@pulso
“Son los bancos los que en Chile tienen la dirección de la política”, decía en 1901 el diputado liberal Alfredo Irarrázaval. “Ese es el sistema imperante en Chile, pues. Yo te quiero ver a ti pidiendo más cosas para manejar a los bancos, qué te van a decir”, coincidía 111 años después el expresidente Ricardo Lagos.
Hoy, otra vez los bancos reciben la llave del poder. El gobierno anunció la entrega de créditos con aval del Estado por 24 mil millones de dólares a través del sistema financiero, para salvar a las empresas en riesgo de quiebra por la cuarentena.
Las condiciones son un paraíso para la banca: el Banco Central les entrega dinero a un interés de 0,5%, el Fisco avala entre el 60% y el 85% de los préstamos, y además las autoridades eliminan una serie de regulaciones dando más libertad a la banca. ¿A cambio de qué? El exsuperintendente de Pensiones Álvaro Gallegos alerta que “por todos estos beneficios directos a su patrimonio, la banca no paga costo alguno ni asume ninguna obligación social en contrapartida”. “La pelota ahora la tienen los bancos”, reconoce el ministro de Economía.
Pues bien, la historia reciente entrega algunas lecciones sobre cómo han jugado con la cancha libre.
En 2000 y 2001, el Banco Central redujo fuertemente las tasas de interés para reactivar el país tras la crisis asiática; pero en muchos casos los bancos, en vez de traspasar esa baja a sus clientes, aumentaron su margen, lo que llevó a que, según el economista Eduardo Engel, “más de un analista los acusara de haberse coludido”.
En 2011, la Superintendencia de Bancos calculó que esas entidades traspasaban a sus clientes de créditos de consumo apenas el 20% de las bajas de interés del ente emisor. “No hay una explicación razonable”, decía entonces el presidente del Central, José de Gregorio.
Sobre la garantía fiscal, tenemos el recuerdo de un anterior Crédito con Aval del Estado, el infame CAE. El académico Patricio Meller calcula que este entregó a los bancos un retorno de UF+18% “por una inversión prácticamente sin riesgo”. Según confesaría años después el expresidente Lagos, “hubo una colusión seguramente de bancos y cobraron 6%, con aval del Estado. Eso no puede ser”.
La situación llegó a un absurdo tal, que en 2009 al Estado le hubiera salido más barato pagar directamente el arancel de referencia de los estudiantes, en vez de dejarlos endeudados con la banca. Pero no pudo hacerlo: la ley CAE se lo prohibía. El Estado se ató de manos ante los bancos, “como le sucede a cualquier vendedor al que le urge vender, y el resultado de ello son precios inflados”, según analizaría luego un informe del Banco Mundial.
Tampoco en el ámbito de la responsabilidad ante esta crisis hay demasiadas razones para el optimismo. En las últimas semanas, los bancos europeos han suspendido la repartición de dividendos entre sus accionistas. La razón es clara: mientras más dinero se lleven los dueños, menos capital tienen los bancos para entregar créditos.
En Chile, sólo en 2019, la banca ganó 3.403 millones de dólares, 16 veces lo que el Estado está gastando en el bono a trabajadores informales afectados por la crisis. Pese a estas fabulosas ganancias, una petición similar de las autoridades (reducir la repartición al mínimo de 30%) sólo ha sido acatada por cuatro bancos. Los demás siguen adelante con sus planes de entregar a sus dueños cifras que llegan hasta el 100% de las ganancias, en medio de la peor crisis económica del siglo.
Esta semana, la vocera de gobierno recordó que “en algún momento los bancos requirieron ayuda del Estado”. En 1983, el Fisco (o sea, la plata de todos nosotros) rescató a la banca para evitar el colapso del sistema financiero. Los bancos habían hundido a la economía con prácticas irresponsables y, en algunos casos, delictuales. Pero, mientras millones de chilenos se ahogaban en el 25% de desempleo, el PEM, el POJH y el zarpazo al 10,6% de las pensiones de los jubilados, la banca recibía un salvavidas lleno de intereses cruzados entre autoridades y banqueros: el biministro que intervino la banca venía de ser director del Banco de Chile.
Se suponía que los bancos no podrían repartir utilidades a sus dueños hasta pagar el total de esa “deuda subordinada” al Estado, pero una comprensiva serie de leyes, resoluciones y fallos, hasta del Tribunal Constitucional, les permitió volver a lucrar mucho antes de pagar su deuda (el Banco de Chile recién terminó de pagar su deuda en 2019, 36 años después).
El ministro de Hacienda pide que en este plan de emergencia “no haya ganancia, que no sea un negocio de los bancos”. Pero el exsuperintendente de Bancos en el primer gobierno de Piñera, Raphael Bergoeing, advierte que “ninguna política pública puede basarse en la buena voluntad de los actores privados que maximizan sus beneficios”.
Esta vez, por cierto la banca no es la culpable de la crisis. Al revés, tiene la gran oportunidad histórica de ser parte de la solución. ¿Lo hará, o, una vez más, seremos testigos de cómo funciona “el sistema imperante” en Chile?.
Este es un típico ejemplo de un saco de hueva dechado de virtuosismo que espera que los tiburones se vuelvan vegetarianos porque el lo pide.
Los banqueros son unos depredadores. Tienen que serlo. Su negocio, para todos los efectos prácticos, está siempre quebrado por defecto, porque sus pasivos cortos son superiores en órdenes de magnitud a sus cuentas por cobrar cortas, o dicho de otra manera, no puede cubrir todo sus compromisos cortos, de hecho no pueden cubrir más allá de un 10%.
La forma en que los banqueros presten dinero es que sea negocio para ellos. Y una garantía estatal de un país que se está endeudando a dos manos no vale exactamente lo mismo que hace 20 años. Ni siquiera hace 10. Diablos, ni siquiera 3 meses.
Matamala en su ahuevonamiento ideológico cree que el estado en lo más seguro en el mundo. Es un ahuevonamiento que comparten muchos que no suelen estudiar mucha historia. Especialmente cierto en los zurdos que creen que el gobierno va a estar ahí para ellos siempre.
La depresión del 29 no fue por las acciones, fue por el default de los bonos soberanos Europeos y latinoamericanos.
La banca es fundamental para el desarrollo de un país. Cuando salgan, si es que lo hacen hoy en día, den una mirada en 360°. Todo lo que vean, es (o ha sido) comprado con deuda. Sin la posibilidad de generar crédito, no tienes la posibilidad de crear crecimiento. Todo el crecimiento post edad media es debido a la banca y el crédito. Y la explosión de los últimos siglos, es la unión de capitalismo (y crédito) con método científico que nos ha dado el capital para poder generar innovaciones y avances tecnológicos.
Pero claro. Matamala en su mundo particular cree que todo debe ser hecho por virtuosismo, no por negocios.
Lo que mueve al mundo es que todos intenten hacer negocios con lo que mejor saben hacer. En el caso de la banca, evaluar riesgo de crédito de negocios y personas en lo que es su negocio y balancearse con ese riesgo en el spread entre captación y colocación. Cuando le quitas ese riesgo a la banca, su función como evaluadores de riesgo desaparece. Y por ende financian cualquier huevada. Como en el caso de las carreras universitarias.
Los bancos en su función de entregar crédito son una base fundamental de la civilización occidental.
Deben hacer su trabajo. Evaluar quien o quien no tiene un plan de negocio y vida viable y sujeto a crédito. Fue, es y será. Al menos mientras nosotros estemos vivos. Imprimir artículo
Acción humana.
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