cotización) y edades de retiro que no se ajustan con las mayores expectativas de vida generan resultados que son malos en términos del nivel de las pensiones que otorga el sistema. Cotizar un 10% del salario en la vida laboral promedio de un chileno implica, por sus historias laborales, una tasa de reemplazo promedio de 34%. La reforma previsional de 2008 creó un sistema solidario de pensiones que resolvió el problema para los más pobres, más de 1,3 millones de personas son beneficiarias de ese sistema solidario, probablemente, el próximo paso, es otra reforma previsional que se haga cargo de esta situación para la clase media, con mayor solidaridad. Ese es un proceso que hay que evaluar con detención y que requiere, tal como se hizo en 2008, de un acuerdo transversal para aprobar otro pacto social en pensiones en Chile.
¿Un próximo candidato presidencial de la Nueva Mayoría debería comprometerse con seguir la línea de estas reformas?
Creo que los precandidatos de la Nueva Mayoría seguirán por un camino de transformaciones. La pregunta no es la dirección, sino la velocidad y la capacidad de obtener una correlación de fuerzas que permita avanzar en forma sostenida en la disminución de la desigualdad en nuestro país.
¿Aceptaría ser ministro nuevamente?
Estoy muy a gusto y es un privilegio estar trabajando en la Cepal. Mi próximo proyecto está centrado en los sistemas de pensiones en América Latina, sus efectos fiscales y de equidad y a ello estaré dedicando todos mis esfuerzos, y espero en dos años más estar lanzando otro libro. Siempre estaré aportando al desarrollo de las políticas públicas y en los próximos años seguiré pensando en América Latina.
He aquí el porqué las instituciones internacionales tienen tan poco prestigio en sus diagnósticos y recomendaciones.
Si vas a contratar a alguien que ha desatado una hecatombe económica con sus ejecuciones de reformas, es esperable que sus recomendaciones no sean muy buenas. Particularmente cuando la recomendación para el crecimiento con igualdad es subir los impuestos a esos cochinos unos porcientos.
Debe ser el peor ministro de hacienda de la historia del país. Se supone que el ministro de hacienda fija las políticas macroeconómicas y por lo tanto tiene una mirada integral y con sesgo hacia lo neutral, independiente de su orientación política. Su rol es mantener las confianzas en las instituciones del país. La caja chica la ve el ministro de economía.
Es por eso que las tonterías refundacionales son tan dañinas. Esfuman las confianzas. Lo que denota una falta completa de criterio e inteligencia de lo que se necesita desde, probablemente, el ministerio más importante y técnico del país.
Y el más mediático financieramente hablando. Si tienes a alguien como Arenas como imagen pública del manejo macroeconómico del país, evidentemente las confianzas se esfuman. Es una de las cosas que deben ser evaluadas al momento de una designación como esta. Conocimiento técnico e imagen. Velasco sería el opuesto. Felipe Larraín igualmente. O Aninat. Incluso Valdés.
Lo más importante es la confianza. E independiente del accionar particular, estos ministros han captado esa confianza, por supuesto en medidas diferentes dependiendo de las situaciones particulares. Arenas no. Esa es la diferencia.