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Los recuerdos de la crisis de deuda de la zona euro aún están frescos en la memoria de los inversionistas globales, que ayer entraron en pánico ante los escenarios cada vez más complejos que encaran los gobiernos de las dos principales economías de la periferia europea. Ayer, el rendimiento del bono italiano a 10 años registró un aumento de 48 puntos base, cerrando en 3,15%, mientras que el español quedó en 1,60%, frente al 1,51% de la jornada previa.
En ese marco, el bund alemán cumplió su típico rol de refugio, disparando el diferencial con el bono de Italia hasta un máximo de cinco años. Las turbulencias en el mercado de deuda se hicieron sentir en la renta variable, con una descensos de 2,65% en la bolsa de Milán y de 2,49% en la Madrid.
La principal fuente de las preocupaciones detrás del martes negro del Viejo Continente, es la incertidumbre en Italia. La incapacidad de formar gobierno hace que el país avance hacia unas nuevas elecciones, un desenlace que favorecería a los sectores euroescépticos, poco interesados en mantener el orden fiscal que demandan organizaciones comunitarias como el Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión Europea.
Ante esa posibilidad, lar alarmas emergen de diferentes fuentes. Internamente, fue el Ignazio Visco, gobernador del Banco de Italia, quien llamó la atención. “Nunca debemos olvidar que estamos a solo unos pocos pasos del grave riesgo de perder el activo irremplazable de la confianza”, señaló.
Y mientras varios guardan la esperanza de que el BCE sabrá reaccionar si las cosas se complican, su vicepresidente, Vítor Constancio, señaló que las reglas para una ayuda del organismos son muy claras, que los italianos las conocen y que “quizás deberían echarles otro vistazo”.
Desde el mercado también alzaron la voz. JP Morgan, en informe difundido a sus clientes, indica que “es difícil decir algo sobre las perspectivas con un alto grado de confianza porque la visibilidad de los acontecimientos políticos en Italia es muy baja”. Pese a la falta de claridad, anticipan que su pronóstico de crecimiento, de 1,5% para el país durante el segundo semestre, “está amenazado por el endurecimiento de las condiciones financieras (…) es fácil imaginar un estancamiento en Italia en la segunda mitad del año”.
Como si esto no fuera poco, en Moody’s advirtieron que la calificación italiana “probablemente será rebajado”, en el caso de que concluyan que un nuevo gobierno “lleve a cabo políticas insuficientes para situar el ratio de deuda pública en una trayectoria a la baja sostenible en los próximos años”.
Otras preocupaciones
Por su parte, España añade leña al fuego con sus propios conflictos políticos. La moción de censura que pesa contra Mariano Rajoy inquieta al mercado, que reflejó sus temores con un aumento de 56,7% en los CDS del país (los de Italia subieron 63,1%).
De todas maneras, la situación hispana es menos seria. “Incluso si todo sale mal allí, el resultado sería un aumento de Ciudadanos, uno de los partidos más favorables al ‘establishment’ que puedas imaginar”, aseguró a PULSO, Bob Hancke, académico de política económica europea del London School of Economics.
En ese marco, sostiene que “no está claro qué tanto impacto puede absorber el euro en este momento, especialmente dado que los problemas están, otra vez, ubicados en el sur, al menos a través de los ojos del norte”.
Es importante notar que esto no es Italia específicamente. Esto es todo el mundo occidental desarrollado inundado de deuda, y los emergentes peor aún, inundado de deuda en USD´s, corporativa y soberana.
Siempre existe un catalizador de las crisis cuando existe suficiente combustible. Puede ser Italia, que es probablemente el país más escéptico del Euro y la unión europea en el viejo continente.
Tal vez España. O Grecia. Incluso un banco lo suficientemente grande y con suficiente deuda soberana de algún país en problemas.
El punto es que la estructura de deuda soberana no es sostenible en el mundo y está proclive a sufrir increíblemente, con cada vez menores eventos.
Que es exactamente lo que sucede con una familia. Te puedes endeudar hasta que ya no queda crédito disponible y vives día a día pagando el mínimo de las tarjetas. Lo puedes sostener hasta que te pasa algo que altera tus ingresos. Te suben las tasas, pierdes el trabajo, te accidentas, se enferma alguien de la familia o tu auto colapsó y requiere cambio. Incluso el más mínimo de los eventos puede enviarte a la quiebra o al impago cuando estás en el límite y todo colapsa rápidamente. No sabes que va a ser lo que va a detonar, pero sabes internamente que se viene.
Pero como somos animales de costumbre, pensamos que las cosas van a seguir como están. Que no van a cambiar tanto. Que no puede ser tan terrible. Que nunca vas a quedar sin trabajo, o línea de crédito, o clientes, o gente que te ayude. Que los gobiernos siempre van a estar ahí (la peor de las presunciones) para detener las caídas.
Los seguros se utilizan para eventos catastróficos, no para asegurar el refrigerador. Y esos suelen ser baratos porque nadie piensa que se van a producir esas catástrofes.
Esa es la mentalidad para los momentos actuales, y en general.
Esperar lo mejor, prepararse para lo peor. Ir por la vida pensando que todo va a continuar tal como está sin tener un plan B es una receta segura de desastre.
Y eso es lo que se ve en el mundo de las finanzas, gobiernos y economía en general. Absoluta confianza en que el establishment va a controlar cualquier evento o serie de eventos desafortunados antes de que llegue a una crisis, a pesar de que las luces rojas de advertencia ya se están comenzando a encender por todos lados. Por eso va a ser tan doloroso.