Sin duda el objetivo de la civilización moderna y de reunirnos bajo una estructura de leyes y normas comunes es enfrentar, con nuestras mejores armas y potenciando nuestras individualidades, la difícil tarea de vivir y superarnos como especie, caso contrario volveríamos a las sociedades feudales de antaño. Es así que crear espacios comunes de colaboración y ayuda mutua no sólo es deseable, sino lógico y enriquecedor. El problema real es cuando alguien impone no solo la dirección de los recursos, sino las cantidades y de quienes serán tomados los aportes.
En este sentido el estado, quien impone bajo la estructura socialista, la necesidad y el derecho de la igualdad, establece bajo que parámetros esta se determina, y por lo tanto forzando un estado de cosas artificialmente “balanceado”. Esto provoca entre otras cosas, que se privilegie la mediocridad sobre la excelencia, ya que quien escapa a parámetros de justicia o igualdad social (obviamente por trabajo de acuerdo a las normas legales y también las éticas), es castigado en su éxito para compartir con el resto menos afortunado o exitoso una parte de su trabajo vía impuestos progresivos en la mayoría de los casos. En un estado avanzado de socialismo, incluso los gobiernos privilegian su existencia por sobre el bienestar de quienes componen el país, imponiendo medidas de fuerza para evitar rebelión de la tiranía impuesta sobre las libertades personales, bajo la excusa de un bien común superior. Increíblemente estos Estados socialistas pueden crear un sistema legal e impositivo tan complejo, que al final puede guiarse hacia la absoluta tiranía a un país de manera perfectamente legal.
Un ejemplo es la actual lucha en la educación, no solo en Chile, sino también en países desarrollados como España. El problema es que quienes aspiran a una educación igualitaria lamentablemente confunden Educación Formal, con Educación Total. Las instituciones públicas y privadas reguladas estatalmente, imparten educación formal, que es una parte mínima de la educación global que recibimos en nuestra vida. De alguna manera, quienes luchan por una educación formal más igualitaria, implícitamente están abogando por una educación de peor calidad, en particular si es administrada y regulada por el estado. Porqué? porque afortunadamente los seres humanos nacemos con habilidades y talentos únicos, que nos permiten colaborar y crecer en complemento de aquellas, no en igualdad, y por lo tanto, algunos nos sentiremos más motivados por la educación formal, y otros por la de la experiencia real (street smart). Algunos tendremos predilección por las matemáticas y nos sentiremos terriblemente aburridos por las clases de ortografía, o viceversa, otros serán absolutamente brillantes académicamente y otros no. Sin embargo, bajo la estructura de educación formal con cursos de 20-30-50 alumnos, un profesor debe ir al ritmo en cada una de las materias del mínimo común denominador, aburriendo a los sobresalientes, frustrando a los mediocres e inutilizando a los bajos al obligarlos a tomar cursos que no provocarán ninguna diferencia en su formación.
Afortunadamente, este modelo fallido de colaboración que ha sobrevivido increíblemente por casi dos siglos está a punto de llegar a su fin. Lamentablemente, y como casi todos los cambios de paradigma, no será sin una lucha descarnada de los gobiernos del mundo por retener el poder centralizado, imponiendo grandes tribulaciones e incluso guerras para perpetuar y ampliar el status quo. Nadie dijo que sería fácil, pero con suerte, después de un periodo muy oscuro, la civilización occidental renacerá bajo nuevos conceptos de libre mercado y libertades (y responsabilidades) individuales nunca antes vistas, incluso con la posibilidad de un sistema monetario independiente de los impuestos y deudas de gobierno, retomando el rol que siempre debió haber tenido, ser el defensor de las libertades individuales y proveedor de un marco legal orgánico y sencillo de colaboración y convivencia, no un re distribuidor y asignador de riqueza y medios productivos vía leyes que tiranizan y disminuyen o incluso eliminan libertades que en un principio son la razón del establecimiento de una sociedad y un gobierno representativo.
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