Demoraron, dudaron o se hicieron de rogar un poco más o un poco menos, pero ya pasó lo que tenía que pasar. A siete días de las elecciones, después del derrumbe de las coaliciones tradicionales, el cuadro político vuelve a ser el de siempre, el que ha dividido a los chilenos desde 1988: al lado derecho, la Coalición del Sí. Al lado izquierdo, la Coalición del No.
La centrífuga electoral barrió con los partidos que habían nacido, precisamente, con la promesa de enterrar la división entre el Sí y el No. A la hora de la verdad, los liberales de Evópoli volvieron a la casa del Sí, y los liberales de Ciudadanos, a la casa del No.
El llamado de la tribu es más fuerte.
En medio de la carrera de Boric y Kast por moderarse, se repite una tesis. Ganará, se dice con el peso de una obviedad, quien capture el centro. Se compara esta elección con la de 1999. Esa vez, Ricardo Lagos empató la primera vuelta con Joaquín Lavín, armó un equipo especial para enfrentar el balotaje ideado por Eugenio Tironi y ganó tras levantar a la centrista Soledad Alvear como rostro principal.
El ejemplo clásico para entender esta dinámica es el de dos vendedores de helados en una playa. Si uno se ubica en un extremo, y el otro, en el centro de la playa, sin duda el segundo venderá más helados: será la opción más cercana tanto para los bañistas que estén en un extremo, como para los ubicados al medio. Su competidor, en cambio, se quedará sólo con los de su propio extremo.
Así, si son inteligentes, ambos heladeros terminarán casi juntos, al centro de la playa, recibiendo a los resignados turistas de los extremos y disputándose a los del medio.
Pero el voto voluntario cuestiona ese paradigma. Si el heladero le queda demasiado lejos, el veraneante se quedará en su toalla en vez de recorrer media playa para buscarlo. Es lo que suele hacer en cada elección la mitad de los ciudadanos chilenos.
Y aquí entran a tallar otras lógicas. Porque la playa tiene múltiples dimensiones: sobre la tradicional línea de izquierda a derecha, en el caso de Chile se cruzan con fuerza tres variables demográficas: Santiago versus regiones, jóvenes versus viejos y mujeres versus hombres, con Boric imponiéndose en las tres primeras, y Kast en las tres segundas. Salvo en el caso del género, son alineamientos que ya se daban en 1988, cuando el No fue más fuerte en Santiago y entre los jóvenes.
El “centro” es una entidad mítica, que desaparece al intentar asirla. “Son puras leseras. Yo nunca hablé del centro”, reconoce Tironi sobre su supuesta campaña al centro en 1999. “No apuntamos al centro, sino a un electorado específico: mujeres de baja educación, sobre 45 años, creyentes”. La “señora Juanita” a la que Lagos le seguiría hablando durante toda su presidencia.
De hecho, Lagos ganó 300 mil votos entre la primera y la segunda vuelta. La suma de los candidatos a su izquierda (Gladys Marín, Tomás Hirsch y Sara Larraín) había sido de 292 mil votos. Los traspasos fueron casi matemáticos: entre las mujeres de Cerro Navia, Lagos creció 22.624 votos (Marín, Hirsch y Larraín habían sacado 22.400). En Lo Espejo, 18.594 versus 18.478. En La Pintana, 17.533 versus 17.417, etcétera.
Más que por el centro, parece que Lagos ganó por la disciplina de los votantes descontentos de la Concertación, que en primera vuelta optaron por candidaturas de izquierda, pero que a la hora de la verdad acataron el llamado de la tribu y volvieron a la Coalición del No.
Con voto voluntario, el centro se vacía aun más. En Estados Unidos, donde el mantra de que “las elecciones se ganan en el centro” predominó por largo tiempo, el punto de quiebre fue la elección de 2004, cuando el estratega Karl Rove logró reelegir a George Bush pese a su baja popularidad entre los moderados.
El énfasis pasó de la persuasión (convencer a los indecisos en el centro) a la motivación (movilizar a los simpatizantes para ir a votar). Para eso, Rove creó mensajes personalizados para cada grupo de su base. A los evangélicos los asustó con la agenda valórica de los demócratas; para los nacionalistas, cuestionó los méritos de su rival, John Kerry, como héroe de guerra; a otros los movilizó para defender la bandera, la posesión de armas o los rezos en las escuelas. En 2008 y 2012, Barack Obama devolvió la apuesta: más que ganar el centro, motivó como nunca antes a grupos reticentes a votar, como los afroamericanos y los jóvenes. Y qué decir de Trump y su campaña radical de 2016, ya hundidos de lleno en el fango de las fake news como herramientas de movilización.
Es una estrategia que hoy se despliega desde la candidatura de Kast, inspirada en los métodos perfeccionados por Trump y Bolsonaro.
Las franjas electorales nos transportan a 1988. Boric, como lo hizo el No, tiene una franja colorida, que apunta a la esperanza, habla en un lenguaje metafórico y busca símbolos abstractos y amables (ayer el arcoíris, hoy el árbol). La de Kast, como la del Sí, apunta a los ángulos más crudos de la realidad (terrorismo, delincuencia, migración, violencia) y tiene un lenguaje más directo y específico. Es el contraste entre el metafórico árbol y la muy concreta zanja.
Pero ojo, eso no significa necesariamente que el resultado de 1988 vaya a repetirse. El miedo puede ser un motivador tan fuerte como la esperanza, y aquí hay dos miedos enfrentados: el anticomunismo contra el antipinochetismo.
El centro está vacío, Chile sigue dividido en dos equipos, y el llamado de la tribu es más fuerte que nunca. La identificación política, vestir la camiseta del Sí o del No, obedece a patrones culturales demasiado profundos como para cambiarlos en una campaña de cuatro semanas. Quien gane no será quien pueda convertir a más fieles del otro bando, sino quien dé a los suyos razones más poderosas para levantarse a votar el próximo domingo.
Que buena analogía, pero con errada hipótesis de trabajo para mi gusto.
45% derecha, 45% izquierda, 10% independientes que votan fuera de la ideología imperante y evaluando.
Always was, alwyas will be.
La analogía más correcta para mi sería un negocio en cada uno de los extremos. Uno con Pepsi y otro con Coca Cola. La única manera en que los que están más cerca de uno de esos extremos vayan al otro es que el negocio que tienen más cerca no tenga nada de lo que quieren o esperan siempre consumir y que realmente estén con muchas ganas de tomar bebida. El centro está por definición en la mayor distancia posible de ambos, por lo que vas a mover el trasero solo al local que te ofrezca un MUCHO mejor producto en el momento determinado, y si es que ves la necesidad de ello.
Por eso es ridículo que el negocio se mueva al centro. Pierde mucho más negocio de aquellos que se habían instalado cerca para específicamente comprar lo que ofrece, en relación a los que tal vez compren o tal vez no, por eso están en el centro en primer lugar.
Ese es el gran error de moverse al centro de un negocio con clientela cautiva en un lado específico. No sabes que diablos es lo que quiere esa gente, y peor aún, sus gustos son dinámicos, no ideológicos. Pueden tomar Pepsi o Coca Cola dependiendo del lado de la cama en que se levantaron.
El mejor modelo de negocio sería estar al centro o mucho más cerca de el en primer lugar, con algo de Coca Cola y Pepsi. Pero de verdad, no que salga en la promoción de carteles y después no tenga stock.
Siempre lo he comentado en los LIVEs y blog. El que permanezca más consistente a su relato va a ser el que tenga mayores probabilidades de ganar y el que se acerque demasiado al centro tiene el riesgo de perder a los consumidores cautivos de su lado.
No sacas nada con acercarte al centro o intentarlo si ofreces realmente solo productos de izquierda o derecha.
Por cierto, soy team Coca Cola. No tomaría Pepsi ni aunque me la regalaran. Supongo que funciona igual en política.
Las decisiones de consumo, y en general en la vida, y el voto es una decisión de consumo, están basadas en las emociones. Solo usamos la lógica para justificar esas decisiones. La gente de marketing lo tiene claro hace décadas.
Por eso estoy seguro que si me hacen una prueba a ciegas, serían la misma mierda y no sabría reconocerla…
Que curioso como se parece a la política, no?… Imprimir artículo
Esta vez no va a resultar 45/45/10
ResponderEliminarEn mi circulo de amigos los del 45% izquierda no piensan en votar por Boric.....
por eso los politicos se han aprogresado, con evopoli's y DC's que ahora creen en las tendencias de moda, gay, matrimoniales, etc etc, creyendo que moviendo el quiosco al centro o donde más gritan van a vender más.
ResponderEliminarpara mi es como mover el chiringito, si al final la maite orsini va a ir igual a que se la coman, perdon a comer ahi.
Efectivamente los del centro no van a moverse o botar nulo, y el llamado es a salir del efecto bystander. Ya lo he conversado con vuiods y vuidas de sichel, de la concertación donde lo que esta llamandose al sentido comun y no entregarse al PC.
Finde en el campo cerca curico, la gente del campo (trabajadores) llamando a ir a votar por kast, "no le van a dejar el pais a una persona ignorante y que no trabaja", validando que se requiere romper el bystander effect porque no quieren perder lo que han avanzado. ( 600 lks minimo el sueldo. Slds)
Creo que te equivocas en una suposición: "el que se acerque demasiado al centro tiene el riesgo de perder a los consumidores cautivos de su lado" porque en esta segunda vuelta las opciones son muy contrarias entre si. Quizás en primera vuelta puede haber pasado algo de eso sobre todo en la votación de derecha (Sichel muy al centro, más votos para Kast), pero en esta segunda el que evalúa votar por Boric o Kast no le pasa el voto ni a palos a Kast o Boric respectivamente solo porque se vaya muy al centro. A lo más no irá a votar, pero dudo mucho que con lo polarizado que está el escenario la gente históricamente activa eb política se reste JUSTO en esta votación.
ResponderEliminarSaludos y que sea lo mejor pa Chilito no más!