@latercera
Sin romper la tradición, José Luis Daza aterrizará en Chile la primera semana de agosto para participar en el seminario que organiza Moneda Asset. Sigue a cargo de su hedge fund QFR Capital, que hace dos años -como otros fondos macro- tuvo salidas de capital, pero que hoy tiene entradas nuevas de capital. Ya en agosto del 2014, a poco de haber asumido Michelle Bachelet, llamó la atención sobre los supuestos de crecimiento del ministro Alberto Arenas y vaticinó mayor endeudamiento y una reducción de la calificación de riesgo. Hoy ve un eventual triunfo de Sebastián Piñera en la próxima elección presidencial como clave para que el país retome su senda de crecimiento.
Hace tres años, usted anticipó que el aumento de la deuda significaría una baja en la clasificación de riesgo de Chile, lo que acaba de ocurrir. ¿Por qué era la crónica de una muerte anunciada?
A seis meses de asumir este gobierno, ya era claro que les terminarían bajando el rating. Implementaron un plan de expansión del aparato estatal basado en números de crecimiento de fantasía, ilustrado en la famosa frase de “vamos de menos a más”. Parecían no tener noción del contexto internacional en que estaban operando, de la incertidumbre que el programa de gobierno generaba. Era claro que la economía no crecería como presumían, que los déficits fiscales serían más altos y que el endeudamiento aumentaría significativamente. No había que ser genio. Tampoco parecían querer escuchar. Un año antes, en el seminario de Moneda, en julio de 2013, con Sebastián Piñera todavía en el gobierno, advertí que se había terminado la década de bonanza para América Latina impulsada por China. Alejandro Werner, del Fondo Monetario Internacional, y Sebastián Edwards también lo hicieron.
¿Qué tan grave es este recorte?
Es simbólicamente importante, pero sustancialmente irrelevante en la medida en que no se convierta en tendencia. Simbólicamente marca un punto de inflexión en la trayectoria de un país que durante 30 años fue administrado en forma competente.
¿Por qué los mercados ignoraron la baja en la clasificación?
El impacto en activos financieros de cambios en la clasificación no es lineal. A estos niveles de rating un cambio en la nota tiene un impacto imperceptible. Pero si la clasificación continúa bajando, el impacto aumenta significativamente y finalmente se hace explosivo al cruzar la línea bajo investment grade. Además, los mercados se mueven mucho más rápido que las calificadoras; ya estaba totalmente internalizado en precios. Si Chile logra estabilizar la clasificación, como han dicho muchos, esto terminará siendo un útil mensaje a las autoridades de que sus acciones tienen consecuencias.
¿Debemos esperar ahora acciones similares de Fitch y Moody’s?
A Chile le deberían haber bajado la nota todas las agencias hace rato; es obvio que la trayectoria de endeudamiento soberano es muy diferente hoy a la que había antes del gobierno de Bachelet, cuando le pusieron la clasificación actual. Pero ahora no me sorprendería que esperen a ver los resultados de la elección. Tal vez podamos estabilizar la clasificación por un tiempo, pero a menos a que haya mucha reingeniería al aparato estatal y marco regulatorio, va a ser difícil tomar la senda de mejoras en la clasificación.
¿Hay responsabilidad del ministro Valdés en la rebaja? ¿Marcará su gestión como legado, o es más importante lo ocurrido con las reformas?
El legado positivo de Rodrigo Valdés será haber evitado una crisis fiscal mayor y varias rebajas de las calificadoras. En 2014 Chile se dirigía a un despeñadero fiscal. La llegada de Valdés significó una dosis de realismo, sinceramiento de los supuestos de crecimiento y una corrección importante en la trayectoria fiscal. Así y todo, le deja una situación fiscal muy difícil a su sucesor. El lado negativo de su gestión es que no fue capaz de detener las reformas destructivas de Bachelet. Su mayor derrota como jefe del equipo económico fue que no logró detener la reforma laboral.
¿Qué debe hacer el próximo gobierno con la meta fiscal estructural? ¿Todavía es creíble?
La meta no es creíble y tampoco volverá a ser creíble. La violó Bachelet en su primer gobierno y en su segundo gobierno. No hay consecuencias para quien la viola. Lo que el próximo Presidente debe hacer está condicionado por sus objetivos. Mi visión es que antes de fijar una meta a largo plazo es necesario hacer un inventario de absolutamente todos los programas que existen en el Estado chileno y evaluar su permanecia. Me encantaría ver a un Presidente anunciando programas que va a terminar porque son innecesarios, costosos, ineficientes. Estoy seguro que hay cientos de programas que son transferencias a grupos de presión que los han capturado para su bienestar, pero aportan poco o nada al resto de la sociedad. Haría lo mismo con los activos físicos del Estado.
¿Por qué hubo un deterioro fiscal mayor al pronosticado a pesar de una reforma que aumentó los impuestos?
Detrás de un manto de pseudo-seriedad, implementaron un irresponsable e innecesariamente complicado impuestazo a la inversión y al ahorro, los pilares del crecimiento. La reforma se dio en un ambiente de extrema hostilidad hacia el sector privado, ataques al lucro, reforma laboral, anuncios sobre reforma constitucional y amenazas de retroexcavadoras. En su conjunto generaron enorme incertidumbre y agravaron las condiciones de crecimiento, ya muy debilitadas por el fin del ciclo de los commodities. Como era de esperar, todo esto derivó en menor crecimiento, menor recaudación y frente a un sostenido crecimiento del gasto, la situación fiscal se deterioró, lo que redujo el ahorro.
La inversión minera cayó, pero la no minera subió, aunque poco. ¿Qué rol le atribuye a la caída del precio del cobre en la desaceleración y cuánto a las reformas?
La caída del precio del cobre tiene un rol central en la desaceleración. Chile es la Arabia Saudita del cobre y una caída del precio tiene un impacto muy alto. Las cifras del Banco Central lo ratifican. Pero economía no es contabilidad, es una forma de pensar, de analizar. Esas cifras muestran en forma contundente el fracaso de Chile en movilizar recursos hacia otros sectores frente al shock minero.
¿Por qué es un fracaso si la caída de la inversión se explica principalmente por la minería?
Chile necesitaba reasignar recursos a otros sectores de la economía. Estaba todo dado para que movilizáramos capital y trabajo a nuevas actividades. La lista es larga: economía sana, fuerte depreciación del tipo de cambio real, un sistema bancario bien capitalizado y con liquidez, abundantes flujos financieros internacionales, tasas de interés históricamente bajas, un shock muy positivo en el costo de la energía, un sector empresarial eficiente y exitoso que ha capturado oportunidades en todo el continente. Es un fracaso que un país que tenía todas las condiciones fue incapaz de movilizar recursos a otros sectores y terminó con la caída más grande de la inversión neta en 40 años, y sin aumentos en el empleo más allá que en el sector público o en empleos muy precarios.
La falla en movilizar inversión y crear empleos en otras actividades no tiene nada que ver con el cobre ni con China, ni con nadie de afuera. Esa parte fue “made in Chile”.
En la elección pasada usted criticó a Bachelet por su giro al populismo y a la derecha por su pasividad. El ministro Valdés dijo que no nos jugamos la vida en la próxima elección. ¿Está de acuerdo?
Esta (que viene) es la elección más importante de Chile en 30 años. Está en juego la posibilidad de retornar al camino hacia el desarrollo, con la seriedad y competencia técnica que caracterizó a Chile por 30 años, o la consolidación de nuestra posición en la mediocridad de la América Latina populista.
Bachelet rompió un equilibrio político económico virtuoso, que le dio al país el período de mayor progreso económico y social en su historia. Fue una forma de hacer política que emergió en Chile, absolutamente chilena, no fue copia a nadie y dio resultados excepcionales. Una forma de gobernar admirada en todo el mundo. Una combinación de excelencia técnica, voluntad de diálogo y búsqueda de consensos. Algo totalmente atípico en América Latina. Bachelet nos metió de vuelta en el círculo vicioso de América Latina.
¿Cuál es su lectura del resultado de las primarias?
Hay que ser cauto al hacer comentarios con solo un resultado electoral. Pero los números de participación relativa de la centroderecha y de la izquierda son muy llamativos. Mi primera interpretación es que parte importante de la población reaccionó contra el experimento populista. Gente que en el pasado pensó que el camino al desarrollo estaba asegurado, despertó y salió a votar. En segundo lugar, además de la excelente votación de Piñera, me pareció que fue una excelente campaña y resultado para Felipe Kast. Si proyectáramos a futuro, pienso que la gran mayoría de la gente que votó por Piñera, votaría por Kast y no Ossandón en una elección entre ambos. Creo que la centroderecha cuenta con un nuevo líder carismático y moderno.
¿Qué nos dice este resultado respecto de las prioridades del país y a la disputa sobre si el principal problema de Chile hoy es volver a crecer o atacar la desigualdad?
Creo que la población en general sintió, entendió, que sin crecimiento no podremos resolver problemas de desigualdad, de pobreza, mejorar la calidad de empleos. Me parece que ya es algo incorporado al debate público. Es interesante y positivo ver cómo economistas, comentaristas, políticos que se estuvieron callados mientras Bachelet implementa reformas muy negativas para el crecimiento, hoy dicen que hay que darle importancia al crecimiento.
¿La derecha y Piñera cómo quedan perfilados de cara a la elección presidencial?
Es obvio que Piñera queda bien perfilado. Salvo algunos episodios puntuales, ha hecho una muy buena campaña, bien estructurado, organizado, trabajando en equipo y con equipos, y con un mensaje más nítido, más definido.
A diferencia de 2009, cuando demoró en vender activos antes de la elección, por lo cual recibió merecidas críticas, en esta ocasión la forma de lidiar con sus activos ha sido ejemplar y destaca a nivel internacional. En EE.UU., como pueden ver con Trump, o en Europa, con Berlusconi, son mucho menos exigentes en separación de manejo de activos. Me sorprendió la falta de conocimiento de muchos comentaristas, periodistas e incluso economistas sobre la forma en que funcionan los mercados de capitales, sobre la institucionalidad financiera internacional, reflejado en comentarios por el caso de Exalmar.
Usted fue crítico del gobierno de Piñera en la elección pasada, ¿cómo lo ve ahora?
Piñera hizo una excelente gestión del aparato público. Fue un gran administrador. Pero no hizo reformas estructurales que impulsaran al país a tasas de crecimiento más altas, o que satisficieran las necesidades de un Chile más próspero. Chile necesitaba reformas, en muchas áreas, incluyendo educación. Pero dejó un vacío que ocupó Bachelet con sus reformas. Me da la impresión de que está consciente de las oportunidades que desaprovechó. Esta vez lo veo mucho más enfocado, más agudo en su análisis, más seguro. En economía, Piñera es una persona de centro, no es un liberal clásico. A mí me gustaría un mayor compromiso con una reingeniería del sector público que llevara el gasto a niveles cercanos al 20% del PIB. Bajar impuestos sin bajar el gasto no es sostenible en el tiempo. Entiendo que esa no es su agenda. Si es electo va a necesitar mucha muñeca política y buscar consensos en el centro, lo que es sano y da estabilidad. Leo a Manuel Marfán, Alejando Jadresic y otras personas identificadas con la centroizquierda y veo que tienen mucho que aportar. Piñera va a tener que consensuar posiciones con gente como ellos para hacer cambios duraderos.
¿Qué errores no tiene que cometer en un eventual segundo gobierno?
Ojalá se enfoque en dos o tres ideas trascendentales y no sea absorbido en la microadministración del Estado. Creo que su desafío más complejo es político, administrar un país fragmentado políticamente e iniciar un ciclo político virtuoso que trascienda su administración.
¿Y cómo está la derecha para esta elección?
Creo que en la elección mucha gente pensó que Bachelet no haría las cosas que decía iba a hacer. Aprendieron y la centroderecha parece estar movilizada y comprometida.
Para mí el problema de la derecha chilena está en los llamados temas valóricos. Parte de la derecha mantiene una impresionante rigidez en adaptar sus valores a nuevo conocimiento sobre el ser humano. Mantiene una enorme inconsistencia en su confianza en que las personas puedan tomar buenas decisiones en todas las áreas de sus vidas, menos en aquellas que tienen que ver con su propio cuerpo o en las relaciones con sus seres queridos. Como escribió Sebastián Edwards, hay muy pocos liberales en Chile.
La neurociencia nos ayuda a entender por qué es difícil cambiar nuestras ideas frente a nuevo conocimiento; los valores están alojados en el aparato límbico del cerebro. Son emociones que se arraigan en la amígdala, la parte más profunda del cerebro. Con el tiempo estas emociones son cada vez más difíciles de cambiar por la razón o nueva información, pero lo mismo debería ocurrir con la derecha en Argentina, Brasil, Uruguay y no ocurre. No tienen la rigidez de parte de la derecha chilena.
El tema del matrimonio homosexual es un ejemplo claro. Es evidente hacia dónde va el mundo. No tengo duda de que en unos 20 años veremos la prohibición al matrimonio homosexual y al derecho a constituir familia, como una aberración moral. Como una de las tantas aberraciones morales que los seres humanos hemos cometido basados en falta de conocimiento y sustentados en tradiciones: esclavitud, prohibición del matrimonio interracial, prohibición a las mujeres a votar, etc.
¿Y el mantener esas posiciones puede perjudicar políticamente a la derecha?
Soy optimista por lo que veo entre la gente joven. Chile va a cambiar en la medida en que siga integrado al mundo, que los jóvenes adquieran información y que los más viejos nos vayamos haciendo irrelevantes en el debate político. Los viejos con ideas incrustadas en nuestras amígdalas somos más inmunes a la información y al conocimiento.
Hablando de jóvenes, ¿cómo evalúa el resultado electoral del Frente Amplio y lo que representa en el espectro político?
Son un grupo de personas con ideas viejas, en cuerpos jóvenes. Con ideas ya probadas y descartadas, alejados del conocimiento moderno. Su análisis de la sociedad es muy parecido al de la izquierda populista de Argentina, Brasil, Ecuador, etc. Lo más negativo es su forma de hacer política, donde atribuyen una connotación moral a las ideas propias y de sus adversarios.
Me sorprendió la baja votación del Frente Amplio; no sé lo suficiente sobre el universo de votantes para poder extrapolar, pero en esta instancia no hubo relación entre la cobertura mediática que tienen y su capacidad de atraer votos.
El otro actor en escena es la Nueva Mayoría. ¿Cómo ve un escenario en que vuelva a ganar con Alejandro Guillier a la cabeza?
Pienso que en Chile todavía no hay conciencia del daño que hizo Bachelet a la capacidad de crecimiento de largo plazo. Si no es rectificado, nos llevará a un proceso de decadencia como ocurrió en Argentina en el siglo pasado. No veo a Guillier con el diagnóstico adecuado ni liderazgo para revertir esta trayectoria. Por el contrario, sus comentarios sobre la necesidad de profundizar las reformas de Bachelet me indican que continuará por esa senda.
¿En qué estado se encuentra la izquierda en Chile, más allá de los candidatos presidenciales?
Así como la derecha es rígida en temas valóricos, me impresiona la obsolescencia intelectual de la mayoría de los políticos e intelectuales de izquierda en Chile, por lo menos los que veo en la prensa. Las ciencias sociales han tenido enormes avances en los últimos 30 años, basados en la neurobiología, neurociencia e incorporación de evolución al análisis del comportamiento individual y colectivo. La psicología, sociología, economía, todas han sido impactadas por la incorporación de ideas de evolución al entendimiento del individuo, nuestros sesgos sistemáticos, nuestra relación con grupos y dentro de grupos. La obsolescencia también se ve en sus ideas sobre sistemas complejos, ya sea de transporte, educacionales, de salud. El entendimiento de sistemas complejos ha sido revolucionado por el descubrimiento de la fórmula de opcionalidad de Black-Scholes-Merton, que nos permite resolver la tensión entre economías de escala y modularidad, necesidad de flexibilidad o redundancias. Nada, nada de esto es parte del discurso o del lenguaje de los llamados intelectuales de izquierda. No hay ningún sentido del valor de la flexibilidad, modularidad que es imprescindible para sobrevivir y progresar en un mundo incierto, con enormes shocks tecnológicos.
¿Cuáles son las medidas económicas prioritarias que debe adoptar el próximo gobierno?
La medidas duraderas en el tiempo deben ser pensadas, maduradas, consensuadas. De todas las reformas que hizo Bachelet, lejos la más nociva es la laboral. Las correcciones que se le hagan tendrán que ser consensuadas y no será fácil. Creo que además de enfocarnos en incentivos y en eficiencia al formular políticas públicas, para adaptarnos a los enormes shocks tecnológicos, es esencial incorporar flexibilidad a la economía chilena en todas sus áreas. Sin flexibilidad, nuestras empresas, instituciones, universidades, nuestra sociedad en todas sus entidades tiene fuertes riesgos de fracasar en adaptarse al mundo que se aproxima.
Algo que debería quedar establecido en estas discusiones, incluida las muy mediáticas de los programas domingueros, es que endeudarse para cubrir programas sociales hoy es, o debería, ser inconstitucional. Porque se está endeudando a una futura generación que no tiene voto al respecto para beneficiar a la actual.
Esta fue la razón de la revolución americana, y en realidad de casi todas las revoluciones. Los impuestos y su aplicabilidad sin representación.
Y la deuda de gobierno es un impuesto, porque en algún momento, como todas las deudas, hay que pagarlas, de una u otra forma. Parte con impuestos a los ricos primero y después a cualquiera que tenga ingresos, y termina con guerras, internas o externas.
Y pagar programas sociales fijos con impuestos es un estándar que comenzó en la época moderna con Bismarck en Alemania, o Prusia en realidad. Y cuando pensó en los sistemas de beneficios sociales, particularmente el de pensiones, la pregunta fue, cual es la edad promedio de muerte, y la respuesta fue, 58, entonces Bismarck fijó la edad de jubilación en 60. Probablemente fue el hombre más brillante de su época. Lamentablemente fue seguido por gente que no lo era tanto como para entender la lógica de Bismarck en sus programas asistenciales. Y ha armado por casi 100 años un sistema básicamente Ponzi que depende de que haya más aportantes al sistema de los que lo utilizan. Y la demografía no está ayudando a este esquema piramidal.